Indios de Barcelona

Vuelvo a Barcelona. Tengo tantas razones para volver... Casi tantas como para no volver. Mi corazón late a mil por hora delante del autobús de Vibasa. Ese maldito autobús.

Apago el teléfono, cojo mi maleta, cojo un taxi y me voy a mi casa. Apago el teléfono y no respondo a nadie durante días. No estoy preparado, no estoy nada preparado para volver allí. Hay demasiados sentimientos en el aire. El taxista me pregunta si me quiero montar “sí... no, espera. NO”. Me voy la vuelta, vuelvo al autobús. Hay demasiadas razones para volver. Y sobre todo 2. Una, que me espera la gente más increíble del mundo. Y la segunda que yo no me echo atrás. NUNCA.

Me pongo música, enciendo el teléfono y me meto en el autobús. Ya no hay vuelta atrás. Según me siento, me relajo. Me siento realmente cansado. Cierro los ojos un segundo, los abro. Estamos saliendo de Lleida. El viaje está casi hecho.

Llegando, una llamada. Nuria.

De puta madre. Llego a Barcelona y no tengo quién me lleve de la mano. Si no se me cae la ciudad encima en ese momento, prueba superada.

Bajo del autobús, llueve. Una tormenta de verano. Cojo la maleta y salgo disparado al metro. Intentando no pensar, intentando llegar cuanto antes. Diluvia, llueve a mares. Hasta esto me recuerda aquel fatídico día en el que me despedí de esta dolorosa ciudad.

Salgo del metro, llego a Mallorca 450. Estoy empapado. COJONUDO ¿Y COMO ENTRO AL PORTAL? Llamo a Nuria.

Llega un señor mayor, me deja entrar aunque desconfía. Voy al 3ºB. DE PUTA MADRE, NO HAY LLAVES. Solo a mí se me ocurre quedarme a dormir con la chica más desastre de toda la ciudad. La llamo. No me coge. la llamo otra vez. Nada. Son las 21:00, me queda una hora de espera aquí.

Bajo a la entrada del portal, los vecinos me miran mal. Muy mal. Una señora me pregunta que qué hago ahí. Le explico que espero a una amiga y me estoy resguardando de la lluvia mientras tanto. Me dice que tengo que salir fuera, pero mira fuera y se arrepiente. Al rato me baja una infusión en un vaso de plástico. Me da la vida, dejo de tiritar. Muy muy agradecido, señora.

A las 21:55 veo que Nuria pasa corriendo por delante del portal. Saco la cabeza. – ¡Nuria! – ¿Levi? ¿Qué coño haces ahí? – Me has dicho en el 450 – Puto pueblerino, te he dicho 450bis. – ¡Mierda! ¡Los putos portales raros de esta ciudad! He metido la pata. – Vamos anda.

Me voy a su casa, me ducho y cenamos algo. Me siento mejor. Dejo la ropa secando. Voy por la casa solo con una toalla.

Cojo la caja con dos botellas de vino que traigo de regalo, se la doy y ella la abre. Nos pasamos las siguientes 4 horas poniéndonos al día, comiendo frutos secos y bebiendo vino “bueno”. No quiero hablar de mi ex. Ella tampoco quiere hablar de una de sus mejores amigas. Pero todas las conversaciones nos acaban llevando a ello. Resulta que al poco de largarme empezó con otro, Lobo. El nombre me suena. Le conozco. Los cuernos son más que probables. Pero ya da igual.

Nos metemos en la cama. Dormimos a pierna suelta hasta el mediodía siguiente. Ya hace sol. La invito a comer. Es lo menos que puedo hacer.