Cajón Desastre

feminismo

Tags: #feminismo #maradona

Terrible la cultura de la cancelación que ha conseguido que un pobre violador entre en el Hall of Fame del basket a título póstumo.

Terrible la cultura de la cancelación que hace que llevemos cinco días de minutos de silencio y sentidos homenajes a un violador de menores que maltrató a todas sus parejas.

Terrible la cultura de la cancelación que hace que quienes nos quejamos de la validación de la violencia contra las mujeres mediante la “humanización” a los personajes de turno tengamos que aguantar violencia verbal a ver si nos callamos la puta boca. Que somos muy pesadas.

Que ha dicho un gañán citando a Nietzsche que no somos aptas para vivir en sociedad si nos importan más las víctimas que sus verdugos.

Pues mira, si vivir en sociedad es asentir con la cabeza a todas esas mierdas y sonreír mientras te destrozan, bendita falta de aptitud. Que nos dure toda la vida.

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Tags: #feminismo

A cuenta de esta entrevista al actor Álex García en El Faro de Mara Torres

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Tags: #feminismo #maradona

¿Era Maradona Dios?  No. Era un señor con un talento descomunal para el fúmbol al que le hicieron creer que era dios.

¿Era Maradona una víctima? No. Era un adulto que tomaba malas decisiones constantemente porque se creyó que era dios y no escuchaba a quienes le avisaban de que por ese camino iba mal

¿Al pobre Maradona no lo cuidó nadie pero se aprovecharon de él? Pues mira, ni idea, yo recuerdo unas imágenes cuando era pequeña de su mujer llorando desconsolada con dos niñas pequeñas al lado, pidiendo ayuda y me impactaron más que los toques al papel albal desde la banda en Sevilla. Soy así de rara. Y me pregunto a quién cuidó él y por qué eso no puede ni mencionarse.

¿Es que ahora no nos puede dar pena que se muera una leyenda del fúmbol? Sí, claro, muchísima.  Faltaría más. Que no se diga que los hombres no tienen sentimientos. Llorad su muerte como mejor os parezca. Todos esos vídrios de coña con el anuncio antidroga que nos lleváis compartiendo en grupos de guasap décadas eran de la misma admiración que expresáis ahora en público y sin matices.

¿Pero qué queréis feminazis locas del coño? Que no aprovechéis la muerte de un señor que jugaba muy bien al fúmbol para justificar violaciones a menores, violencia contra las mujeres. Nosotras siempre pidiendo cosas muy irracionales, serán las hormonas.

Que no intentéis justificar esos comportamientos con anécdotas chorras que presuntamente demuestran la grandeza moral del personaje (daba una homilía a sus compañeros del Sevilla que le escuchaban atontados porque era muy sencillo, no porque le encantase ser el puto centro de atención. No le concedía entrevistas a los periodistas soberbios pero sí a los humildes porque era muy justo y no porque cualquier soberbia ajena le pareciese un insulto a su grandeza y su deidad y para demostrar que nadie era más soberbio que él. Y así hasta la nausea. Literal)

Queremos también, sería bonito, que entendieseis que justificar la violencia contra las mujeres daña a las mujeres que sufren violencia por parte de hombres que dicen quererlas y que se puede hacer el ACOJOHOMENAJE al fumbolista que cuando jugaba bien jugaba mejor que nadie, sin necesidad de convertirlo en un santo y un mártir.

Y plantearse por qué cuando se muere un dios del fúmbol del que muchos que ahora se dan golpes de pecho se llevan riendo años, sentís la necesidad de poneros más papistas que el Papa.

Desde fuera suena a esa cobardía y ese gregarismo tan de macho que tanto daño hace a todas las mujeres del mundo. Hoy ya no es 25N, de la violencia contra nosotras ya nadie habla ni por cumplir. De lo majo que era un maltratador vamos a estar oyendo hablar por lo menos mes y medio.

Tags: #feminismo #machismo

Hoy mi hermana, matemática y rodeada de compañeros con unos niveles de misoginia superiores a la media, ha recibido esta bonita viñeta para darle ánimos al empezar otra agotadora semana de esforzarse el doble para demostrar la evidencia.

