La llegada 26

¿Y ahora qué?

Mikel se sentía bloqueado, el robot gigante le miraba y le hablaba. Es más !sabía su nombre! -¿Qué coño? -¿No puedes moverte? Igual me he pasado, espera.

Mikel pudo moverse. -¿Qué me has hecho? -Oh, bueno. Supongo que es hora de contártelo. -¿Qué? -Esto era un juego. Y has perdido. -¿Un juego? -Permíteme que te lo cuente. Por cierto, puedes moverte libremente dentro de la nave. Si intentas salir cerraré la puerta.

Mikel se acercó al robot gigante, iba a matarlo por sorpresa y a seguir. Estaba acojonado pero iba pensando “instinto, instinto”. Mikel intentó saltar a por la luz del robot y coger rápidamente un kunai. Se quedó quieto. -No puedes. -¿PERO QUÉ? -No puedes atacarme. -¿COMO COÑO HAS...? -¿Me dejas que te lo cuente? Siéntate anda, que hay para rato.

Una parte del suelo cambió de forma y se hizo una silla. El robot se la señaló con uno de sus seis brazos. -Siéntate por favor.

Mikel se sentó, tampoco podía hacer otra cosa. Decidió que lo aprendido en meditación le debía servir en este momento, así que tomó aire y se relajó lo máximo que pudo, que no era mucho. -Somos extraterrestres. -Eso lo sé. -¿Me vas a cortar a cada rato? Lo digo porque entonces pido comida para llevar. -¿comida para llevar? -Es un chiste ¿no te gustan los chistes? Qué soso eres Mikel, en serio. -Eres uno de los robots que ha asesinado a la mayoría de la humanidad, no me caes bien. -Oh, qué rencoroso chico. -Muérete. -¡jajaja! ¿No decías que no morimos? ¿Que nos fundes? Bueno, da igual. Mira, me conecto y te cuento.

