La llegada 18

Partida y regreso

Llegaron a la sierra de Guara y encontraron un buen sitio para acampar. Aislado del viento, escondido y dentro de un gran zarzal. Montaron la tienda temporalmente fuera y Mikel se puso a hacer un agujero en las zarzas mientras Amaia iba a cazar algo. Unas horas después tenían cena, pero no buen cobijo. -Vas muy lento. -Ya, intento no pincharme y esas cosas. -Sigues yendo lento. -Ok, vamos a alejarnos a hacer fuego, cenamos y mañana sigues tú. -Vale ¿y tú mañana qué haras? -Oh, quejarme de que vas muy lento y descansar. -Jejeje... ni de coña ¿qué harás? -Iré a la parte sur, a ver si veo más vainas. -¿Otras tres? -Ojalá.

Al día siguiente Amaia terminó el agujero. Mikel entró y, aprovechando su mayor altura, le dió más espacio interior. Ahora tenían un agujero de 5x5 metros con dos metros de altura. De sobra. Mientras tanto, Mikel vió dos vainas. -Pero tenemos un montón de zarzas fuera, llaman la atención. -He tirado unas cuantas al río y otras las he ido dejando un poco lejos, pero así es muy lento. Haremos una fogata. -Claro, eso no llama la atención. -No la haremos aquí, nos alejaremos un poco. -Vale, a quién no le gusta una buena hoguera de San Juan. -¡Cierto! No estaremos lejos de esas fechas ¿no? -No creo.

Pensaron en ir a Huesca a por una tienda de campaña más grande, pero había una vaina demasiado cerca, así que tuvieron que hacerse cargo de ella. Por suerte, no tenía luz roja. Al día siguiente pudieron ir a Huesca con tranquilidad y llevarse una tienda de 3x4 metros. Tenían sitio de sobra incluso para estar de pie dentro de la tienda. Si llovía estarían cómodos. En los días siguientes cogieron sillas y mesa de camping, un par de colchonetas hinchables para dormir, un hinchador, platos, vasos... Estaban como pocas veces. -Me recuerda a Vitoria. -dijo Amaia. -Ya. Y a mí. -Me pone triste. -¡Es verdad! No me he dado cuenta, perdona. -Nada, no te preocupes. Si vamos a estar tiempo por aquí, tendré que adaptarme. -Tenemos que subir a pirineos, bajar a por la otra vaina y mirar al Oeste, a ver si hay más vainas.

Primero fueron a por las vainas. Pudieron encontrar y acabar con 4 vainas desde ese campamento. Luego fueron hacia el norte y se metieron por los pirineos. Viajes cortos de dos o tres días. Había que peinar toda la zona en busca de asesinos y/o supervivientes. Encontraron varias decenas de personas, a las que enviaron a Donosti asegurándoles que el camino por lo llano estaba ya limpio de robots. Entre las personas que encontraron, vieron a dos personas que tenían pinta de asesinos. -Los seguiremos despacio, a ver qué hacen o dicen. -Ok. -Que no nos vean.

Les siguieron durante dos días, en los que escucharon lo que hablaban y de las barbaridades que habían hecho. Aún así, decidieron seguirles hasta estar absolutamente seguros. Al tercer día Mikel se cansó. -Voy a hacer de cebo. -No. -No quiero esperar más. Si me atacan los matas. -Que no. -Bueno, entonces los mataré yo a espadazos, pero prefiero que no lleguen a mí.

Y se alejó de Amaia hasta ponerse a la vista de los presuntos asesinos. Estos empuñaron sus armas y se pusieron a perseguirle gritando las barbaridades que le querían hacer. Dos flechas certeras después, Mikel volvió y los cacheó a ver si encontraba algo decente. -Nada. -Joder ¿pero cuantos asesinos hay? -Si lo piensas, es una buena técnica para sobrevivir a corto plazo. -Ya, la gente normal se preocupa de la comida y ellos se la roban. Mínimo esfuerzo, máximo beneficio. -No creo que sean “tantos” como dices. De los millones de personas que había, unos pocos cientos han decidido hacer esto para sobrevivir. -Ya, pero ha resultado ser de las mejores técnicas de supervivencia ¿no? -Exacto. -Malditos psicópatas... -Antes del aterrizaje también era una buena táctica. -¿Matar? -Hacer lo necesario para conseguir tu objetivo, sin importarte qué ocurriera con los demás. -No compares. -No comparo, son dos mundos distintos. Pero todos hemos conocido al trepa, al que estaba dispuesto a traicionar a su madre por 1000€, etc. Algunos de ellos se han convertido en esto. -Es posible. -Y la buena gente, supongo que... -Los que han tenido suerte, siguen vivos. Los que no... -Y luego estamos nosotros, que ya no tengo claro si somos buena gente o psicópatas. -Ya, cada vez nos cuesta menos matar gente ¿verdad? -Verdad.

