La llegada 16

Curaciones, traiciones y decisiones.

Mikel llevaba varios días en cama, el dolor había disminuído mucho y las heridas estaban cerrando bien. Le quedarían unas cicatrices horribles por todo el cuerpo, pero ninguna secuela física. Sus amigos, si es que podía considerarlos como tales, venían a menudo a visitarle.

Con el jefe Grijalba hablaba de robots. Con Iker y Julio, de lo que estaba sucediendo en el asentamiento. Dani venía solo a preguntar si necesitaba cualquier cosa y a pedirle que contara sus grandes hazañas. A Ekhi le agradeció mucho tanto el entrenamiento como los punzones, a partir de ahí tenían las conversaciones más variadas. Realmente era el único que entendía lo que habían vivido. De Luis solo sabían que se habían vuelto a Alkiza pero que volvían de vez en cuando. Seguía investigando.

Un día, hablando con Amaia, llegó uno de los médicos que le salvó la vida. -¡Hola! -dijo Mikel. -Hola Mikel, hola Amaia ¿todo bien? -Sí, muy bien. Ya me dejan sentarme y todo. No os he visto desde que llegamos. -Sí, bueno, llegamos y tardamos unos días en ubicarnos. Resulta que hay demasiados médicos y no podemos ejercer. -¿En serio? -Estamos tratando de buscar una solución. -A ver qué podéis hacer. -Sí, algo saldrá. Otro problema es que ESTOS no son médicos. -¿Qué? -Están curando con plantas. No puede ser, joder. -Ya, ojalá funcionaran las empresas farmacéuticas. -Ya, ya, que no tenemos medicina de verdad. Pero ¡curar con flores! -Hemos comido raíces y otras cosas no muy agradables para sobrevivir. Es lo que hay. Si encuentras formas de crear antibióticos puedes ser el gran salvador. -Oye, no es mala idea. A lo mejor puedo ser médico investigador. -Mira, es otra opción. Seguro que a todos les parece bien. Pero mientras tanto no deseches las plantas. Utiliza el método científico e investiga cuanto curan esas plantas. -dijo Mikel. -¡Mikel, no te las des de listo hablando del método científico! -se rió Amaia. -¿Qué? No sé de qué habláis. -Hay un chico llamado Luis, ingeniero electrónico, que le explicó lo que es el método científico. Lo de “cuestiónalo todo” y tal. Y ahora intenta dárselas de listo. -explicó Amaia. -Ah, claro, claro. Tienes razón, Mikel. -sonrió el médico. -Oye, que muchas gracias por... ESTO. -dijo Mikel señalándose el cuerpo lleno de suturas. -Oh, no es nada. -No, me salvásteis la vida. Es mucho. -La vida te la salvó Amaia. Nosotros solo cosimos tus heridas. -Entre todos salvásteis mi vida. A Amaia ya se lo he agradecido cien veces o más. -Que te calles, zopenco. Tú me salvaste la vida dos veces y por mi culpa caímos en esa trampa. -Que no fue tu culpa, joder. Que nos estaban esperando. -Bueno, haya paz chicos. -dijo el médico cortando la discusión. -venía también para agradeceros que nos salvárais la vida. -¿Eh? ¿Nosotros? -Bueno, Amaia. -¿Yo? -Sí, si no hubiera sido por tí, los asesinos hubieran llegado a nuestro asentamiento y nos hubieran masacrado. No hay duda de eso. -Sí, estaban realmente cerca. -dijo Mikel. -No lo había pensado. -dijo Amaia.– de nada, supongo. -Vaya par. -¿Qué? -dijeron Mikel y Amaia al unísono. -Agradecéis muchísimo que os salven la vida y no le dáis mérito a salvar la de los demás. Vaya par. JAJAJAJAJA -No, no es eso, es que... -dijo Amaia. -Sí, es eso. -cortó Julio.– son los mayores responsables de la salvación de la humanidad, o de la que conocemos, y no se dan cuenta. -Ya llegó la cabra de la legión. -maldijo Mikel con una sonrisa pícara. -Estás mejor, sí. Ya veo. -dijo Julio. -oid. Que lo de que sobran médicos no es verdad. Sabéis de agricultura y ganadería entre otras cosas, así que os propongo una cosa. -¿Sí? -Ejercéis unas pocas horas al día como médicos y libráis a otros médicos de trabajo. Así ellos también aprenden otros oficios. Y el tiempo que sobra podéis aprovecharlo para dos cosas. -¿Qué cosas? -Ayudar a plantar/recolectar cosechas, que no sobra gente. Y también podéis enseñar algo de medicina a la gente. Buenas costumbres sanitarias, como curar heridas simples, desinfectar... Todos debemos ayudarnos y saber cosas útiles. -No es mala idea. Vaya, investigación, curar gente, enseñar, agricultura... De repente me falta tiempo. jajajaja. -dijo el médico. -Oye, que igual es mucho pedir pero... ¿Podrías enseñarme? -dijo Amaia. -¿Eh? -Sí, quiero aprender a coser heridas y a cuidados básicos que nos puedan pasar cuando salgamos otra vez. -No es mala idea, os da más posibilidades de sobrevivir. -dijo Julio. -Y posibilidad de estar más tiempo fuera sin volver. -dijo Mikel. -¿Qué? ¿Cual es tu plan, Mikel? -dijo Julio. -He estado recordando un poco mis estudios del insti. -¿Ah sí? -Sí. Y en historia estudié que los asentamientos neolíticos se hacían siempre cerca de ríos y zonas fértiles. -Es lo lógico, sí. -Pues estamos en un sitio de mierda. -Oh, ya veo por donde vas. -dijo Julio.-quieres que nos movamos hasta el delta del Ebro ¿verdad? -Es la zona más fertil. El sitio ideal para sobrevivir. -Sí, no es mala idea. Pero está muy lejos. -dijo el médico. -Ya, pero la rivera de Navarra está cerca. Si somos más gente no podremos sobrevivir aquí. Os quiero abrir camino hasta la zona de Cascante y luego el Ebro entero. -¿En serio? Pero eso es muchísimo terreno. -Ya, pero sigue llegando gente. A este paso pronto no entraremos aquí. También necesitáis espacio para que los animales pasten. -Y tú te vas a recorrer media España a pie. -En bici. -Espera, espera, espera. -cortó Amaia. -¿Qué? -Mikel, en esa zona no hay bosques. No podemos ir fuera de los bosques. -Sí podemos, de noche. -Acabamos de hablar de no arriesgarnos. -Viviremos en casas de día y avanzaremos de noche. No es para tanto, cada vez entendemos mejor a esos bichos. -No, no y no. -Ya decidiremos cuando me cure ¿vale? -Que no.

