Xana

Para uno de mis primos este año era el mejor de su vida. Iba a ser padre, se casó con la madre de su futuro hijo, y compraron una casa perfecta para los tres. Con terreno para que el pequeño pudiera correr a sus anchas. A mediados de octubre nos enseñó las ecos en 5D. Es increíble cómo se ve. Se aprecian todos los rasgos. Aunque algo pasó desapercibido. Por fin, el día 1 de Noviembre llegó tan esperado día y el nuevo miembro de la familia se abrió paso para conocer el cruel mundo al que acababa de llegar y que se iba a cenar con él desde ese mismo instante. Al principio era todo júbilo y felicidad. Pero...tiene un pie raro. ¿Por qué tiene el pie así? Preguntan no sin preocupación los recién estrenado padres. “No es nada, es de la postura que tenía en la barriga. No os preocupéis” Pero el no os preocupéis se tradujo en que había que escayolarle la pierna. 6 meses escayolada, cambiándola cada 8 días. Cuando le retiren la escayola, tiene que usar durante varios años una especie de botas para dormir. Y llevar también unos aparatos en las piernas. ¿Os parece justo? ¿Qué daño hizo a nadie ese bebé? No se merece pasar por eso. ¿Acaso es una forma de castigar a los abuelos que no lo querían porque la madre es muy jóven y tiene que acabar sus estudios? ¡Pues que pillen ellos una pulmonía o se rompan una pierna! Pero los niños no se merecen pasar por eso. Y una pareja que vivían su primera paternidad con tanta ilusión como ellos, tampoco se merecen empezar esta nueva etapa así. Ya tendrán tiempo para preocuparse por los disgustos que les dé su hijo. Pero los primeros años son para disfrutarlos.

Eres como una droga para mí. Llegaste a mi vida, la pusiste patas arriba y me hiciste totalmente dependiente de ti. Ni la distancia logró calamar mi adicción. Ahora he abierto los ojos, sé que no me convienes, hablo conmigo misma y estoy de acuerdo en que no volveré a caer, que tengo claro que prefiero mantener una vida tranquila y no arriesgar todo a una locura. Pero cuando más claro lo tengo todo, aparece de nuevo ese hormigueo en el estómago, que sólo tú me provocas. Y al igual que al adicto recién rehabilitado se le hace la boca agua cuando huele la causa de su adicción, a mí se me derrumba todo el castillo de naipes que he contruido entorno a tu recuerdo, con la intención de no volver a caer en la tentación, y se me hace muy cuesta arriba mantener la cordura y mostrarme firme ante la tentación. Y volveré a caer, por mucho que me convenzca de que no me conviene, volveré a caee una y mil veces más en la tentación de tus labios y tus brazos.

Sabes cuando tienes dos imanes con bastante fuerza? Como esos que se usan para jugar lanzándolos separados al aire para que se junten haciendo ruido. Con una potencia que te permite poner tu mano entre ellos y que se queden pegados a ella por la atracción que tienen el uno con el otro. Esos imanes, si intentas juntarlos por el mismo polo, no se repelen, luchan con todas sus fuerzas para girarse y volver a unirse.

Sabes cuándo llega de improviso a tu vida una persona que es “tu otro imán”? Que no sabes por qué, pero no te puedes separar de ella. Eres consciente de la imposibilidad de esa relación, pero no puedes hacer nada contra esa atracción. Pones distancia, mucha distancia, y sin daros ni cuenta, volvéis a juntaros. Y no sois quién a despediros, ni tras varias horas diciendovos adiós.

Quién decide de quién nos enamoramos de esa forma tan brutal? Cómo desenamorarte, cuando cabeza y corazón te dicen que lo vuestro no es posible, pero aún así el imán sigue ejerciendo toda su fuerza?

Se habla mucho de la media naranja. Eso es bonito. Dos mitades que se acoplan.