Mientras Mikel estaba sentado, el robot gigante fue a su sitio y se conectó a la vaina. Apareció una imagen ante Mikel. -Hace miles de años la tierra era así. Este video es real, te lo advierto. Ahí tienes a tus antepasados viviendo en cuevas. -¿Qué? -Sí, ahí más o menos llegamos nosotros. Vimos que todo iba bien y que os adaptábais al entorno. Así que decidimos poneros vigilancia. -¿Donde? ¿Para qué? -Nosotros protegemos los ecosistemas. -¿Qué? -La naturaleza ¿me dejas contártelo? –... -A lo que iba. Mientras fuérais respetuosos con la naturaleza se os dejaba vivir en paz. Pero claro, vosotros no podíais serlo, no. -¿Qué? -Inventáis lo que llamáis el neolítico. Cortáis árboles para tener terreno de labranza. Luego vais ampliando, cada vez menos árboles y más pasto, más huertas, más trigo. Y, no contentos con ello, descubrís la máquina de vapor, aprendéis a quemar carbón, gasolina... Y empezáis a contaminar hasta lo que no tocáis. -¿En serio? -¿Te parece poco? Pero bueno, no somos intervencionistas. Empieza el ecologismo, por puro egoísmo hay que decir, pero empieza. -¿Egoísmo? -Ecologia para salvar a la humanidad, al resto que le den ¿eso no es egoísta? –... -Y ya lo último, lo que ha hecho que no hayamos tenido más remedio que intervenir. Habéis inventado los viajes espaciales reales. -¿El qué? -John Smith ¿te acuerdas? Viaja a la velocidad de la luz. Eso le permite llegar a otros planetas con ecosistema. Os permitiría colonizar planetas y acabar con su ecosistema. No hoy ni mañana, pero sí en unas décadas. Y eso no lo vamos a permitir. -¿Y por eso nos extermináis? -¿Te parece poco? Bueno, da igual. Realmente no os exterminamos. Aquí y en otros lugares donde hemos tenido que intervenir, hemos inventado un juego. -¿Otra vez el juego? -Sí, decidimos unas normas a aplicar en ese planeta y entramos. -¿Juego, normas? -Mikel flipaba. -Te pongo un ejemplo con lo que sabes de aquí. No nos movemos por las noches, no entramos en bosques, tardamos dos segundos en disparar. Por cierto, buen trabajo con la zona roja. Si hubieras entrado hubieras muerto. -¿No son limitaciones reales? -No, claro que no. Si quisiéramos entraríamos en todos lados y os masacraríamos. -¿Y lo de que no funcionen las formas de energía? -¡Ah sí! ¡Lo de la aceleración! Me encantó esa explicación. Es de una simpleza absurda, pero me hizo mucha gracia. -¿No es así? -No, es mucho más complicado. Luego te lo explico ¿Tienes más preguntas? -Sí -Mikel quería ganar tiempo y sacar información, era su única oportunidad para sobrevivir a esto. -¿Y dejáis que os matemos como parte del juego? -Mira, ese es otro punto que debo concederte. Lo que ves son robots. Nuestros cuerpos reales están en el espacio, observándoos. -¿Y sabéis todo lo que le ocurre a cada persona del mundo? -Bueno, tampoco sois tantos. Piensa que, si vosotros que todavía estáis empezando a vislumbrar de qué va la física cuántica. Por cierto, menudas ideas de bombero que tenéis con la física cuántica. A lo que iba, que con vuestro nivel de tecnología tenéis satélites que sacan fotos a personas desde el cielo. Entonces imagínate qué podemos tener nosotros, que hemos superado esa etapa hace eones. -Pero tú te estás saltando tus propias normas, es de noche y estás despierto. -Oh, es que no conoces las normas, es parte de la diversión. Aquí dentro no cuenta el día y la noche, cuenta si estoy enchufado a la máquina o no. Y si estoy suelto al verte, puedo seguir hablando contigo después de enchufarme. -Sois unos sádicos retorcidos. Habéis acabado con la mayoría de la humanidad. -Ahora mismo queda poco más de un millón de humanos en el mundo. Que sepas que has quedado finalista. -¿Finalista? -De todos los humanos vivos, unos pocos estáis intentando matarnos. Hay un suizo que lo está haciendo muy bien, un americano, un brasileño... Y estabas tú. -¿Estaba? -Oh, sí. Tu partida ha terminado. Te estoy contando esto para hacer tiempo hasta el amanecer. Al amanecer entrará un robot de fuera y te fulminará. -Ya. Moriré. -Sí, deberías estar acostumbrado a esa sensación ¿no? Casi palmas un montonazo de veces. Que sepas que yo apostaba por tí. Los demás casi todos son militares de las fuerzas especiales y así. Tú eras el exótico. Pero has metido la pata. -¿Y si perdemos todos? -Ah. Sí. Cuando perdáis todos, que lo haréis, se acaban las reglas. Y ahí entramos a saco y os aplastamos. -Qué juego más siniestro. -Mi edad supera los dos eones, me merezco algo de diversión. -¿Eones? -Ay, perdón, mister electricista. Dos mil millones de años. -Ya ¿Y qué hay de la aceleración? -Bueno, la realidad es mucho más compleja. Como te he dicho, nuestro control sobre las partículas subatómicas es absoluta. Tenemos control incluso de lo que es más pequeño que los quarks, fermiones y demás. -¿Quarks? -Lo más pequeño que conocéis, por debajo del átomo. No merece la pena que te lo explique. La cuestión es que por debajo del átomo las reglas cambian. Y nosotros tenemos robots que actúan por debajo de ese tamaño. Básicamente, manipulamos las reglas de la física a nuestro antojo. Hemos decidido qué energía y cuanta podéis utilizar. Por cierto, también sois los únicos con electricidad. Jo, es una pena, érais los mejores hasta ahora. La mayor comunidad, la que mejor se integraba en la naturaleza, la que mejor vivía... Y ahora todo eso se acabó. -¿Y aquí? ¿Por qué no puedo matarte? -Porque me hicistéis gracia con la “aceleración”. He creado esa regla. Aquí no puedes acelerar demasiado. -¿Esa es la norma? -Aquí dentro he añadido esa norma, sí. -Pero rompes las reglas del juego. -Oh, no. Porque lo normal es que yo te aplastara. Mido 3,14 veces más que tú y soy irrompible para tí. Te piso y listo. Simplemente he hecho otro juego. -¿Irrompible? -dijo Mikel, tenía algo. Sacó un kunai. -Sí, estos robots están hechos de un material que no conocéis. Para que lo entiendas, es algo parecido al caparazón de los insectos. Pero mil veces más duro. -¿Y cual sería el método de exterminio si no quisiérais jugar? -preguntó Mikel intentando ganar tiempo. -Oh, podríamos lanzar los láseres desde el espacio. Daría igual que estuviérais en un bunker o en el mismo centro de la tierra. Un disparo, un muerto.

Mientras hablaban, Mikel se acercaba al robot, que seguía enganchado a la nave y sin mirarle. Cuando estuvo suficientemente cerca se puso a dar vueltas sobre sí mismo, como una peonza, y trató de apuntar con el kunai “instinto” se repitió. -¿Tienes alguna otra p...?

Mikel clavó el kunai en la luz del robot y este se apagó. -Enhorabuena, has pasado la prueba. -dijo el robot. Y se apagó.

-¿Pero qué? ¿Esto era parte del juego?-se preguntó Mikel intentando recuperarse del mareo.

Salió de allí corriendo. Debía advertirles a todos de lo que había pasado. Y de que había que seguir matando aliens para que estos no los masacraran.