La llegada 27

¡Corre a casa Mikel!

Mikel iba pedaleando a todo lo que podía. Pasó por el asentamiento que había al lado de Mazaricos. Los del asentamiento quisieron pararle a saludar, pero Mikel no bajó el ritmo. En ese momento, un joven del pueblo se puso en medio y Mikel tuvo que frenar. -¡QUITA! -¡Pero para Mikel! ¿Qué pasa? -¡Los aliens nos masacrarán cuando dejemos de matarlos! ¡Debo avisar! -¡¿QUÉ!? -¡QUITA! -¡SI VAS A ESE RITMO MUCHO TIEMPO, VAS A REVENTAR! ¡NO ESPRINTES, VE A RITMO Y LLEGARÁS ANTES! -le gritó el chico. -¡QUITA! -¡CORRE, A RITMO! ¡SÁLVANOS A TODOS!

Mikel siguió camino y enseguida se puso a esprintar otra vez. Tenía que llegar inmediatamente.

Como era de esperar, llegó un momento en el que no pudo más. Le empezaron a dar calambres y se tuvo que parar. -¡MIERDA, MIERDA, MIERDA! -decía Mikel mientras se sentaba en el suelo a darse un masaje en las piernas.-TENÍA QUE HABERLE HECHO CASO AL CHAVAL ¡JODER!

Por sus malditas prisas, Mikel estaba fundido. Sacó la esterilla y se tumbó con los pies en alto. No podía dormir, así que decidió meditar. Su corazón empezó a latir más despacio, su respiración se fue acompasando y sus músculos empezaron a relajarse. Cuando abrió los ojos era de madrugada. Bien, ya podía dormir.

Al amanecer se despertó, estiró un poco, comió algo y se montó en la bici pensando “a ritmo, como decía el chaval”. Empezó a pedalear.

Al anochecer estaba llegando a Ribadeo, donde paró a dormir y salir con la primera luz del día.

Estaba llegando a Oviedo por Ponteo cuando vió una cabeza asomar bajo las ramas de un árbol. Era María, que asomaba cabeza abajo. -¡Vamos Indurain! -¡VAMOS CON IÑAKI Y NURIA, CORRE! -¡Para el carro, Manolo, que es robao! -¡NO!

Y Mikel pasó de largo.

Dos kilómetros después, volvió a asomar la cabeza. -¿No vas a parar? -¡NO!

Y siguió adelante.

Estaba entrando por la calle Jovellanos cuando se encontró a María en medio. -O paras o te paro.

Mikel no se arriesgó, sabía que lo haría. -¿Me cuentas qué coño te pasa? -He hablado con un robot. -¿¡QUÉ!? -Sí. -¿Y qué te ha dicho? -Que nos arrasarán cuando dejemos de matarlos. -¡¿QUÉ?! -¡Hay que avisar a todo el mundo, hay que organizar algo! -Vale. Para. -¿Qué? -Para, respira. Medita. -¡No hay tiempo! -O paras y respiras o te meto un meco que te corto la respiración.

Mikel se sentó rápidamente en el suelo y se puso a meditar al lado de María. Al rato se levantaron. -Vale ¿más tranquilo? -Sí. -Ahora escucha. -Ok. -No tienes prisa. -¿Qué? -Que no tienes prisa. Bueno, sí, pero no tanta. -No te entiendo. -¿Cuanto tiempo has estado sin acabar con vainas? -¿El máximo? -Sí. -Más de un año. -Ok. -Vale, sé por donde vas. -Piensa antes de actuar, Mikel. Vamos a ir a por Iñaki y Nuria, nos vamos a sentar a hablar y vamos a trazar un plan de actuación. -Ok. -Pero sin prisas. -Ok. -Por cierto, enhorabuena. -¿Qué? -El asentamiento de ahí delante, el de Villaviciosa, está saturado. No dan a basto para acoger a tanta gente. -¿En serio? -Pero está muy bien, han llegado a un acuerdo con los que vienen. -¿Eh? -Los que llegan al asentamiento ayudan en tareas a cambio de comida y lugar de descanso. Así han conseguido más y mejores casas para todos, más y mejores huertas... Está muy bien. -¿Y les llega? -Ha habido alguna llegada masiva que no han podido acometer en condiciones, pero en general sí. -Me alegro. -De hecho, iremos a dormir allí. -¿Sí? -Sí. Ah, y a partir de ahora mando yo. -¿Qué? -Hasta que me demuestres que estás tranquilo y sereno, yo decido lo que se hace y cuando se hace. -No. -¿Te he oído bien? -Eh... vale, vale.

