La llegada 20

Vuelta a la rutina

Amaia se había ido y Mikel sentía que le faltaba algo. Izaro se quedó con él durante horas y le apoyó todo lo posible. A ambos se les hacía raro estar juntos, pero mirándola a los ojos recordaba por qué la quería tanto.

Al día siguiente, Izaro y Mikel fueron a pasear hacia Ulía. Desde allí había vistas a la ciudad, la preciosa ciudad de Donosti estaba abandonada pero aún era espectacular. Se sentaron en la ladera a mirar. -¿Que tal Mikel? ¿Sigues echando de menos a Amaia? -Es como si me faltara un miembro. La busco sin querer. -Es normal, has compartido mucho con ella. -Te repito que no nos acostamos. -Ya, ya. No lo decía por eso. -Por si acaso. -Oye, hablando de eso... -¿Me vas a decir que te has acostado con Txomin? -¿Eh? No. Bueno, sí. Pero no te quería decir eso. -¿Eh? -No soy de piedra ¿sabes? -No, si no te lo puedo reprochar. Me parece normal. Son muchos años. -Mira, a nuestra edad en una relación abierta. -Tócate los cojones mariloli. -¡jajajaja! -¿Entonces de qué me quería hablar? -Pues eso, que no soy de piedra. -¿Quieres que echemos un polvo? -Sí. -¿Ahora? -Sí. -¿Aquí? -¡Que sí! ¿Pero qué problema tienes? -No, no, ninguno. Es que todavía no estoy bien... -Nunca te había visto ponerme excusas para no follar. -No es que no quiera, es que... -¿Pero qué coño te pasa? ¿No tienes ganas? -Sí, sí, pero... -¿Pero? -Tengo que enseñarte una cosa. -¿El qué? -Te conté que me torturaron. -Ah, cicatrices. -Sí. -No me importan. -No las has visto, siempre me tapo. -Ya, pero no me importan.

Mikel se quitó la camiseta. Izaro reprimió una mueca de asco. -¿Ves? Y las piernas igual. -¿Y la polla? -No, la polla bien. -Pues ven aquí.

Hicieron el amor. Fue tenso, frío y rápido. Mikel se dió cuenta de que Izaro no abrió los ojos en todo el tiempo, que no le acarició más que la espalda y los genitales. Lo entendía, no dijo nada.

Los días pasaban y la situación con su familia no mejoraba. Los adultos intentaban meterlo en la normalidad, a los adolescentes no les salía natural pero lo intentaban. El gran problema era Xabi, que no le conocía y le miraba con recelo. Mikel no le culpaba. De todas formas, se notaba que entre ellos tenían automatismos, complicidad y rutinas. Todas esas cosas no se cumplían en cuanto él estaba en medio. Si, por ejemplo, decidían poner la mesa para cenar, cualquier cosa que intentaba hacer Mikel era un problema y se chocaba con alguien que iba a por eso mismo, porque “eso siempre lo hago yo”.

En la cama las cosas no mejoraban mucho. También faltaba complicidad. Izaro estaba más a gusto si Mikel se dejaba la camiseta puesta y estaban sin ningún tipo de luz. Mikel no dijo nada ¿para qué? Sus cicatrices daban asco y eso no se solucionaba hablando.

