Hoy es Sábado pero ha parecido Domingo todo el día. Los Sábados, en general, estoy aún intentando desprenderme de mi laburo, intentando liberarme de la semana. Pero hoy parecía Domingo. Los Domingos ya tengo la cabeza en esos universos paralelos que no incluyen computadoras, ni internet ni el estomago revuelto del stress que se va acumulando de un día a otro en la oficina virtual en la que vivo. Hoy parecía Domingo. Me levante temprano, cosa que usualmente no pasa los Domingos, y salí a una caminata a mirar pájaros. Toda la mañana camine por el bosque, escuchando pájaros petirrojos, carpinteros, flickers y otros. Vimos un flicker salir de un pequeño agujero de un árbol cuando el pájaro carpintero se acerco a reclamar el agujero. Al final de la caminata tuvimos un tour por el santuario de Audborn en donde pudimos acercarnos a un búho, un cuervo y un pequeño halcón. El búho (llamada Julio) estuvo sus primeros cinco años de vida en una casa de familia como mascota lo que le dio varios problemas para no poder adaptarse a vivir por su cuenta. La guía nos explico que su llamado era el llamado de un bebe búho pues nunca pudo aprender de sus padres el llamado de búhos adultos. A la vuelta a mi casa estaba muy cansada y pude dormir dos horas de siesta. La tarde se convertió en sol y dicha de primavera. Con mucha convicción salí a cortar el pasto. No lo corto por voluntad interna sino por presión social del barrio gringo en el que vivo. En cuanto estaba sacando la máquina de cortar veo que dos personas con baldes están agachados en la vereda y juntando las flores de los dientes de león. Amo estas flores y me gusta mucho la idea de que estén en todos lados y de que algo en mi jardín ayude a las abejas y al mundo. Tener pasto me genera mucha culpa y esta en mi lista de cosas para hacer, recuperar los espacios de mi casa para que sean comestibles, bebibles, dadores de vida. De cualquier forma mi decisión de cortar el pasto (y con este las dientes de león) se empezó a tambalear. Las flores son de un amarillo hermoso, les sirve a las abejas y a las personas con balde que las juntan. Sus hojas pueden comerse y se puede hacer té. Porque las estoy por cortar? Porque? Luego de un largo que si que no, decidí probar la suerte con cortar pedazos de pasto y dejar redondeles de flores. Y así la vereda quedo transformada en un físico reflejo de mi falta de toma de decisiones en el mundo. Tome todos mis pensamientos y arranque para la casa de mi madre a tomar mate. Mate con empanadas y galletitas recién hechas. Caminamos por su jardín y escuche los problemas del barrio. La vecina que corto todos sus árboles, incluido la higuera que tanto disfrutamos el verano pasado. Los ladrones de correo que parecen multiplicarse y son temas de conversación en cada mateada. Los vecinos de la esquina que parecen ser los únicos vivos en las tardes del barrio. Luego de un termo de mate y varias caminadas más por la huerta a punto de explotar en primavera, tome todo mi cansancio y me volví a mi casa con planes de seguir leyendo Tinísima hasta la noche. Y asi se redondeo el Sábado que parecia Domingo.