María daba miedo. Definitivamente, daba miedo.

Fueron a Villaviciosa, donde les acogieron muy bien. Les explicaron como funcionaban y que cada vez tenían más comida. Mikel les informó de cuanta gente faltaba por llegar. Vieron que iban sobrados, pero mantendrían cosechas por si acaso. No les permitieron ayudar, por mucho que insistieron.

A la mañana siguiente partían hacia la cueva donde vivían sus amigos. -Hola chicos ¿os habéis querido mucho? -dijo María. -¡Hombre, Mikel y María! ¿Ya habéis terminado? -preguntó Nuria. -¿No has pasado por aquí en este tiempo? -le preguntó Mikel a María. -No se ha dado ocasión.

Se sentaron y les explicaron lo que pasaba. -Eso es horrible. -Sí, lo bueno es que tenemos tiempo para organizarnos. -¿Qué pretendes hacer, María? -Organizar una matanza. -¡¿Qué?! -dijeron todos. -¿A que ha molado la frase? jajajaja. Realmente, lo que pretendo es crear una escuela de matarobots. -¿Te puedes explicar, mongola? -le dijo Mikel. -¡Por fin! Te levanto el castigo Mikel. Ya no mando yo. -¿Eh? -Que estabas tan tenso que ni me insultabas. -Ah, vale. Sigue contándonos eso de la escuela, gilipollas. -Sin pasarte que te saco un ojo, eh... Bien, a lo que iba. Mikel ya está viejuno, la tal Amaia está coja y, que sepamos, no hay más matarobots por aquí. -Estás tú. -le dijo Mikel. -Sí, bueno, pero eso ya pasó. Me aburre. -¿Te aburre? -Es demasiado fácil. Bueno, a lo que iba. Creo que Amaia y tú tenéis que enseñar a las siguientes generaciones a matar robots. Crear una escuela, entrenarlos desde chiquititos y mandarlos a matar robots. -Veo dos problemas. -dijo Nuria. -Ilumínanos con tu sabiduría. -Uno, Mikel debe seguir matando robots, no tiene tiempo de enseñar. Podría enseñar Amaia, pero necesitaría ayuda. -Buena apreciación ¿y dos? -Las vainas están cada vez más lejos. Los matarobots deberían irse alejando del asentamiento. Con el tiempo no podrían ser entrenados allí. -¿Eh? -Vale. Imagínate que llegamos a cargarnos a todas las vainas de España, Portugal y Francia. -Sí. -Y hay que irse hasta Alemania a matar bichos ¿como lo haces? ¿Entrenarlos aquí, que vayan en bicicleta, que maten y que vuelvan? No es realista. Y si llegas a matar los de Alemania ¿hasta donde te vas? ¿A Rusia? ¿Y Luego? ¿Hasta Japón? -Pues que se conviertan en nómadas. -¿Pretendes que críen hijos mientras viajan por el mundo masacrando robots, buscando comida y entrenando a los nuevos? -Sí, tendría que ser un grupo grande. Habría que evitar que procrearan entre primos y esas cosas. -Es buena idea a corto plazo. -dijo Mikel.-Hagámoslo. Así ganamos tiempo hasta que tengamos un plan mejor. -¿Te gusta mi idea? ¡Qué ilu! -Sí, me gusta. Pero tú te vienes conmigos. De hecho, os necesito a las tres. -Yo no salgo de mi zona, ya lo sabes. -Entonces morirás. De hecho, todos lo haremos. -Los robots no me pueden coger. -Por lo que me dijo el robot gigante, podrían matarnos disparando desde el espacio. No estaríamos seguros ni dentro de un refugio nuclear. Ah. Y son láseres que van a la velocidad de la luz, no puedes esquivar eso. -Eso rompe el juego. -Cuando dejemos de matarlos, el juego se termina. Puede pasar cualquier cosa. Que los robots que vemos entren en bosques, funcionen de noche, disparen a kilómetros sin fallar... -dijo Mikel. -Sí, sí, o que directamente nos disparen desde el cielo y se acabó lo que se daba. -Por ahora volvemos a Donosti. Una vez allí hablamos de montar este sistema y vemos cuantos alumnos hay. Ekhi y Amaia serán profesores seguro. Luego está la chica esta, como se llame, la que es entrenadora personal. Esa también. -¿Y nosotros? -Dos de nosotros serán profesores también. Y los otros dos deben seguir matando robots. -¿Puedes ser más explícito? -He visto como reaccionaís cuando toca superarse a sí mismo. Al menos Iñaki y Nuria habéis reaccionado bien. Entiendo que si María ha llegado a ser lo que es, también sabe superarse a sí misma. -¿Eh? -No quiero otro Dani. Dani no fue capaz de superarse a sí mismo y por eso Amaia estuvo a punto de morir y ahora está coja. Si me quedo de profesor, Iñaki o Nuria se van con María y aprenden sobre el terreno. -Ah, vale. Quieres que uno que ya ha matado robots sea el que enseñe a uno que no. Pero que ese que no no se bloquee cuando vengan mal dadas. -Eso es. Y no confío en mucha gente. -dijo Mikel. -Me gusta el plan, por ahora no hay nada mejor. -dijo Iñaki. -Y a mí. Además, por lo que cuentas tenéis gente muy válida por allí, seguro que encuentran algo que nos permita acabar con los robots del mundo entero. -añadió Nuria. -Si no hay más remedio... Tendré que ponerme guapa para ligarme a un lugareño cachas. -dijo María. -Pobre lugareño. -dijo Nuria. Y todos rieron.

