Leviatar

Asentamiento

Sabían que tenían el camino despejado hasta más allá de Pamplona, así que decidieron subir por Tolosa a Lekunberri y luego hasta Pamplona. Era un camino con más cuestas pero más corto. Pararon en el almacén de Pamplona a coger más flechas. -Coge también dos arcos más, por si acaso. -Vamos hasta el culo de cosas, Mikel. Y me tienes que explicar para qué llevamos las tijeras de podar y el machete. -Vamos a asentarnos en la sierra de Guara. -Ya ¿Y? -Allí hay muchas zarzas. Buscaremos un gran zarzal, lo vaciaremos por dentro y montaremos allí el campamento dentro. -Ah, vale. Por eso quieres ir tan cargado, para luego ahorrarnos viajes. -De la sierra de Guara a Huesca no hay tanta distancia, seguro que en Huesca encontraremos provisiones. -¿Provisiones? -Sí, tienda de campaña más grande, camas más cómodas... Esas cosas. -Oooh... No pareces tú, buscando comodidad. -En principio, mi idea es irnos al sur de Jaca, a la zona de Murillo de Gállego, de ahí debemos llegar a matar lo más al sur posible, aunque no quiero estar mucho tiempo porque se supone que ahí ya hemos limpiado bastante. Luego avanzar hasta quedarnos un tiempo en Guara y hacer salidas de ahí. Cuando no podamos más, ir hasta la serra del Montsec y hacer otro campamento por la zona. Un tercer campamento ya en Gerona, todavía no he decidido donde. Luego habría que ir bajando hasta Tarragona, siguiendo los partes naturales. Ahí no podríamos plantar tanto campamento. Y para terminar, llegar al delta del Ebro. Ahí empieza lo más dificil. Habría que subir en una zona con poco bosque hasta Zaragoza o más allá. Depende de cuanto hayamos matado al principio. -Realmente te estás planteando una estancia de varios años, eh... -Tengo 37 años, mi físico irá cada vez a peor. Si no conseguimos una amplia zona segura en pocos años, tendrás que terminar tú el trabajo o nadie lo hará. -Eso, tú ponme presión... ¡Un momento! ¿37 años? ¿Cuando cumpliste? -La semana pasada, lo ví en el calendario que tiene Grijalba en su mesa. -Qué hijo de puta. Felicidades o algo. -Gracias, supongo.

Pedalearon y pedalearon durante dos días hasta llegar al asentamiento, suficientemente cerca del río Gállego como para tener agua corriente. Como la zona es muy escarpada, no necesitaron hacer grandes inventos para ocultarse. Hablaban a susurros, con señales tácticas o con los auriculares de la radio. Se movían despacio, intentando no hacer ruido. Había que acostumbrarse a vivir así, les podía salvar la vida. -¿Y el fuego? -Lo haremos solo en caso de necesidad. Uno cocina y el otro vigila desde las sombras. -¿Fuego de noche? -Al anochecer, sí. -¿Y en invierno? -Veremos. Si no hay otra haremos fuego, pero intentaremos aguantar lo posible. -Ok. En inverno los asesinos también se meterán en casas o así, no podrán sobrevivir en condiciones fuera. -Cierto.

Una vez montado el campamento, fueron a cazar. A la mañana siguiente se acercaron al sur, para ver bien lejos. Se veían tres vainas. Y estaba claro que no todas tenían el mismo tamaño. -¡Tres! ¡La hostia! -Sí, estamos entrando en zona más llana y necesitan más robots para cubrir toda la zona. -¿Por qué son distintos? -Espero que sea porque los grandes traen más robots. -¿Esperas? -Que no haya otro tipo de bichos que desconocemos. -Jo-der ¿Y qué podría ser? -Bichos que se adentren en bosques, que sean nocturnos, que disparen a kilómetros de distancia... -¿Estamos muertos? -Como siempre. -Sí. Entonces, actuemos como siempre. -Ok.

