La Llegada – Epilogo

Regreso a la tierra

La nave llegó a destino y frenó. El cubículo de seguridad que albergaba al capitán John Smith se abrió. -¿Habrá ido todo bien? Voy a mirar por las cámaras.

Una pantalla mostró la tierra. Tan azul como siempre “ya estoy en casa, todo ha ido bien” se dijo a sí mismo. Se sentó a los mandos de la nave y se preparó para aterrizar en la estepa de Kazajstan, tal y como estaba planeado. Empezó la maniobra de acercamiento, pero las cámaras le mostraron algo extraño. Mucho bosque, demasiado bosque. -Un momento ¿qué ocurre aquí? Voy a ver.

Aprovechando que estaba en una órbita LEO, decidió esperar a dar la vuelta al mundo y mirar. Iban a ser doce horas más hasta aterrizar, no era para tanto. Por lo que veía en las pantallas, todo era muy verde, pero por lo demás no le sorprendía nada. Entonces llegó la parte de la tierra en la que era de noche, “¡no hay luces, nada! se sorprendió “¿Qué ocurre aquí?”. Decidió comunicarse por radio. -Aquí nave alpha, repito. Aquí nave alpha. Conteste torre de control.

Nada, no había respuesta. Estuvo unos minutos intentando contactar por radio sin resultado, así que decidió aterrizar.

La nave empezó a acelerar, la entrada a la atmósfera con una nave cúbica sería dura, pero todo estaba previsto. Marcó las órdenes en el cuadro de mandos y volvió al cubículo de seguridad para protegerse de la entrada de la atmósfera y en el aterrizaje.

Media hora después, el cubículo de seguridad se volvía a abrir. El capitán John Smith abrió la puerta de la nave espacial. Allí no había nadie. Salió. -Aquí hace frío para ser Mayo, joder.

Volvió a entrar, cogió una manta térmica y se tapó a la espera de que vinieran a rescatarle. Nada, no venía nadie.

Pasaron dos días, el capitán Smith estaba desesperado, no le quedaba mucha comida y esta sabía muy distinta en la tierra. Era horrible comer aquello. De repente vió una silueta acercándose. -¡Por fin! No. Un momento... Eso es la silueta de una sola persona.

Un hombre vestido de pieles se acercó y le dijo. -Hola capitán Smith. Lamento la tardanza. -le dijo el hombre con un extraño acento. -¿Le conozco? -Oh, no, usted a mí no me conoce. Pero debería venir conmigo si quiere sobrevivir. -¿Ir? ¿A donde? -Al Sur, a lo que usted conocería como el parque natural de Ugam-Chatkal, en Kirguistan. -¿Pero qué? -Aquí no hay nada, como puede ver. Yo tengo víveres para los dos, pero debemos darnos prisa. -Debo esperar a que me rescaten. -Le estoy rescatando, capitán. -Me refiero a la NASA. -Ya no existe la NASA, mi querido capitán. -¿Qué? Explíquese, no le entiendo. -¿No quiere que primero salvemos la vida? Bien, como prefiera. -¿Qué? -Sus cálculos eran incorrectos. Einstein estaba equivocado. -¿Como? -Vaya, no se quiere enterar. Supongo que es normal. Bien, le explico. Estamos en el año 5376 después de Cristo, han pasado más de 3000 años desde que se fue usted. -¿¡COMO!? -En este tiempo hemos asistido a una invasión alienígena, a la casi extinción de la raza humana y, por consiguiente, a la desaparición de la civilización que usted conocía ¿Nos vamos ya? -¡Debo quedarme. -Bien, no me deja otra opción.

El hombre golpeó en la cabeza a John Smith y lo dejó inconsciente. Lo cargó en su hombro y se lo llevó. Para cuando despertó estaban ambos al lado de un río, entre pequeños árboles. John Smith cogió su arma y apuntó al hombre. -¡Quieto, queda detenido por atacar a un miembro del ejército de EEUU! -Dispare hombre, dispare. Dese el gusto. -¡Quieto, dispararé! -Sí, hombre, sí.

Aquel hombre seguía acercándose, aunque no mostraba hostilidad. Antes de que John Smith disparara, el hombre le quitó el arma y le apuntó. -Mire, se dispara así.

Apretó el gatillo, pero no sucedió nada. -¿Qué? -dijo John Smith. -¿Me hará caso ahora? Siéntese por favor. Y hablemos.