La conversación avanzaba, sin fin. Mikel odiaba estas conversaciones, pero tampoco podía hacer mucho más en el hospital. De repente, una persona entraba arrastrando a otra. -¡Un herido! -¿pero qué ha pasado? -dijo el médico- ¡Es Juan! -era el gerente. -¡Tumbadlo aquí, vamos a ver! -dijo otro médico que ya se estaba encargando de él. Mikel y los demás se pararon a escuchar lo que decían los que le atendían. -Es una herida de cuchillo, alguien ha atacado a este hombre. -Esta herida tiene mala pinta, hay que limpiar y dar antibióticos. -¿Óxido? -Puede.

El médico se puso blanco. -¿qué pasa? -preguntó Amaia. -Si le han atacado con un cuchillo oxidado, como parece, seguramente no lo cuente. -¿Por qué? -Porque el óxido causa tétanos. Y no tenemos antitetánica. Si pilla un buen tétanos puede morir por sepsis. -¿sepsis? -El cuerpo ve mucha infección, suelta un montón de químicos al organismo para intentar pararlo y el cuerpo muere a causa del exceso de químicos. Es dificil de curar incluso con antibióticos. -Oh, vaya. Lo siento. -dijo Amaia. -Y será una muerte lenta y dolorosa ¡JODER!

El médico se fue. Después de varios días de dolores horribles, Juan, el gerente, murió de sepsis.