Estuvieron unos días preparándose y cogiendo fuerzas. Consiguieron bicicletas para todos y salieron. En tres días estaban entrando en Donosti. -¿Pero qué coño? -dijo Mikel. -¿Esto es tu paraíso terrenal? Pues parecen esclavos. -dijo María. -No, esto no está bien. Hay que entarse de lo que pasa.

Pararon y preguntaron al primer hombre que vieron. Allí no había nadie más. Este hombre se enfrentó a Mikel. -¡Me cago en tu puto “venid a Donosti”! -Oye, oye, tranquilo. -dijo Iñaki.-¿puedes explicarnos qué pasa aquí? -Que el hijo de puta de Borja nos trata como a esclavos. -¡BORJA! HIJO DE PUTA. -gritó Mikel. -Mikel, relájate. Pensemos antes de actuar. -dijo María. -Oye, perdona, Mikel no quería que sufrierais esto ¿Podrías hacernos el pequeño favor de no decirle a nadie que nos has visto? Vamos a intentar ocultarnos y enterarnos de qué pasa aquí. -dijo Nuria. -¡A mí no me metáis en líos! -dijo el hombre. -Oye, que si dices que nos has visto, igual sufres represalias. Mejor calla. -dijo Iñaki. -Ok, ok. -dijo el hombre, claramente asustado.

Se dieron la vuelta y salieron de Donosti. -¿No nos ha visto nadie más? -No, no, tranquilos. -Vale, primero investigamos de qué va esto. Luego actuamos ¿de acuerdo? -dijo María. -Ok. -dijeron todos. -Chicos, tengo un campamento en Usurbil. Estará en la mierda, pero es mejor que nada. -dijo Mikel. -Vamos y nos lo enseñas.