John Smith se sentó, estaba asustado. -Tome, beba un poco de agua. -el hombre le dió un odre de agua, del que bebió- -Bien, cuéntame. -Oh, tuteémonos. Bien, bien. Ante todo, pedirte perdón por mi inglés. Sabía poco, no lo he practicado en milenios y lo he tenido que aprender de libros. Te ruego que me disculpes y me preguntes si no entiendes algo. -Bien. -Como te he dicho antes, han pasado más de 3000 años desde que te fuiste. Los cálculos de Einstein y otros científicos posteriores estaban equivocados. Por suerte, he tenido tiempo de corregirlos y saber exactamente qué día volverías. -Sí, eh... ¿Tú quién eres? -Ah, sí, cierto. Soy Mikel, encantado capitán Smith. -John. -Ok, John. Como te decía, calculé cuando volverías y vine a buscarte. -¿Pero como? -Es una larga historia, pero supongo que tampoco tienes nada mejor que hacer. Al día siguiente de tu partida, una raza alien nos atacó y perdimos a la inmensa mayoría de la humanidad. Sé que llegamos a ser alrededor de un millón de humanos vivos. -¿Y ahora cuantos somos? -No lo sé con seguridad, la tecnología ha dejado de funcionar, como has visto con la pistola. Aunque creo que tu nave seguirá funcionando, ya lo probaremos en otro momento. -¿Como? ¿Qué sabes de mi nave? -Todo, supongo. La he estudiado a fondo. -¡Pero esos documentos son secretos! -Ya. Pero entré en la NASA y tuve tiempo de sobra para estudiar todos los estudios relacionados con el tema. Ten en cuenta que la NASA ya no existe, no había nadie para proteger esos secretos. -Pero, pero... -A lo que iba. Al no haber tecnología, no hay bases de datos centralizadas que nos dicen cuantos habitantes hay en cada lugar. Ahora es más manual. Calculo que somos unos veinticinco millones en total. -¿En el mundo entero? -Oh, el 99% de la población vive alrededor del mediterraneo. Fuera de allí hay poca gente. -¿América no existe? -El territorio sí, gente viva... -¿Nadie? -No, EEUU fue un fracaso a la hora de sobrevivir. -¡No te creo! -Yo te explico y si quieres luego vamos a verlo. -¿Pero como vamos a ir sin un avión? -En tu nave. -¡No se puede! -Si me dejas modificarla un poco, se podrá. Si no me dejas... Bueno, estamos a más de mil quinientos kilómetros de la civilización más cercana, en el mar caspio. -¡No es posible! ¡Me estás mintiendo! -Bueno, tranquilo. Mira, te propongo algo. Estamos relativamente cerca de Taskent, antigua capitan de Uzbekistán. En su momento tuvo más de dos millones de habitantes. Vamos allí y verás que tengo razón.

John y Mikel se fueron caminando hasta allí. Ahora casi todo era bosque y tardaron varios días en llegar. Mientras tanto Mikel le preguntaba por las sensaciones del viaje. -La verdad es que no se siente nada. El cubículo de seguridad es increíble. -Ya, leí sobre él, pero no estaba claro si te protegería del todo o no. -¿Como que no? Me dijeron que era 100% seguro. -Pues te mintieron, hay 84 informes cuestionando la seguridad del cubículo.

Llegaron a Taskent. Todos los edificios estaban derruídos, todo estaba lleno de vegetación, no había nada. -¡Pero si parecen unas ruinas romanas! -Oh no, esto es más antiguo en proporción. Las ruinas románas de tu época tenían un máximo de 2800 años y la mayoría no tenía ni 2000. Esto tiene más de 3000. -¡Pero, pero! -Te lo he dicho, no hay nada. La civilización que conociste no existe. Podemos seguir andando si quieres, pero yo me iría acercando a la nave. Si quieres vivir, claro ¿Quieres seguri viviendo? -¡Pues claro que quiero seguir viviendo! -Era una pregunta razonable. Toda tu vida no existe, el suicidio es una opción natural. -¡El ejército de EEUU no se rinde jamás! -Vaaaaaaaaaale.

