La llegada 9
Carga no deseada
Mikel estaba eufórico ¡Ya no salían más robots de la vaina y solo quedaban los de dentro de la luz roja! Además, todas las mañanas salía el mega-robot ese a mirar. Tenía que acabar con él, pero con cuidado. Mientras volvía, corriendo por la euforia, también pensaba en la zona de la luz roja ¿podría entrar? ¿se podría poner debajo? ¿para qué coño servía? Por lo poco que sabía, los putos aliens no hacían nada porque sí, todo tenía una razón. Debía descubrirla antes de entrar en la zona roja.
Se dió cuenta de que llevaba más de 20km al trote por caminos escarpados y entre árboles. Se paró, se sentó, bebió agua y pensó en mirar las zonas abiertas, a ver sí veía algún robot. No estaba lejos de San Miguel de Aralar, donde había estado hacía unos pocos días. Se acercó andando, para poder mirar a muchos km de distancia. Se acercó al borde del bosque con cuidado, nadie. Aunque se movía despacio, su mente iba a mil por hora. Pensaba planes, opciones, recordaba cosas que había aprendido en todo este tiempo, en lo que le habían enseñado. De repente, se acordó de una conversación con los cazadores. Le hablaron de “los asesinos”. Se suponía que era gente que vivía de matar a otras personas para quedarse con sus pertenencias, iban siempre en grupo y eran peligrosísimos. Se extrañó de no haberse encontrado con ningún grupo de esos “a lo mejor es que ya no quedan asesinos o son muy pocos, tampoco puedo preocuparme por todo” decidió.
Salió del bosque con mil ojos, era media mañana. Respiró hondo y miró alrededor. Ni un alma, ni un robot, ni un alien. NADA. Toda la zona estaba libre de robots. Suponía que era cuestión de tiempo que los robots volvieran a salir. Tenía la sensación de que, durante el día (mientras Mikel dormía) desaparecía algún cuerpo de robot. Suponía que los metían en la vaina para reparar ¿pero como? Si los robots no tenían brazos. Como dormía de día, no podía saberlo. Tendría que volver y vigilar de día también. Esto iba a ser lento, joder.
Comió algo, había decidido seguir trotando hasta Leiza. Ahora tocaban unos km de bajada, había decidido bajar por la carretera, se la iba a jugar. Y luego, de Lekunberri a Leiza había un camino muy llano, del antiguo tren minero que habían rehabilitado para que la gente paseara por allí. Era el camino ideal para ir rápido. De Leiza en adelante le iba a costar más porque el camino se empinaba mucho. Pero podría llegar a media mañana del día siguiente. Para media tarde ya estaba en Leiza, hizo un segundo descanso y entró en una tienda de ultramarinos a ver si conseguía algo de comida. No le quedaba nada para comer. Encontró unas barritas energéticas que caducaban 5 años después; menudas mierdas tendrá esto, pensó y se lo comió. Cogió unas pocas barritas más para la cena y el desayuno. Tenía ganas de ir al baño, vió papel higiénico y lo cogió. Buscó la entrada a la zona de trabajadores y entró pensando “cagar en un vater, hoy en día el mayor lujo que puedo esperar”. Al salir, no funcionaba la cisterna, pero le dió igual. Fue a la oficina a curiosear, estaba cansado y quería dejar de correr un rato. Incluso estaba pensando en dormir por allí en alguna casa, en una cama de verdad. En una mesa de la oficina encontró un cajón cerrado, le dió una buena patada y arrancó el cajón. Había un buen fajo de billetes. “Jo-der, aquí hay como 10000€ o más. Y ahora no valen ni para limpiarse el culo, ahora son solo papeles”. Aún así, cogió un pequeño estuche de plástico, metió un billete de 500€ dentro y se lo guardó como recuerdo. Era lo único sin valor que llevaba, pero aún así quería llevarlo.
Salió a buscar una casa, todas las puertas estaban cerradas, así que se encaramó a un balcón como buenamente pudo. Rompió el cristal de una patada y abrió. Entró, todo tranquilo y en silencio. Fue a la habitación y se echó en la cama de matrimonio. Se durmió inmediatamente. Durmió 10 horas seguidas, no recordaba estar tan cansado pero el descanso le hizo revivir. Desayunó las barritas, estaba lleno de energía. -Ya estoy preparado para correr otra vez. Pero cuando amanezca, que no veo un cagao.
