Luchando contra el “backlog”
En el fondo odio utilizar la palabra “backlog”. No es una cuestión de que sea un término del inglés, aunque en cierta parte rima bastante con la sensación colonizadora que emana de este concepto. No es solo una cuestión de colonización cultural, es la sensación de que se instala en tu vida y la dirige llenándola por completo, agregando kilos y kilos que cada vez son más pesados de cargar. Organizar tu vida, intentar priorizar, construir algunas rutinas que te vayan bien son cosas que pueden ser muy necesarias y positivas. Pero creo que llega un punto en que esta supra-optimización se va de madre. Esto era una entrada reflexiva pero creo que como verá quien tenga la paciencia de continuar, acabo mutando en catarsis de algún tipo.
La exposición de mis “backlogs” es personal, y puede no coincidir con la tuya, aunque espero que las sensaciones sean más o menos compatibles. Me es más fácil hablar en primera persona de los que he sentido: (puedes saltarte lo del backlog laboral, es lo más aburrido y probablemente muy “sectorial”)
En mi trabajo había backlog (además con esa palabra literal). Una lista infinita de tareas que engordaba a mayor ritmo de lo que podía adelgazar. Este es sin duda el peor baclog. Supuestamente está dirigido a objetivos y a mantener/completar un proyecto concreto, pero nunca se acaba realmente (a lo mejor cambias de proyecto y es otro baclog pero es lo mismo, la misma rueda). La vivencia es como la de ir sacando bolas de una bolsa infinita por el resto de tus días. Además eran cosas que en mi caso al menos no significaban nada. Ya no es solo que me pueda importar una soberana mierda, es que se agrega una disonancia en ocasiones moral o ética, tanto funcional (no quiero participar de este proyecto), como estructural (no quiero pertenecer aquí). Lo haces porque “patatas”, literalmente. Para “ganarte la vida” (una de esas frases que están añadidas en mi lista negra de expresiones horribles y que ya se “ganó” una entrada en mi antiguo blog).
Sin embargo el baclog laboral no acaba aquí. Se supone que hay que mantenerse “actualizado”. Ya no es que quieras adherirte a esa carrera absurda del progreso o de subir peldaños en esta “stairway to nowhere”, pero si te quedas 'atrás', el tren empieza acercarse y amenaza con llevarte por delante. Por otro lado, ya que estás obligado a alienarte pasando 40h semanales de tu vida en esa celda, acabas imbuido de un deseo de al menos sacar alguna emoción positiva (sentir que haces las cosas “bien”, ayudar a los compañerxs, etc). Eso significa que no solo hay Baclog de trabajo, sino también de “metatrabajo”. Cursos, formaciones, etc. ¿Dentro de horario laboral? JAJAJA
En realidad diría que este Baclog ya fue suficiente para romperme en tan solo dos años, pero los Baclogs por supuesto no solo tienen que ver con el trabajo o estudios.
Tenemos Balog también de burocracia y mantenimiento vital. La cisterna está estropeada, el grifo gotea, tienes la silla medio rota, la 'q' del teclado no funciona bien, te va a caducar el DNI, a ver si pido cito médica, los trastos para el punto limpio o para donar ya no te caben en casa. En fin, la vida, que se diría. Todos esos “debería” de cosas que no funcionan bien pero has podido ir posponiendo porque otros automatismos de la vida pesan más, o quizá tu mente ni siquiera es capaz de procesarlos y has construido una capacidad para ignorarlos. Y entre esto y la tarea invisible de gestión y carga de todos los Balog ya estás hasta la coronilla y también quieres vivir.
Vivir! ¿Hobbies dices? Vamos a leer, jugar videojuegos, ver películas, series, documentales, videoensayos. ¿Pero como gestiono todo esto? No te preocupes, para eso está el Balrog de steam, el Balrog de libros, series y videos pendientes. Marcadores y favoritos infinitos, +50 pestañas abiertas divididas en más de un navegador, canciones recomendadas pendientes de escuchar. Bajarte un feed rss para poder leer otras personas y sentir como has invocado otro Balrog más al que no puedes enfrentarte. El (Bal)blog! También sientes la necesidad de escribir. Unos días estas vacío y otros te surgen miles de hilos en la cabeza, apuntas el inicio de la entrada, a veces lo continuas, pero tienes que cortar. Se fue el hilo. Vuelves. Otro hilo. El Ralbogh de los hilos mentales. Sin aplicación que lo gestione se dedica a lanzar conjuros que rebotan en tu cerebro y que luego eres incapaz de volver a capturar.
Quizá solo quieres descansar, tirarte en la cama y esconderte allí donde los Gabrol no pueden encontrarte (salvo el de tu cabeza). Pero no hay escapatoria porque el conjuro de activación ya ha sido lanzado. No estás cumpliendo el Albrock. ¿Podría por lo menos escuchar música? Oh, hacer la lista sigue en el Labrog maldición. ¿Por dios puedes parar ya? Esto ya es casi autoinducido.
Quiero poder apagar. Cerrar los navegadores y que no me importe. Cerrar los 7 blocs de notas abiertos, los 3 words, el Joplin que me descargué para intentar centralizar las “notas” y que sigue ahí mirándome con claro “disapproval”, el steam abierto en la parte de “Mi Biblioteca” con todas sus categorías y meta-categorías posibles para organizar ese Blackrock imposible, las guías de migración del fediverso, los audios pendientes, el correo del trabajo mirando de reojo enseñándome el cronómetro. Quiero cerrar la ventana y aislarme sensorialmente por tan solo un momento. Cerrar los ojos y que al despertar se hayan ido todos los Malrogs, y que si se atreven a volver, tenga el valor para decirles que no. Que no pueden pasar.