Llegó un momento en el que se sentía más cómodo yéndose a hablar con Julio, Iker y, sobre todo Ekhi. -Julio, cuéntame como van las cosas. -Oh, muy bien. -¿Y ya está? -Sí, todo va bien ¿para qué quieres que alargue la historia? ¿Estás huyendo de algo? jijiji... -Vete a la mierda, sabiondillo. -Cada uno tenemos nuestro cometido aquí, Mikel. El mío es enterarme de todo. -Eres la maruja del asentamiento. -Sí, claro. La información es poder. -¿Eh? -¿Donde estás más seguro en el bosque? ¿En zona conocida o en zona desconocida? -En zona conocida, claro. -Porque tienes información de lo que hay, donde esconderte, por donde huir, donde conseguir comida... -Claro. -Pues aquí igual. Si quiero que todo vaya bien, me tengo que enterar de si algún otro Borja tiene planes de liarla. -¿Y ya está? -¿Te parece poco? Pero no, ya está no. Si alguien está enfermo y no lo quiere decir, yo consigo que un médico le visite “por casualidad”. O si alguien tiene conocimientos que no aprovechamos, yo intento que se aprovechen. -Manipulas. -Llámalo como quieras, tenemos que sobrevivir todos en igualdad y harmonía. Cada uno cumple su función en esto. -Pero tú no trabajas para la harmonía, manipulas. -La única diferencia entre Jaime, que es pescador, y yo, es el conocimiento. Él pesca y ya está. No se da cuenta de cuanto vale su pescado. Yo sí. -No me gusta. -Mira Mikel. Sabes que te aprecio muchísimo, pero déjame hacer esto ¿vale? -Quiero que me lo expliques para que lo entienda. -Vale, así en plan básico. Estamos en el neolítico. Tribus pequeñas que consiguen sobrevivir. En aquel entonces hubo una estructura jerárquica, un jefe de la tribu y tal. -Sí, vale. -Eso fue avanzando con los años, con el bienestar. -Aham. -Vayamos al siguiente nivel. Egipto. -Vale. -Tienen tanto bienestar que la población crece. Empiezan a tener tiempo para las artes, aprenden a escribir, etc. -Vale. -Pero el que era jefe de la tribu quiere ser más poderoso. -Sí. -Y se crea el ejército, con sus jefes. -Ya ¿puedes acortar? -Cuanto más grande la población, más diferencia entre poderosos y no poderosos. Eso es lo que quiero evitar en esta nueva oportunidad. -¿Oportunidad? -Llámalo como quieras. En este momento de la historia nos hemos fundido todo lo aprendido. Imperios, feudalismo, capitalismo... Todo eso no vale nada. Empezamos de cero. -Vale. Y no quieres que la humanidad vuelva a pasar por esas etapas. -Eso es. -No lo vas a conseguir. -No lo sabemos. Realmente ni siquiera sabemos si en la costa azul hay una población mayor a la nuestra. -Eso sería genial. -Si su población es mayor y deciden emplear la fuerza, nos convertiremos en sus esclavos. -Ya. -Lo digo por como ha sido durante la historia. -Joder, qué complicado. -Por eso tengo que manipular y enseñar a Iker a hacer mi trabajo cuando no esté. Debemos ser muchos y debemos estar convencidos de que es mejor este sistema igualitario. -Sin ricos ni pobres. -Cuando vayamos a la rivera, que no falta mucho, habrá más comida, animales... Tendremos más tiempo libre. -Ya. Y para entonces quieres que todo esté definido para que a nadie se le ocurra ser el jefe de la tribu. -Más bien, que si a alguien se le ocurre ser el jefe de la tribu, al resto le parezca mal y le expulsen del pueblo. -Vale, vale.

Días después, hablando con Ekhi, este le dijo. -Tienes que hacer deporte. -¿Eh? Estoy bien. -No, tienes que estar en forma. -No estoy a tope, pero tampoco estoy tan flojo. -¿Y si nos atacan? -Los robots están lejos. -Pueden caer nuevas vainas. O que unos robots lejanos se acerquen. Te necesito en forma. Eres nuestra única oportunidad. -Igual tienes razón. Mi trabajo es ese y debo estar preparado. -Habla con Lucía y Sandra. -¿quien? -Lucía es fisioterapeuta y Sandra es entrenadora personal. Quiero que estés a tope y luego vengas a entrenar armas.

Lucía y Sandra le mandaron a andar en bicicleta, a meterse en el río, a subir corriendo por el camino del funicular de Igueldo, hizo pilates, entrenamiento funcional... Y luego Lucía le daba masajes para relajar los músculos. En pocas semanas volvía a estar muy fuerte, posiblemente más que nunca.

Unas semanas después vinieron Amaia y Dani. Tenían mala cara. Mikel le dió espacio y, al día siguiente fue a donde ella. -¿Que tal? -Dani no vale. -¿Qué? -No aprende. Se asusta, se bloquea, no practica como si le fuese la vida en ello. -Dale tiempo, ya aprenderá. -No, es que le va la vida en ello y no lo entiende. Soy amable con él, pero no creo que funcione. -¿Pretendes irte sola? -No, no puedo. Debo tirar de él. Pero estamos yendo muy despacio. -¿Hasta donde habéis llegado? -Estamos a las afueras de Bilbo. -¿QUÉ? ¡Pero si ha pasado más de un mes! -Y todavía no hemos encontrado ninguna vaina. -Coño, claro. Hasta ahí está limpio. -Pues imagina cuando lleguemos a Santander. Vamos a tardar décadas en llegar a Galicia. -Iré contigo. -Que no pesao. Que tú te quedas a estar con tu familia. -No puedes ir tan lento. -Aprenderá o morirá en el intento. Por ahora creo que morirá. -¿Por qué crees que no aprende rápido? -Porque no ha sufrido como nosotros. -¿Tú crees? -Sabe que su familia está muerta pero no los vió morir ante sus ojos. Y no ha estado a punto de morir decenas de veces. -O sea, que le faltan traumas en la cabeza. -Puede ser. -Estar tan jodidos como lo estamos nosotros es lo que nos empuja a hacer esto ¿no? -Sí, creo que sí. -Busca a alguien así de jodido. -La mayoría han muerto. Si encuentro uno en algún asentamiento del camino a Galicia, me lo llevo. -Supongo que no hay otra. -Supongo que no.