Aquella noche se acercaron hacia Ejea de los Caballeros, donde estaba la primera Vaina. -Aquí hay algo raro, pero no sé qué es. -Ya, a mí también me lo parece. No está igual que siempre. -¿Y qué hacemos? -Esperamos a que amanezca y disparamos. No podemos hacer otra cosa. -No. -dijo Amaia. -¿Qué? -Voy a entrar por la noche. -¿Qué? ¡No! -Sí, de noche no se mueve nada, lo lógico es que dentro tampoco. Entro, mato al robot de dentro y nos piramos. -Ni de coña. -Tú te callas, que te la juegas más que yo. -Pero... -Ni pero ni hostias, que aquí la ninja pija soy yo. -Yo... -Que te calles, abuelo. -Te estás jugando el pellejo sin necesidad. -¿Sin necesidad? Estamos a una hora en bicicleta del bosque más cercano. Si matamos al amanecer hay que volver al bosque a pleno día. -Sí, tienes razón. -Y hay otras dos vainas cerca. Morimos fijo. -Ya,ya... -No hay otra opción. -Ok, tienes razón. Pero entro yo. -¿Qué? ¡No! -Sí, como te he dicho antes, son mis últimos años. Es mejor que muera yo. -Que no, la idea es mía y me la juego yo. -Ni de palo. El abuelo soy yo, que lo acabas de decir. -Puto heroe, siempre tienes que ser el heroe. -Y por eso me quieres. -Sí, como a mi abuelito. Mi abuelito también era un poco gilipollas. -PFFF... -Mikel ahogó la risa para no hacer ruido. -¿Vamos? -Vamos, aunque se está haciendo tarde. -Ya, habrá que pedalear rápido para que no nos pille el día en el camino de vuelta. -Sí.

Mikel se acercó a la puerta de la vaina. Cuanto más se acercaba más grande le parecía. No había plan. Mikel entraba, Amaia esperaba fuera. Si Mikel no aparecía en 5 minutos Amaia se piraba.

El tiempo pasaba lento, Mikel iba despacio. Cuando estaba al lado de la puerta se dió cuenta ¡No había luz roja! ¿Eso era bueno o malo? ¿Entraba? ¿Salía corriendo? -Amaia. -dijo Mikel por radio. -Dime. -Ya sé qué es lo raro. -Dime. -No hay luz roja. -Jo-der. -¿Entro? -No sé ¿Y si no, qué hacemos? -Ya. O sea, entro. -Supongo. -Pues vete. Si eso te alcanzo. -¿Qué? ¡No! -No ganas nada estando aquí. -No te dejo aquí ni de coña. -Que te pires.

Mikel entró y la comunicación por radio se cortó automáticamente. “¿¡Qué!?”, pensó Mikel. Pero ya no podía echarse atrás. Era una sala enorme y vacía, la misma que había visto aquella otra vez. Fue directamente al “panel de mandos”, donde esperaba encontrar al robot gigante enchufado a la vaina. Efectivamente, ahí estaba. Quieto, de cuclillas y la cabeza agachada, demasido fácil. Su cuerpo le pedía salir corriendo de allí, su instinto de supervivencia le decía que era una trampa. No podía ser tan fácil, no era posible. Nunca lo era.

Se acercó y se puso al lado, la cabeza del robot gigante estaba justo ante él. Un morro cónico terminado en una bombilla, ahora apagada. Mikel cogió el cuchillo y fundió la luz. Inmediatamente notó como la radio volvía a funcionar. -Amaia -dijo por radio. -¿Estás bien? -Perfectamente. Robot gigante muerto ¿Te has ido? -¿Tú qué crees? -Que no. -Chico listo. -Vete, estoy saliendo. -Ok.

Mikel salió y vió a Amaia a lo lejos. Mierda, las primeras luces del día. Cogió la bici y, cuando se iba a poner a pedalear hacia el Nordeste, vió otra vaina lo lejos, al Oeste. Si no estaba desubicado, hacia Tudela. Cogió la bicicleta y pedaleo intentando alcanzar a Amaia. No lo conseguía, como apretaba la muchacha.

En la lejanía vió como desde otra de las dos vainas que habían visto el primer día se empezaban a mover robots. Y venían hacia ellos. Llevaban mucha ventaja y en bicicleta podían avanzar muy rápidamente, pero no sabía cuanto corrían realmente esos bichos. ¡Joder! ¡Iban mucho más rápido que ellos! ¿¡Pero cuanto corrían!? -¡Amaia, no vayas al campamento. Más al norte, más al norte! -dijo por radio. -¿Qué? -Ve al norte, a tu izquierda se acercan robots en la lejanía ¡y vienen a toda hostia! -¿Qué? ¡Ah! -gritó Amaia al verlos. Y giró a la izquierda.

