La Llegada 25

Finisterre

-Oye María. -Dime novato. -Tenemos tres meses. -Ya veo que te sabes las estaciones, enhorabuena. -pffff... nada, déjalo. -No ¿qué? -Primero, deja esa actitud de mierda. Segundo, quiero que me enseñes. -¿Que te enseñe qué? ¿Las tetas? Eres un cochino. -Déjalo ¡IÑAKI! -DIME. -¿Quieres que entrenemos juntos este invierno? Tú pareces muy en forma. -No puedes seguirme, nene. -Lo veremos. -A mí no me dejáis fuera, machitos de los cojones. -corto Nuria. -¡OYE, OYE! ¡Que la cosa al principio iba conmigo. -dijo María. -Ya, pero tú eres un peñazo de persona y pasamos de tí. -Vaaaa... ¿Puedo jugar? Prometo portarme bien y enseñaros cositas chulis... -¿Seguro? -Que síiii... Pero que sepáis que sois unos sosos. -¡Bien! -Pero no os hagáis ilusiones, que yo me pasé casi veinte años entrenando todo el día para llegar a tener cierto nivel. En tres meses no aprenderéis casi nada. -Bueno, tampoco tenemos nada mejor que hacer. -dijo Nuria.

Y así, Mikel Iñaki y Nuria se pusieron a aprender de María. Mikel quería aprender a ser más sigiloso y más ágil. Los demás querían aprender a combatir. -Lo primero es entender el cuerpo. -¿Eh? -Estiramientos y meditación, queridos míos. Os vais a hartar. -No tengo tiempo para eso. -dijo Mikel. -Sin eso no puedes seguir, así que dale.

Nuria e Iñaki eran buenos meditando, pero a Mikel se le daba fatal. Se ponía nervioso, quería moverse, se ponía a pensar en todo lo que le había pasado en años anteriores... Era imposible. -Mikel, guapetón, o te relajas o no mejoras. -No puedo, es puto imposible. -Mira, está nevando. Ven conmigo y quítate la ropa. -¿Eh? -Vas a dejar de pensar, muchacho.

Mikel se quitó la ropa. -¿Te has follado a un tigre? ¡jajajajaja! -Tortura. -Oohh... ¿Mucho tiempo? -preguntó Iñaki. -Nada, un ratito. Enseguida me salvaron. -Nos tienes que contar tu historia, novato. -dijo María.-parece interesante. -Sí, un día escribiré un libro. -¿Sabes escribir? -preguntó María con sorna. -Eh, que me muero de frío ¿vamos? -Sí, sí, vamos. Chicos, dadle caña a la hoguera, la va a necesitar. Y preparad alguna bebida caliente.

María llevó a Mikel a una pequeña cascada que había cerca de la cueva. -Entra y ponte en postura de meditación. -Ni de coña. -Métete. Cinco minutos quieto y salimos. -Que no. -Pues se acabó el entrenamiento. -JO-DER.

Y se metió. Le dolía todo el cuerpo, no podía ni sentarse. -RELÁJATE Y PONTE EN POSICIÓN. NO PIENSES, ESTATE AHÍ QUIETO. -le gritó María. Pero era imposible. Dolía demasiado.

Mikel salió del agua, María le cogió del brazo y lo llevó corriendo a la cueva. -SECADLO Y PONEDLO AL LADO DEL FUEGO. DADLE BEBIDA CALIENTE.

Mikel fue entrando en calor, poco a poco. -Mañana otra vez. -Ni de coña. -Pues se ha terminado el entrenamiento. -Tú quieres matarme. -No. Quiero que seas capaz de sentarte debajo de una cascada helada y medites cinco minutos sin morir. Cuando lo consigas verás por qué quiero que lo hagas. -Estás muy mal de la cabeza. -¿Te crees que llegar a mi nivel es fácil? Tienes que romper barreras mentales y físicas todos los días. Superar tus límites. Y así, solo así, puedes tener una oportunidad de llegar al nivel. -¿Me estás diciendo absolutamente en serio que ESO es necesario? -Totalmente en serio. -Ok, pues hagámoslo. -Mañana. -No, en cuanto entre en calor. -¡ESE ES MI NOVATO!

Tardó tres días, pero consiguió estar cinco minutos sentado bajo la cascada. Sentía tal dolor en todo el cuerpo que le era imposible pensar en el pasado o en cualquier otra cosa que no fuera concentrarse en estar ahí. -Muy bien, has tardado menos de lo que pensaba. -le dijo María. -Me-mue-ro. -tiritaba Mikel.