Los días seguían avanzando. Mikel había empezado a moverse un poco, a dar paseos. Los médicos le dijeron que las cicatrices quedarían más feas, pero a él no le importó y zanjó la cuestión con un “¿más feo que esto? Y ya qué hostias importará”. Un día, paseando con Amaia por el hospital de campaña (seguían sin dejarle salir), vinieron el jefe Grijalba y Julio a hablar. -Hola. -Hola chicos. -Cada días vas mejor. -A ver si me dejan pirarme ya de aquí, que estoy hasta los huevos. -Ya, ya, ten paciencia y verás como pronto te piras. -Ya ¿y como así vosotros por aquí? ¿Venís a pedirnos algo? -Para ser tan zopenco eres muy inteligente, jijiji... -dijo Julio. -Suéltalo. -Oh, pero no es a tí. Es a Amaia. -¿Eh? ¿A mí? -Sí. Tenemos un saboteador. -¿Un saboteador? -Aparece por las noches en huertas, almacenes y demás. Se dedica a romper cosas o a estropear la comida. -¿Y por qué no usáis a la policía/ejército para eso? -Lo hemos intentado, si nos ponemos a vigilar no actúa o actúa en otro sitio. No somos suficientes para tenerlo todo vigilado siempre. -¿Y yo qué pinto aquí? -Queremos tu sigilo. Ekhi dice que eres muy ágil y que podrías moverte con sigilo por la noche. -Ya, pero si le pillo ¿qué? Soy una pobre chica desvalida. -¡JAJAJAJAJAJA! ¡Ahora sí que las soltado gorda! -se rió Mikel. -¡CALLA, GILIPOLLAS! -No, a ver. No queremos que le mates. Queremos tener una prueba clara de que ha sido esa persona. -¿Sabéis quién es? -Oh, no, no. -dijo Julio con una sonrisa pícara. -Vale. -Amaia guiñó un ojo.-Oye Julio ¿me llevas a dar un paseo a casa de Ekhi? Hace tiempo que no le veo. -Oh, será un placer querida.

Y se fueron. -¿Qué coño pasa aquí? -Nada, ya te enterarás.

Amaia dejó de visitar a Mikel durante 4 días.

El quinto día apareció Borja con una flecha clavada en la pierna pidiendo ayuda. Detrás de él apareció Amaia con Dani y con el jefe Grijalba. -Curadle la pierna y luego enseñadme la flecha, chicos. -les dijo el jefe Grijalba a los médicos que iban a atenderle.

Grijalba miró la flecha y dijo. -Dani, detén a ese hombre por traición. -¿Qué? ¡Yo no he hecho nada! Dijo Borja. -Amaia disparó esa flecha y por si acaso hizo una pequeña inscripción. Aquí pone “si estaba clavado en alguien, soy el traidor”. -¡Eso no es prueba suficiente! -No, pero yo te he visto antes de dispararte. -dijo Amaia. -Y yo también, señor Borja. -dijo Dani sonriente. -Yo creo que son pruebas suficientes, pero tendrás un juicio, Borja. Mientras tanto, al trullo.

Mikel se reía a carcajadas. Amaia había pasado de ser una niña pija que no valía para nada a ser una ninja. Aprendía muy muy rápido. Se alegraba de tener a alguien tan competente cubriéndole las espaldas. Amaia estaba muy seria. -¿No te alegras? -Creo que es el que mató a Juan. -¿Sí? -Sí ¿te acuerdas de lo que nos dijo Iker? Que enmierdaría todo para que este sistema social no funcionara? Le he estado vigilando mucho. -¿Y has visto algo? -Es el lider de una pequeña camarilla de personas que están confabulando para jodernos a todos y luego quedarse con todo el poder. -¡Lo mataré! -No, Grijalba ya lo sabe. Y debemos confiar en la justicia. Están avanzando un montón en lo de las leyes. -Vale, vale. Por cierto. -Dime. -Enhorabuena, ninja pija. -¿Niña pija? -NINJA pija ¡jajajaja! -GILIPOLLAS. -No te pareces en nada a la niña pija a la que salvé en las escaleras de su piso. -Ya, la vida de mierda nos cambia un poco el caracter. -Pues me caes mejor ahora. -Calla, gilipollas. -Vale, ninja.

Poco después Mikel recibió el alta. Todavía tenía ciertas molestias al andar, pero debían empezar a prepararse. Aprendía medicina, renovaba equipo, se ponía físicamente a tono...

Un día apareció Dani. -Te busca Luis. -¿El ingeniero? -Sí, que tiene algo. -¡Voy, avisa a Amaia! -Ya está allí.