Llegaron al campamento, lo adecentaron y dejaron sus cosas ahí. Se prepararon, se separaron y fueron a espiar. Quedaron en Usurbil al amanecer.

Mikel confiaba plenamente en los demás, así que fue a buscar a su gente. No estaba ni el hospital de campaña, ni otras tiendas móviles. No había casi animales. Vió muchas pequeñas hogueras encendidas dentro de pisos del Boulevard, a ambos lados. Se acercó lo posible y encontró a un montón de personas en estado de malnutrición, malviviendo. Le ardía la sangre, pero se aguantó. Se movió toda la noche buscando a su familia, a su gente. Ni rastro. Se fue corriendo a casa de Ekhi, que pillaba bastante lejos. Entró, pero no había nadie. Se habían llevado unas cuantas armas, pero la mayoría de cosas seguían allí ¿Qué pasaba?

Se acercaba el amanecer, así que volvió a Usurbil. -¿Habéis visto algo? -preguntó María. -No conozco a nadie. -dijo Mikel. -¿A nadie? ¿Seguro? -Me suena la cara de alguno, pero son gente que he ido conociendo en Cantabria y Asturias. -¿Seguro? -Seguro. -Mmm... -dijo María. -¿Qué? -He encontrado a Borja. Hablaba con otro hombre del derecho a voto. -¿Qué? -Sí, dicen que están en democracia, pero que solo los residentes tienen derecho a voto. -¿Residentes? ¿Qué? -Eso cuadra con lo que he oído yo. -dijo Nuria. -¿Qué has oído? -Que hay que trabajar no sé cuantos años para ser considerado residente. Mientras tanto están en semiesclavitud. -Pues ya tenemos el cuadro. -dijo Iñaki. -¿Tienes algo más? -Sí. Se premia el chivatazo. -¿Se premia? -Supongo que quieren decir que si eres un buen confidente y avisas de que algún “no residente” se va a pirar o va a hacer algo, te acaban dando la “residencia”. -Qué joya. -Están usando la cárcel. -¿Eh? -Que tienen gente en la carcel de Donosti. -dijo María. -¿En Martutene? -preguntó Mikel. -No sé, un barrio en las afueras, siguiendo el río. -Martutene. Vale ¿qué hacemos? -Aquí la ley es así, oficialmente es una democracia y ser residente te da todos los derechos que dijiste, Mikel. -No podemos dejar que estos hijos de puta manejen el cotarro. -No, pero tampoco podemos matar a Borja y a sus secuaces. -¿Que no? Ya verás como sí. -dijo Mikel.-dime donde está. -Mikel, tranquilízate. Hay que ser inteligentes. -No. Borja es una víbora, es inteligente y cruel. Hay que pararle los pies. Ya se le mandó al exilio antes. -Ya sé qué vamos a hacer. -dijo Nuria.-Mikel, te toca. -¿Qué? -Te vas a ir a hablar con Borjita. Vas a exigirle que libere a los esclavos. -¿Yo? -Sí, te conoce. Si todo va como creo, te dirá que no son esclavos, que pueden irse tranquilamente. -Pero no se pueden ir, no tienen medios para ir a ningún lado. -Entonces saldrás y pedirás a todo el mundo que te acompañe, que les llevas a un sitio a vivir mejor y donde tendrán todos los derechos. -¿Qué? No me dejará. -Y cuando no te deje, significará que son esclavos. Y entonces nosotros saldremos de nuestro escondite y nos encargaremos. -Y yo me juego la vida, claro. -No son muchos los “residentes”. Y no van muy bien armados. -Si son quienes yo creo, son todos niños bien de colegio privado. Hijos de empresarios que se piensan que pueden coger lo que quieran sin pedirlo. -Esos no suelen estar entrenados para ser máquinas de matar. Todo bien. -¿Y si ganamos, qué hacemos? -CUANDO ganemos, les llevaremos a donde está tu familia. -¿Mi familia? -Borja será muchas cosas, pero no es un asesino. O eso creo. Además, no creo que esos mindundis hubieran podido acabar con las tropas que decías que había aquí. Creo que se ha aprovechado de que los antiguos residentes se fueron a la ribera navarra. Dijiste que se estaban preparando para irse a la ribera ¿no? -Sí, pero tardarían al menos un año. -Ha pasado más de un año desde que te conozco, Mikel. -dijo María. -JO-DER. Vamos. -Mañana. Hoy toca descansar.