En cuanto hubo suficiente luz, salió por las escaleras hasta la calle, dejando la puerta abierta. Si pasaba otra vez por allí, tendría un sitio en el que dormir. Y otra vez a trotar.
A mediodía, Amaia y su padre, Joxean iban tranquilamente a casa de los vecinos. Atravesaban el bosque charlando. Amaia se quejaba de que otra vez iban a mantener las mismas conversaciones insulsas, su padre le pedía tranquilidad. Le recordaba que ahora las conversaciones giraban casi siempre en torno a Mikel, de qué estaría haciendo. Amaia decía que Mikel era un sobrado y un imbecil, que esperaba que no volviera.
Salieron del bosque, los vecinos no estaban allí para recibirles, qué raro... De repente, 3 hombres salieron de la casa, armados con cuchillos de carnicero ensangrentados. -Vaya, vaya... Hemos encontrado el paraíso muchachos. -Me pido primero. -No, a la última te la follaste tú el primero. -Chicos, chicos, calma. Hay agujeros para todos. Además, nos la acabaremos follando incluso después de muerta, como siempre.
Amaia y Joxean estaban petrificados. Por lo que parecía, 3 hombres habían entrado en casa de sus vecinos y los habían asesinado. Ahora querían violar y asesinar a Amaia.
De la nada surgió una flecha y le acertó en el cuello al más fuerte de los 3 hombres. -¡QUÉ COÑO HA SIDO ESO! -gritaron los otros dos.
-¡Joxean, Amaia! ¡Corred a vuestra casa, corred por vuestras vidas! -la voz de Mikel resonó en todo el claro.
Inmediatamente voló otra flecha. Esta vez le acertó en el ojo a otro de los hombres. El tercero huyó rápidamente gritando -¡YA SABEMOS DONDE VIVÍS, VOLVERÉ CON EL RESTO DEL GRUPO Y OS DESOLLAREMOS VIVOS!-
Joxean y Amaia corrían hacia su casa, pocos segundos después Mikel aparecía a su lado: -¡COGED VUESTRAS MOCHILAS DE SUPERVIVENCIA Y VENID CONMIGO YA! -¡vale! -dijo Joxean -¡No tengo mochila! -dijo Amaia. -¡OS DIJE QUE TUVIÉRAIS UNA MOCHILA PREPARADA MECAGOENDIOS! ¡Coge algo de ropa cómoda, botas de monte, impermeable, saco de dormir y algo de comida no perecedera!
Mikel se quedó en el bosque, observando todo mientras Joxean y Amaia entraban en la casa. Pasaron 5 minutos, 10, se alargaban mucho. Mikel quería entrar pero no se atrevía, podía haber asesinos dentro de la casa, o aparecer en la puerta mientras estaban dentro. No podía arriesgar su vida por ellos, no podía. Mucho más tarde de lo deseable, salieron ambos de la casa. Amaia llevaba dos bolsas de mano enormes. “No me jodas” pensó. -¡CONMIGO, YA! ¡A TODA HOSTIA Y EN SILENCIO!
Se metieron en el bosque y se alejaron en dirección contraria a la que había huído el asesino. “joderjoderjoder, justo ayer que decidí no preocuparme por esta gente y aparecen, ¡todo son problemas, joder!” pensó Mikel mientras les guiaba.
Cuando ya llevaban unos cuantos kilómetros caminados (con tanta bolsa Amaia no podía correr) y se empezaban a quedar atrás, Mikel se paró tras un pequeño montículo semicircular que les ocultaba bastante. -Vale, aquí paramos. -Uff... menos mal, no podía andar más -dijo Amaia. -Amaia, abre las dos bolsas de mano. Ahí llevas demasiadas cosas. -¿Qué? ¡NO! Llevo lo imprescindible. -Mira maja, no voy a empezar otra vez. Te he salvado la vida dos veces. O me haces caso o me piro y que os jodan. -Pues nos volvemos a casa -dijo Amaia -No podéis, saben donde vivís. Irán y os asesinarán. Y posiblemente os torturarán porque he matado a dos de los suyos. -Amaia, maitia, Mikel tiene razón. Ya no tenemos casa.