Mikel fue corriendo sin pensar en las heridas. Se dió cuenta cuando ya llevaba diez minutos corriendo. Se alegró de que no le doliera nada. Ya podían partir. Al llegar, se encontró a Iker y Julio junto a Amaia y Luis. -¡Hola! ¿Novedades? -Hola Mikel. Es cosa de tamaño y aceleración. -¿Como? -No lo entiendo bien. Hay cosas que no me cuadran, pero sé que tiene que ver con el tamaño y la aceleración. -Explícate mejor, anda. -Simplificando un poco, que aquí muchos no sabéis de física. Bueno, y aunque supiérais, esto no tiene puto sentido con los conocimientos de física que tenemos. -Suéltalo. -Vale. Cuanto más grande sea el bicho, menos puede acelerar. -¿eh? ¿Y eso que tiene que ver con la electricidad? -Podemos generar corriente, pero no mucha cantidad. Creo que 3.3v y 2A es lo máximo. Si subimos a 5v no llego ni a 1A. -¿En serio? ¿Y qué tiene que ver con la aceleración? -Creo que “el nuevo sistema” considera el flujo de electrones generados como un todo. Si muchos electrones van juntos por un cable, el sistema no deja. -¡Pero que eso no tiene sentido! -Ya, nada lo tiene. Solo intento entenderlo olvidando todo lo que sé. -¿Y eso sirve para todo? -Sí. He hecho pruebas y, cuanto más grande el bicho, menos aceleración. Es así como no permiten las explosiones. Seguramente una bombeta de esas de los niños explotaría. -¿Entonces? -Entonces: un arco dispara, pero una ballesta no. Un tirachinas sí, pero una pistola de aire comprimido no. -JO-DER ¿esto sirve para algo? -preguntó Iker. -Entendemos mejor la nueva física. Y podemos fabricar cosas básicas de bajo voltaje. -dijo Mikel. -¿QUÉ? -preguntaron todos menos Luis. -Podríamos fabricar instrumentos eléctricos básicos de bajo voltaje. Por ejemplo radios. -dijo Luis. -¿Y ordenadores? ¿Y podremos acceder a los datos de internet? -preguntó Iker, planeando todas las consecuencias posibles en su mente. -No, no. Hay que fabricar a mano, no podemos fabricar un ordenador mínimamente potente. Pero el que sepa mucho sobre circuitos conmutados es el puto amo ahora mismo. -dijo Mikel mirando a Luis. -Sí Mikel, yo sé mucho sobre circuitos conmutados. -Me encantaría ayudarte, sé bastante del tema, pero nos vamos. -¿Qué? -preguntaron todos al unísono. -Ya estoy curado. Amaia y yo nos vamos a matar robots. -Te dije que no iba ir todo el rato en una zona sin árboles. -dijo Amaia. -Ya. Lo he estado pensando. Vamos a hacer una cosa. Vamos a ir por los pirineos y de allí iremos bajando, limpiando una zona y subiendo. Mucho menos riesgo. -Pero riesgo. -Siempre hay riesgo, de un tipo u otro. -dijo Mikel señalándose las cicatrices. -Ok, dadme unos días, que creo que os podré apañar unas cositas. -dijo Luis. -¿Cositas? -Un par de radios o linternas que se carguen con energía solar... cositas. -Sería increíble. Entonces iremos donde Ekhi, quiero hablar con él.

Mikel y Amaia se dirigieron a casa de Ekhi, esperando que estuviera allí. No lo encontraron y se fueron a buscarlo. Dos personas iban paseando en bicicleta y, viendo a Mikel ir a pie, les dejaron las bicicletas. -No es necesario. -Tranquilo, no tenemos prisa. Y tú acabas de estar en el hospital. Mejor que uses una bicicleta. -Pero estas son vuestras. -Se nota que estáis poco por aquí. Todo es de todos, intentamos siempre ser generosos con los demás, usar lo que necesitamos y dárselo a otro si lo necesita más. -¿En serio? -Sí, al principio cuesta, pero cuando te acostumbras todo va mejor. -Vaya, pues gracias. Pero de verdad que no lo necesitamos. Acabo de estar corriendo y no me duele nada. -¿Hace cuanto que no andas en bicicleta? -Semanas. -Pues practica, que tienes que ir en bicicleta a matar aliens. -Vale, vale. Pues gracias.

Cogieron las bicicletas, Mikel no notaba molestias pero se notaba flojo. Le dijo a Amaia que tendría que andar unos días para coger fuerzas y siguieron buscando a Ekhi. Lo encontraron paseando por la playa. -Hola, eres dificil de encontrar. -Ah, hola chicos. Me viene bien andar por la arena. La espalda y eso. -Es lógico. -¿Necesitáis algo? -Quería hablar contigo. -Tú dirás. -Ya te he contado como pasó lo de los asesinos. -Sí. -Vale. Necesito ocultarme de ellos. -¿Todo el tiempo? -Todo el posible. -Vale, será un coñazo pero puedo ayudarte ¿qué más? -Quiero más armas que pueda sacar rápido. -¿cuchillos? -O algo así, sí. -Claro, viste lo bien que las usó Amaia y ahora entiendes la utilidad.