Al día siguiente, María pìdió a Mikel que hiciera lo mismo que en la cascada, que visualizara el dolor y que se concentrara igual que bajo ella. Estuvo varias horas meditando, con la cabeza absolutamente desconectada. -Muy bien chico. Ahora podemos avanzar. -¿Y ahora? -Ahora añadimos el físico. -¿Seguimos estirando? -Igual que hasta ahora. -¿Seguimos meditando? -Igual que hasta ahora. -¿Entonces, cuanto tiempo entrenaremos? -Unas veinte horas al día. -Es imposible. -dijo Iñaki.-para un buen entrenamiento se necesita mucho descanso. -Descansarás ocho horas al día en meditación y dormiras un par de horas al día ¿te parece poco? -Muy poco. Cuando jugaba en el Athletic... -Esto no es fútbol, niño. Esto es... -Tortura. -cortó Mikel. -Algo parecido, sí. jajajajja -dijo Nuria -Es como se entrena para llegar a ser un ninja. -¿Así durante veinte años? -Más o menos. -Estáis mal de la olla. -¿Quien, los japos? -Los que os metéis a entrenar “eso”. -Oh, no me metí. Me metieron. -¿Eh? -Me quedé huérfana y me acogieron. -Aaaaahhh... eso explica muchas cosas. -¿Qué? -No, nada, nada. -dijo Mikel por joder. -¿¡QUÉ!? -No, no... -se unieron Iñaki y Nuria.

La cantidad de estiramientos fue bajando a medida que subía el entrenamiento físico, aunque siguió siendo intenso. Según María, tener un cuerpo elástico era básico para conseguir ser sigiloso y rápido. La meditación era la forma de descansar, dormir era para pasar la fase REM y poco más. Cada dos semanas tenían un día libre en el que no hacían nada.

Era Febrero cuando María les sorprendió. -Ahora a aprender. -¿Qué? -Tenéis un tono físico suficiente, sois capaces de vaciar la mente y habéis conseguido ser suficientemente elásticos. Toca aprender. -¿Por fin? -No será más fácil que antes. -Jo-der. -No tendréis fuerzas para eso. jajajjaja.

Tenían que aprender a moverse sin dejar huellas, sin hacer ruido. -El truco es meditar. -¿qué? -preguntaron todos. -Meditar es dejar la mente en blanco y actuar sin pensar. Si piensas tardas. -¿Qué? -Iñaki, cuando jugabas al fútbol ¿no había veces que hacías algo increíble por instinto? Un regate, un remate... -Sí, claro. -¿Y otras veces en las que tenías tiempo de pensar y al final era peor? -Sí, sí. Empezabas a pensar en cual era la mejor posibilidad y la cagabas. Un clásico. -Pues esto es lo mismo, pero llevado al día a día. -¿eh? -Moveros sin dejar huellas debe ser instintivo, el cuerpo debe moverse de forma autónoma. Si piensas, la cagas. -¿Estamos hablando de no dejar huellas en la nieve y así? -No, no flipes. Estamos hablando de no romper ramas, hojas, barro... Ese tipo de cosas. -¿Y a combatir? -preguntó Nuria. -No hay tiempo, lo siento. Pero el concepto es el mismo. Si naturalizas los movimientos y lo haces sin pensar, eres diez veces más rápido. -¿Pero? -a Mikel no le cuadraba. -Que andar es más fácil que pelear, claro. Tardaréis meses en aprender a moveros con sigilo con naturalidad, años en correr de la misma forma. A pelear de forma instintiva se tarda aún más. -Pues vaya. -dijo Iñaki. -Yo estoy contento. Un chico llamado Ekhi me enseñó a combatir y ahora soy más fuerte y agil que antes, así que seré mejor combatiendo, supongo. -¡eeehh! Eso hay que comprobarlo. -dijo María.-voy a preparar unas “armas” de madera haremos un pequeño combate. Con cuidado.

Unos días después tocaba día de descanso. -¿Lo haremos hoy? -No, hoy descansamos. -¿Entonces? -Mañana, despues de los estiramientos de la mañana. -Ok.

A la mañana siguiente, Mikel cogía un palo largo y María otro. -¿Esto es “hacer espadas”? La próxima vez me encargo yo. -Bueno, tienen la forma adecuada. No necesitamos mucho más. Pena de guarda, lo demás me vale.

Se pusieron frente a frente. Primero Mikel atacaba y María defendía. Evitando golpes en cuello, nariz, boca, articulaciones... -Primero respira y vacía tu mente. Intenta que todo sea automático, sin pensar. -Vale.

