La llegada 12

Una larga parada.

Mikel y Amaia se estaban preparando para volver. Llevaban mucha carga y no tenían bicicletas, así que iban a tardar. -Iremos por la autopista. -¿No vamos por el bosque? -Aunque parezca mentira, es más seguro ir por la autopista. Según los cazadores de los que te hablé, estamos en zona de asesinos, así que debemos alejarnos de los bosques. -Ok, pero ¿andando? -No hay otra. -Sí hay otra. -¿Eh? -Cerca de aquí hay una gran superficie de deporte. -¿En serio? ¿Y como lo sabes? -Porque mis tíos tenían casa aquí cerca y veníamos cuando era niña. -¿Sabes llegar? -Sí, claro ¿vamos? -Mejor mañana, descansemos. -Vale, vale. Pero llevamos más de 12 horas sin hacer nada. -Y sin dormir. -Cierto.

Aquella noche durmieron en cama, en la casa a la que se habían encaramado unos días antes. Se levantaron al amanecer, bien descansados. Cargaron bultos y salieron en busca de la tienda. En menos de media hora lo habían encontrado. Entraron por la puerta lateral que había, perfectamente abierta. Amaia aprovechó para cambiarse de ropa. -Tú también. -¿yo? -Sí. Una cosa es no lavarse o cambiarse de ropa porque no puedes. Y otra muy distinta es tener aquí mucha y buena ropa, perfectamente limpia y no aprovechar. -¿Me estás llamando guarro? -Sí. Eres un guarro. -A lo mejor un poco sí. -Un poco no. GUARRO. -Vale, vale.

Mikel también se cambió entero. Se quedó las botas que tenía porque los de la tienda no le ajustaban tan bien, pero lo demás se cambió entero. -El saco también. -No. -¿Qué? -El saco me lo dió Nacho. Es un saco buenísimo con el que duermo de puta madre por mucho frío que haga. No me pillo otro de aquí ni de coña. -Está guarrísimo. -En Donosti lo lavo, pero no me lo cambio. -mmm... vale.

Eligieron dos bicicletas de carretera, les instalaron las parrillas, la carga y se pusieron en marcha. -¿Cuanto crees que tardaremos? -preguntó Amaia. -Vamos a 20km/h, así que calculo que 4 horas. -¿EH? ¿Como sabes la velocidad? -Me lo dice el aparatito este que viene instalado en la bici. -¡PARA! -¿qué? -Eso es eléctrico y funciona ¡PARA! -¡HOS-TIAS!

Se pararon. Miraron el aparato. -¿? Está apagado -dijo Amaia. -Espera, que esto no va con baterías. Esto se alimenta con una dinamo. Menudo cuentakilómetros más raro. -¿Eh? -¿Te acuerdas las bicis viejas? Tenían cacharro que iba a la rueda para encender la luz de la bici. -Sí. Y cuanto más rápido ibas más luz daban. -Eso que iba a la rueda se llama dinamo. Girando consigue generar electricidad. Hoy en día todos funcionan con batería, por lo que sea este tiene dinamo. Pensaba que ya no se fabricaban así. -Pero si no hay electricidad de ningún tipo. -Ya, pues esta dinamo funciona. Volvemos. -¿Qué? -Que volvemos a la tienda de deportes a mirar otra dinamo.

Volvieron. No encontraron otra bicicleta con dinamo. -Vamos a la sección de linternas. -dijo Mikel. -A ver, céntrate ¿no querías una dinamo? -Hay linternas led que se cargan con una dinamo. -Ah ¿las que giras la palanquita? -Eso es.

Encontraron unas pequeñas linternas con dinamo. Las cargaron un poco y, efectivamente, alumbraban. -JO-DER. Hay electricidad. -¿seguro? -Por ahora vemos que podemos producir pequeñas cantidades de electricidad. Habría que buscar un generador diesel, un generador solar, etc. Para ver qué funciona y qué no. -Aquí, en el techo, hay placas solares ¿sabrías probarlas? -Mira, mis conocimientos de electricista van a servir para algo.