Amaia rompió a llorar, Joxean intentó consolarla mientras Mikel vigilaba todas las esquinas. El ruido podía delatarlos. Por suerte, Amaia se tranquilizó pronto. Se le estaba cambiando la cara, estaba entendiendo que ahora su vida había cambiado completamente. -¿Qué vamos a hacer Mikel? -Dijo Joxean -¿Vamos? No, no. Yo voy a buscar otro sitio en el que dejaros. -No, vamos contigo -dijo Amaia. -No podéis, me entorpecéis la marcha. No podéis soportar mi día a día. -No te estoy preguntando, he dicho que vamos contigo -replicó Amaia. -Mira niñata, no te pongas chulita que te vuelvo a cruzar la cara. -Me puedes cruzar la cara todas las veces que quieras, que vamos contigo. -También puedo acelerar el paso y dejaros perdidos en el bosque. -Tú no harías eso. -¿No? ¿Y tienes brújula? Sin brújula y sin conocer la zona no saldrás viva de aquí. -Ya, pero eres buena persona, no nos abandonarías. -Te equivocas. Yo me dedico a sobrevivir y hago todo lo necesario para ello. Y cuando tengo un rato libre, mato robots. -¿robots? -preguntó Joxean -Los aliens son robots. -Oh... -Repito, no puedo hacer de niñera. Y menos de una niñata. -Mikel, por favor, sabes tan bien como nosotros que si nos dejas en cualquier sitio estamos muertos. No tenemos capacidad de sobrevivir en entornos más hostiles que nuestra antigua casa -rogó Joxean. -Ya, pero no puedo cargar con vosotros. No puedo.
Mikel se puso a pensar qué hacer. Necesitaba dejarlos con más personas, alguien que les cuidara. Pensó en el viejo casero, en los militares, en ... ¡LOS MILITARES! Según había visto, los robots solo entraban en las casas si la puerta estaba abierta. Sería lógico pensar que el cuartel militar de Loiola, que era una pequeña fortificación, fuera un lugar seguro e incluso que hubiera gente viviendo allí. -Nos vamos a Donosti. -¿Qué? -Vamos a ver si hay alguien vivo en el cuartel de Loiola. -¿Y si no hay? -A lo mejor os quedáis allí a vivir. Veremos. -¿Y si vienen los aliens? -No trepan muros. -Pero dijiste que cuando mataron a tu familia, bajaron por una pared de roca. -Sé lo que dije, pero no he visto que ninguno subiera por ninguna pared de edificio ni nada parecido. Y he visto mucho ya. Creo que empiezo a entender como funcionan. -Ok, ok, vámonos a Loiola. -Primero las bolsas. -Vale -Dijo Amaia, que iba entendiendo de qué iba la cosa.
Sacó un montón de ropa, vestidos, zapatillas de estar en casa, libros... ¿en serio, libros? Había también bastante comida, eso le venía bien porque él no llevaba casi nada. Dejó un buen montón de cosas innecesarias. Le faltaba prácticamente todo lo necesario. -Con esto no sobrevives. -Joder, no sabía a lo que veníamos. -Os dije el otro día lo que hacía falta en la mochila de superviviencia. Y no tienes ni mochila, joder. -Vale, vale. Ya no podemos hacer nada. -Dijo Amaia. -Joxean, enséñame tu mochila. La veo muy llena. -No, da igual, voy bien. -La mochila. -Es que... -LA MOCHILA.
Efectivamente, había más mierdas de Amaia en la mochila de Joxean. Y no había saco de dormir. -¿Y el saco de dormir? -No tenía. -Sí tenías, me lo enseñaste. -Ya, sí, bueno... -Le he dicho que lo quite para meter más cosas mías -Interrumpió Amaia. -Pues os lo vais a pasar de puta madre durmiendo al raso, majos. -¿Pero cuanto tardamos en llegar a Loiola? -¿A vuestro ritmo? No sé si llegaremos mañana o pasado. -Jó...
Cogió un par de abrigos gordos de vestir de buena marca, los enrolló y los anudó con una cuerda. Ya tenían algo parecido a un saco. Dejó una de las bolsas de mano e intentó hacer un apaño para que se pudiera poner la otra bolsa como una mochila. No era muy cómodo pero era mejor que nada. Amaia no se quejaba, se le estaban pasando rápidamente las tonterías. Eso tranquilizaba un poco a Mikel, que sabía que si no encontraba a nadie en el cuartel no sería capaz de abandonarlos.