Pasaban los días. Mikel y John caminaban por los bosques. Mikel cazaba y compartían la comida. Mikel pescaba y compartían la comida. Mikel conseguía pieles, las preparaba y se las daba a John para que pudiera sobrevivir. -¿Y ahora qué? -Yo veo dos opciones, John. O nos quedamos aquí a sobrevivir o me dejas modificar tu nave. -No puedo dejarte, ya te lo he dicho. -Ok ¿Quieres que te cuente algo más o ya te das por satisfecho? -En estos días me has contado como fue “La llegada” y lo que pasó después. Pero no me has contado qué ha pasado con esos robots ¿Les vencieron o qué? -Bueno, es que ese es un tema que no quería sacar todavía. -¿Por qué? -Porque... Vas a flipar. -¿Qué? -Yo vencí a los robots alienígenas.

John abrió los ojos, incapaz de decir nada ¡Aquel hombre estaba loco! -Ya veo que no me crees. Mira esto.

Mikel sacó un cuchillo y trató de cortarse el cuello. -¡QUÉ HACES! ¡NO!

No se cortaba. -¡Me has engañado con un cuchillo romo! ¡Casi me da un infarto! -dijo John. -No está romo. Lo afilé ayer. Mira. -y Mikel cortó una rama sin esfuerzo. -Si quieres, puedes hacerlo tú. En el antebrazo si lo prefieres.

John no entendía nada. Cogió el cuchillo y trató de cortar a Mikel en el antebrazo. No era posible incluso aunque se hiciera fuerza. Entonces cogió un pedazo de carne de la cena y cortó. Aquel cuchillo cortaba. -Vale. Ya has visto que no estoy loco. Un alien me hizo inmortal. -¿Qué? Nonono... Eso es imposible. -Hasta ahora todo lo que has visto ha sido imposible. A lo mejor deberías empezar a creerme un poco.

John no creía a Mikel, así que la conversación terminó ahí. Durante los días siguientes, Mikel demostró que su agilidad, su fuerza y sus reflejos eran sobrehumanos. Al final, John tuvo que creerle. -Vale, te creo. Eres inmortal. O algo así. -Gracias ¿Puedo seguir? -Sí, claro. -Bueno, simplificando mucho. El alien era inmortal y me convirtió en inmortal. Entonces yo volví a casa. -¿Y qué hicistéis? -Conquistamos gran parte de la península ibérica. Teníamos sitio de sobra para vivir sin problema. Estuve con mi familia, tuvimos una buena vida. -Ya, muy bonito todo. -Ví morir a mi mujer de vieja. Mis viejos amigos también murieron. Mis hijos también murieron. Luego mis nietos. Al final, era físicamente más joven que mis tataranietos. Tenía decenas de tataranietos, pero ya no sentía el mismo apego por ellos. Era distinto. -¿Y qué hiciste? -Un día decidí que ya no había vida familiar para mí. Me despedí de todos y me fui. -¿A donde? -A acabar con los robots. -¿Con todos? -Me pasé los siguientes ciento cincuenta años recorriendo el mundo y acabando con los robots. -¿Y te has recorrido el mundo a pie? -Los caballos son más lentos que yo. Y las bicicletas ya no sirven como antes, casi no hay caminos empedrados. No digamos nada de asfaltados. Es más rápido ir a pie. -¿Y has estado en EEUU? -Varias veces. La primera vez que fui fue cuando entré en todos los edificios gubernamentales a buscar documentación en papel que me pudiera servir. -¿Servir? -Luego te cuento. Pero piensa que el papel se destruye con el tiempo. Así que debía leer lo importante cuanto antes. -Ya ¿Y luego? -Luego me seguí recorriendo el mundo. Conocí a los habitantes del amazonas, que ahora es mucho mayor que cuando tú lo conociste. -¿Y cuantos hay ahí? -Unas decenas de miles. La última vez que estuve estaban empezando a salir del amazonas y a buscar zonas cultivables. Les ayudé a cambio de que siguieran funcionando en comunidad. -¿Qué? -No te voy a hablar de política. Te vas a enfadar. -¿Qué? ¿Peor que lo que me has contado hasta ahora? -Vale, vale. Luego no te quejes. Que sepas que no hay dinero, no hay clases sociales, todo el mundo comparte las cosas en comunidad. -¡ESO ES COMUNISMO! -No, no lo es. Es vivir en comunidad. Lo que no hay es economía. -¡COMUNISMO! -Ya sabía yo, jodidos yankees con el cerebro lavado... ¡QUE NO ES COMUNISMO, PESAO! -¡Pero si has dicho que...! -Ya sé lo que he dicho. Pero el comunismo, según predicó primero Proudon, luego Marx, Luego Lenin, Sartre y otros filósofos, es una doctrina social Y económica. No puede ser comunismo si no hay economía. -¡Pero se parece al comunismo! -No tienes ni puta idea de lo que es el comunismo, majete. Pero bueno, tú mismo. Lo que se hace es buscar siempre el bien común. Lo llaman vivir en comunidad. Tú llámalo como quieras.