Ambos corrían dándolo todo. Amaia seguro que llegaba al bosque, Mikel no lo tenía tan seguro. Decidió quitarse la mochila para ganar velocidad. Ya la recogería la noche siguiente si eso.

Al acercarse a la zona donde se había escondido Amaia, Mikel ya tenía a los robots a distancia de disparo. Escuchó el puto zumbido agudo y, entonces, vió volar una flecha. El zumbido paró y los ruidos de los pasos también se fue alejando.

Mikel llegó al bosque y se metió a toda velocidad, montado en la bicicleta. Empezó a frenar, pero no le dió tiempo y acabó golpeándose con una rama y cayendo de la bicileta. Un par de rasponazos, pero estaba salvado. -¿Qué quieres? ¿Que practique medicina contigo? -sonrió Amaia. -Estoy bien, gracias ¿Qué ha pasado? -En cuanto he acertado en el ojo de un robot, el resto se han dado la vuelta y han huído. -¿En serio? -Sí. Bueno, es algo que sospechábamos ¿no? -Si, pero se me hace raro. -Ya y a mí. -¿Cuanto corren? -Más o menos el doble de rápido que tú. -Es decir, unos 60-80 km/h. Que bestialidad. -Oye, esto igual funciona al lado de las vainas. -¿El qué? -Lo de disparar a uno y que el resto huyan. -¿Quieres decir ir a pecho descubierto, matar a un robot y tener vía libre para entrar en la vaina? No sé, no lo veo. -No, imbecil. Quiero decir que si nos vemos en apuros como hoy, en vez de huir podemos reventar un robot y luego salir de allí. -Ya, te estaba vacilando. -¿Te das cuenta de que has estado a punto de morir y que estás super tranquilo haciendo bromas? -Ah, pues tienes razón. Será la costumbre. -Joder, acostumbrarse a estar a punto de morir. Tú estás mal. -Suena feo ¿no? -¡jajajajaja! Menudo capullo eres Mikel, en serio. -¡jajaja!

Salieron del bosque y fueron en bicicleta hasta el campamento. Se sentaron a descansar y a discutir. -Hay otra vaina hacia Tudela. -¿Qué? -Sí, que soy tan gilipollas que no se me había ocurrido. -Pero vamos y nos la cepillamos, no pasa nada. -Sí, pero teníamos que haber ido desde la Valdorba, o desde Urbasa. Yo diría que tardamos cuatro horas en bicicleta. O más. -¿Tanto? -Sí. -Bien, ya sé que hacer. -¿Ah sí? Dime, dime. -Primero nos cargamos las dos vainas de aquí. Y así aseguramos esta zona. -Aaahhh... ya sé por donde vas. -Sí. Luego ya podemos ir una tarde hacia allí, llegar de noche, matar al super robot y volver tranquilamente. Incluso se nos podría hacer de día para la vuelta. -Buena idea. Así lo haremos. -¿Cuando? -Si podemos, a vaina por noche. -¿Cepillarnos cuatro vainas en 4 noches? Joder, a destajo. -Lo consideraremos la parte fácil. Ya vendrán tiempo peores. -Sí, supongo. -¿Y la luz? -No sé, pero por lo menos ahora sabemos que, si no hay luz puedes entrar. -¿Y si la próxima vaina tiene luz? -Si hay bosque cerca, usaremos el método anterior. Si no hay bosque, habrá que volver a jugarse la vida para saber si la luz roja es mortal. -¡Alegría! ¡Que no se diga que la vida es aburrida! -Sí, ¡jajajaja! -Y yo me quejaba por subirme sin arnés a 4 metros para poner una bombilla. -¡jajajajaja! -Bien Amaia ¿y el siguiente? -El que nos ha atacado hoy ¿no? -Sí, supongo que sí. Pero ese es el más grande ¿no habrá nada más? -Adivina como lo vamos a saber. -Jugándonos la vida, como siempre. -También podríamos ir a por el otro. -No, porque nos podría pasar como esta vez. Prefiero tener un flanco sin robots, gracias. -Claro, claro.

