Ando buscando la manera de vivir. Ando buscando la manera de poner mis intenciones en el presente para avanzar hacia el futuro a paso voluntarioso. ¿Cómo tomar las riendas de mis piernas? He tratado organizándome, he tratado poniéndome límites. Mi analista me ha dicho que piense sobre lo siguiente: estos momentos en que me pongo restricciones pueden servirme por unas semanas o un mes, pero tras de eso mis deseos brotan a tropel, deshaciendo el progreso que creía haber alcanzado. Ha sugerido que los periodos de restricción y los de laxitud son dos caras de la misma moneda. Dos imágenes me vienen a la cabeza: Apolo y Dioniso complementándose uno al otro, y los grilletes con que Sócrates estaba apresado en el “Fedón” de Platón: al quitárselos, el ateniense nota cómo para sentir o el placer de su liberación tiene que haber sentido el dolor del metal presionando su piel. Esta última imagen no es tan útil como la primera, porque muestra consecución y necesidad causal entre el placer y el dolor. Dioniso y Apolo no son el placer y el dolor, sino más bien (para mí en mi limitado conocimiento) el placer y la virtud, lo espontáneo y la estructura, lo irracional y lo racional. Para mí está claro que tenerlo a uno y no al otro no es, por lo general, deseable. No quiero aquí disertar sobre los orígenes de la voluntad y la pasión, así como su relación con el intelecto y los rituales. Que conste nomás que una “virtud” basada meramente en el intelecto, en lo institucional o ritual, o en el deber, sin ser una plataforma, un cauce, un instrumento del deseo, es una virtud muerta y vacía. Incluso sabiendo todo esto, y aunque siempre he creído que mis proyectos para formar hábitos sanos los he construido en función de mi realización personal, la verdad es que a menudo, y sin darme sino hasta muy tarde, esos mismos proyectos (esos regímenes ora voluntaristas, ora ascéticos, ora plenamente deterministas) en realidad están desligados de mis deseos concretos. Porque una cosa es querer, otra querer querer, y aun otra más querer querer querer. En efecto quiero autorrealizarme, pero entonces, al meditar sobre los requisitos de esa meta, pasa que me figuro pasos que muchas veces se ven distantes de mis deseos concretos en mi vida presente. Entonces pasa que pienso “debo querer tales y cuales cosas para realizarme; pero como lo que quiero no es eso sino esto y aquello, entonces debo cambiar estos deseos, que no entran en mi proyecto, por aquellos, que sí entran”. Se me objetará que siempre se tienen que sacrificar algunos deseos en pos de otros mejores; y estoy de acuerdo. Lo que trato decir acá no es que debo hacer todo lo que me nace, sino que hay cosas que me nacen que, al despreciar, termino despreciando también factores que me motivan naturalmente, y que — pienso yo — puede que no esté mal que me motiven. Juegos de video, series, videos, Reddit: ¿en qué son dañinos? Al considerarlo lo primero que se le ocurre a une es decir: fomentan la distracción. Entonces nace la pregunta: ¿por qué distraen? ¿Lleva necesariamente el “consumo” de estas piezas mediáticas al pensamiento superficial y distraído? ¿Y hasta qué punto es esto un problema? Une puede salir de la lectura de un libro como “The Shallows” de Nicholas Carr en un estado de alarma, y pasar a limitar todo lo posible la exposición a medios digitales de internet como los podcast, las redes sociales, y los servicios de transmisión de videos, películas y series. No quiero pensar superficialmente, porque quiero entender lo que me pasa a mí y al mundo. Quiero sentir el placer de leer un un libro, de apreciar una película, de escuchar música, de salir a pasear por el parque, y de tener una conversación amena e interesante con une buene amigue. Quiero hacer ejercicio e involucrarme en proyectos comunitarios. Quiero tener una causa presente ante mis ojos, no sólo en ideas, palabras e imágenes, sino también en mis actos y en mis relaciones. Pero no sé si la abstinencia total es la solución (en mi caso por lo menos). Varias veces en mi vida me vi en contextos en que disminuí el uso de redes sociales y medios populares de entretenimiento. Pero esto solamente porque era difícil el acceso a los mismos, o porque estaba en un ambiente en que las relaciones con quienes convivía facilitaban abstenerse y proveían