Durante los días siguientes estuvo mucho tiempo con Amaia. Hablaron de todo, Mikel le ayudó con zonas de acampada, etc. Pero poco después se fueron otra vez. Mikel se volvía a sentir vacío.

Un día decidió ir a Alkiza, a ver a Luis. -Aupa. -¡Coño! ¡Aupa! -He venido de visita. A ver qué tal os va. -Bien, bien. Como ves, alguno del asentamiento se ha venido a vivir aquí. Más tranquilidad y tal. -Lo tenéis muy bien montado. -Es que realmente esto ya era muy rural. Hemos perdido la electricidad, los tractores y tal. Pero todo el resto... -¿Has conseguido algo más? -Estoy investigando formas de generar electricidad. -¿Qué has conseguido? -Sigo igual, lo ideal son 3.3v a 2A. He intentado poner generadores de 3.3v en paralelo para ver si consigo más potencia. -¿Y? -Nada. No hay manera de conseguir 6.6v con un amperaje decente. -¿Y ya está? -No, no. Pero sí es verdad que he perdido muchos días intentando conseguir más voltaje. -¿Qué más tienes? -Tengo sistemas de regadío automático, sensores de presencia, dispensadores de comida para gallinas... Cositas. -Eso está muy bien. -Sí, nos facilitará la vida. Pero quiero hacer cosas grandes y no sé como. -¿Cosas grandes? -Moler trigo, por ejemplo. -¿Con electricidad? -Sí, claro. -¿Y con la fuerza del viento o del agua? Como se hacía antes, con molinos. -¡Ala! ¿Te creerás si te digo que no se me había pasado por la cabeza? -¡jajajajaja! Supongo que si eres carpintero, todo son clavos. -¡Es la hostia! -El problema es harar el campo. -Necesitamos animales. -Eso es. No tenemos otra. -Pero hay pocos. -En la llanura hay un montón. Como tampoco hay depredadores... -Esa es otra ¿te han molestado los lobos? -Los he visto y, sobre todo, oído. -¿Y no te han atacado? -Hay excedente de animales y pocos lobos, no pasan hambre. -Esa es una gran noticia ¿no crees? -Mucho. Oye, una cosa. -Dime. -Me han dicho que en breve nos iremos a la rivera ¿os vais a venir? -Sí, algo he oído. No sé qué haremos. Tenemos que hablarlo. -Aquí vivís muy bien. -Sí, pero tenemos Donosti cerca. -¿Y? -Que nos ayudamos mutuamente. Nosotros producimos demasiada comida, pero ellos nos dan acceso a medicina, educación y otras necesidades. -Ah, claro. -Veremos.

Mikel volvió a casa dando un rodeo con la bicicleta. Puso la excusa de que necesitaba entrenar, pero nadie le preguntó ¿Realmente no era más que una molestia en su familia?

Días después, Ainara fue a buscar a Mikel. -Kaixo... aita. -Kaixo Ainara ¿te pasa algo? -No, no, nada. -¿Entonces? -Es que... -¿Quieres pedirme algo? -Sí. Bueno, no. -Dime, anda. Que no pasa nada. -Enséñame a matar. -¿QUÉ? -Enséñame a hacer eso que haces tú. -¿Piensas que soy un asesino? -Sí. -Bueno, supongo que no vas desencaminada del todo. Pero ¿quieres saber qué hacía yo antes de aprender a hacerlo? -¿Eh? -Que yo no iba matando gente a lo loco. Si quieres te cuento como era mi vida hasta que me reencontré con vosotros. -Sí por favor.