Fueron andando lentamente. Joxean ofrecía ayuda a Amaia cada poco tiempo, pero era el mismo Joxean el que iba más despacio de los tres y Mikel no le dejaba cargar con más peso. Enseguida Amaia le dió la razón a Mikel y Joxean no volvió a decir nada al respecto. Al anochecer, Amaia fue la que ofreció ayuda a Joxean y le llevó su mochila. Mikel se alegró, le dió la razón a Amaia y le cogió la bolsa para que los 3 pudieran ir más rápido. -No tengo casi comida chicos, tendremos que sobrevivir con lo que lleváis vosotros -Dijo Mikel. -Sin problema, por suerte ahí no te hice caso y metí algo más de comida de la que me dijiste. -No me voy a alegrar de que no me hagas caso. Aunque en este caso sea una ventaja.
Aquella noche, Joxean y Amaia no durmieron prácticamente nada. No sabían dormir en ramas, Joxean casi no fue capaz de subir... Un desastre.
A la mañana siguiente siguieron como lo habían dejado la noche anterior. Amaia llevaba lo de Joxean y Mikel lo de Amaia. Así Joxean iba más ligero y podían avanzar más rápido. Antes del anochecer estaban en el parque de Ametzagaina. Y de allí al cuertel no quedaba nada. -En cuanto oscurezca bajamos a mirar -dijo Mikel.
Cuando estaba oscureciendo vió como se encendían pequeñas hogueras dentro del cuartel ¡HABÍA GENTE! ¡No se lo podía creer, bastantes hogueras! Bajaron, llegaron a la puerta y llamó. -¡EH, HAY ALGUIEN! -¡JEFE, GENTE VIVA! -gritó una voz puertas adentro. -¿CUANTOS SON? -¡TRES! -¿ARMADOS? -¡UNO! -¡QUE SUELTEN LAS ARMAS Y QUE ENTREN!
Mikel reconoció la voz. Era el capitán de la compañía que conoció cuando empezó todo esto. -¡CAPI, SOY MIKEL, EL ELECTRICISTA DE MIERDA! ¡SIGO VIVO! -¿QUÉ? ¡DEJADLES PASAR! -¡PERO JEFE! -¡QUE LES DEJÉIS PASAR, HOSTIAS!
Los 3 vieron como la enorme puerta metálica se abría. Entraron despacio. -¡PERO QUÉ COJONES! ¿COMO COÑO ESTÁS VIVO? -¿Y tú? ¿Llevas dos años aquí encerrado? -O más. Pero venid, venid. Vamos dentro y hablamos.
Entre presentaciones y ponerse al día de lo que había vivido cada uno en este tiempo, pasó una hora. Luego pasaron a temas importantes. -¿Entonces? ¿Hay un robot gigante dentro de la vaina? -Uno que yo haya visto, podría haber más. U otras cosas. -Todo alegrías. Pero dices que se les puede matar. -Sí, lo mejor es matarlos de noche. Se alimentan de la luz del sol. De noche hibernan. -¿Cuantos has matado? -Más de mil. -¿MÁS DE MIL? ¿Y LO DICES TAN TRANQUILO? -Sí, porque en la tele se vió que cayeron decenas de vainas y se cree que hay miles de vainas. Las más de mil que yo he matado pertenecen todas a la misma vaina, que yo sepa. -HOS-TIAS. -Sí. -¿Y qué podemos hacer? -Tú tenías el equipo de expertos aquí ¿no habéis sacado nada en claro? -No nos atrevemos a movernos y no tenemos información. Cuando los robots empezaron a moverse y las tropas que mandábamos en bici dejaron de volver, nos encerramos y hasta ahora. Solo sabíamos que de noche se iban y por la mañana aparecían unas decenas en la puerta. Sí hemos notado que últimamente aparecen menos. -¿Siguen apareciendo? -Sí, hay otra vaina por la zona de Cambo-les-Bains. Supongo que vienen de ahí. -¿En Francia? -Un diez en geografía, chico. -Gilipollas. -Y aún así sigo vivo. -Yo también y no me he escondido como una rata. -Ya está aquí el heroe. -Repito. Gilipollas.