Subieron al tejado, miraron por donde iba el cableado, encontraron el transformador de continua a alterna y siguieron el cableado hasta una zona cómoda de trabajar. Mikel cortó el cable. -Busca algo que se enchufe. -¿Como qué? -No sé, una colchoneta eléctrica, un patinete eléctrico... Lo que sea, pero que se enchufe y lo puedas traer. -¿Un hinchador eléctrico? -Pequeño y enchufable, me vale.

Mientras Mikel pelaba los cables, Amaia buscaba algo enchufable. -Y ahora lo enchufamos... -Nada. No funciona. -Espera, lee las instrucciones. -Ah, vale. Sí. Que hay que dejarlo cargar un rato y desenchufar para que funcione. -Lo dejo cargando y vamos a buscar otra cosa. -Ok.

Se fueron por la tienda. -Mira, una luz de camping. A ver si funciona enchufado. -Sí, dice que es para enchufar. -Vamos.

Lo enchufaron... y nada. Por si acaso probaron el hinchador, nada. -¿entonces? -La tecnología solar sigue sin funcionar. -¿Y la dinamo sí? -Sí. -¿Esto tiene sentido? -No. Pero es que antes tampoco lo tenía. No puedes evitar que la electricidad funcione. Es como evitar que exista la gravedad. Simplemente no se puede. -¿Entonces? -No sé. Pero nos cogemos unas linternas de las que se cargan con una dinamo y nos vamos. -Vamos a Donosti y les decimos a los que queden vivos lo que hemos descubierto. Hay que empezar a hacer pruebas de como conseguir electricidad y para eso necesitamos gente dedicada a ello. -Buena idea. Oye, una cosa. -Dime. -Vamos a callarnos esto por ahora. -¿Y eso? ¿No es mejor decírselo ya? -Creo que si les decimos esto, todo el mundo querrá electricidad. -Claro. -Pero primero necesitan organizarse para sobrevivir. -¿A qué te refieres? -Los militares saldrán de los cuarteles, a lo mejor viene más gente viva. Necesitarán comida, cobijo, agua... Esas cosas. Y si son mucha gente, tendrán que estar organizados. -Ah, vale. Primero organización y luego investigación. Me parece correcto. -Vamos.

Y se fueron. El viaje fue fácil y cómodo. En 5 horas ya estaban entrando en Donosti. Y eso que habían parado varias veces a fundir robots parados que se encontraron. “Por si acaso” decía Mikel, a lo que Amaia respondía “pues nos hemos dejado cientos al lado de las vainas”.

Fueron directamente al cuartel de Loiola. Amaia apretó el mango del cuchillo instintivamente. -¡EH! ¿Hay alguien? -¡Capitán, es el electricista! -¡Que pase! -grito el capi. -¡CAPI, SAL TÚ, QUE ESTO ESTÁ LIMPIO. -¿seguro? -¡ES MEDIODÍA Y ESTAMOS AQUÍ TRANQUILAMENTE ¿NO LO HABÉIS NOTADO? -¡YA, YA, NO SOMOS TONTOS. PERO HAY QUE ASEGURAR EL ÁREA ANTES DE AVANZAR! -¡QUE SALGAS, HOSTIAS!

El capitán grijalba, acompañado de 3 hombres armados con arcos y flechas, salió del cuartel. -uff... años sin salir de ese agujero más que de noche y poquito. Se hace raro. -Hola capi. -Capitán Grijalba. -Vale, capi. -¿Habéis ganado? -No. Hemos matado a otro robot gigante. Eso es todo. -¿Te parece poco? -Hay miles por el mundo, es poquísimo. -Sois dos personas. -Tendremos que ser más. -Ahora tenemos una zona segura, podemos empezar a prepararnos. -¿Has controlado a esa gentuza? -Vuelven a ser soldados. -Me alegro. Amaia, puedes soltar el cuchillo. -Ni de coña -dijo Amaia. -Voy a dar orden a las tropas de ir al Boulevard de Donosti, es donde empezaremos el asentamiento. -Vamos para allá, os esperamos.

Mikel y Amaia fueron tranquilamente al Boulevard. De día, todo desierto. Un montón de coches y autobuses parados en medio de la calle. Restos de pequeños accidentes. Era desolador. Mikel vió una vieja Vespa azul. -Mira. -Sí, muy mona. -No, tonta. Es un motor gasolina sin motor de arranque. -¿Qué? -Que eso se arrancaba a patada. No necesita electricidad, solo gasolina. Voy a puentear la llave de contacto y a ver si tiene gasolina como para arrancar, que ha pasado mucho tiempo. -Vale, pero no hará falta puentear nada. -¿Eh? -Tiene las llaves puestas. -Mejor.