Ojalá mi hermana fuese un caso aislado.

Ya hablé hace unos cuantos años en el Ladies that UX del síndrome de la impostora. De esa inseguridad que tenemos las mujeres sobre nuestras capacidades y cómo estamos en cambio rodeadas de hombres que no saben hacer ni la o con un canuto dándonos lecciones totalmente seguros y empoderados. Será biología. O igual es otra cosa. No sé. Algunas slides de mi PPT de entonces:

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Tags: #feminismo #cuerpo

Cuando digo que soy española nadie me responde “pues no se te nota nada” o cuando digo que soy mujer nadie apostilla “no seas tan dura contigo misma” o “pues yo te veo fenomenal”.

Cuando digo que soy gorda, o que tengo casi 40 la gente siente que, en lugar de estarme describiendo, me estoy insultando.

Es normal. En esta sociedad nuestra, una mujer mayor de 30 no interesa para nada. Lo sexy es tener 18 y aparentar 14 para que los hombres adultos estén legalmente cubiertos.

Es normal. En esta sociedad nuestra, “gorda” es el insulto definitivo. La forma de hacer daño a una mujer. Se llama gorda a una chica que usa una talla 36 y eso le afecta. Porque ser gorda es lo peor que una mujer puede ser. Siendo gorda no se puede ser sexy. Que es lo importante si eres mujer. A las gordas que les ponen a los tíos hay que llamarlas “curvy” o alguna mierda así. Para que ellos no se sientan tan mal con su propia disonancia entre lo que les han dicho que debería gustarles y lo que les gusta en realidad.

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Tags: #feminismo #interseccionalidad

Yo nací un soleado día de marzo. A mediodía. Un médico me miró los genitales y determinó que era niña. Hasta ese momento iba a ser un niño llamado Carlos por algo que otro médico vio en una ecografía.

Esa diferencia externa, sin más, determinó que pasase a ser Beatriz, que me agujereasen las orejas para poder llevar pendientes, , que me dejasen el pelo largo, que me enseñasen a hablar bajito, sentarme con las piernas juntas, ocupar poco espacio, hacer poco ruido, responder poco, sonreir mucho, callarme más.

No nací mujer, llegué a serlo. Y lo asumí como algo inmutable. Mi madre decía que ella quería haber sido un niño porque los chicos podían hacer más cosas. Yo no la entendía y hasta cierto punto sigo sin hacerlo. No quiero ser un hombre, definitivamente, por más ventajas que tenga. Supongo que porque su reflexión y la de las mujeres de su generación consiguió dejarnos a nosotras un poco más de espacio, dentro de los límites de lo aceptable en las mujeres, claro.

En los 50 ser etiquetada como mujer era todavía peor que en los 80. Y la educación de la sección femenina no les dejó a nuestras madres mucho aire para respirar entre la presunta realidad inmutable y lo que sentían todo el rato. Lo malas mujeres que eran cada vez que se paraban a pensarlo. Así que seguían adelante como podían.

No nací mujer, llegué a serlo y lo asumí como algo inmutable a pesar de que el concepto de mujer en el que me educaron a mi no se parecía en muchas cosas al concepto de mujer en el que educaron a mis abuelas. Pero a pesar de todo esto durante muchos años mi lucha no fue contra la categoría mujer: fue contra el contenido de esa categoría. Sigue siéndolo la mayor parte del tiempo si no me paro a pensarlo. Sigo cometiendo ese error demasiadas veces.

Desde muy pequeña decía “las niñas también....” y me peleaba para que en la categoría mujer cupiesen mujeres como yo y también mujeres totalmente distintas a mi. Nunca por salir de la categoría mujer ni tampoco porque dejase de existir una organización del mundo en el que lo que yo era, vivía, sentía, pensaba y hacía dependía de la apariencia de mis cuerpo.

Luchaba por ampliar la jaula. Digamos.

Cuando naces, creces, te educas en un sistema patriarcal y capitalista hay cosas que no te paras a pensar tan facilmente.