Un buen rato de insultos y de información después, Mikel no quiso alargarlo más. Le pidió directamente lo que quería. -Quiero que Joxean y Amaia se queden aquí. -¿Aquí? No hay sitio. -He mirado cuando he llegado, no quedáis muchos. -Un par de cientos, pero aún así nos falta comida. -Plantad en los jardines, coged animales y metedlos al cuartel. -¿Así sin más? ¿Abrimos las puertas y que entren? -Abrís las puertas de noche y los buscáis, he visto unas cuantas vacas, ovejas, gatos, gallinas... Están sueltas por los alrededores. -¿Y los robots no los matan? -No, solo atacan a humanos. Incluso pasan por al lado y los animales no se asustan. -Aún así, no puedo ayudarte. -Joxean es bueno con los animales y la huerta, os puede enseñar. Jodidos militares, que no sabéis hacer nada si no es con un arma. -No sé si a esa panda de cobardes puedo llamarles militares, la verdad. -¿Para tanto? -Mira, no es por chulearme, pero soy militar desde hace muchos años. He participado en varias guerras y en innumerables batallas. Y con estos no me iba yo ni a tomar Perejil. -¿Tan mal? -Llorando, vomitando... Y eso que no nos han atacado. Los robots se quedaban a las puertas del cuartel, sin hacer nada. Más de uno ha muerto por intentar huir en pleno ataque de pánico. -¿Y no les has puesto en su sitio? Joder, las películas de militares hablan de otras cosas. -Ya, mira, ven.
El capitán Sergio Grijalba (así se llamaba) llevó a Mikel ante una tumba. -Aquí tienes al teniente Cañizares. Intentó hacer la del sargento de hierro. -¿Y se lo cepillaron? -Con las mismas. -Los militares sois la puta polla, en serio. -No estoy orgulloso, no. -¿Y no ha habido castigo? -No tengo poder para eso, me pasaría lo mismo. -Ya. O sea que no vas a hacer nada. -¿quién ha dicho eso? -¿eh? -Las 3 personas que sé que participaron en esto despertaron atados y amordazados al otro lado del puente de acceso. Los robots se los cepillaron. -Quién habrá sido, menudo misterio. -Imposible de saber. -Ya. Y así no hay más motines. -Es lo único que puedo asegurar. Lo demás, cada uno hace lo que quiere. -Pues yo sigo necesitando que os los quedéis. -Mira, vamos a hacer una cosa. Me los quedo 3 días y tú te vas. Luego vuelves y decidimos. -¿Y si no vuelvo? -Eres un heroe, los heroes vuelven. -No soy ningún heroe. -Para no serlo, actúas todo el rato como uno. -¿Te rajo el cuello? No serías el primer humano al que mato. -Por mucho que hayas combatido fuera, te aseguro que te gano en una pelea a cuchillo, muchacho. Además, los pocos humanos que has matado eran asesinos. -¿Y? -Si tuvieras mi historial militar habrías tenido que matar gente, digamos... “menos culpable”. -¿Hablas de niños o de gente inocente? -Igual que antes, imposible de saber. -Menuda joyita que eres. -Bueno ¿hay trato? -Ok, ok. No tengo otra opción. Aprovecharé para abastecerme. -¿Como? -Quiero ir a un caserio de un señor que me ayudó una vez, a ver si sigue vivo. Y luego a las afueras de Pamplona, hay un almacén de armas. Me estoy quedando sin flechas. -¿En 3 días? Ni loco. -En 3 días, ni uno más. -Si tardas 4 los saco fuera. -Ok, pero de noche. Les dejaré indicaciones para que me esperen en Ametzagaina. -¿En serio no se meten en bosques? -Si se metieran en bosques hubiérais sobrevivido solo vosotros. -Jo-der.
Mikel les explicó sus planes a Joxean y Amaia. -Ya os he dicho lo que haré. Ahora atendedme bien. -Dinos qué tenemos que hacer. -Varias cosas. Uno, no os fiéis de esta gente. Esto es territorio sin ley. He conseguido una habitación con llave para vosotros. Creo que si no violarán a Amaia. -Qué puta manía con violarme, joder. -¿Has visto mujeres por aquí? -dijo Mikel. -Eh... No. -Pues antes había mujeres militares. Y no queda ni una. Así que ojito. -Vale, vale. -dijo Amaia realmente acojonada. -Dos, me tenéis una mochila de emergencia preparada. Si no me da tiempo a llegar en 3 días, esa noche os soltarán en el bosque. Os quedáis en el bosque, en la parte alta, cerca de la tirolina hasta que yo aparezca. Si estáis allí, silencio. Absoluto silencio. Y llenadla de comida ya. En cuanto salga por la puerta no sé lo que pasará. -¿Y tres? -Salid siempre juntos, llevad un cuchillo o algo, que el capitán Grijalba esté siempre a la vista, si véis un saco de dormir, unas botas militares o algo que merezca la pena robar, ni os lo penséis. -Vale, ya entendemos por donde vas. -Y cuidado ¿vale? -Vale, vale. Sobreviviremos estos tres días. -Ok.
