Gemelos

La montaña me ha dejado aquí, en la quebrada de Vargas, rodeado de amigos, montañas y buen vino. Estoy delante de un fuego, que a veces me intoxica, y otras me emociona, en él se pierde mi mirada, en las llamas, doradas por el viento, entre los pensamientos, tratando de ver cosas que ya no existen.  Toda la noche he estado siguiendo la constelación de Escorpio, descubriendo estrellas de bellos nombres, como Agena,  Antares, Rigel y Vega. Acurrucado junto a unas rocas observo los  destellos de brasas que se van durmiendo, sobre mi bolsa, millones de estrellas, mis pensamientos vagan libres y simples como los sueños.

Un paso tras otro vamos abriendo huella hacia el Paso Serrato, de vez en cuando nos hundimos bastante en la nieve y buscamos resolver estos simples problemas, como no hundirse, como saber donde esta más dura la capa de nieve, y algo siempre se puede aprender. Por allá abajo una liebre asustada corre por la nieve, unos pájaritos revolotean en este lugar que nos parece tan inhóspito.  Un duro garrotillo nos da en el rostro, más allá del Paso un nuevo mundo nos espera, un mundo blanco, casi desconocido,  dominado por montañas, algunas  de ellas sin nombre, otras olvidadas, todas esperando un montañista que sueñe con ellas.

Ese día fuimos prudentes y apenas nos acercamos un poco a la sur de los Gemelos armamos la carpa para aguantar el pesto reinante, cuatro en carpa de tres, a derretir nieve y gozar de ese mundo blanco que se arremolina ahí afuera. Disfrutamos del atardecer, el sol nos calienta el alma, mateamos con León, con Larralde, con Atahualpa, observando la belleza del paisaje que nos rodea.

El sol ya calienta y encontramos las primeras grietas de un glaciar que no quiere morir, una sutil danza entre vacío y seracs y vamos trazando un nuevo camino. Lentamente vamos resolviendo el enigma, buscando señales, bebiendo montañas,  llenándonos los pulmones de paisajes, descubriendo rincones bellísimos plagados de inmensidad y lejanía. Estamos en lo que se denomina circo glaciar, una planicie a unos 4500mts , inmensas rimayas nos rodean, un espacio olvidado, resabios de las últimas glaciaciones, dominados por picos de roca y viento, donde nacen los hielos, donde nacen los sueños que caen  al vacío, y allá, más abajo en el valle, enamoran para siempre a algún montañista.

El dia siguiente es gris y frío, entre seguras pisadas de acero e incertidumbre vamos siguiendo este camino, un filo blanco que se recorta sobre el cielo gris, desde ahí a la cumbre, el abrazo inmenso, el camino resuelto, los grandes amigos, las lágrimas y el horizonte de los próximos sueños.