Mikel respiró hondo, cerró los ojos y... notó un toque en la cabeza. -Muerto. -¿Qué? -Que nunca cierres los ojos ante un adversario, novato. -¡No hemos empezado! -Sí, empezamos el día en que te conocí. A ver si aprendes eso. -Ok, ok. Otra vez.

Mikel volvió a respirar hondo, esta vez sin cerrar los ojos. Intentó relajar sus músculos y, de un movimiento extremadamente rápido, se lanzó a por María. María repelió el ataque con un pequeño golpe lateral. Mikel aprovechó la inercia para atacar el costado de María, pero esta ya se había preparado y se encontró con su palo ¡Qué velocidad tenía María, era imposible! -No pienses. -Sí. -No, no pienses. Estás pensando. Si piensas yo gano.

Mikel volvió a intentarlo, una vez, dos, tres, diez. No había manera. -Tengo que decirte que has mejorado mucho. -dijo María. -¿En serio? No he conseguido ni que eches un pie atrás. -Oh, me he movido. Me he movido mucho. Lo que tienes que hacer es atacar mientras meditas con los ojos abiertos, con el cerebro vacío. Que tu cuerpo actúe. -Es fácil de decir. -Bueno, siempre puedes quedarte aquí entrenando durante veinte años. Así seguramente lo conseguirás. -No tengo tiempo. -Por eso, date prisa y aprende.

A partir de ese día hacían una hora de práctica de combate diario mientras Nuria e Iñaki entrenaban sigilo. Era agotador, pero Mikel ya iba aprendiendo.

Y así llegó la primavera. -Después del siguiente día de descanso me voy, chicos. -anunció Mikel. -No estás preparado. -le dijo María. -¿Te das cuenta de que ya no vacilas tanto? Me has cogido cariño. -Sí, como a una pústula. -Sí, nosotros también tenemos que empezar a sembrar ya para tener cosecha. -dijo Iñaki. -¿Y yo? -dijo María. -Si quieres me acompañas y me sigues entrenando un poco. -le dijo Mikel. -O te puedes quedar a vivir con nosotros, como te hemos dicho mil veces. -le dijo Nuria. -Sí, sí, no, no sé ¿Me voy con la pústula o me quedo sujetando velas a la parejita? Lo pensaré.

Cinco días después tocó el día de descanso. Mikel preparó comida, cargó las maletas en la bicicleta y se dedicó a descansar. Le dolía todo el cuerpo de tanto entrenar, pero el dolor había cambiado, era más profundo, más llevadero. Era parte de él. -¿Esto es normal María? -¿Lo del dolor? Sí. -¿Y si dejo de entrenar una temporada? -Te dejará de doler y lo echarás de menos. -Qué duro. -Pero es así.

Al día siguiente, Mikel se despidió. María se había alejado de madrugada para no despedirse. -Qué pena, esperaba que viniera conmigo. -Siempre hace lo mismo, desaparece. -Bueno chicos, muchísimas gracias por todo. -A tí, eres muy grande tratando de salvar a tanta gente. -Si tenéis problema id a Donosti, en serio. Os ayudarán. -Lo guardamos de comodín, esperamos no tener que recurrir a él.

Unos abrazos y palabras amables después, Mikel partía.

Pasaron diez minutos y oyó una voz. -Ya eres lento, cojones. -Lo sabía. -¿Qué? -Vamos, anda.

Mikel y María avanzaron durante varias semanas. Se acercaban a Oviedo. -Aquí, un poco antes de Oviedo, cerca de Villaviciosa, hay un asentamiento muy grande. -¿Mucho? -Varios cientos. Y con capacidad de más. -¿Insinúas algo? -Que deberías usar este asentamiento como parada intermedia. -¿Eh? -Estás mandando a la gente a quinientos kilómetros por carreteras de montaña. Y desde Galicia más. -Ah, vale. Entendido. También podría mandarlos aquí y luego que hagan lo que quieran. -Si en Galicia hay tanta gente como en Cantabria y Asturias, no podrán acojerlos a todos. -Ok, ok.