Como por ejemplo qué tiene de beneficioso para la mayoría de la humanidad etiquetarla en función del aspecto externo de sus genitales y asociar unas características presuntamente inmutables (y que sin embargo cambian todo el rato cuando le conviene al sistema) a ese aspecto.

Hasta que un día te paras. Porque tienes 14 años y una bibliotecaria te lleva de la mano a cierta estantería y hay un libro que te recuerda varios diálogos de broma en pelis, series y esqueches de la tele. En los 90 leer a Simone era de mujeres repelentes y aburridas a las que los galanes de las películas fingían escuchar para poder tener sexo con ellas. Y yo tenía 14 años y solo pensaba “qué tendrá de malo Simone, cómo se escribe Beauvoir, cómo se pronuncia Beauvoir y por qué demonios un tío querría sexo con una mujer que le parece repelente y aburrida” Todavía no sabía entonces que para muchos hombres follar es siempre y solo una muestra de poder y no de deseo.

En los 90 leer a Simone era de repelente y yo nunca jamás he sido simpática. Así que leí a Simone. Entendí muy poco. Pero me quedó muy claro que no se nace mujer, que se llega a serlo y que las restricciones que la educación y la costumbre imponen a la mujer limitan su poder sobre el universo”.

Tampoco sabía entonces que hay más definiciones de poder que las que me enseñaban los hombres. Aunque estaba empezando a entenderlo sin darme del todo cuenta. Porque leí aquella frase de Simone y quería tener poder sobre el universo. No tener límites. Y cuando pensaba en qué haría yo con el poder, eso tenía siempre muy poco o nada que ver con imponerles a otros mis formas de vivir, pensar o sentir.

En el 95 había un concurso de debate sobre la necesidad de tomar medidas para la igualdad entre hombres y mujeres y mis compañeros de clase me señalaron como candidata. A los 15 ya daba la paliza bastante con “la igualdad”. Estaba empezando a pensar con excesiva frecuencia en todas las implicaciones insufribles que tenía para mi ser mujer.

No podía elaborarlo aun. Pero una cosa que llevaba años molestándome era no tener derecho a que mis enfados se tomasen en serio. Y eso me enfadaba muchísimo mas, claro. Me sigue enfadando muchísimo más, realmente. Y hemos avanzado muy poco en esto también.

Todavía no me había parado a pensar jamás en el género. En el binarismo. En todas esas palabras que a los raesaurios y a los machiprogres y a los fachas vestidos de lagarterana les parecen horribles porque nos dan herramientas para pensar el mundo desde sitios que no controlan.

Pero ya no son los 90. Ya no tengo 15 años, he olvidado casi todo lo que leí de Simone como de contrabando, de pie en la biblioteca municipal Rosa Chacel que llevaba un año escaso abierta y todavía olía más a mueble nuevo que a libros y polvo.

Ya no son los 90 y las mujeres trans, los hombres trans, han venido a mi vida a cuestionar las categorías mujer y hombre tal y como las entiendo o las entendía.

No ha sido fácil para mi. Sigue sin serlo muchas veces. Nadie dijo que fuese fácil ser feminista. Pero es importante. Ni siquiera estoy segura de ser capaz de terminar de escribir esto sin decir alguna burrada, hacer daño a alguna persona trans.

Las mujeres trans llegaron a mi vida a través de Bibiana Fernandez, que todavía era Bibi y más en concreto “Manolo”. Es un tío, un travelo, decian los adultos a mi alrededor. No ves sus manos? No ves su estatura? No ves su nuez?

Era gracioso porque en mi casa mi madre es más alta que mi padre. Pero tiene las manos pequeñas. Y supongo que eso compensa el terrible error de medir más de 1,60 y pesar más de 50 kilos.

Era gracioso porque aunque crecí oyendo mensajes horribles sobre mi cuerpo demasiado grande, demasiado gordo, demasiado torpe y demasiado mal yo miraba el cuerpo de mi madre y lo veía fuerte. Poderoso. Y no entendía muy bien qué tenía de malo “acabar como ella”.

Bueno, he acabado claramente peor según los estándares. Ocupo mucho más espacio que mi madre. Me gusta ocuparlo.

