La llegada 10

Ganar o perder

Subieron a un pequeño alto que les permitía ver con claridad la vaina y sus alrededores. Ahí estaban los robots que había matado Mikel en estos últimos días. Mikel hizo el primer turno. Mientras tanto Joxean y Amaia descansaron. Estaban agotados, no estaban acostumbrados a una vida tan dura. No pasaba nada, era cuestión de tiempo. Incluso Joxean estaba mejorando claramente en el físico. Aguantaba más tiempo andando, a mejor ritmo y llevaba mayores pesos. El segundo turno lo hizo Joxean, el tercero Amaia. No hubo movimientos, los robots seguían en el suelo sin que nadie los recogiera. Mikel aprovechaba sus turnos para conseguir comida, madera, agua... Lo necesario para sobrevivir. Joxean y Amaia estaban parados, Joxean cocinaba algo pero Amaia ni eso.

Al tercer día Mikel habló con Joxean. -Tiene que aprender. -¿Qué? -Que Amaia tiene que aprender a valerse por sí misma. -Ha aprendido mucho. -No. Ha aprendido a no ser gilipollas completa. Pero no ha recogido comida, no cocina, no hace nada en su tiempo libre. -Dale tiempo. -Mañana podemos estar muertos. Tú, yo o los dos ¿Y entonces como va a sobrevivir? -No lo había pensado. -Ya. -Yo le enseño, tranquilo. -Y plantearos hacer algo de deporte en los ratos libres, que si nos toca volver a hacer caminatas debemos ir más rápido. -Planteaos -¿Qué? -Que se dice planteaos -¡Qué más da! ¡Que no hagáis el vago y aprendáis a sobrevivir solos, hostias! -Vale, vale ¿Me enseñas? -¿A hacer deporte? -No, a sobrevivir. Creo que es mejor que tú me enseñes a mí lo que necesite saber y yo le enseño a Amaia. -Sí, si le enseño yo, le acabo partiendo la cabeza. -Seguramente ¡jajaja! -¡jajaja!

Para sorpresa de todos, Amaia aceptó de buen grado empezar a aprender a cocinar, a buscar frutos, setas y demás... Además, Amaia propuso enseñar a hacer pilates a Joxean “es un ejercicio que puedes hacer casi sin moverte y te ayuda a estar en forma a cualquier edad” dijo. Incluso Mikel accedió a aprender algo de Pilates, aunque a regañadientes. Por mucho pilates que hicieran, Mikel se aseguró de que tanto Joxean como Amaia daban largas caminatas a buen ritmo casi a diario. Poder recorrer largas distancias en poco tiempo era primordial.

Habían pasado 10 días y no había movimiento. Joxean y Amaia habían aprendido muchísimo. Ahora Mikel tenía más tiempo libre y entre todos conseguían comida más que suficiente para sobrevivir. Pero los cuerpos de los robots seguían ahí, en el suelo. Esto no tenía sentido, cuando no miraban desaparecían. Joxean intentó convencer a Mikel de que ya estaba bien, que debían empezar a hacer otra cosa, pero Mikel se mantuvo firme. Por su parte, Amaia le dijo que se fuera a tomar viento, que ella se iba a Vitoria a por una tienda de campaña o algo para vivir. Mikel se enfadó, pero Amaia se fue. Joxean, preocupado por si su niña no volvía, la siguió. Al principio Mikel se enfadó, pero realmente estaba mejor solo. Lo que pasaba es que ahora ya no podría vigilar qué pasaba con los cuerpos. Decidió ir mirando a lo largo del día y esperando que lo que fuera que recogía a los robots no se moviera de noche. A lo mejor era el bicho ese enorme de 6 brazos lo que regocía robots, pero no lo veía salir.

Dos días después, a media mañana, Mikel estaba cogiendo frutos en un árbol y notó algo en la lejanía, hacia la vaina. Desde ahí no veía bien, así que bajó rápidamente del árbol y buscó una zona con más visibilidad. Se subió a un pequeño risco y lo vió. El bicho enorme de seis brazos acarreando robots, uno en cada brazo. Los llevaba como si no pesaran nada. Mikel ya sabía que pesaban varios cientos de kilos cada uno ¡Y el robot gigante levantaba seis como si nada! Por desgracia, estaba lejos, no le daba tiempo a acercarse a disparar un flechazo al bicho gigante ¿bastaría con fundirle la luz como a los demás? Solo había una manera de comprobarlo.