Al día siguiente hicieron lo planeado. Mikel fue a ver a Borja. -¡Hombre, el gran heroe de Donosti! -dijo Borja con sorna. -Suelta a esta gente. -¿Soltarlos? Si han venido ellos por voluntad propia. -No tienen derecho a voto, no tienen derecho a nada. Les tratas como esclavos. -¿Esclavos? No, no, qué palabra más fea. Aquí estamos en democracia. -¡Pero si no pueden votar! -A ver, hay que cumplir ciertos requisitos para votar. Requisitos lógicos como la mayoría de edad, la residencia... -Suéltalos. -¡Son libres de irse! -Pues me los llevo.

Mikel salió gritando “EL QUE QUIERA VIVIR MEJOR QUE ME ACOMPAÑE. YO OS TRAJE AQUÍ, PERO NO SABÍA QUE ESTOS HOMBRES HABÍAN TOMADO LA CIUDAD Y HABÍAN HECHO ESTO CON ELLA. SEGUIDME TODOS Y VIVIRÉIS EN CONDICIONES Y CON TODOS LOS DERECHOS. VIVIRÉIS EN IGUALDAD, EN COMUNIDAD”.

Algunas personas, sobre todo gente de la secta, antiguos esclavos y tal, se le acercaron. Y, como había previsto Nuria, aparecieron los secuaces de Borja a pararle los pies. -¡Tú no te vas a ninguna parte! -Pero si estos hombres son libres, pueden irse cuando quieran. Me lo ha dicho Borja. -dijo Mikel con sorna. -¡A por él! -dijo el que parecía el jefe de esos hombres.

De la nada salieron dos flechas. Cayeron dos hombres. Mikel cogió la wakizashi y el cuchillo y salió corriendo hacia sus enemigos mientras Iñaki y Nuria iban disparando flechas. Mikel vió como un hombre le apuntaba con un arco y le disparaba. Instintivamente, se agachó un poco y saltó a un lado, esquivando la flecha. Iba entendiéndolo. De la nada surgió una sombra y el arquero cayó al suelo. -María. -se dijo Mikel a sí mismo.

Cinco minutos después la pelea ya había terminado, la mayoría de los hombres de Borja estaban muertos o heridos. Mikel vió como Borja huía. -La última vez. -dijo Mikel y salió tras él.

Corrió y lo alcanzó con una patada en el costado. -¡No me mates! -Eres despreciable. Solo sirves para joder al prójimo. -¡No, no por favor! -No mereces vivir, no respetas la vida de los demás.

Mikel dudaba si matarlo o no, no era un asesino a sangre fría, pero sabía que si le dejaba ir se la volvería a liar. En esto llegó María. -Mikel, no le mates. Tú no eres un asesino. -¡Sí, haz caso a tu amiga!

Amaia se agachó al lado de Borja. -Ya lo hago yo. -dijo mientras le clavaba un kunai en el cuello. -¡María! -gritó Mikel. -Tú no eres ningún asesino. Yo sí lo soy. Es como debe ser.

Se levantó y se fue con Iñaki y Nuria.

Aquel día hablaron con los del pueblo. Se decidió quién se quedaba en Donosti y quien se iba a la ribera. Cuando llegaran se instauraría un sistema de comercio entre la ribera y Donosti, a fin de que todos tuvieran para vivir. Los que llegaran de Cantabria, Asturias y Galicia harían parada aquí y luego seguirían hacia la ribera. Una vez que dejara de haber migrantes, se desmantelaría la ciudad de Donosti.