La llegada parte 4.

El fin de todo lo conocido

Era Marzo. Hacía ya un año desde el aterrizaje de los aliens. Xabi ya sabía andar y era el terror de las gallinas. Unai empezaba a ayudar de verdad en las tareas diarias, incluso había aprendido a cazar pajarillos con el tirachinas casero que le había fabricado Mikel. Txomin era capaz de cocinar algo rico con lo que hubiera, había aprendido a buscarse muy bien la vida en la cocina. Izaro era la jefa de las chapuzas caseras y Nerea la dueña de la huerta. – Chicos, llega la primavera. Toca volver a salir a buscar aliens. – ¿Y no es mejor quedarnos aquí? – ¿Y si vienen? No nos enteraríamos hasta que fuera tarde. No, es mejor prevenir. Nos daría tiempo a salir por pies. – ¿Por pies a donde? Solo podemos salir por el bosque. – Si los descubrimos solo tenemos que bajar por el bosque hacia el valle y quedarnos allí unas horas. Todos tenemos nuestras mochilas de huída preparadas. – ¿Y si no los descubrimos a tiempo? – Entonces dará igual que hayamos vigilado. – Joder. – Sí, pero hay que vigilar. – ¿Y si vienen y se quedan aquí? – Por ahora no se quedan en ningún lado. Están buscando humanos y pasan por sitios, pero nunca se quedan. Casi seguro que podríamos volver. – ¿Casi? – Nada es seguro, Izaro. No tenemos certeza de absolutamente nada. – ¡Pues eso no puede ser! ¡Necesitamos agarrarnos a algo! – Agárrate a nosotros, es todo lo que tenemos. Nos cuidamos y vamos juntos. No hay más. – Voy yo. – ¿Otra vez, Mikel? – Es mi trabajo ¿no? ¿o aquí necesitáis un electricista? – Joder, eres el que más hace de todos y te consideras el más prescindible. Para ya. – Solo quiero que viváis. Es mi única meta. – Ya, es la de todos, pero no puedes jugarte la vida constantemente solo para que el resto vivamos. – Si es lo mejor para la mayoría, me juego la vida. Es así y seguirá siendo así mientras siga vivo.

Empezaron las patrullas. Aprovechando que era primavera, Uxue y Ainara empezaban a meterse en el bosque en busca de frutos. Traían cualquier baya o similar que encontraran y los adultos decidían si eso podía comerse o no. Mikel salía a diario, recorría como mínimo hasta el final de la pista. Que ya empezaba a estar cubierta de matojo, lo que le venía muy bien a la familia, ya que les ayudaba a estar más escondidos. Muchas veces bajaba por distintos sitios, buscando rastros de aliens, robots o lo que fueran. No había rastro de nada ni nadie. Nunca.

Un día de Mayo, caminando por el bosque, escuchó a gente ¡Y ESTABAN CANTANDO CANCIONES SOECES A GRITOS! No podían ser tan inconscientes y seguir vivos. No podía ser. Se acercó a mirar. Un grupo de 5 hombres armados con enormes cuchillos, arcos y flechas habían acampado en un claro del bosque. Se quedó a escuchar a una distancia prudencial. – Joder, como mola la primavera. Hay un montón de animales para cazar, no como en invierno que si pillabas un puto conejo tenías suerte. – Pero mira que pintaza tiene el jabalí. Tenemos para varios días. – ¿Oís algo? – No. – Yo tampoco. – ¿Entonces? – Que siempre se oyen pájaros y mierdas. O hay lobos o alguien nos vigila. – ¡EH! ¡HAY ALGUIEN! ¡SOMOS BUENA GENTE PERO VAMOS ARMADOS! ¡SAL!

Mikel se lo pensó, pero decidió quedarse quieto y callado. – ¡EH! ¡QUIEN SEAS! ¡SI ESTÁS SOLO QUE SEPAS QUE PASAREMOS UNOS CUANTOS DÍAS EN ESTE CLARO DEL BOSQUE, PODEMOS AYUDARTE SI LO NECESITAS! – ¡Jajajajaja! “podemos ayudarte si lo necesitas” Pareces la puta madre Teresa. – ¡Calla! Nos vendrían bien otro par de personas en el grupo. Solo esperemos que no haya niños. – Ningún niño ha sobrevivido y lo sabes. – ¿qué eres? ¿el puto papá noel anunciando la navidad? Menuda alegría. – ¡JAJAJAJAJAJAJA!

A Mikel le hubiera encantado comer un poco de jabalí, pero salió de allí pitando. Al llegar a casa les explicó a todos lo que había visto. – ¿cantando? ¿están locos o qué? – A lo mejor es que los robots-alien son sordos. – ¿Y eso como lo saben? Joder, que puta necesidad de jugársela. – Bueno ¿qué hacemos? ¿Les invitamos? – No hay sitio para tanta gente y van armados. Si los trajéramos nos echarían de aquí para quedarse ellos. O peor, nos matarían. – ¿Tú crees? – La ley del más fuerte, no me fío. – Yo tampoco. – Ok. Mikel, vigílalos de lejos. Sobre todo que no te vean. – Sin problema.

Durante unos días, Mikel se dedicó a vigilar a esta gente. Lo único que sacó en claro era que eran unos bocazas y que eran buenos cazadores. Les vió cazar corzos, ciervos, jabalíes... Podían hacerlo con trampas para animales o con los arcos, pero no fallaban.

Un día, volviendo de vigilar a los cazadores, escuchó pisadas en la carretera ¡conocía el ruido! ¡ALIENS! Se acercó y vió como bajaban unos cuantos, en su típica formación de un alien cada 150 metros. Eran muchos. Se quedó a esperar un rato, pero seguían bajando más y más. Decidió subir hacia casa, tenía que asegurarse de que todo estaba bien. Se alejó un poco de la carretera para que no le vieran y empezó a subir en paralelo. Al llegar a la pista, vió que los aliens habían seguido subiendo. No habían entrado en la pista, lo que le tranquilizó. Fue a casa a asegurarse y... ¡HABÍA ALIENS EN LA CASA! ¡Y NI RASTRO DE SU FAMILIA! ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOO!

Vió como los aliens subian por la pared hacia el monte. No cruzaban bosques pero trepaban clavando sus garras en la roca. Desde la seguridad del bosque, buscó a su familia, ni rastro de ellos. Bajó por un lateral, al sitio de seguridad acordado por si pasaba esto ¡En el sitio de seguridad también había aliens! ¡JODERJODERJODER! Un alien se quedó allí, como esperando. No podía entrar. Volvió a subir a casa. Vió como el último alien escalaba la pared. En cuanto vió que no había nadie, fue a la casa, nadie, nada. Pero las mochilas de huída estaban en su sitio. Solo había una explicación, los habían matado y tirado por el barranco.

No podía quedarse allí. Cogió su mochila de supervivencia, le añadió alguna cosa que podía necesitar y entonces lo oyó. Roca rompiéndose ¡ESTABAN VOLVIENDO! Salió por pies de la cabaña y vió a 3 aliens bajar a por él, salió corriendo hacia el bosque. Esperaba que bajando en vertical les costara más apuntar, si no estaba muerto. Corría con toda su alma, por su vida. Cuando estaba llegando al bosque escuchó el zumbido. Saltó hacia adelante, a intentar ocultarse.

Seguía vivo, habían fallado, pero no podía pararse porque le iban a volver a disparar en nada. Se levantó y salió corriendo por el bosque. Solo podía hacer una cosa, buscar a los cazadores.