Pero cuandonte encuentras con tu otro imán, estate seguro de que pondrá toda tu vida patas arriba, como tú pusiste la mía, y supongo que yo la tuya.

Lo que alguien está dispuesto a hacer por su hijo, nadie lo sabe. No sabes hasta dónde estás dispuesto a llegar por tu hijo hasta que no te ves en situación.

Al Rubio le hace mucha ilusión participar en la cabalgatas de Reyes. Y este año quería ser paje.

Yo pasé por un aborto y me dieron el alta el día antes de la cabalgata. En teoría debería de guardar reposo, pero acompañé al Rubio a vestirse, y ayudé a otros niños a vestirse. Tuve que llevarlo a algo más de 1 km de nuestra casa, caminando. Me agarré la tripa, me puse un pañal de hospital (me habían dado una medicación para provocarme una fuerte hemorragia), y allá que me fui.

Cuando iban a salir, empezaron a decir que faltaba un paje. Necesitaban urgentemente un paje. Y qué hice? Apuntarme en el último momento. Bueno, más bien, les dije, que si no había nadie, que contaran conmigo. Hice unas gestiones telefónicas, porque tenía pensado aprovechar el tiempo de la cabalgata para ultimar unas cosas, y mientras yo hablaba, me fueron vistiendo. Cuando colgué, estaba ya lista para recorrerme las calles de toda la población. Y tirarme varias horas de pie repartiendo revoltijos mientras los niños se hacían la foto con Baltasar y le recordaban lo que habían pedido en la carta.

Tras eso, otro kilómetro para poder dejar la ropa y recuperar nuestros enseres. Y otro kilómetro y medio hacia casa.

Según me quité la ropa de paje y me puse mi abrigo, me vinieron todos los dolores.

De repente empezó a dolerme la tripa, las lumbares, me temblaban las piernas y notaba mareos.

Pero es la noche más mágica de año, así que me callé y disfruté de la ilusión del Rubio.

Allegar a casa, en cuanto el Rubio se durmió, abandoné nuevamente la cama donde tan agusto estaba, y me dispuse a crear magia para el Rubio.

Lo que no se hace por un hijo, no se hace por nadie.

Cómo puede un recuerdo cambiar todo un día. La sola visión de un banco puede hacerte meterte en tu mundo, navegar entre recuerdos y entre “ysis”, y ser incapaz a conectar con el mundo real. Pero ese banco es especial. Al menos para mi. En ese banco estarás tú eternamente sentado, con tu fabulosa sonrisa, pidiéndome el DNI porque no te creías que era mayor de edad. Que sí, eras muy pícaro y bribón, pero ante todo, y pese a lo que otros dijeran, eras legal. Hoy pasé de nuevo ante ese banco, hoy te vi de nuevo, te volví a sentir junto a mi, en ese banco bajo el balcón de tu abuela. Hoy volví a tener 19 años y tú volvías a estar vivo. Hoy me pregunté un vez más si hubiese cambiado algo el que yo hubiera tomado otra decisión y hubiere apostado por ti

Imagina que tienes 20 años. Imagina que no eres mucho de salir. Imagina que un día decides salir con dos amigos (una promesa del fútbol y una promesa de la música) y el hermano de uno de ellos. Imagina que tú conduces. Imagina que tenéis un accidente. Imagina que tus dos amigos mueren y el hermano de uno está en la UVI muy grave. Imagina que todo el mundo te echa la culpa, te llaman asesino, te desean la muerte. Imagina que tienes más de 30 años y es la cobardía lo único que te mantiene vivo. Imagina que el psiquiatra de la seguridad social, te ve cada tres meses, como mucho, desde entonces. Imagina que la única terapia que recibes es “ajustar la medicación” Imagina que con 30 años tienes que hacer varias pausas para decir una frase sencilla, porque la medicación te tiene apijotado.

Deja de imaginar. Es un caso real. Y ni os imagináis lo que duele. Ver a alguien a quien quieres ser poco más que una sombra. Ver que su condena es la vida. Duele. Y mucho.