Lo probaron varias veces, nada. No intentaba explotar. Sin embargo las dinamos seguían funcionando. Siguieron el camino.

Cuando llegaron al Boulevard, se sentaron en un banco. -¿Y ahora qué? -preguntó Amaia. -Ahora a descansar y a prepararnos. -¿Cuando nos vamos? -Quiero saber qué pretende esta gente. Mucho me temo que querrán mandar y que nos exigirán obediencia. -Ni de coña. -Ten la bicicleta preparada. A la más mínima señal nos piramos a por la siguiente vaina y que les den. -O sea, que a lo mejor nos vamos hoy para no volver más. -A lo mejor. No me fío de ellos. -Yo menos. -Normal. Pero veamos por donde respiran.

Un rato después llegó una columna de militares cargados hasta las orejas, delante de todos, el capitán Grijalba. -¡Aaaaaaaaalto! ¡Descarguen todo muchachos! -Hola. -dijo Mikel. -¡El segundo y tercer escuadrón, vuelvan a por más equipamiento! ¡El resto que empiece a montar! ¡Teniente Perez, lo dejo en sus manos!

Mikel y Amaia esperaron a que el capi terminara con su escenificación. -¿Ya? -dijo Amaia -Sí, ya estoy con vosotros. Tenía que organizar a mis hombres. -Pareces otro, macho. -dijo Mikel. -Un respeto, soy el capitán. -Ya. Hasta hace unos días no lo eras. -Tengo que ser importante para que mis hombres me obedezcan, respétame. -susurró el capi -No me gustaba el mundo militar. Y ahora que os he visto en horas bajas, menos. -Ya, pero ahora mismo es lo que tienes. Me dijiste que no tampoco querías cargar con la rubita y aquí la tienes. -Rubita tu puta madre. -respondió Amaia. -Tranquilidad. Dime capi ¿cual es el plan? -cortó Mikel. -Bien. Primero montamos un asentamiento aquí. Luego cogemos unas bicis y nos recorremos los alrededores en círculos. Necesito que me muestres en el mapa donde has visto aliens... -robots. -loquesea. Donde los has visto. -En todos lados. -Los que sabes que no pertenecen ni a Vitoria ni a Cambó. -Ah. Solo en el norte de Pamplona y pasando a la Valdorba, cerca de allí. No te hace falta mapa. -¿No puedes ser más específico? Con el de Pamplona al menos, que está más cerca. -Te lo puedo explicar. Hay un pequeño claro con rocas. Luego bajas por una zona frondosa y apareces en la linde del bosque. Enfrente hay un polígono industrial y se ve Pamplona al fondo. -No me vale. -Pues es lo que hay. No viajo con mapa. -Tendrá que valer. Iremos rodeando el bosque hacia Pamplona y haremos marcas en el mapa. -Entrad desde Irún y bajad SIEMPRE por el bosque. No sabemos como se mueven. Nosotros solo nos movemos por carretera en zonas que sabemos que no tienen robots. -Vale, vale. -Y otra cosa. -Dime. -¿Cual es vuestro plan aquí? -Ya te lo he dicho, asentamiento y acoger gente. -Ya. Digo luego. -¿Luego? -Sí, esto no va a ser un asentamiento temporal. Se va a convertir, si es que queda alguien vivo, en una ciudad. -Ah, “ese” luego. -Sí. -Entiendo que te refieres a forma de gobierno y tal. -También. -En principio mando yo. -Ok. Mikel, nos piramos. -cortó Amaia. -Voy. -respondió Mikel. -Esperad ¿qué? -No vamos a quedarnos viviendo aquí bajo una preciosa dictadura militar porque tú lo digas. -¿Y entonces qué proponéis? -No proponemos nada. Decimos que si mandáis vosotros, nos vamos. -No sobreviviréis. -A mí se me está dando bastante bien sobrevivir. Y resulta que Amaia es jodidamente rápida aprendiendo. Así que tenemos alguna que otra oportunidad de sobrevivir. En cambio vosotros, si vienen más robots, estáis muertos aquí en medio. -¿Si vuelven? ¿A qué te refieres con eso? -A que no tenemos ni idea de como se mueven. A que puede venir otra vaina, o desviar robots de zonas más alejadas y que un día aparezcan aquí cientos de robots disparando. Y no tenéis gente para vigilar. Esos hijos de puta se mueven rápido y os cogerían por sorpresa. -Vale, pero no estaríamos teniendo esta conversación si no tuviérais ningún plan. Decidme qué opináis. -No. Nosotros no somos políticos ni nada de eso. Lo que hemos hablado entre nosotros es que si mandáis vosotros nos piramos. -dijo Amaia. -¿Entonces? -Mira, así en frío. Te propongo una cosa. -dijo Mikel. -A ver, suéltalo. -Recuperad gente viva y cuando la haya, hacemos una reunión entre todos y proponemos cosas. -¿Democracia? -¿Te da miedo la democracia? Joder con el militar. -No quiero decir eso. Quiero decir que, en estados de excepcionalidad, se puede implantar un estado de sitio y una ley marcial. Es un artículo que aparece en cualquier constitución de cualquier país. -Ya. Pues hazlo, adelante. Pero nosotros nos vamos. -dijo Mikel. -Además, hablas de constitución, país y esas cosas como si todavía existieran. -dijo Amaia. -¿Qué? -dijo el capi. -Que la ley, el concepto de país, el gobierno, todas esas cosas han desaparecido. Llevamos años viviendo sin más regla que la supervivencia. Hay que rehacer todo. -zanjó Amaia.

