Por aquí pasó, compadre, hacia aquellos montes lejos. Por aquí vestida de humo la brisa que cruzó ardiendo fue silbo de tierra libre entre su manta y sus sueños. Mírele el rastro en la paja, míreselo, compañero, como las claras garúas en el terronal reseco, como en las mesas el pozo, como en el caño el lucero, como la garza en el junco, como la tarde en los vuelos, como el verde en el quemado, como en el banco el incendio, como el rejón en la carga, como la gaza en el rejo, como el cocuyo en el aire, como la luna en el médano, como el potro en el Escudo y el tricolor en el cielo. Por aquí pasó, compadre, hacia aquellos montes lejos. Aquí va su estampa sola; grave perfil aguileño, arzón de cuero tostado, tordillo de bravo pecho De bandera va su capa, su caballo de puntero, baquiano, volando rumbos, artista, labrando pueblos, hombre, retoñando patrias, picando glorias, tropero. Oígale la voz perdida; sobre el resol de los médanos, la voz del grito más hondo oígasela, compañero, como el son de las guaruras, cuando pasan los arrieros. Como la brisa en la palma, como el águila en el ceibo, como el trueno en las lejuras, como el cuatro en el alero, como el eco en las tonadas, como el compás en el remo, como el tiro en el asalto, como el toro en el rodeo, como el relincho en el alba, como el casco en el estero, como la pena en la canta, como el gallo en el silencio, como el grito del catire en las Queseras del Medio, como la Patria en el Himno, como el clarín en el Viento. Por aquí pasó, compadre, dolido, gallardo, eterno. El sol de la tarde estira su perfil sobre el desierto. Alberto Arvelo Torrealba (Barinas, 1905 – Caracas, 1971)