Me hace menos “femenina” y eso, que antes era malo, pasó de pronto a ser, como el feminismo, importante.

Las mujeres trans llegaron a mi vida como una excepción de la que los adultos se reían para hacerme plantearme una vez más qué me convertía en mujer.

En 1998 alguien me dijo que era muy femenina y me lo tomé como un elogio sorprendente. Nadie jamás hasta ese momento me había considerado un ser de calidad suficiente dentro de la categoría mujer.

Pregunté por qué. No me supieron explicar qué me hacía femenina. No olvidé aquella conversación en unas escalera de mármol y me he arrepentido muchas veces de haber vivido aquello como algo bueno.

Casi me rindo. Casi. Pero no. Aquí estoy. Después de Bibiana llegaron muchas otras. Espero que lleguen muchas más. Mujeres que hacen como hacemos todas a veces, potenciar lo femenino, lo que no molesta, lo que no hace daño, lo que nos identifica como mujeres, para no sentirnos fuera de lugar.

Y eso, de pronto, es un problema. Que una mujer trans a la que todo el mundo le dice que hace mal lo de la feminidad se esfuerce por ser “femenina” siguiendo los estándares de quienes deciden qué es ser mujer, de pronto las invalida.

Y a mi, en cambio, no. Por más incoherente que sea cuando me depilo.

Mi cuerpo tiene pelos. Pero eso no es femenino a pesar de que todo el mundo diga que soy mujer. Así que me arranco los pelos de las piernas, de los muslos, de las axilas. De cualquier lugar donde alguien opine que las mujeres no deberíamos tener pelo. Si una mujer trans hace eso mismo hay feministas que consideran que eso es problemático. En nosotras no. En ellas sí.

No quiero que mi cuerpo geste ni para una criatura, no quiero criar un hijo. Y eso no es femenino. Llevo 30 años teniendo que justificar mi deseo de no ser madre. Teniendo que explicarlo. Siendo juzgada incluso por quienes dicen querereme que algunas veces piensan que no tengo hijos porque no he encontrado con quien. Resulta que es más bien al revés. Que mi negarme a ser una mujer como dios manda, mi negarme a parir o a gestar o a criar hijos me ha convertido en un problema que resolver para hombres que decían quererme.

He vivido todo eso y he vivido también cómo las mujeres trans me ponían delante del espejo de mis propios prejuicios sobre la categoría mujer y me hacían comprender que estaba siendo parte del problema al limitarme a agrandar la jaula. Pero a la vez se han convertido en unas aliadas maravillosas para ese primer paso de ampliar la jaula. Ampliar el espacio que tiene la categoría mujer en el mundo y en mi cabeza.

Ya no pienso que una mujer es un ser humano que menstrúa. Resulta que hay mujeres cis que jamás han tenido la regla pero han sido colocadas en la categoría mujer sin más problema. Ya no pienso que una mujer es un ser humano con útero o matriz. Conozco a muchas mujeres que no tiene nada de eso y siguen siendo mujeres. Cuando yo era joven los médicos decían que iban a “vaciar” a las mujeres cuando les quitaban el útero. He visto a muchas mujeres sin útero bien llenas de cosas. Ya no se dice pero hay mucha gente que sigue pensando que las mujeres cis sin útero están vacías. Nadie duda, en cambio, de que son mujeres.

Ya no pienso tampoco que una mujer es un ser humano con tetas. Angelina Jolie, la Santa Águeda de nuestra época se las cortó y lo contó y sigue siendo mujer aunque no tenga tetas.

Y a base de pensar en las cosas que presuntamente les faltan a las mujeres trans para ser consideradas mujeres me he dado cuenta de que lo único que les falta es que los de fuera las etiqueten como mujeres. Y que lo único que todas nosotras necesitamos para ser mujeres es que otros nos digan que lo somos. Me he dado cuenta también de lo poderoso de ponerte delante del mundo y decir eh: tú no me vas a decir a mi cómo me defino, cómo me etiqueto o dónde me colocó entre las opciones que me ofreces.

Y por eso me duele tanto oir estos días a mujeres hacer discursos, en nombre del feminismo, que podría hacer un señor de Vox.