Aquella noche se acercaron a la vaina más grande. Aquello era tan alto como una montaña, podía medir un kilómetro. Estaba rodeado de robots, miles de robots. Pero no había luz roja. Esta vez entró Amaia, se cortó la radio y a los tres minutos volvió. -Ya está. Finiquitado. -dijo Amaia por radio. -Ok, volvamos a casa. -¿Casa? jaja, eres muy chistoso. -Vaaaaaaale, volvamos a la tienda de campaña de dos por un metros.

La tercera vaina cayó con la misma facilidad. Para la cuarta tuvieron que esperar un par de días encerrados en la tienda por una tormenta. Pero luego fue igual de rápido y bien. -Nos hemos cepillado cuatro vainas en una semana. -Impresionante. -Pero hay muchas más vainas de las que pensábamos. Tardaremos mucho. -A partir de ahora iremos más lento, no hay otra. Hay que asegurarse de no dejarnos ninguna. -Por suerte se ven a lo lejos. -Sí, pero no podemos saltarnos ni un solo valle. -Cierto, cierto. Tardaremos años. -Tardaremos años. Y lo peor será la zona de los monegros. -Pues estamos llegando al verano. Vamos a flipar. -Mucho ¿nos vamos a Guara? -Vámonos.

Y salieron de camino a la sierra de Guara.

Curaciones, traiciones y decisiones.

Mikel llevaba varios días en cama, el dolor había disminuído mucho y las heridas estaban cerrando bien. Le quedarían unas cicatrices horribles por todo el cuerpo, pero ninguna secuela física. Sus amigos, si es que podía considerarlos como tales, venían a menudo a visitarle.

Con el jefe Grijalba hablaba de robots. Con Iker y Julio, de lo que estaba sucediendo en el asentamiento. Dani venía solo a preguntar si necesitaba cualquier cosa y a pedirle que contara sus grandes hazañas. A Ekhi le agradeció mucho tanto el entrenamiento como los punzones, a partir de ahí tenían las conversaciones más variadas. Realmente era el único que entendía lo que habían vivido. De Luis solo sabían que se habían vuelto a Alkiza pero que volvían de vez en cuando. Seguía investigando.