Los días avanzaban, cada vez hacía más frío. -Hace un frío horrible. -Es que es Octubre. -¡Hará más frío! -Estamos muy al norte. Deberías ir hacia el sur. -¡Pero me has dicho que estamos a mil quinientos kilómetros de la civilización! -Sabes cual es la solución ¿no? -¿Dejarte manipular mi nave? -Sí. -Ok, ok. No quiero morir aquí.

Mikel y John fueron a la nave. Mikel entró y empezó a sacar cosas de su sitio para poder acceder a ciertas partes. -¡Qué haces loco! -Tranquilo, que sé lo que hago. -¡Pero qué pretendes hacer! -Los científicos que inventaron esto tenían algo aún más gordo entre manos. Esta tecnología es energía infinita. -¿Qué? -Sí. Si la manipulo como se debe, podremos volar cuanto queramos. -¿Pero como? -No vas a entender nada, así que mejor lo dejamos así. Tú quédate con que esa energía ofrece aceleración infinita, por tanto, energía infinita. -¿Como? -Cuanta mayor aceleración, mayor energía se consume ¿verdad? -Sí, claro. -Pues aceleración infinita requiere energía infinita. Estos científicos habían inventado algo que era la solución a un montón de problemas en el mundo. Y lo usaron para hacer volar una nave. -¿Entonces, podremos ofrecer energía infinita a todo el planeta? -No, porque necesitaría fabricar algunas cosas que no puedo fabricar. -¿No puedes fabricar? -Necesitaría un laboratorio con mucha energía eléctrica para poder fabricarlo. Y no tengo energía eléctrica en condiciones. -¿Entonces? -Podremos volar casi instantaneamente a cualquier parte del planeta. Y también podríamos ir fuera, si quisiéramos.

Cuando Mikel terminó, avisó a John. -¿Nos vamos? -¡Así no puedo pilotar! ¡Lo has desmontado todo! -Tranquilo, es solo colocar cuatro cosas en su sitio ¿Ves? Así. -Ok ¿A donde? -Vamos al Sur de Italia a pasar el invierno. -Vamos.

La nave se alzó en el aire. -Métete en el cubículo, si no no sobrevivirás. -dijo Mikel. -¿Y tú? -¿No te he dicho que soy inmortal? -Ah, claro, claro.

John se metió en el cubículo y aparecieron casi instantaneamente en Sicilia. Donde bajaron y un montón de gente vestida de extrañas formas empezó a gritar “Mikel, Mikel” y a postrarse ante él. -Ah, sí. No te lo he dicho. Me consideran su dios. -¿En serio? -Bueno, tiene sentido. Soy sobrehumano, las historias cuentan que salvé a la humanidad... Y aparezco cada muchos años. -¿Como te han reconocido? -Porque los muy mongolos han hecho estatuas y cuadros con mi cara. -¿Y dejarte la barba larga o cambiar de estética? -No puedo. La barba se me corta sola. -Oh, vaya. -Bueno. Te voy a enseñar algo de castellano, o como sea que se llame ahora. -¿Como? -Claro. En todo el mediterraneo se habla un único idioma, el de los supervivientes de la llegada. -¿En serio? -Eramos decenas de miles. Empezamos a ampliar nuestra influencia por el mediterraneo y nos encontramos con pequeñas colonias de supervivientes. Tuvieron que adaptarse y aprender nuestro idioma. Y así fuimos ampliando la influencia hasta rodear todo el mediterraneo. -Es increíble. -Ah. Y cuando te enseñe me voy. Que eso de que me adoren no me gusta nada. Nos veremos en primavera e iremos a ver el resto del mundo ¿ok?

Y así lo hicieron. En Marzo, Mikel apareció y todos se postraron ante él. -Qué peñazo, en serio. -¡Mikel! -Hola John ¿Nos vamos? -Sí, claro. Oye, que no te pregunté. -Dime. -¿Como supiste donde iba a aterrizar? -Tenía ciertas ideas, pero por si acaso me subí al Everest a mirar. -¿El everest? Me dejas sin palabras. -También tengo una visión mucho mejor que la tuya. Así que te ví a lo lejos y calculé donde caerías. Tardé tres días en llegar desde el Everest hasta tu ubicación. -¡Pero si son como mil kilómetros! -Sí, pero es que no necesito parar, ni dormir, ni nada. -Yo te he visto dormir. -Ya. Es que el tiempo se me hace largo. Y dormido se pasa más rápido ¿Nos vamos? -Sí.

