Tintorería

Cuando era niño a veces me pedía mi madre que llevará su ropa (sus sacos) a la tintorería al centro comercial “gigi” (pronunciado “yiyi”) que estaba a unas cuadras de la casa. La tintorería estaba al lado de un local que parecía que estaba maldito, pues nunca vi que nunca negocio durara más de un año ahí. En el segundo piso estaba un veterinario. Alguna vez en el local mencionado se puso una restaurante de carnitas, que no estaba nada mal, pero creo que el sonido de los perros llorando arriba no le hacía ningún favor.

Cuando iba a dejar la ropa siempre me llamaba la atención algunas cosas. La primera el olor, una mezcla de vapor y detergente, que salía de una coladera que estaba a un lado del local. La segunda era la forma en que el dueño del local, un señor simpático, o su hija, siempre malhumorada, contaban las prendas, les ponían alguna críptica etiqueta y las hacían a un lado. Me sorprende a la fecha que mantuvieran siempre el estricto orden.

La última era un misterioso letrero

La gente inteligente habla de ideas, la gente común habla de cosas, la gente mediocre habla de gente.

acompañado de algunas figuras (que ahora no recuerdo) en estilo del clásico “Hoy no fío mañana sí” de las tiendas de abarrotes. Me sigo preguntando a la fecha cómo decidieron poner el letrero ahí y cuales eran otros letreros alternativos que consideraron. La solución más sencilla hubiera sido preguntar, pero ya es tarde. Años después, cuando iba frecuentemente a las librerías de viejo, me enteré que ese tipo de letreros se pueden conseguir fácilmente en el centro.