Poincenot

La cumbre fue un paso más, tan importante como andar por el bosque, reír con los amigos y sentir el paso de los glaciares en las rocas marcadas por los hielos, en ella no hubo emoción, ni belleza, no hubo paz, ni quietud, solo la verdadera dimensión de uno mismo. Estábamos en lo profundo de un pozo del cual pugnábamos por salir. No éramos nada allí, es un lugar que no tiene vida ni la permite. Con cada metro bajado éramos más fuertes, más hombres, más seguros de nosotros mismos hasta que nos encontramos caminando por un glaciar en la noche y nos abrazamos con Diego. Recién allí hubo felicidad, recién allí fuimos hermanos, recién allí fuimos una cordada.

Con cada cumbre, con cada caminata por bosques, acarreos y glaciares, con cada metro de roca y cada pedazo de hielo mi corazón va respirando el más dulce de los perfumes, el de las eternas montañas. Ya no volvería a ser el mismo de antes.