Quedaron para hablar cuando hubiera gente. A ver como lo organizaban.

Mientras tanto, Mikel y Amaia se fueron a Usurbil a buscar herramientas para entrenar. En otra zona comercial encontraron dianas, arcos de competición, flechas... Perfecto para aprender. Mikel le hizo un protector de cuero a Amaia y le enseñó como se hacía. Amaia practicaba y practicaba, pero le faltaba fuerza y le temblaba el pulso al tensar el arco. Era dificil para ella tener puntería. Aún así no cejó en su empeño.

Cada dos días se iban de caza. Mikel enseñaba a Amaia por donde acercarse, como conseguir que la presa se moviera hacia donde quería... Esas cosas que él había aprendido de los cazadores. También recogían frutos en el bosque. Ya que estaban cerca, se fueron al ekogune, a ver si en las huertas de allí había algo que se pudiera aprovechar.

Cada semana se acercaban a la ciudad. Cada vez que iban había algunas personas más. Casi todos habían perdido familiares y tenían historias truculentas para contar. Un día, Amaia iba caminando por la ciudad y se le encendió una bombilla. Fue corriendo a buscar a Mikel. -¡Mikel! -Dime. -¿Los molinos de viento son dinamos? -Sí, básicamente son dinamos. -¿Y si buscamos un molino de viento a ver si da electricidad? -Mmm... están lejos y son muy grandes, complicado. Pero se puede intentar algo. -¿Quieres un molino de viento pequeño? -Sí.

En esas, apareció un señor. -¿Buscáis un molino de viento pequeño? -Algo así, sí. -Id al museo de la ciencia, allí tienen uno. -¡VAMOS! -¿puedo saber para qué queréis eso? -preguntó el señor. -Si funciona, pronto lo sabrás. -Vale, vale.

Y se fueron corriendo a por las bicis. Subieron por Aiete y en poquísimo tiempo estaban en el museo de la ciencia. Allí estaba, en la entrada. Y de repente... ¡MIERDA! No habían cogido nada para enchufar. -Volvemos y cogemos algo. -Ni de coña, voy a romper la puerta y enchufamos un ordenador de la entrada o algo. -¿seguro? -Solo necesito que haya electricidad.

Mikel rompió una tapa del pequeño molino, sacó dos cables, los peló y enchufó el ordenador. Nada. -¡PERO QUÉ COJONES! -¡Pero si las dinamos funcionaban! -Y siguen haciéndolo, mira la bici. -No tiene ni puto sentido. -Nada lo tiene.

Volvieron y siguieron entrenando, cazando... Amaia era buena alumna, pero le seguía faltando fuerza para disparar el arco.