»22|7|15
Habían tenido una guerra de barro. Obvio, el sí estuvo. Obvio, fui a pellizcarle y a reclamarle por qué nadie me llamó. Mis lágrimas me cegaron la vista y no vi nada más. Estaba harta de que todo sucediera sin mí. Lo próximo que sé es que estaba tirada en el piso, con un cuchillo a mi alcance, y su figura se recortaba contra el sol. Él dijo que no era culpable de nada de lo que me pasaba, pero por alguna razón seguía coleccionando cicatrices de mis pellizcones en su brazo. Le hice saber que yo lo sabía. Lo sabía, y le pedí perdón. Pero no era suficiente para mí, porque también sabía que había cometido actos tan injustos contra él, que nada podía borrarlos de nuestras mentes o nuestros corazones. Tendría que vivir para siempre siendo consciente de todo el mal que le hice a esta sola persona. Me frustré. El cubierto de cocina seguía a mi lado, pero luego estuvo en mi mano y luego su punta estuvo cortando mi piel, en un intento de atravesármelo por el corazón. Igual... no pude. Él nunca habría creído que yo fuese capaz de hacerlo. Yo, en un momento, sí.
Unas manos tomaron mi cara y acercaron mis labios... eran sus manos... y eran sus labios. Entre un beso mojado por lágrimas, de a poco volví a sentir eso... que tu corazón se hincha de felicidad, de paz, de... amor. Sólo eso nos unía, nuestros labios, pero eso era todo lo que habíamos necesitado para que nuestros corazones estuvieran unidos también. Sin embargo, él tuvo que aclararme algo: “Estamos enamorados, no juntos.”
Eso estaba... muy bien. Reí del alivio. Estaba muy bien. Era todo lo que estábamos dispuestos a dar. Él me confesó que estaba enamorado. Dios sabe cuánto soñé con esas palabras. Yo aporté mi parte al acuerdo al resignarme a no poder llamarlo mi novio. O llamarlo en absoluto. Permitir que él me buscara cuando me necesite. En un momento surgieron mis dudas, en cuanto a cuántas libertades se podía tomar, porque después de todo, no estábamos juntos. Ni necesité que él me tomara la mano para ahuyentar todas esas incertidumbres ridículas. Confiaba plenamente en él. El seguiría jugando con sus amigas, y seguiría olvidándose de mí, y seguiría yendo a lugares a los que yo no puedo ir. No quiere decir que no me duela, pero quiere decir que yo ya no le iba a recriminar por eso. Porque el me quería a mí. Él estaba enamorado de mí, y nunca va a sentir algo ni remotamente igual con otra persona, y pobre de él, eso es justo lo que quiso hacerme entender, desde hace tres años, y yo no le creí- que me ama. No sólo eso. Sino que a nadie más.
Lo próximo que recuerdo es andar en bicicleta de la mano, cada uno en la suya, debajo de árboles otoñales con hojas teñidas de rojo y amarillo. Pero obviamente, eso ya no era creíble como todo lo anterior, porque yo no sé andar en bicicleta. Luego de darme cuenta, le dirigí una última mirada, y desperté.
#Prose