Del mismo modo en que me duelen los discursos abolicionistas de la línea dura y por los mismos motivos.

El feminismo para mi implica cargarse el heteropatriarcado capitalista. Una organización del mundo que se basa en que para que unos pocos tengan recursos ilimitados otros muchos tienen que sufrir. En el post patriarcado no existirá el género: la gente nacerá y ningún médico mirará sus genitales para nada, porque no hace falta. En el post patriarcado “el problema” de lo trans no tendrá sentido porque cada persona vivirá como mejor le parezca independientemente de la forma o el tamaño de su cuerpo, del color de su piel. En el post patriarcado tampoco tendrá sentido hablar de gente hetero, gay, lesbiana o bisexual. La gente querrá y deseará y follará y besará y tocará y acariciará a quien quiera sin pararse a pensar en eso. En el postpatriarcado la prostitución no tendrá sentido tampoco porque habemos dejado de entender el sexo como una forma de violencia que permite a una parte de la humanidad sentir que tiene el poder sobre otra parte de la humanidad. Pero para ese mundo que ahora parece la utopía inalcanzable queda muchísimo. Y mientras tanto tenemos la obligación de ampliar la jaula y proteger lo máximo posible a las personas del daño del sistema. Llamar “tío” a una persona que te dice que es una mujer trans es lo contrario de proteger a nadie. Decirle a una mujer que se prostituye que está alienada y no sabe lo que dice es lo contario de proteger a nadie. Usar tu poder, tu espacio, tu voz pública para debilitar y hacer daño a quienes sientes distintos a ti o lejos de ti o peores que tú es lo contrario de avanzar hacia la utopía.

Y me preocupa y me duele. Somos nosotras las que deberíamos estar explicándole al mundo que mujer se llega a ser y que hasta la fecha hemos llegado a ser mujeres por imposiciones externas. Que ser mujeres implica ser personas con universos limitados y que el único camino es crear alianzas que nos permitan elegir por nuestra propia cuenta qué queremos llegar a ser y crear universos que, lejos de limitarnos nos hagan crecer.

A TODAS LAS PERSONAS.

Tags: #feminismo #cine #soltería

Singled out significa señalado. Señalada en este caso. Y single significa soltero. Soltera en este caso. Singled out es una peli documental que utiliza las historias de una mujer australiana, una barcelonesa, una china y una turca entre 30 y 40 años. Lo único que tienen en común es ser mujeres y solteras. Lo único. Que es casi todo. Tengo más que ver con una mujer china a la que su madre detesta porque se ha saltado una tradición milenaria, que con muchos de los señores presuntamente de izquierdas que me rodean.

Mientras veo a estas mujeres llenas de sentido del humor enfrentarse al estigma social de ser soltera a los 40 en sus diferentes sociedades con culturas, tradiciones y costumbres que parecen distintas, no puedo parar de verme también a mi en todas ellas casi todo el rato. Partes de mi. La primera vez que dije que no iba a ser madre y que casarme me daba lo mismo me preguntaron si era lesbiana. Luego me explicaron que ya cambiaría de idea. De eso hace más de 20 años. Todavía hoy alguna gente me dice a veces cosas como “bueno, ahora se puede ser madre hasta los cuarentaypico” que es la versión positiva de “se te va a pasar el arroz”. Gente que sigue pensando que cuando no tengo pareja es porque trabajo demasiado o porque no hay quien me aguante. Que no entiende que mi idea de la pareja no es la tabla a la que se agarra un náufrago para seguir a flote. Que no creo en la media naranja, no creo que todos tengamos predestinada un alma gemela. Ni creo tampoco en fingir que eso pasa cuando no pasa. A veces me he enamorado y he querido fundirme con alguien. Otras veces no. Y sin esa querencia inicial ni contemplo la posibilidad. Porque estoy ya muy mayor para jugar a las casitas. Francamente.