Me preguntas cómo estoy y nuevamente me obligo a mentir y decirte que estoy bien. Pero la verdad puede poner todo patas arriba. Cómo decirte que añoro tus besos. Besos que ahora son de otra, como lo son los míos de otro. Añoro tus besos y tus caricias. Caricias que ya no me pertenecen, como tampoco tus abrazos. Añoro tus abrazos y las noches e que nos dormíamos acurrucados, hablando entre susurros de cosas banales. Hablábamos en susurros, con miedo a que un tono más alto rompiera la burbuja en la que estábamos. Ambos sabíamos que no sería para siempre, que teníamos los días contados, por eso intentábamos que el tiempo durara el doble. Pero el miedo a un final anticipado seguía rondandonos. Me preguntas cómo estoy y miento diciendo que bien. Y sé que tu respuesta tampoco es sincera. Ambos tememos abrir la caja de Pandora y que nuestras vidas vuelvan a ponerse patas arriba. Ambos tememos confesar nuestros sentimientos porque sabemos que son correspondidos, al igual que sabemos que nuestra historia es imposible. Aunque nunca le pondremos un punto final. Ni siquiera un punto y seguido. La hemos pausado en un punto y coma, o tal vez solo en una coma, a la espera de que uno de los dos pierda el miedo y arrastre al otro de nuevo a ls vorágine espiral del tornado que es nuestra relación. Pero mientras tanto, la amistad y las buenas maneras son las que reinan. Las buenas maneras reinan y por eso hacemos un esfuerzo sobrehumano para decir una mentira de tan solo cuatro letras, que oculta los verdaderos sentimientos que se resumen en tan solo una letra más: te amo

Hace unos años, estuve viviendo en Salou, como ya sabéis. En la oficina tenía un compañero italiano (de al ladito de Roma) muy majo. Aunque quizás un poco demasiado tranquilo. Nos llevábamos bastante bien y como él vivía en Vil•la Seca, le dije que cuando quisiera podía venirse a la piscina de mi casa. Solo tenía que avisarme para abrirle la puerta. Una de mis compañeras era italiana y tenía unos amigos italianos deambulando por el mundo. Y calaron en Salou. Así que los invitó a casa. Ellos no pagaban alquiler, así que se encargaban de la limpieza y la comida. (Y de alegrarnos las vistas). En la oficina, lo comenté con una compañera “ufff tienes que ver los 3 italianos que tengo en casa”. Cuando me giré, pude ver que el romano estaba a mi lado, lo había oído y se le cambió la cara. Como si le hubiera hecho de menos por poner a esos compatriotas suyos por las nubes.

Un día, los 3 italianos quieren ir a PortAventura y me piden que les acompañe.

Tras comer, recibo un mensaje del romano. Que estaba en Salou. Le respondí que yo estaba en el parque, que estos chicos habían querido ir y como no hablaban ni papa de español y yo ese día descansaba... Su respuesta fue “que te lo pases bien con tus italianos” Tuve que leerla varias veces. Aún hoy no sé cómo interpretarlo. Pero su actitud, ya no fue igual conmigo.

Y cuando me mudé a Vil•la seca y fuimos vecinos, parecía que ni me conociera. En mi casa no sé qué pasaba, que parecía que todo el mundo tuviera llave. Así que cuando un buen día me lié con mi vecino de puerta... cuando me separé de él pude ver al romano a la puerta de mi salón con una cara que...bueno, digamos que ahí se acabó la amistad

Alguna vez os había comentado que mi monitor de prácticas del carné de conducir cambió de profesión tras aprobar yo?

Partimos del hecho de que no había conducido nunca. Así que el primer día de prácticas entré en el coche y me pregunta si había conducido antes. -No -Ya! Seguro. -No te da miedo ir en coche con gente que nunca ha conducido? Se estira p'arriba y me dice todo confiado: -Tengo pedales y espejos. Y sé conducir. – Si tú lo dices.....