Quiso saber cuanto tardaba en repararlos, así que pasó la tarde observando. No salió un solo robot de la vaina. Por la noche durmió, pero se acercó al puesto de vigilancia justo antes de que amaneciera. Mientras desayunaba vió como salían cinco robots relucientes. “Es decir, que tarda casi 24 horas en reparar cinco de los seis. Interesante. Mato más en una noche de los que él puede reparar. Esta misma noche me cepillo a los 5”. Y así lo hizo.

Cinco días después de partir, Joxean y Amaia estaban de vuelta. -Mucho habéis tardado en hacer 30km de ida y otro tanto de vuelta. -Es que... verás -dijo Joxean. -Vamos a empezar a vivir mínimamente bien -le cortó Amaia. -¿Qué coño habéis traído? -Mira y todavía nos quedan varios viajes.

Resulta que habían cargado una barbaridad. Cogieron parte de la carga, avanzaron hasta una zona intermedia, dejaron la carga, volvieron. Cogieron otra parte de la carga y avanzaron hasta la misma zona intermedia a soltar la carga. Y así hasta llevar toda la carga que querían. Luego hicieron lo mismo en una segunda etapa, una tercera... Y así hasta llegar. -¿Pero qué...? -Dos tiendas cómodas, colchonetas hinchables, sacos extra, un toldo para tener sombra, mesa, sillas, equipo de cocina de camping... ¡Hasta una hamaca! -¿Estamos locos o qué cojones? -Ahora móntate tu mochila de supervivencia. Cuando decidas salir, cogemos las mochilas y lo dejamos todo aquí tirado. -¡Pero no hace falta! -Llevamos aquí 15 días y lo que nos queda. Mejor estar cómodos. -Amaia... -¿Qué? No hemos hecho nada que te entorpezca. Si no quieres usar las comodidades que te traemos y quieres dormir subido a un árbol mientras llueve, tú mismo. -Iros al carajo un rato, anda. -Idos -dijo Joxean. -No me toques los cojones Joxean. -Perdón, no puedo evitarlo. Soy profesor de lengua ¿te acuerdas? -Ahora te corrijo yo. ERAS profesor de lengua. -Cierto, tienes toda la razón. -Bueno, muy bien. Ahora tenemos juguetes y viviremos como reyes ¿habéis traído hinchador? -¡MIERDA! -¡jajajajajajaja! Sois supervivientes natos. Ala, id corriendo y traed uno. Y que sea manual, no eléctrico, que os recuerdo que los eléctricos no funcionan. De hecho, voy con vosotros. -¿En serio? -Sí y así os cuento lo que ha pasado estos días. Además, tengo un plan en la cabeza y necesito herramientas de carpintería ¿hay alguna tienda de bricolaje o algo por allí?

Mientras iban de vuelta les contó que, cada día desde aquel que vió como el robot gigante se llevaba a los otros 6, a la mañana siguiente salían 5. Que no entendía por qué cuando estuvieron vigilando no lo hicieron. -¿Ellos también nos vigilan? -Es una posibilidad. -¿Entonces podrían tendernos una emboscada? -Tendría sentido. Empieza ser mucha casualidad que tantos robots aparezcan por las zonas por las que pasa gente. O al menos eso me parece. -¿Cuantos robots calculas por vaina? -Unos 2000. Y la vaina más cercana está por Huesca. -Entonces... -Sí, en cuanto la caguemos morimos. -¿Siempre tienes que ser así de alegre? -cortó Amaia -Mi falta de alegría me ha permitido sobrevivir.

No había ningún robot en la zona comercial. Entraron a la tienda de deporte y cogieron un hinchador. Mikel cogió también barritas energéticas. Siempre las cogía. Poco peso, poco volumen, mucho alimento. Luego fueron a la tienda de bricolaje y a coger hachas y distintas herramientas de carpintería. -¿Qué quieres hacer Mikel? -Una barrera. -¿Qué? -Una chapa en forma de medio círculo. Acercarme de noche dentro de ella y, si hay suerte, encontrarme de frente con el robot gigante. -¿Estás loco? -Supongo que sí. -Pero vas a morir. Está todo lleno de robots despiertos ¿no te acuerdas de la zona roja? -¿Se te ocurre otro método de matar a ese bicho? -ehmm... No, pero... -Creo que si el bicho gigante muere, el resto mueren con él. -¿Y si no es así? -Da igual. Que sepamos hay cientos de vainas en el mundo. Puede que miles. No tengo tiempo para esperar más. -Puede que otras personas también estén acabando con las vainas. -Eso espero. No podría recorrerme el mundo a pie para ir acabando con las vainas una a una. Aún así, tenemos que cargarnos esta y la de Cambó como mínimo. Si lo conseguimos creo que Donosti y sus alrededores serán zona segura para vivir. -Ok, entonces prepararemos 2 barreras. -¿Para qué? -No sé, será que no me lo quiero perder. -Yo no me meto en ese ataud -dijo Amaia. -Oye ¿y si en vez de hacer eso a mano te coges un par de chapas de madera de aquí y las tensas con una cuerda? Como si fuera un arco -Dijo Joxean -¿Eh? -Sí, aquí hay un montón de distintos materiales. Algunos muy flexibles. -¿Y llevarlos hasta allí? -Sigue siendo menos trabajo que cortar un árbol y luego hacerlo tú. Y más rápido. -No es mala idea. Vamos. -Sí, vamos a prepararnos para el suicidio.