Tengo la suerte de vivir en el siglo XXI, de tener amigos y amigas con los que disfruto, me divierto. No veo por qué tengo que renunciar a eso para estar peor. Por más que ayer un señor que luego me quería pegar, me explicase que si yo no paro como una coneja contra mi voluntad, nos invaden los árabes, los africanos, los indios y nuestra maravillosa civilización donde hay hombres diciendo estas burradas en público en un cine en el centro de Madrid un jueves cualquiera, podría irse a la mierda.

Mira. Una razón más para no parir. Colaborar lo menos posible con el enemigo. No traer a este mundo hijos sanos del patriarcado que violen en grupo a mujeres drogadas en portales o coches, no traer al mundo a niñas a las que se socialice para cuidar a los hombres, hacer gratis los trabajos emocionales, los de cuidados, hacer gratis todo eso tan difícil y que nadie se lo agradezca ni se lo pague. Y eso en el mejor de los casos. Podrían asesinarla en agradecimiento. O Igual si paro a una niña será víctima de otra manada que salga luego a celebrar lo barato que resulta tratar a las mujeres como conjuntos de agujeros colocados en el mundo para el placer barato de los consumidores baratos de porno barato para hombres inseguros, incapaces de nada que no implique dominación y violencia.

Pero singled out no es un documental donde las mujeres estén tan rabiosas y enfadadas como yo en los párrafos de ariba.  Las mujeres de singled out tienen su sentido del humor y sus amigas como únicas armas. Están tristes, desesperanzadas, defraudadas y cansadas de la lucha entre lo que sienten (que no hay nadie con quien quieran casarse e igual nunca aparece) y lo que les epxlican (que en realidad nadie querrá casarse con ellas como no bajen el listón y se conformen con cualquiera)

En el docu sale un demógrafo contando que “tradicionalmente las mujeres se han casado con hombres que están por encima” y que como ahora las mujeres están tan arriba ya no hay hombres por encima. El demógrafo no explica en el docu que no es que las mujeres nos hayamos empeñado en “casarnos por encima”. Es que nos han explicado que un buen marido es más alto que tú, más fuerte que tú, más listo que tú, más poderoso que tú, más rico que tú y todo más que tú. Porque es la única manera en la que una mujer podría someterse al trabajo gratuito y agotador, podría resistir un estado de la cuestión donde sigue siendo un complemento. Donde no es una persona igual que su marido.

Es una pena que todavía no estemos hablando de eso. Que las mujeres sigamos hablando de citas online, de buscar maridos, de estar centradas en nuestro trabajo y todavía no estemos hablando de que el problema es que la mayoría de los hombres NO NOS QUIEREN NI NOS CUIDAN y nos estamos dando cuenta y algo en nuestras tripas nos dice que no es buena idea casarte con un hombre que no te quiere ni te cuida.

Pero al menos estamos empezando a hablar de nuestra soltería no como un estado transitorio hasta la realización personal, sino como una elección más. Singled out es un documental necesario que nace de la mente brillante de una mujer brillante que se hace preguntas difíciles, incómodas, y es capaz de recorrerse el mundo para encontrar hipótesis de respuestas y servírnoslas a nosotras. Darnos herramientas para empezar a hacernos nuestras propias preguntas. A buscar nuestras propias respuestas. A ser libres para, como decía Eva Illouz en el docu, elegir una forma de vivir basada en la negociación constante para encontrar gente que te acompañe en tu camino, haga más feliz al menos un trocito de tu vida. Singled out encima es un documental precioso. Lleno de metáforas visuales (luces que se apagan y se encienden, zapatos negros, zapatos dorados, globos de colores que parecen festivos y son solo dianas para niños armados hasta los dientes) metáforas visuales que explican la diferencia entre ser sujeto y objeto, entre cuidar y destruir, entre elegir y conformarse, entre ser quien quieres ser o quien te dicen que tienes que ser. Entre luchar o rendirse.

Y yo hace mucho que elegí bando, reglas, juego y tablero. Yo juego solo si tengo alrededor personas como Mariona capaces de tocarme siempre el corazón, la cabeza y la piel con sus formas de pensar, vivir y estar en el mundo. En mi equipo están solo las personas generosas que saben cuidar y abrazar y querer como Mariona anoche, como siempre, como desde que la conozco.