Ahí ya tentó demasiado a la suerte....y claro, no se puede escupir p'arriba.. No quería sacarme el carné. Me daba miedo la carretera y no me fío de los demás conductores. Las carreteras estrechas (comarcales) no me gustan un pimiento. Primera clase. Me hace subir a un pueblo de aquí al lado. Comarcal, estrecha, y con curvas. -Adolfo. No me gusta esta carretera – Vas a ir por ella hasta que te la sepas cómo el pasillo de casa – Vas a tener suerte... No hay día que lo me la de en el pasillo....

Nuevamente frase profética

Subir muy bien, (más o menos, pa ser el primer día...) Ahora bajar... Ese día casi me como un quitamiedos en una curva. No de estrellarme contra él, si no que si tuviera el suficiente ancho, hubiese podido subirme a él como hacen con los patinetes. Se tiró a coger el volante, y no pasó nada. Al día siguiente, misma carretera. Cabe destacar, que desde el pueblo al que íbamos, si miramos hacia abajo, se ve el pueblo desde el que partíamos.

Pues en una sucesión de curvas, me mareé (sí me mareo conduciendo, no es imposible) y casi bajamos en línea recta, campo (o más bien precipicio) a través.

Al menos sirvió para que le quedará claro que esas carreteras no son lo mío. Al día siguiente a Gijón por lo viejo, cruzar Gijón y de nuevo a mi pueblo. Buenos no estuvo tan mal. Aunque la ida, tiene demasiadas curvas, es muy estrecha la carretera y hay precipicios al lado...

Siguiente clase. Ya estaba supuestamente preparada para la autovía. Así que dirección a Oviedo. Eso sí que fue un show. Carril de aceleración, yo suave. Pero Adolfo pisa su aceredador....me eché para atrasy cerré los ojos. No fue lo peor. Nos cruzamos con un camión, y... subí los pies al asiento y me tapé los ojos con el cinturón de seguridad... Adolfo flipaba.

Pero poco a poco fui cogiendo confianza. Y eso no mejoró las cosas.

Me confié en que llevaba un tío al lado que sabía conducir y tenía pedales y espejos. Así que en la autovía y las rotondas aplicaba la ley de “maricón el último!”. Pisaba a fondo y que mirara él y frenará si lo veía conveniente. (No debí confiar tanto en él). Mi conducción era muy brusca. Mis adelantamientos en autovía no eran “progresivos” yo trazaba ángulos de 90°. Lo que lo llevó a empezar a llamarme Fernando Alonso

Ahora viene la parte divertida. En medio de Oviedo. Carril enorme y recto. A 50. En 3°. Llevábamos una chica que también estaba de prácticas. -Gira a la derecha El giro que me pedí trazaba un ángulo agudo. Intermitente, y giro. Sin reducir. Coche a dos ruedas.El monitor y la otra chica rodando por el coche pese al cinturón. No me dice nada.Regresamos a la misma calle de antes.Vuelve a mandarme hacer el mismo giro. Repito la misma maniobra. Ahí sí que me gritó que debía reducir. -Haberlo dicho!

Me hizo repetir y ya lo hice bien y despacito (era más divertido de la otra forma. Al día siguiente vamos en el coche con la chica de ese día y otra. Otra vez la calle esa. Nuevamente: -Gira a la derecha Por suerte la chica del otro día le dijo a la nueva: -Agarrate! Ahí me acordé y lo hice suave. Bueno, poco a poco vamos mejorando.

Un día, en medio de la práctica, llama su mujer. Embarazadísima. Que cree que está de parto. Así que allá fuimos a buscarla con el coche de la autoescuela.

Se sube su mujer al coche y digo: -Qué Adolfo?! Sacas el pañuelo por la ventanilla y piso a fondo?? -😨Noooo no. Tú, vete despacito que no hay prisa.