Durmieron, Mikel madrugó, se abasteció, se preparó y se fue. Volvía en 3 días y sabía con absoluta seguridad que se los llevaba de allí. Tenía 3 días para pensar en como carajos iba a hacer para sobrevivir con esas dos lacras andantes. Teniendo en cuenta el tono de la conversación, tanto Joxean como Amaia sabían que se iban con él en 3 días. Si seguían vivos.
Corría como pocas veces en su vida. Primera parada, el caserio. Llegó a mediodía. Allí estaba el viejo, con sus animales, tan tranquilo. -¡Dichosos los ojos! -¿Tú no te mueres nunca o qué? -¡Jajaja! Pues anda que tú...
El casero le invitó a comer. Dijo que por allí no habían pasado los robots, que les había visto a lo lejos y que esperaba que subieran y le mataran, pero que nada. La última persona que había pasado por allí era Mikel. -¿Y tú has venido a saludar? -Necesito que te quedes con dos personas. -NO. -Saben de huerta y animales. -QUE NO. -No puedo cargar con ellos. -No pienso cuidar de tu familia. -Mi familia ha muerto. -Oh, perdón. -Ya, sí, vale. Estos son dos antiguos vecinos. Necesitan un sitio donde vivir. -Ya, pero que no. -Pero... -Que no.
Al final Mikel se dió por vencido. No había nada que hacer. Se despidió del casero, que le regaló comida y se fue corriendo otra vez. Durmió por el camino y la mañana siguiente llegaba al almacén. No tenía tiempo de esperar, debía volver cuanto antes. Entro despacio, acojonado. Ni un alma. Cogió otra bolsa, la llenó de flechas y cogió un par de arcos por si acaso. Tocaba volver. Al salir vió como 3 robots se acercaban rápidamente ¡DEBÍA LLEGAR AL BOSQUE! Se puso a correr con toda su alma, sin soltar la bolsa. Por suerte el bosque estaba bastante cerca y entró a tiempo. Siguió corriendo, pero se le enganchó la bolsa en una rama y se le escurrió. Los robots se acercaban y debía alejarse. Ambos robots se quedaron pegados al bosque, si se acercaba a por la bolsa, estaba muerto.
Por suerte, llevaba el arco a la espada. Cogió una flecha, intentó apuntar pero no tenía línea de visión. Se fue moviendo despacio, pero los robots también se movían y nunca conseguía una línea de tiro clara. 3 horas después decidió que se la estaba jugando acercándose cada vez más a los robots, intentando tener línea de tiro. Lo dejó estar. Se adentró en el bosque a esperar a la noche. La vuelta iba a ser épica.
Al anochecer se acercó y vió como los robots se alejaban. Cogió la bolsa y salió corriendo en dirección contraria. Escuchó un zumbido, se la había jugado demasiado y podía estar muerto. Siguió corriendo, no vió nada, o no le habían disparado o no le habían acertado. Daba igual. Tocaba correr. Corrió siguiendo la linde del bosque, iba a correr de noche por la autopista. Tenía 24 horas y más de 80km por delante. Todo lo que adelantara por la noche era ventaja. Además, si llegaba a Lekunberri era un territorio más que conocido, había pasado por allí hacía muy pocos días. A partir de ahí podría descansar un poco y continuar por el bosque.
Al amanecer había llegado a Leiza, pero estaba reventado. Se metió en la casa del otro día a tumbarse. Esperaba no encontrarse con robots, se había cepillado a los de Vitoria, que eran los que se acercaban a esa zona. Durmió con los pies en alto para recuperar mejor, a mediodía se levantó, comió y siguió camino. Eso sí, ahora ya iba campo a través.