Amaia se ruborizó. -Lo hiciste increíblemente bien, Amaia. -Gr-gracias. -Bueno, pues llevaréis kunais. Como los ninjas. -Oh, sí. Amaia es una ninja pija. -Calla... -Ya, ya, gilipollas. -¿Nos vamos a mi casa o tenéis que seguir metiéndoos el uno con el otro? -Vámonos, anda.

Ekhi enganchó unos kunais a la altura del muslo. Tres en cada pierna a Mikel y dos a Amaia. -Mirad, estos cuchillos son la leche. Los podéis usar para mil cosas. Son buenos cuchillos en el uno contra uno. Se lanzan super bien. Les podéis enganchar una cuerda y lanzarlo por encima de una rama gorda... Y sirven para labrar la tierra. -¿Eh? -Nada, una bromita. Es que se fabricaron para eso. Pero luego vieron la utilidad y se convirtieron en armas. -Y se sacan muy rápido. -Practicad en la diana, a ver si podéis sacarlos del pantalón y lanzarlos.

Probaron unas cuantas veces. -Muy lentos y con mala puntería ¡Enhorabuena! -Cabrón. -Mirad, hacedlo así. -Ekhi hizo el gesto correcto. Acertó casi en el centro.

Siguieron probando. Al final decidieron pasarse unos pocos días practicando.

Una vez que controlaban el lanzamiento de kunais, Ekhi les enseñó los atuendos de camuflaje. -Esto es una ropa de camuflaje de los francotiradores del ejército. Tenéis que andar en cuclillas y despacio. Aprovechad siempre que podáis para acercaros a zarzas y demás, ayuda a que sigáis ocultos. -Con esto no podemos avanzar todo el día. -Esto es lo que hay. -Pues no vale. -Pues las capas de invisibilidad se me han agotado. -Menos coñas. -No, a ver. Si queréis ser invisibles, tenéis que moveros muy despacio y en silencio. Lo bueno de estas capas de camuflaje es que las podéis tirar por encima de la tienda de campaña y también estáis ocultos al dormir. -Eso está muy bien. -¿Lo tomáis o lo dejáis? -Lo tomamos. Y ya veremos cuanto lo usamos. -dijo Amaia. -Ok. -dijo Mikel.– a malas los dejamos tirados por ahí. -Otra cosa. Tenéis que aprenderos las señales tácticas militares. -¿Señales tácticas militares? -Lo de las películas, levantar el puño con el codo a noventa grados para pararse, etc. -Ah, para comunicarnos sin hablar. -Mirad, aquí tenéis una tabla. Aprendeos todas las señales, adaptad las que no valgan y pensad en si necesitáis alguna más. -¿Las que no valgan? -Por ejemplo esta, “enemigo con escopeta”.-dijo Ekhi poniendo levantando su puño al cielo mientras estiraba los dedos índice y pulgar- Podéis usarla para “arquero”, pero no sé si es muy útil. -Ah, vale, entendido.

Durante los días siguientes entrenaron con los kunais, añadiendo la lucha cuerpo a cuerpo, hicieron entrenamiento físico y memorizaron los gestos. Ya estaban preparados.

Prepararon las mochilas, la tienda de campaña, la comida... Todo bien empaquetado en las bicicletas. -Parecemos profesionales. -dijo Amaia. -Lo somos. Este es ahora nuestro trabajo. -Fundir robots y matar asesinos. No es el peor trabajo del mundo. -No lo es.

Se despidieron de todo el mundo. Grijalba les dijo que se había decidido desterrar a Borja, porque no tenían cárceles en condiciones dentro del asentamiento. Dieron el OK, aunque suponían que volvería. Julio les informó de que se había decidido empezar a preparar un asentamiento en la rivera navarra e ir mudándose poco a poco. De hecho, algunas personas decidieron que se quedaban en Donosti, por lo que se iba a montar un sistema de comercio para que a nadie le faltara de nada. Todo sin dinero, basado en altruísmo. Luis les informó de que había adaptado cacharros existentes para que se cargaran con energía solar y les dió seis linternas, dos para cada bicicleta y una personal. También las dos radios que se podían usar con auriculares, así tenían las manos libres mientras hablaban.

Cogieron sus bicicletas y salieron. Esta vez esperaban no volver en mucho tiempo, años si todo iba bien.