Y allá que nos fuimos con el coche de la autoescuela a urgencias del HUCA (Hospital Universitario Central de Asturias)

Al final fue una falsa alarma y no estaba de parto aún.

Adolfo era de la creencia de que si la pifiabas y te gritaba, te acordarías mejor de las cosas. Pero a mí me ponía nerviosa. Lo que propició que casi no lo contemos y que me retirara la palabra.

La culpa fue de un stop tras un paso de cebra. Empezó a gritarme las clases de stop que había y sus diferencias. Y una y otra vez, a gritos. Yo solo oía “rucu-rucu rucu-rucu” empecé a ponerme nerviosa...me incorporé a un carril, un TUA (autobús urbano) se incorporó antes que yo..

Adolfo gritándome. El semáforo se pone rojo. El TUA me lo tapa. El TUA frena. Adolfo sigue gritando los stop. Me pongo nerviosa. Me equivoco de pedal.... Acelero a fondo. El TUA cada vez más cerca.Ya no le veo la matrícula. Acierto a clavar el freno. Por suerte solía frenar en seco,y esa vez pisé más fuerte aún. Nos quedamos que malamente cogía un folio entre el TUA y yo. Adolfo no grita. Giro lentamente la cabeza hacia él. Está pálido,pegado a la puerta,con los pies encogidos sobre el asiento la cara desencajada. Le miro... – Uppsss (cara de niño cuando sabe que la ha liado gorda -Q qu q que s s ss sse sea l ll lll la u u ul ult última vez. Que haces esto!! – Pues no haberme gritado!! Que me pones nerviosa! -🤐 Mucho pedal, mucho, espejo, mucho saber conducir, pero acojonó

Estuvo una semana enterita sin dirigirme la palabra. Vamos que conducía por dónde me apetecía mientras él leía el periódico. (Mal tomado 😒)

Al poco toca exámen. Os había dicho que frenaba muy bruscamente, no? Examinadora. Herminia. Mala fama. Adolfo nos informa. -Le gusta la conducción suave y no le gustan los frenazos bruscos (esto último mirándome a mi)

Creo que la compró para que me aprobara y no volver a subirse en el coche conmigo... En mi exámen, llegamos a una rotonda, y cuando iba a entrar, entró otro todo follao y tuve que clavar el freno. -uppssss Miré por el espejo. Herminia se recolocó el moño y seguimos. Aprobé 😊

Me salté la parte del primer examen. Todo bien hasta un ceda. No viene nadie, me pongo a salir y el coche no tiraba (a saber lo que estaba haciendo) en medio del cruce veo venir un coche blanco acercarsw. Me quedé mirándolo y si Adolfo no se tira a por el volante, me como la farola, con su papelera y la señora paseando al perrito. Sólo me salió decirle: “Qué haces??!” Su cara creo que no hace falta que os la describa, no?

Tengo la ligera sospecha de que el examinador de ese día también habló con Herminia para que me aprobara, no fuera que tuviera que volver a subirse en el coche conmigo 😂

Días después de tener mi carné, estando un día conduciendo, en una curva muy pronunciada, me encontré el coche de la autoescuela y a Adolfo de copiloto. Solté una mano del volante para saludarle y...el coche se me fue a la izquierda 😅 No pasó nada. Pero creo que ahí se reafirmó en su decisión de cambiar de profesión.

Cómo hablarte si cada conversación contigo me hace daño. Cada palabra tuya me recuerda que no estás a mi lado. Tu voz me teletransporta a un pasado a tu lado. Juventud, locura y pasión entremezcladas. Añoro dormirme entre tus brazos mientras me susurras. Extraño tus manos recorriendo mi cuerpo. Esos ojos negros, profundos, que me miraban enamorados. Echo de menos revolverte el pelo y besar tus labios. Nada me haría más feliz que volver a pasear bajo la lluvia de tu mano. Y luego, ya en casa, abrazados oír su repiqueteo contra el cristal mientras nos amamos.