Era noche cerrada cuando llegó a Ametzagaina. Había llegado tarde pero había luna llena. Si no se metía en el bosque tenía buena visión. Se acercó desde arriba, desde el camino del centro comercial. Una vez al lado, bajó y les buscó. Les encontró allí, donde habían quedado. -No os han dado margen, eh... -¡Mikel! -Perdón, he llegado tarde. -Bueno, no importa. -Sí, bueno, quería hablar con los militares. -Igual no es buena idea. -¿Y eso? ¿Ha habido problemas? -Creo que se han cepillado al capitán comosellame. -¿QUÉ? -A las pocas horas de irte tú, empezaron a aporrear la puerta y a decir barbaridades. Nos quedamos encerrados hasta la noche. -¿En serio? -Sí. Ahí llegó el capitán, abrió la puerta, nos dió comida y nos guió fuera. Cuando estábamos a punto de salir, se encontró con 2 hombres. Le dejamos en plena lucha de navajas. Desde entonces estamos aquí escondidos. -JO-DER. No queda casi nadie y los que quedan se comportan como bestias. -¿Y ahora qué hacemos? ¿El casero nos acepta? -No, no quiere saber nada de nadie. Que nos invita a comer si queremos. -¿Entonces? -No sé, no hay nadie más vivo que yo sepa. -Mikel, vamos a hacer una cosa. -Dime Amaia. -Vamos contigo unos días. Y luego, si ves que te molestamos tantísimo, nos quedamos a vivir por algún sitio cercano a Vitoria. Dices que allí ya no hay robots ¿no? -No, pero los habrá. -No los habrá porque acabarás con ellos, estoy segura.
“Coño, la actitud de Amaia ha dado un giro de 180º” pensó para sí. -Creo que es la mejor solución -añadió Joxean. -¿Habéis estado hablando de esto? -¿Y qué querías que hiciéramos? Nos hemos pasado un montón de horas ahí quietos, sin nada que hacer. Hemos elucubrado. -Vale, pero no estáis preparados. -También hemos pensado en eso. -¿Ah sí? Iluminadme. -Vamos a ir al centro comercial, ahí hay una tienda de ropa deportiva. Podemos coger lo necesario. -¿Y como entramos? -¿Como has entrado hasta ahora en los sitios? -Vale, que queréis que rompa la cerradura o algo. -¿No puedes? -Supongo que sí, pero no he mirado. Una vez entré desde el techo. Y esta vez no es una opción. -Vamos.
Subieron al camino y de ahí al centro comercial. Mikel fue directamente a la parte de atrás, a ver si podía romper la puerta o algo, pero no hizo falta. Ya había una puerta rota. Alguien había pasado por allí. Se metieron dentro, pero no se veía nada. Fueron a tientas hasta que consiguieron acceder a la zona de clientes, donde los tragaluces permitían suficiente luz como para no tropezarse con todo. Aún así, no podían elegir qué llevarse, así que esperaron al amanecer. -En cuanto haya suficiente luz, vamos directos. No quiero pérdidas de tiempo. -Vale.
Entraron rápidamente, Mikel fue directo a por unas mochilas de montaña. Se acordó de Nacho e intento recordar lo poco que le había enseñado. Eligió dos mochilas que parecían resistentes y que se les ajustaban bien a la espalda. Luego fueron a por ropa. -Tenéis que cambiaros enteros, incluso de ropa interior si hace falta. TODO DEBE SER RESISTENTE. -No me pienso despelotar delante de tí, majo. -Ni puta falta que hace. Me alejaré, pero debes cambiarte a toda velocidad. Debemos irnos cuantos antes. Elige ropa cómoda y resistente, ni encajes, ni tangas ni mierdas. Esto tiene que aguantar. -Es una tienda de deporte, no hay encajes ni tanguitas. -Sabes lo que quiero decir. -Vale, vale.
Eligieron ropa interior, pantalones, camisetas... Mikel se alejó a vigilar la entrada mientras Joxean y Amaia se cambiaban enteros. -Bien, ya os habéis cambiado. Sobre todo que no os roce nada. -Todo bien. -Ahora lo siguiente, ropa de abrigo, de lluvia y botas.
Misma operación, eligieron ropa de buena calidad y resistente, con refuerzos en las zonas que interesaban. Alguna camiseta de más para verano/invierno... Y las botas. Entre las que eligió Mikel como aptas, se probaron y eligieron las que mejor se adaptaban a sus pies. Por ahora todo bien. -Ahora material. Saco, esterilla, material de supervivencia...