Singled out es una maravilla. Y es importante.

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Los del NOTALLMEN. Los de “a mi nunca se me ocurriría forzar a una mujer a tener sexo cuando me dice que no” los de “yo nunca le he puesto la mano encima a ninguna” los de “por quién me tomas estoy en contra de la trata de niñas” los de “jamás dispararía a bocajarro a mi novia si me deja y se lía con otra tía”. Los de “nunca en mi vida he drogado a una mujer para violarla”. Los de “yo no voy por ahí acosando a tías por la calle”.

Es decir, todos esos tíos que os sentís interpelados y aludidos cada vez que una mujer se queja de algo machista o cuenta su experiencia como víctima de cualquier agresión hacednos el inmenso favor de coger toda esa frustración vuestra de “nice guys” poco valorados por culpa del resto de los machos e id donde esos machos a decirles “tú, no violes que luego a mi no me ponen la medalla”. “Tú, deja de insinuar que es bonito pagar por sexo con menores que luego pago yo tus platos rotos” “Tú, no hables así a tu novia, no le rompas las costillas que luego la mía desconfía porque somos amiguitos y vamos juntos al fútbol”.

Corred. Id donde ellos y contadles a ellos todos estos rollos que nos contáis a nosotras de lo majos que sois y lo poco que os valoramos por culpa de otros hombres que no sois vosotros.Haced algo útil o de lo contrario tendré que seguir pensando que en realidad los estáis defendiendo y haciéndoles el caldo gordo cambiando la conversación a lo majos que sois vosotros como si vosotros fueseis siempre el centro del puto universo.

NOTA: Post express escrito con la misma intención que el del mansplaining en 5 cómodos pasos. Porque estoy hasta los ovarios de explicar siempre lo mismo una y otra vez. A partir de ahora enlace y puerta. Y como siempre, acepto colaboraciones (y no, querido nice guy que me lees, no me refiero con colaboración a ti diciéndome que tú jamás loquesea)

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  1. Que no se crean con derecho a decidir qué es feminista y qué no lo es. No cuesta nada decir “a mi esto no me ha parecido feminista por este motivo y como me genera dudas voy a escuchar a mujeres feminista a ver si su visión me ayuda a comprender esa lucha justa y SUYA que pretendo apoyar”

  2. Que no se crean el centro de todo, todo el rato. Mis dudas, mi experiencia, yo no violo, ponedme a mi una medalla que mirad qué majo soy. Como locadelcoño prefiero poner yo las medallas feminazis a quien quiera, cuando quiera, por lo que quiera.  

  3. Que partan de la base de que son machistas. Todos lo somos. El patriarcado en vena durante generaciones y generaciones deja secuelas irreversibles. Como feminista una de las cosas que más me ocupo por tener presente es que en una reacción visceral tenderé al machismo. Por más que lleve años intentando cambiar eso. Hay muchas cosas que he racionalizado a base de mucho esfuerzo hasta llegar a casi automatizar. Pero hay muchas más que tengo que pensar con mucho cuidado cada vez. Si eso nos pasa a las mujeres feministas, que somos conscientes de que sufrimos lo peor del machismo y no tenemos ninguna de sus ventajillas imaginaos a los que sacan algo del asunto

  4. Que entiendan que el esfuerzo que les cuesta decirle a una mujer “tienes razón, me he equivocado, no volverá a pasar más” no es casual. Nos reímos del rey emérito pero al menos fue capaz de pronunciar las palabritas de marras.

  5. Que hagan el esfuerzo ahora que entienden de donde viene. Es decir, que intenten decirles a las mujeres con las que conviven “tienes razón, esto que he dicho o hecho es machista y no me había dado cuenta”.

  6. Que escuchen a las mujeres. Que no las interrumpan. Que no las desacrediten de base. Una cosa que les pasa a todos los hombres que se inician en el feminismo es que consideran ofensivo que las mujeres los manden callar y escuchar. Las feministas mandamos callar y escuchar a los hombres que dicen ser feministas precisamente para demostrar hasta qué punto ni han empezado a entender nada. La idea de dar un paso atrás, de ser retaguardia, de no marcar el paso, de no decidir, de no tener la última palabra frente a una mujer, molesta a todos los hombres del mundo a no ser que hayan hecho un esfuerzo consciente para racionalizar el origen de esa molestia y resolverlo.