Mikel le contó como vivía. Sus noches bajo la lluvia o la nieve. Como cazaba, como se protegía del frío, etc. Ainara escuchaba sin pestañear. Luego le explicó como se fundían los robots, de noche. Intentó explicárselo para que lo sintiera, pero eso no era lo suyo. Daba igual, Ainara estaba imaginando como sería. Le asustaba pero le encantaba. Por último, le contó qué eran los asesinos, como actuaban y como acababa con ellos. -¡Eres un heroe, Mikel! -¡jajaja! ¿Ya no soy “...aita”? -Perdona, yo... -Que no pasa nada, joder. No soy tu padre, no merezco serlo. Intenté serlo durante un año y luego he estado años fuera de tu vida. No puedo pretender que ahora me quieras como a tu padre. -Pero los aitas dicen que... -Mira, vamos a hacer un trato. -Dime. -Tú me tratas con cariño, pero como te salga de dentro. Y a cambio yo te enseño técnicas de supervivencia y a disparar con el arco ¿de acuerdo? -¡SÍ!

Mikel y Ainara se empezaron a llevar cada vez mejor. Incluso Ainara le confesó que había un chico que le gustaba. Poco a poco se iba haciendo un vínculo entre ambos. Un día Ainara le sorprendió llamando “Osaba” a Mikel. -¿Osaba? -preguntó Nerea con curiosidad. -Sí ama. Mikel no es mi padre y no me sale llamarle aita. Pero le queremos mucho y creo que lo más lógico es que le llame “tío”.

La idea gustó y Unai adoptó el apodo. Sus hijos también le sonreían más, sobre todo Uxue. Ella no le iba a llamar “osaba” porque le crujía llamar así a su padre, pero entendía que esa era la relación que mantenían. A Mikel le alegró saber que poco a poco iba haciéndose un sitio en la familia. Él también había entendido que no sería nunca el padre de Uxue y Xabi, pero que podían quererse mucho. Mikel se adaptaría, siempre se adaptaba.

Tiempo después, Mikel estaba haciendo unas rutinas de entrenamiento en la playa de Ondarreta y escuchó a alguien gritar “¡SOCORRO!”. Subió corriendo a la carretera y vió a Dani junto con otro chico llevando una camilla en brazos. Gritó “¡AMAIA!” y fue a su encuentro.

Amaia estaba herida y había perdido el sentido. Vió que Dani y el otro chico estaban absolutamente agotados, así que la cogió en brazos y la llevó corriendo hasta el hospital. -¡UN HERIDO! -¿¡Qué le ha pasado!? -¡No lo sé, enseguida viene Dani y nos lo cuenta!

Los médicos la miraron y vieron que no había perdido demasiada sangre, sobreviviría. Empezaron a mirarla con más calma y encontraron una gran cantidad de cardenales por todo su cuerpo. Y sobre todo la rodilla derecha. La tenía hinchadísima. Entonces llegó Dani. Se sentó, le ofrecieron agua y él explicó. -Había un pueblo. -¡Sigue! -Tenían esclavos. Y yo... yo la cagué. -¡Cuéntanos qué le ha pasado! -Fui a enfrentarme a ellos cara a cara, sin pensar. Y Amai tuvo que venir a salvarme la vida. Al final, como vieron que ella era peligrosa y yo no, fueron todos a por ella. -¡QUE QUÉ LE HICIERON! -La golpearon y le metieron una cuchillada en la tripa. Yo... yo...

En estas apareció Grijalba. -Vale Dani. Tranquilo. Dinos la información que nos sirva para curarla ¿golpes en la cabeza, más cuchilladas? ¿cuchillo oxidado? ¿algo más? -No...creo que no. Le dieron un par de puñetazos en la cabeza, varias patadas. El cuchillo parecía estar limpio y también le dieron golpes con una porra. -¡PERO CUANTOS ERAN! -gritó Mikel. -Había más de 30. Amaia acabó con 5 y los esclavos se sublevaron. Por eso la dejaron en el suelo y yo aproveché para sacarla de allí. Este es Fran, era esclavo y escapó conmigo. -¡voy a matarlos a todos! ¡DONDE ESTÁN! -dijo Mikel con los ojos inyectados en sangre. -Mikel, cálmate. -dijo Grijalba. -No. -Dani, te ordeno que no le digas a Mikel donde ha sido. –...sí... señor. -¡Dani! ¡Te lo sacaré a hostias! -dijo Mikel.

Vinieron Txomin, Izaro y Nerea. Agarraron a Mikel y lo sacaron de allí. Estaba fuera de control. No le dejaron ir a verla durante días.