Mikel y John fueron a América, a África, recorrieron Asia... -No queda nada. Mi hogar, mi familia, mi país... -Es duro, lo sé. -¿Y yo ahora qué hago? -Primero, te pediría que me llevaras a Australia, Nueva Zelanda y alguna otra isla. -¿Y eso? -No he estado en esos sitios. Tengo que acabar con los robots de allí. De hecho, métete en el cubículo, yo me encargo. Será más rápido. -¿Como? -Claro. Tú te quedas dentro y yo voy conduciendo la nave de vaina en vaina para acabar con ellos. -¡Nos atacarán! -Dentro del cubículo estás seguro. Y yo soy inmune. Si lo hacemos así, calculo que tardaremos unas horas. -Ok, ok.

Una vez hicieron eso. Y, recorrido el mundo, Mikel le preguntó. -¿Qué quieres hacer? -No lo sé. -¿Te ves capaz de vivir así? -Tendré que serlo ¿no? -Puedes probar. -¿Y tú? -Yo solo quiero morir. -¿De verdad? -Claro que sí. No me queda nada. Bueno, me quedan mis tatara-tatara-tatara-tatara... -Ya, ya. -tatara-nietos. Son de mi sangre, pero nada me une a ellos. -Claro ¿Y, aparte de morir, qué quieres hacer? -Nada. Hace tiempo que dejé de inmiscuirme en la sociedad. -¿Antes lo hacías? -Sí. Cuando volví de dar la vuelta al mundo, que por cierto me faltaban los sitios donde has visto vainas... -¿Y como puede ser que faltaran? Me dijise que habías recorrido el mundo. -A pie. Una cosa es llegar a Madagascar, que me tuve que fabricar un barco yo solito en África para hacerlo. Pero no podía llegar a esas islas tan lejanas. No era posible. -¿Y nadando? -Lo pensé, pero las corrientes me llevarían por cualquier sitio, llegar allí sería más cuestión de suerte. -Hay mapas de corrientes. -Ya. Pero las corrientes del mundo han cambiado. El cambio climático terminó y las corrientes se rehicieron. Ahora todo es distinto. -¿Era verdad? Había muchos que lo dudaban. -Era verdad. El cambio climático hubiera acabado con la vida del planeta. Y no estábamos tan lejos. -¿Entonces, “la llegada” no fue tan mala para el ser humano? -Si mis cálculos son correctos, si no hubiera existido este alien, no hubieramos durado ni cien años más. -Oh. -Sí. Eso sí. Alguna empresa hubiera sacado unos pasajes exageradamente caros para montarse en naves como la tuya y llevar a los ultra-ricos al otro extremo del universo. A empezar otra vida. -¡jajaja! Seguramente. -Sí, qué divertido. Bueno ¿te quedas en el Sur de Italia? Es buen sitio para vivir. -Sí, pero cuéntame eso de que “ya dejé de inmiscuirme en la sociedad”. -No ha colado ¿No? -No. -Vaya. Pues me encontré con que lo que conoces como Egipto era muy poderoso. Y estaba empezando a conquistar territorio y a crear un imperio. Habían roto las reglas de la vida en comunidad. -¿Y qué hiciste? -Pensé en matarlos, pero decidí darles con palos. -¿Como? -Fui con dos palos gordos y les dí golpes a todos hasta que se rindieron. -¿En serio? -Sí. Y fue un grave error. -¿Por qué? -Porque tiempo después, lo que tú conoces como Argelia hizo lo mismo. Y tuve que intervenir. -Ya. -Y luego España también. -E interviniste. -Sí. Y pasaron a depender de mí. Y yo me pasaba el día de aquí para allá derrocando aspirantes a dictadores. -Ya, claro. -Y cada dictador con el que acababa, más me endiosaban los lugareños. -Oh... -Y así hemos llegado a este nivel. Eso sí, desde hace más de 800 años no hay ningún intento de romper la vida en comunidad. -Es un eden comunista. -Que no es comunismo, pesao. -Ya, ya, te hacía una broma. -Bueno ¿Sur de Italia? -Sur de Italia. -Te dejaré allí y pasaré a verte una vez al año ¿de acuerdo? -¿Tan poco? ¿Y tú donde vivirás? -Me quedé a vivir en el palacio de Versalles, en Francia. -¡Oohhh...! ¿Y eso? -Una broma que tuve con mi mujer. Nuestro primer viaje como novios fue a París y ella me llevó a Versalles. Me dijo “cuando seamos ricos compraremos esto y viviremos aquí”. -Ah, claro. -Y yo le respondí “cuando seamos los dueños del mundo, este será nuestro cuartel general”. -¿Y ya está? -Sí. Es un pequeño recuerdo. Ahora allí no vive nadie, es una zona abandonada. Arreglo el jardín y hago bricolaje. Intento mantenerlo en buen estado. -Bueno, si te necesito ya sé donde encontrarte. -Sí. Oye, una cosa. -Dime. -No te suicides sin avisarme antes. -No me suicidaré. -Vale, pero no olvides lo que te he dicho.