Y así lo hicieron. Cogieron dos grandes planchas de madera flexible, las cortaron al tamaño que les interesaba, les hicieron agujeros para pasar las cuerdas, las probaron y comprobaron que servían, así que las llevaron. Mikel agarrando las planchas por delante y Amaia por detrás, con Joxean llevando el hinchador en una mochila.

Tardaron día y medio en hacer el viaje, pero al llegar ya estaban preparados. Descansaron, cenaron y, por la noche, se acercaron a la puerta de la vaina. -No entiendo para qué venís. -Dijo Mikel. -Que yo no voy. -Dijo Amaia. -Vamos de apoyo. -Dijo Joxean. -Que no voy. -Dijo Amaia. -No vengáis ninguno, si me matan os vais y a seguir viviendo. Estáis más o menos preparados. -Que sí vamos, voy a ver caer a ese bicho gigante en primera fila. -¡Que no! -No puedes impedírmelo y Amaia no querrá quedarse sola, así que vendrá conmigo. -Ok, pero os quedáis dentro de la chapa y no salís ni aunque yo me muera. A la noche siguiente os piráis y no volvéis nunca más. -Vale, vale.

Al final Mikel se había dado por vencido. Si Joxean quería jugarse la vida para nada, no podía impedírselo. Amaia admitió que no se atrevía a quedarse sola y acompañó a su padre. Por su parte, no podía esperar más. No se le ocurría otra forma de acabar con la vaina.

De madrugada se acercaron a la vaina, colocaron ambas planchas y se pertrecharon. Mikel casi de camino entre la puerta de la vaina y los robots fundidos, con su arco y flechas. Joxean y Amaia más atrás, también cerca de los robots fundidos.

En cuanto despuntó el alba el robot gigante asomó la cabeza, miró a todos lados y salió despacio. En ese momento, todos los robots de la zona iluminada en rojo se despertaron también. Esperaba que los robots se quedaran dentro de la zona roja como hasta ese día. No se habían movido en todos estos días, solo se despertaban y miraban alrededor. Por ahora no les disparaban, eso significaba que no les habían visto. Todo bien, realmente acojonante pero bien.

Cuando el robot gigante estaba a menos de diez metros de Mikel, esté tensó el arco y esperó apuntando hacia arriba. La idea era esperar a que el robot gigante mostrara su cara por encima de la barrera y dispararle al ojo. Así ningún robot veía su cuerpo y, se suponía, que no le disparaban. Si le veían, la madera no servía. Si no le veían, esperaba que sí. Si fallaba el tiro, todo dependía de si el robot gigante también disparaba o no.

Los segundos pasaban, a Mikel se le estaba haciendo eterno, la tensión del arco le parecía insoportable en ese momento. Respiró hondo y vió la cabeza del robot gigante. El robot le miró, Mikel disparó y... falló. El robot gigante se quedó mirándolo, sin moverse, sin dispararle. Mikel cogió otra flecha rápidamente e hizo un segundo disparo. Esta vez acertó. El robot gigante cayó al suelo y, con él todos los robots de alrededor. Mikel escuchó el grito de Joxean. -¡SSSSSSSIIIIIIIIIIIIIII! -¡JOXEAN, ABAJO, AGÁCHATE!

Un zumbido agudo, dos segundos y Joxean al suelo, muerto. Gritos de terror de Amaia. Escuchó como los robots se iban apagando poco a poco. La desconexión completa de los robots no era inmediata, por eso había muerto Joxean. Y Amaia estaba a su lado. Había acabado con una vaina completa, debía sentirse feliz, pero no podía. Solo quería coger a Amaia y sacarla de allí, aunque no se atrevía a moverse por si todavía disparaban. Había que esperar a la noche.