Es tarea de todos, no sólo de Maduro, evaluar, diagnosticar y voltear la tortilla de una sola e inmediata vuelta de sartén, antes de que se queme; para eso es que sirven la crítica y la autocrítica del proceso en su devenir; de los funcionarios y el poder que detentan; del partido y su dinámica orgánica; de las políticas y sus resultados concretos; y porqué no, de todas y cada una de las individualidades mediáticas y personalidades públicas que influyen culturalmente en esta etapa de construcción “modélica” de la revolución chavista.

Con frecuencia se cae en la tentación de diagramar crucigramas sociologéticos porque el entorno convulso apremia veleidades didácticas, pero está suficientemente comprobado que todas las academias y sus respectivos académicos balbucean cuando se trata de desmontar el modelo civilizatorio capitalista burgués.

La burocracia es hija legítima de la lumpen burguesía, en septiembre de 1985, Federico Brito Figueroa publicó en Últimas Noticias: “En el cuadro de la vida pública venezolana, en la década 1948-1958, se constata el influjo de una masa de capital caracterizado en la mayoría de nuestros textos fundamentales como un singular fenómeno de acumulación originaria de capital, y que ahora proponemos llamar directamente acumulación delictiva de capital, porque es el resultado del robo con el apoyo de las instituciones estatales, la influencia de los más calificados representantes del poder político y el tráfico de comisiones y recomendaciones. Ese fenómeno cada vez más significativo en la Venezuela actual, constituye la base material para el desarrollo de un nuevo y poderoso sector en la estructura social de las clases poseyentes nativas, que venimos denominando, ya desde los años sesenta, burguesía burocrática y peculadora o simplemente lumpen-burguesía.”

La única manera de combatir la corrupción es desnudando a la burocracia, despojando a los nueve-nueve de poder, dejándolos sin los privilegios abusivos que confiere la administración. Mientras los Poderes Públicos sean sinónimo de funcionariato, de cargos, de aparato, de vanguardia política, los partidos crecerán en cantidad y los imaginarios reproducirán la vieja meritocracia puntofijista y el nuevo rentismo clasemedia progresista.

El pensamiento burócrata es hegemónico, es uno solo y no hay otro distinto -no hay pensamiento hegemónico alguno por inventar ni descubrir-, toda hegemonía es contrarrevolucionaria, y la de pensamiento es sinónimo de ideología, e ideología es: falsa conciencia.

Pretender hegemonizar el pensamiento es una trampa vaticana -el Estado burócrata por la gracia de Dios-, del siglo veintiuno, un absurdo histórico. El pensamiento hegemónico legitima la espada y la cruz, con la que fueron cercenadas las culturas y masacrados los pueblos originarios de Nuestra América, eso sin relatar la silenciada y secular épica de resistencia asiática y africana contra la civilizada hegemonía Occidental.

El pueblo no es burócrata, trabaja muy duro siendo explotado por la burguesía apátrida. Nuestro pueblo está indicando el camino de la revolución proletaria desde 1989 cuando se alzó -nada más y nada menos-, contra el Fondo Monetario Internacional y lo pagó con creces. Así lo entendió con su agudo intelecto y su profunda sensibilidad, Hugo Chávez, por eso encaró la responsabilidad de asumir su ruta interpretando las señales corajudas del pueblo venezolano.

Me lo fusile (mlf) de un verdugo.

y verdugo no pide clemencia.