Pasaban los años. Una vez al año Mikel aparecía en Sicilia, todos le adoraban y él hablaba con John. John aprendió el idioma y las costumbres, pero no se adaptaba. Era demasiada diferencia cultural. Un día, después de 8 años, fue John el que apareció en Versalles. -Oh, vaya. Hola John. -Hola. -¿Necesitas algo? -Oh, tienes esto muy bonito. Parece que aquí no pase el tiempo. -Sí. Está casi idéntico a como era hace 3000 años ¿Venías a algo? -No quiero seguir viviendo. -Ya. -¿Por qué me dijiste que te avisara? -Porque, si te parece bien, me suicidaré contigo. -¿Como? Si no puedes suicidarte. -Eso quiero probar. Si sale mal, vagaré por el universo el resto de la eternidad. -¿Pero no eras inmortal? -El alien dijo una cosa. -¿Qué? –“Bueno, si consiguieras arder a una temperatura superior a los 13 millones de grados, tus robots se desintegrarían. Pero no puedes hacer eso ¿verdad?” -Ya. Pero no puedes conseguir trece millones de grados ¿no? -Yo no, pero tú me puedes llevar a donde los hay. -¿Qué? -Llévame al centro del Sol. -¡No se puede! -Sí se puede. -A la nave solo le pones la dirección y la distancia. Y no tenemos posibilidad de calcular a qué distancia estamos del Sol. -Se puede. He calculado como ponernos a una distancia segura pero controlada del centro del Sol. Desde ahí solo hay que decirle que vaya en dirección al sol y a una distancia concreta. Apareceríamos en el mismo centro del sol. -¿En dos saltos? -En dos saltos. -¿Y por qué me necesitas? -No te necesito. Es solo que no quiero robarte la nave. -Ya, pero podrías haber esperado a que muriera. Sin embargo, me pediste que no me suicidara sin avisarte. -Eres militar, pero también científico. Pensé que no te gustaría morir cortándote las venas o tirándote por un barranco. -¿Y te parece mejor idea meternos dentro del sol? -Bueno, es más épico ¿no? -Creo que tener tantos años te ha ajado el cerebro. -¿Te apuntas o no? -Sí, claro. -Pues vamos.

Se metieron en la nave. Mikel le dió las coordenadas y la distancia y dieron el Salto. -Bueno John, última oportunidad ¿quieres suicidarte? -Sí. -Mete estas coordenadas y esta distancia. Y métete en el cubículo. -¿Para qué? Si voy a morir igual. -Por dos razones. Si no te metes en el cubículo, la nave no activa el salto. Y, además, morirías antes de llegar al Sol. -Ah, no. De eso ni hablar. -Pues adentro.

Cuando John se metió en el cubículo, Mikel escuchó una voz en su cabeza. -Eres listo Mikel. -Hola Alien. -Llámame Bforg. -Suponía que me hablarías antes de morir ¿funcionará? -Claro que sí. -Siempre me has dado una oportunidad, nunca me has cerrado mi destino. Suponía que esta vez sería lo mismo. -Me he divertido mucho durante este tiempo. Gracias. -¿Has probado a meterte en una estrella? -Incluso me metí en una estrella de neutrones. Y nada. -Uau, 3x10⁹ grados Kelvin. Eso es mucho calor. -Y no conseguí nada. -Vaya, lo siento. -¿Ya no me guardas rencor? -Ya no guardo ningún rencor a nada ni a nadie. -Me alegro. Libérate Mikel. -Gracias Bforg.

La nave se activó dirección al sol.