Para terminar, cogieron barritas energéticas. Aprovecharon y pasaron por el supermercado a ver si encontraban comida que no estuviera estropeada. Olía a mil demonios. Consiguieron bastante comida, entre otras cosas arroz y pasta. Eso siempre estaba bien. Lo malo es que se habían pasado de peso. -Tenemos que quitar cosas. -¡Pero si llevámos lo mínimo! -Ya, pero tenemos que quitarnos cosas. -¿A donde vamos? -A la vaina de Vitoria, pero ese no es el tema. Tenemos que quitarnos cosas. -Vale. Te propongo algo. -Dime. -Avanzamos lo máximo posible hasta una ubicación conocida. Allí dejamos la carga “extra”. Cuando lleguemos a destino plantamos campamento y Amaia y yo volvemos a por la carga que hemos dejado en la ubicación intermedia. -Tardaremos mucho. -¿Cuanto pretendes estar en Vitoria? -Mucho, supongo. Hasta que consiga matar al robot gigante de dentro. -Bueno, a lo mejor nos interesa tardar un día más en llegar y luego tener más cosas ¿no crees? -Ok, ok. Vamos a hacer eso, pero si tardamos demasiado hacemos la limpieza en pleno camino. -Ok. -Amaia, una cosa. -Dime. -Córtate el pelo. -¿Qué? -Vete a esa peluquería de ahí, coge unas tijeras y te cortas el pelo bien cortito. -¡Vete a la mierda! -Vamos a andar entre zarzas, barro y mierdas. El pelo largo te va a incordiar. -Vale, vale.
Amaia volvió enseguida con el pelo bien corto. No se había andado con chorradas, si hubiera tenido una maquinilla eléctrica la hubiera usado. -¿Así bien o quieres verme la piel? -Perfecto, gracias. -Oh, cielos. Es la primera vez que me agradeces algo. -Es la primera vez que me haces caso en algo. -Sí, he pensado que si me lo dejaba un poco más largo se ibas a quejar. -Seguramente lo hubiera hecho, sí. -¿Ves? -jejeje...
Salieron de allí, se les había hecho muy tarde. Miraron bien antes de adentrarse otra vez en el bosque. El bosque seguía dando sensación de seguridad. Era como si los asesinos no existieran. Solo importaban los robots.
Fueron a buen ritmo, mejor del que Mikel esperaba, siguieron todo el linde entre Gipuzkoa y Navarra de camino a Leiza. Pasaron cerca de la antigua casa de Joxean y Amaia. -¿Queréis ir? -¿Para qué? -A lo mejor tenéis algo importante que coger. O simplemente queréis despediros. -No, no hace falta. Supongo que lo único importante es lo que necesitamos para vivir. Y acercarse ahí siempre es algo arriesgado. -Sí, supongo.
Siguieron de camino a Leiza. A Mikel le parecía un buen sitio para hacer la parada intermedia que planteaban. Al llegar a Leiza, subieron a la casa, durmieron y siguieron viaje. -Este es un buen sitio para dejar la carga extra ¿no? -Bueno, no está mal, pero esto es más o menos un tercio del viaje. -¿Qué? -Lo que oyes. -Bueno, aún así, vamos a dejar las cosas aquí y seguimos.
Tres días después llegaban a destino. Hicieron un pequeño campamento cerca de Araia, en el bosque. -Bueno, voy a inspeccionar el terreno ¿sabéis ir y volver? -Sí, me he fijado mucho y me has enseñado a usar la brújula. Por suerte me recorrí bastante estos montes cuando era joven. -Dijo Joxean. -Has andado mejor de lo que esperaba. -Hemos hecho trampa. -¿Qué? -Sí, Amaia me llevaba un par de cosas de peso, así que he ido más ligero. De todas formas, poco a poco me estoy poniendo en forma. Aunque a mi edad no esté para muchos trotes.
Mikel se fue a inspeccionar la zona, Joxean y Amaia de vuelta a Leiza. Cuatro días después volvieron a verse. -Hola ¿habéis llegado bien? -Sin ningún contratiempo ¿Y tú? -Han aparecido unos pocos robots más, pero ya me he encargado. Quiero vuestra ayuda. -Te íbamos a decir, aquí cerca hay otro centro comercial ¿Y si vamos allí y pillamos alguna tienda de campaña, o un toldo, o esterillas hinchables? Si vamos a pasar tiempo aquí, nos conviene tener comodidad. -Nada imprescindible. -Esa es otra ventaja. Si montamos un campamento paralelo, podemos tener la mochila totalmente preparada para irnos. -Ok, no es mala idea, pero os encargáis solitos ¿vale? Y después de ayudarme a mí. -Vale, vale ¿qué ayuda necesitas? -Desaparecen cuerpos de robots, necesito saber como lo hacen. -¿Y qué quieres? -Turnos de vigilancia, 8 horas cada uno hasta que veamos qué o quién se lleva los robots. -Ok.
Y así lo hicieron.