Cuando le dejaron ir, se la encontró consciente y sonriente. Aunque tenía toda la cara llena de cardenales. -Hola. -¿Estoy guapa? -Como siempre, mucho maquillaje para mi gusto. -Bien, bien... -¿Te duele? -Horrores, pero me pondré bien. -¿Qué dice el médico? -Le preocupa mucho la rodilla. La inflamación no baja. Ha dicho un montón de veces “QUIERO UNA PUTA RESONANCIA MAGNÉTICA” y “HARPAGOFITO COMO ANTIINFLAMATORIO ¿Y POR QUÉ NO UN POCO DE VUDÚ?” -Sí, algunos médicos no llevan bien la falta de herramientas modernas de medicina. -Y no me puedo quejar, parece que el harpagofito es una hierba de áfrica que crece en suelo arenoso. -¿Y como coño lo han conseguido? -Porque uno de los “médicos naturistas” que ha sobrevivido tenía en su casa. Ahora debe haber una pequeña plantación por ahí. -¿Y por qué no te ponen hielo como toda la vida? -Oh, porque no hay. -Ah, claro. -Me llevan al río dos veces al día y me sumergen en agua helada. -Qué alegría. -Sí, es un verdadero placer. -¿Te van a quedar secuelas? -No me lo quieren decir, pero supongo que me han reventado la rodilla. -¿No vas a poder andar? -Supongo que andaré con muletas el resto de mi vida. -NO JODAS. -Tranquilo, me adaptaré. -Oye, una cosa. -Dime. -¿Donde fue? -No te lo voy a decir. -¿Por? -Porque irás y los matarás a todos. -¿Por qué me conoces tanto? -Porque compartimos cerebro, idiota. -Pues dímelo. -No, en serio. Es por tí. Son muchos, es demasiado peligroso. -Estoy más preparado que nunca, he entrenado con una entrenadora personal y Ekhi me ha enseñado más cosas. -Me da igual, son demasiados. -Ok, ok.

Amaia se pasó semanas encamada, los médicos le confirmaron que creían que nunca volvería a andar normal. Aunque “no lo podemos saber con seguridad, ya que no tenemos las herramientas de diagnóstico adecuadas”. Amaia dijo que haría lo necesario para mejorar. Se puso en manos de Lucía, la fisioterapeuta, y empezó una rehabilitación sin ninguna expectativa de mejorar.

Mikel fue a hablar con Dani. -No te lo puedo decir, Mikel. -¿Por qué no? -Porque me lo ha ordenado el coronel. -No es coronel, es el jefe Grijalba. Ya no sois militares. -Pero... -Ni hostias. Se aprovecha de tus instintos militares para conseguir obediencia ciega. -Yo... -Mira Dani. Metiste la pata y lo sabes. El único que puede evitar que esos hijos de puta hagan daño soy yo y lo sabes. Déjame arreglarlo. -Yo... -Dime ¿tienen armas a distancia? -¿Arcos, hondas y cosas de esas? -Sí. -No, no tenían. -¿Armas cortantes? -Tienen un par de machetes o algo así. Y varios cuchillos pequeños. -¿Nada más? Es muy poco. -¿Te parece poco? -Teniendo en cuenta que pueden ir a una carnicería y coger cuchillos de carniero, sí. -Ah, cierto. Pues no vi más. -Ok. Ahora dime, ¿donde era? -Mikel, yo... -DÍ-ME-LO. –...al lado de Noja, tienen un campamento en los campos de aquella zona. -¿Llegando a Santander? ¿Noja, Ajo, Isla y todo eso? -Sí. -Bastante llano, buen sitio para cultivar, cerca hay bosques... No es mal sitio si no hay vainas cerca. -¿Qué vas a hacer? -Me voy. -¿Y yo qué digo? -Lo que quieras. Yo dentro de una hora ya no estaré aquí.

Mikel cogió la bicicleta y fue a hablar con Ainara. -Ainara, maitia. -Aupa osaba -dijo ella sonriendo. -Me voy. Díselo a la familia. -¿A donde? -A por los que han hecho eso a Amaia. -Voy contigo. -No. No estás preparada. Y será sangriento. -Pero no puedes ir solo. -Tengo más probabilidades si voy solo. Dile a la familia que les quiero más que a nada en el mundo. -¿Seguro? -Sí. Y dile lo mismo a Amaia ¿vale? -vale. -dijo Ainara sonriendo. -Eres la mejor. -le dijo Mikel dándole un abrazo. -Vuelve por favor. -Lo haré. Son tres o cuatro días y estaré de vuelta.

Mikel sabía que había pocas probabilidades de que volviera. Según le habían dicho, quedaban más de 20 esclavistas. No podía matar a tantos.

Cogió la bicicleta y se fue al refugio de Usurbil. Allí tenía preparada otra bicicleta y su mochila de supervivencia. Calculaba un día de camino, otro día de combate y, si sobrevivía, otro día de vuelta. Si necesitaba descansar, eran cuatro días.

Matar esclavistas era su próxima meta.