alternativas que satisfacían en muchos casos los mismos deseos básicos de entretenimiento, significación y compañía. Aquí está claro que un mismo deseo lo pueden satisfacer varias fuentes diferentes. Pero también es cierto que la manera en que hemos satisfecho nuestros deseos en el pasado condiciona nuestras tendencias futuras. Diría yo que los deseos están compuestos por materia y forma (y que me disculpe Aristóteles): la materia son unas ansias indeterminadas, una sensación vaga; y la forma es la acción o cosa determinada que queremos hacer, con el fin de satisfacer el ansia. Así, mis ansias pueden ser una cierta sensación en el estómago o mi boca que saliva; y puedo por eso desear algo de comer, o algo dulce, y más en particular incluso alguna comida en particular, como un sánduche o un alfajor. Charles Duhigg en su libro “El poder de los hábitos” ofrece modelo más elaborado, el que las ansias (en inglés “craving”) constituyen uno de los cuatro aspectos de un hábito cualquiera, siendo los otros la señal (“cue”) que origina dichas ansias, la rutina (el hábito en el sentido más propio) y la recompenza (la satisfacción del deseo). Y si tuviera que compararlo con el modelo aristotélico de las cuatro causas, diría que la señal es como la causa eficiente, las ansias son la causa material, la rutina la causa formal y la recompenza la causa final del hábito. Pero divago y este ejercicio de autoayuda de forma libre no puede seguir extendiéndose ad infinitum. Empecé a escribir esto porque quiero tomar una determinación: quiero tomar las riendas de mi vida, cuanto pueda. Pero para hacerlo necesito motivación, y si algo he notado a lo largo de mi vida es que me motiva más hacer lo que puedo hacer en el momento y que me causa inmediato placer (o me evita molestias inmediatas), antes que lo que toma tiempo y esfuerzo o trae satisfacción mediata. Me he llegado a burlar de la idea de que un método válido de motivarse a estudiar es poner gomitas en los párrafos a leer, de manera que une se come aquellas a medida que va leyendo estos. ¿Pero no era algo parecido lo que tenía en mente Lucrecio, cuando decía que escribía su tratado “Sobre la naturaleza de las cosas” en verso para captar la atención de le lectore, de la misma manera en que en sus tiempos se ponía miel al borde de los vasos con medicina para que les niñes la tomaran? Y qué, ¿no se tiene que aprender a amar las cosas por sí?, ¿y acaso todes siempre están en condiciones de hacerlo, o es menester que lo hagan? Es claro que cada persona se inclina a diferentes actividades e intereses. Se puede tratar de encauzar todo lo que se quiera el caracter y los deseos de une niñe, pero sólo se puede llegar hasta cierto punto antes de forzar lo que debe ser una disposición natural y espontánea. Por otro lado, es verdad que podemos acostumbrarnos a ciertas prácticas aburridas o hasta dañinas de tal manera que parecen aferrarse a nuestras mentes y cuerpos, y hasta volverse como parte de nuestra naturaleza. Podemos acostumbrarnos al conformismo, al tedio, al autosabotaje. Podemos acostumbrarnos a temer el deseo, a evitar el amor, a despreciar el placer. (A veces el mayor enemigo de lo bueno no es lo perfecto, sino lo cómodo. Y lo cómodo es la costumbre.) A lo que quiero llegar es que quien está acostumbrade a un mal hábito tiene que ir en contra de sus propias inclinaciones para que se tornen buenas. Parece entonces que hay voluntades opeustas: la de la costumbre y la del cambio. Ésta puede encauzar o reformar aquélla, pero no puede destruirla ni siquiera cambiarla radicalmente de una sentada. La “revolución del alma” es, de cierta manera, una evolución dirigida. ¿Por cuáles etapas pasa esta evolución? ¿Cuál es la resolución que será la primera de ellas? Pues primero ordenaré mi cuarto, porque no me agrada su estado actual. Pero después quiero seguir escribiendo este blog: quiero seguir explorando los espacios conceptuales en que inevitablemente se desenvuelve mi vida, para así darle forma y orden a mi vida, a menudo tan confusa. Y quienquiera que me haya acompañado hasta el fin de esta primera exploración a pesar de mi prosa distraída y mis aluciones pretensiosas, espero que pueda servirle para alimentar en algo sus propias expediciones. Me despido por ahora. — Un chigüirito cansado.