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Buenas noches, #Cicely En una de las múltiples versiones de la leyenda del caballero Lancelot del lago, éste, tras ser sorprendido junto a Ginebra, es expulsado de Camelot. Desnudo, totalmente despojado de armas y ropajes sin un claro rumbo ya sin señor ni señora, Lancelot se dirige al pueblo más cercano, donde los aldeanos, sin reconocerle, le proporcionan lo necesario para continuar su camino asistido con la única arma de su esperanza. Me siento un poco desterrado, un poco desnudo y un poco esperanzado. Desterrado porque en el mundo exterior tengo a mis fieles camaradas Gaxu (que es Batman más que nada) y SraGremlin (maga más grande que Merlín) y una dama, que para el caso sería Ginebra, y que me sustentan, pero no lo suficiente. Desnudo porque el calor que se me ha dado aquí no lo cubro con ropajes, y esperanzado porque después de cuatro biopsias, parece ser que mi hermana sólo tiene un tumor, que mi hija, mal que me mientan constantemente, sé que podrá enfrentarse sola a su dragón y lo vencerá sin necesidad de armaduras... Así son y así deben ser las mujeres (y los hombres también, que para algo tenemos cromosoma X). Tuve, tengo y tendré un pavor a la salud, tan caprichosa que cuando quiere jugar al escondite busca entre los más recónditos lugares para acecharse y ganar una partida en la que hace falta. La esperaré, como en el bolero. No por mí, sino por los demás. Acabo de ver al entrar que debo muchos privados y mucho cariño. Dos semanas escasas han dado para mucho y tengo especial mención para aquellos que desde el anonimato me preguntan en un ciberespacio incierto. Gracias! A Malandra y a Depri, que siempre me han recordado les cedo mi arma y me pongo a sus pies. Nunca me lo hubiese esperado y nunca olvidaré. Habéis sido muchos los que me habéis mencionado con cariño, haciéndome sentir tan especial como pequeño. Pequeño al lado vuestro tan sólo. Me fui con dolor y sin saber si volvería porque el tiempo de las enfermedades va por novenas según Hipócrates... y antes semejante incongruencia uno no puede sino capitular. Os quiero. Seguro que estaré poco estos días, pero celebraremos juntos la llegada del solsticio porque es el tiempo de la esperanza. Mi tiempo ahora y el vuestro siempre. Ahora os veo