El verano fue duro, mucho calor y muchas caminatas por la montaña. Pero se aseguraron de que toda la zona quedaba limpia. Al terminar el verano tocaba avanzar. El siguiente trimestre fue parecido, en Lleida, acamparon en el Montsec y acabaron con 7 vainas. Bajaron a la capital a por provisiones. -Según el mapa, aquí hay mucho territorio que limpiar. -Sí, quiero llegar hasta Alcañiz o más allá. -Mucho, demasiado. -Podemos hacer viaje en dos etapas. -¿Como? -Por ejemplo, para llegar a Alcañiz podemos parar en Serós-tossals de Montmeneu una noche. Es bosque bajo y rastrojo, pero podemos encontrar algo para ocultarnos. -¿Y los asesinos? -No hay asesinos fuera de los grandes bosques. -¿Seguro? -Sí, porque no se puede sobrevivir allí mucho tiempo. -Ok, ok ¿Y haremos lo mismo con otras ubicaciones? -Sí, no tenemos otra. -Será una paliza. -Volveremos a descansar aquí después de cada uno de esos viajes. -Tardaremos mucho. -Es lo que hay.

Limpiar esa zona fue más duro de lo esperado, así que hasta la primavera siguiente no fueron capaces de ir hacia la siguiente zona de acampada, la Garrotxa. -¿Qué tal aquí? -Me gusta la zona, pero no será fácil ocultarse bien. -Ya, hay que encontrar una zona más frondosa. -Hay otro tema. -¿Qué? -Que aquí hay mucho valle grande entre montañas y bosques. -Habrá que visitarlos todos. -Sí. cuando terminemos quiero subir hasta pirineos y recorrerlos hasta la costa. -¿Hasta aquí? ¿Colera? -Sí. -Claro. Y de ahí quieres ir bajando por Costa Brava. -Hay mucho bosque de pinos por aquí, podemos ir bajando sin grandes problemas hasta Tortosa. -Ah, claro -dijo Amaia mirando el mapa- y ahí acampamos en el parque natural dels Ports. -Eso eso. Lo único malo es que estos son bosques mediterraneos, mucho menos frondosos y escarpados que los nuestros. -Ya me había dado cuenta. Nos tendremos que adaptar. -Adaptarse es sobrevivir. -Y una vez hecho eso, en teoría volvemos. -Eso es, en teoría. -Llevamos más de un año y no hemos hecho ni la mitad del camino ¿no? -Un tercio, creo. -Vamos a tardar mucho. -A partir de Tarragona o así no creo que debamos preocuparnos de los asesinos, es zona menos boscosa. -Lo que también es malo para nosotros. -También. Lo que es de verdad bueno es que, como hasta ahora hemos tenido buenos asentamientos, hemos llegado muy abajo. Tenemos limpio casi todo el recorrido del Ebro. -¿Qué nos faltaría? -El principio, desde Tudela hasta Miranda de Ebro o así. -¿Es decir? -Que después de limpiar la zona del delta del Ebro tenemos que ir allí y seguir limpiando. -Y tendremos que dar la vuelta entera por los pirineos. -Sí, yo no me la jugaría a coger la autopista. -Ya. Y es una pena, porque por la autopista tardaríamos como cuatro o cinco días en llegar. -Sí, tardaremos semanas. Pero podemos aprovechar los campamentos que hemos ido dejando por el camino. -Sí, así podemos descansar mejor.