Y así lo hicieron. Llegaron al asentamiento, se tomaron un descanso de un par de días y hablaron con los lugareños. Ellos le aseguraron que acogerían a la gente y que harían el esfuerzo de almacenar más comida para poder alimentar lo mejor posible a los que llegaran. Después siguieron camino hasta Leon. -Aquí se termina la parte llana. -dijo María. -Sí, a partir de aquí el sur es más montañoso. -Y aquí, después de matar a los aliens... perdón, robots, nos separamos. -¿qué? -Te sales de mi territorio. -¿Territorio? -¿No te han enseñado que conocer el terreno es básico? Yo me muevo al Norte de Leon y Burgos. No me salgo de ahí. -Pero necesito ayuda, todavía no he aprendido lo suficiente. -Has aprendido más de lo que crees. Ya no eres un novato. -Hace tiempo que no me llamas novato, es cierto. -Yo ahora tengo que decidir qué hacer. Has vaciado casi todo mi territorio, no puedo ayudar a la gente y no puedo apoyarme en casi nadie para sobrevivir. -Pero si tú no necesitas a nadie. -De una forma u otra, todos necesitamos a alguien. Pero yo no salgo de mi territorio a menos que me obliguen. -Debería ir con Iñaki y Nuria. -Es posible. -¿Esto es la despedida? -Oh, no, no. Ahora vamos a matar robots, que es divertidísimo. Luego ya nos despediremos.

Se acercaron a León. Había una vaina, pero aquello era lo más grande que habían visto jamás. -¿Hay vainas así? -Es la primera que veo tan grande. -¿Será especial? -No creo. He visto otras vainas grandes, aunque no tanto. Solo servían para almacenar más robots dentro. -Eso espero, qué bestialidad.

Aquella noche se acercaron en silencio. Mikel se dió cuenta de que era verdad, había aprendido mucho sobre sigilo. Iba andando sin pensar. -No te desconcentres. -le susurró María al darse cuenta de que empezaba a hacer ruido. -Perdón.

Y siguió caminando en sigilo por instinto.

No había luz roja, así que entraron a la vaina y avanzaron por aquel enorme lugar. Al fondo vieron al robot gigante. -¡Espera! -susurró María. -¿qué? -Hay más ¿Hay dos?

Mikel fijó la vista en la semioscuridad. Era cierto, había dos robots gigantes enchufados. Mikel le señaló por gestos que irían cada uno a por uno y que lo harían juntos. María asintió.

Cada uno ocupó su posición, sacaron sus armas y fueron a pinchar. Mikel pinchó medio segundo antes que María, pero ambos hicieron el trabajo sin problemas. -Se ha movido. -dijo María. -¿Qué? -Cuando tú has fundido el tuyo, el mío se ha empezado a mover. -No lo he notado. -Ha sido casi imperceptible, supongo que si hubieras venido solo hubieras muerto. -Joder. -Vámonos de aquí. Ya. -Sí.

Y salieron con cuidado. Miraron si los robots de fuera estaban muertos y así era. Así que se fueron a los bosques cercanos. -¿Y ahora? -dijo Mikel. -Ahora te quedas solo, muchacho. -¿Y si encuentro otra vaina con dos robots gigantes? -Pues te jodes. -No, DEBO MATAR ROBOTS. -Si hay dos robots gigantes no puedes. -¿Y utilizando la técnica de cuando hay luz roja? -¿Esperando fuera? Demasiado arriesgado. -¿Como? -Te escondes y matas a uno, los robots de fuera no mueren y te quedas vendido para todo el día. -Cierto. -Bueno, gran heroe de la humanidad. Me voy. -Ok. Dame un abrazo anda. -No, que te pones cachondo. -Ya no me enervas como antes ¿Lo sabías? -Tendré que hacer algo para remediarlo. -¿Nos volveremos a ver? -Sobrevive y nos veremos. -Sobrevivamos pues. -Sí.

Se dieron un gran abrazo y se despidieron. Le tocaba a Mikel recorrerse Galicia.

Mikel se dirigió al norte. Su plan era recorrerlo igual que hasta ahora, terminando en Finisterre. Encontró un montón de gente viva. Y casi todos en buen estado, ningún esclavista ni extrañas sectas. Parecía ser algo puntual. Se alegró.

Iba rápido, más de lo que esperaba. Entre su estado físico y la falta de problemas con la gente, podía recorrer muchos kilómetros al día. A finales de verano estaba entrando a Corcubión cuando vió una vaina al fondo. “¿Aquí? Si esto es muy montañoso, qué raro”.

La vina estaba al lado de Hermedesuxo, una pequeña zona agrícola entre montañas. Esperó a la noche. Era una vaina “normal”, lo que lo tranquilizó un poco. Seguramente habría un solo robot gigante. Además, no había luz roja, mucho más rápido.

Estaba entrando en la vaina, despacio, sin hacer ruido. Se acercó al robot gigante y se dió cuenta de que no estaba enchufado a la vaina como estaban los otros.

La cabeza se giró y escuchó una voz metálica. -HOLA MIKEL, BIENVENIDO.