  7. Que lean libros y comics escritos por mujeres, vean pelis dirigidas por mujeres. Que hagan algo pequeño, consciente y apostaría que placentero por descubrir que las mujeres tiene (tenemos) voces propias, diversas, variadas y ricas. Que tienen cosas que decir. Cosas distintas que decir.

  8. Que no digan “qué más quieres que haga” cada vez que hagan una mínima cosa. Que no recurran a compararse con otros hombres más gañanes, con otras culturas que desde lejos nos parecen más crueles con las mujeres. Que no se excusen en que otros son peores.

  9. Que entiendan que mujer es cualquiera que diga serlo y hombre igual. Independientemente de su aspecto físico, su forma de comportarse, o de vivir, lo que diga su DNI o su partida de nacimiento. Y que se planteen por qué cuesta tanto aceptar que otros se autodefinan en algo que no afecta a los demás para aboslutamente nada.

  10. Que no utilicen el feminismo para ligar, vender lo que sea que hagan, quedar bien y etc si no son capaces de mojarse en su día a día. De decirle a su colega “no hables así de tu novia”, “ese chiste es machista”, “eres un maltratador” o cualquier otra de todas las cosas que la mayor parte de los hombres se callan la mayor parte de las veces porque buff qué pereza. Manteniendo así indirectamente un sistema injusto y moralmente despreciable

BOLA EXTRA: Que entiendan que esa agresividad que sienten cuando oyen  patriarcado, privilegio y etc es machismo incrustado. Nadie te insulta ni te hace de menos cuando dice que como hombre tienes privilegios. Los tienes. Tan interiorizados que has pasado a confundirlos con derechos.

Ejemplo sangrante: ese muchacho que le decía a Jessica el otro día que a los hombres los encarcelan por violar pero a las mujeres no las encarcelan por negarles sexo a sus maridos. Lo decía en serio. Creía razonable que el matrimonio dé a un hombre el derecho a disponer a su antojo del cuerpo de otra persona. Estupefacto ante la falta de comprensión y entendimiento, la cortez de miras de todas esas mujeres que se llevaban las manos a la cabeza intentando explicarle que eso es machista y que revertir eso no es “preponderancia de la mujer” es que nosotras tengamos la misma autonomía para decir qué hacer con nuestro cuerpo y cuándo que cualquier hombre.

… qué es agresión qué acoso y qué cosas que nos agreden son en realidad cumplidos. Hombres que nos enseñan a comportarnos y nos explican por qué deberíamos dejar las quejas absurdas de locas del coño o de pequeñoburguesas quejicas. Flaco favor le hacemos al feminismo. Tendríamos que aprender de ellos.

Hombres diciéndonos qué es histeria y qué deseo. Hombres diciéndome a mi cómo es mi SPM y por qué en realidad no es antes sino durante la regla. Porque del antes no se enteran. Nunca. Del durante, a veces, tampoco. Hombres diciéndonos qué debemos sentir al parir o al corrernos. Ahora a quedarte igual (o peor) se le llama “Orgasmo emocional femenino”. Que lo ha dicho el ABC. Solo con verle disfrutar a él tú ya eres feliz, lo sabe eIlos aunque no entiendan por qué de ese sexo que termina siempre con tu orgasmo emocional NO tienes ganas NUNCA. Bueno, si lo entienden, porque eres una loca del coño depresiva y reprimida incapaz de abrazar el placer que te procuran con su disfrute egoísta. Aprende de las geishas y las prostitutas que se lo pasan siempre tan bien con ellos y solo con ellos y siempre lo están deseando. Que no les cobrarían porque son viciosas adictas al orgasmo emocional.

Esos mismos hombres sostienen que las mujeres cuando decimos sí, no, o no lo sé lo que queremos decir en realidad es “lo que tú digas cariño que para eso eres el hombre”

Luego está los otros. Los que nos gustan.

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