Y así lo hicieron. El campamento de la Garrotxa fue el último que tuvieron en condiciones, a partir de ahí se fueron moviendo un poco cada pocos días, debido a que el terreno no les permitía avanzar mucho cada día. Tardaron tres años más en llegar al Delta del Ebro. -No podemos seguir Mikel, hay que volver. -Casi lo tenemos Amaia. -Llevamos años y cada vez vivimos peor. Gran parte del equipo de calidad que traíamos se nos ha roto y lo hemos sustituído por cosas de menor calidad. -Era lo que había en esos grandes almacenes. -Ya, pero eso hace que estemos peor. -Ya. -Tenemos algunas herramientas oxidadas, nos duele todo el cuerpo, nos hemos curado demasiadas heridas. -Ya, ya. -Necesitamos comer de verdad. No podemos seguir viviendo de bayas y caza. -Ya, en pirineos nos seguíamos encontrando con gente que tenía huerta y tal, pero hace años que no vemos a nadie. -Nos tenemos que volver. -Estamos al final. Hay que hacer esto. -No aguantaremos tanto tiempo. -Mira, tengo una idea. -Dime. -Nos separamos para cubrir más terreno. -¿Qué? ¡Ni hablar! -dijo Amaia sorprendida. -¿Por qué vamos juntos y en silencio? -Ya, por los asesinos. -Y aquí no hay asesinos. -Ya, ya sé que no hemos visto ninguno en años. -¿Pero? -Que no me fío. -Amaia. Te repito por enésima vez que no fue tu culpa. -¿¡Pero tú te has visto el cuerpo!? -Que síííí... cosas que pasan en supervivencia. Pero tú no tuviste la culpa y además me salvaste. Esa y otras veces. -Pues no pienso dejar que te pase algo otra vez. -Me pasará, este viaje ha tenido sus sustos. -Nada como lo que nos pasaba antes. -Razón de más para aflojar un poco y ganar velocidad. -Ni de coña, no hemos tenido grandes sustos porque cumplimos a rajatabla. -Amaia: o nos separamos o tardamos más en volver. No hay otra opción. -Vale, vale. Pero no nos separamos mucho ¿vale? -Vale.

Aún así tardaron más de tres meses en terminar de limpiar toda la zona que les quedaba. Aquel otoño empezaron a volver. Y decidieron hacerlo por los alrededores de Manresa, aprovechando siempre los bosques y las montañas. Estaban tan cansados que hicieron una larga parada en el Montsec. Allí cerca encontraron un grupo de gente con una gran huerta y animales. Esperaban encontrárselos allí y comer bien unos días. Así fue. Una vez que recuperaron fuerzas, siguieron camino hasta la Sierra de Guara, donde hicieron otra parada larga. De allí a Lumbier, rodear Pamplona y a Urbasa. -Mikel. -Lo sé. -Pero... -Sé que estamos al lado de Donosti. -¡Pues vamos! -No, hay que terminar el trabajo. -Me tienes hasta el coño Mikel. -Si quieres, vete. -¿Ya empezamos? -Esto es zona conocida y controlada. Si veo cualquier problema, subo y ya está. -No, no me gusta. -Estamos en Urbasa, si bajo el puerto de Opakua estoy en Vitoria. Vitoria está limpio. -Sigue sin gustarme. -Pues quédate. Yo me quedo a terminar. -No puedo. En serio, no puedo más. Me duele absolutamente todo el cuerpo. Necesito descansar, comer bien, recuperar peso. -En cuanto vuelva haré lo mismo. -Por cierto ¿cuanto pesaremos? -No sé, creo que no hemos estado tan delgados en nuestra vida. -Si peso menos de 45kg te pego. -No seas bruta ¿como vas a pesar 45kg? -¿Pero tú me ves? ¡Que parezco una puta anoréxica! -¡Ya somos dos! -No, tú pareces un torturado de Vietnam. -También, también ¡jajajajaja! -Mikel. -Sí, que te vas. -Lo siento, lo siento de verdad. Es que no puedo. -Es normal, yo también estoy al límite. Pero si terminamos esto les dejamos el camino libre a todos. -Vale, vale.

Y Amaia se fue. Mikel montó el campamento cerca del nacedero del Urederra. Conocía la zona y le parecía adecuada. Podía subir a Urbasa en un momento y usarlo como torre de vigia. También tenía río y, si bajaba un poco más, unos pocos pueblos en los que podía conseguir alguna cosa. Estaba tan cansado que cada vez tardaba más en hacer salidas porque su cuerpo le decía basta. Aún así, consiguió llegar a Miranda de Ebro a por la última vaina. Habían pasado varios meses más desde que Amaia se fue. Mikel cogió su bicicleta y se encaminó hacia Vitoria. “Por la puta carretera” pensó. No podía más, necesitaba llegar. Paró un día en aquel campamento que montó con Amaia y su padre, años atrás. Estaba tiritando, malnutrido y dolorido. Durmió poco y mal. Al día siguiente cogió por Alsasua, puerto de Etxegárate, Beasain y a Donosti.

Llovía a mares, era invierno y hacía frío. Mikel iba tambaleándose en la bicileta. Entraba a Donosti por Lasarte, pero decidió desviarse por Añorga. No se veía capaz de subir la pequeña cuesta que le llevaba al cruce entre coger la autopista a Zarautz o entrar a Donosti. Una vez en la ciudad, fue hacia la playa de la Concha, pero no llegó. Se cayó de la bici. No tenía fuerzas para levantarse y se desmayó. Estaba a tres kilómetros del destino y era absolutamente incapaz de llegar, si no aparecía nadie por allí, moriría.