Un día, hablando con Amaia, llegó uno de los médicos que le salvó la vida. -¡Hola! -dijo Mikel. -Hola Mikel, hola Amaia ¿todo bien? -Sí, muy bien. Ya me dejan sentarme y todo. No os he visto desde que llegamos. -Sí, bueno, llegamos y tardamos unos días en ubicarnos. Resulta que hay demasiados médicos y no podemos ejercer. -¿En serio? -Estamos tratando de buscar una solución. -A ver qué podéis hacer. -Sí, algo saldrá. Otro problema es que ESTOS no son médicos. -¿Qué? -Están curando con plantas. No puede ser, joder. -Ya, ojalá funcionaran las empresas farmacéuticas. -Ya, ya, que no tenemos medicina de verdad. Pero ¡curar con flores! -Hemos comido raíces y otras cosas no muy agradables para sobrevivir. Es lo que hay. Si encuentras formas de crear antibióticos puedes ser el gran salvador. -Oye, no es mala idea. A lo mejor puedo ser médico investigador. -Mira, es otra opción. Seguro que a todos les parece bien. Pero mientras tanto no deseches las plantas. Utiliza el método científico e investiga cuanto curan esas plantas. -dijo Mikel. -¡Mikel, no te las des de listo hablando del método científico! -se rió Amaia. -¿Qué? No sé de qué habláis. -Hay un chico llamado Luis, ingeniero electrónico, que le explicó lo que es el método científico. Lo de “cuestiónalo todo” y tal. Y ahora intenta dárselas de listo. -explicó Amaia. -Ah, claro, claro. Tienes razón, Mikel. -sonrió el médico. -Oye, que muchas gracias por... ESTO. -dijo Mikel señalándose el cuerpo lleno de suturas. -Oh, no es nada. -No, me salvásteis la vida. Es mucho. -La vida te la salvó Amaia. Nosotros solo cosimos tus heridas. -Entre todos salvásteis mi vida. A Amaia ya se lo he agradecido cien veces o más. -Que te calles, zopenco. Tú me salvaste la vida dos veces y por mi culpa caímos en esa trampa. -Que no fue tu culpa, joder. Que nos estaban esperando. -Bueno, haya paz chicos. -dijo el médico cortando la discusión. -venía también para agradeceros que nos salvárais la vida. -¿Eh? ¿Nosotros? -Bueno, Amaia. -¿Yo? -Sí, si no hubiera sido por tí, los asesinos hubieran llegado a nuestro asentamiento y nos hubieran masacrado. No hay duda de eso. -Sí, estaban realmente cerca. -dijo Mikel. -No lo había pensado. -dijo Amaia.– de nada, supongo. -Vaya par. -¿Qué? -dijeron Mikel y Amaia al unísono. -Agradecéis muchísimo que os salven la vida y no le dáis mérito a salvar la de los demás. Vaya par. JAJAJAJAJA -No, no es eso, es que... -dijo Amaia. -Sí, es eso. -cortó Julio.– son los mayores responsables de la salvación de la humanidad, o de la que conocemos, y no se dan cuenta. -Ya llegó la cabra de la legión. -maldijo Mikel con una sonrisa pícara. -Estás mejor, sí. Ya veo. -dijo Julio. -oid. Que lo de que sobran médicos no es verdad. Sabéis de agricultura y ganadería entre otras cosas, así que os propongo una cosa. -¿Sí? -Ejercéis unas pocas horas al día como médicos y libráis a otros médicos de trabajo. Así ellos también aprenden otros oficios. Y el tiempo que sobra podéis aprovecharlo para dos cosas. -¿Qué cosas? -Ayudar a plantar/recolectar cosechas, que no sobra gente. Y también podéis enseñar algo de medicina a la gente. Buenas costumbres sanitarias, como curar heridas simples, desinfectar... Todos debemos ayudarnos y saber cosas útiles. -No es mala idea. Vaya, investigación, curar gente, enseñar, agricultura... De repente me falta tiempo. jajajaja. -dijo el médico. -Oye, que igual es mucho pedir pero... ¿Podrías enseñarme? -dijo Amaia. -¿Eh? -Sí, quiero aprender a coser heridas y a cuidados básicos que nos puedan pasar cuando salgamos otra vez. -No es mala idea, os da más posibilidades de sobrevivir. -dijo Julio. -Y posibilidad de estar más tiempo fuera sin volver. -dijo Mikel. -¿Qué? ¿Cual es tu plan, Mikel? -dijo Julio. -He estado recordando un poco mis estudios del insti. -¿Ah sí? -Sí. Y en historia estudié que los asentamientos neolíticos se hacían siempre cerca de ríos y zonas fértiles. -Es lo lógico, sí. -Pues estamos en un sitio de mierda. -Oh, ya veo por donde vas. -dijo Julio.-quieres que nos movamos hasta el delta del Ebro ¿verdad? -Es la zona más fertil. El sitio ideal para sobrevivir. -Sí, no es mala idea. Pero está muy lejos. -dijo el médico. -Ya, pero la rivera de Navarra está cerca. Si somos más gente no podremos sobrevivir aquí. Os quiero abrir camino hasta la zona de Cascante y luego el Ebro entero. -¿En serio? Pero eso es muchísimo terreno. -Ya, pero sigue llegando gente. A este paso pronto no entraremos aquí. También necesitáis espacio para que los animales pasten. -Y tú te vas a recorrer media España a pie. -En bici. -Espera, espera, espera. -cortó Amaia. -¿Qué? -Mikel, en esa zona no hay bosques. No podemos ir fuera de los bosques. -Sí podemos, de noche. -Acabamos de hablar de no arriesgarnos. -Viviremos en casas de día y avanzaremos de noche. No es para tanto, cada vez entendemos mejor a esos bichos. -No, no y no. -Ya decidiremos cuando me cure ¿vale? -Que no.

La conversación avanzaba, sin fin. Mikel odiaba estas conversaciones, pero tampoco podía hacer mucho más en el hospital. De repente, una persona entraba arrastrando a otra. -¡Un herido! -¿pero qué ha pasado? -dijo el médico- ¡Es Juan! -era el gerente. -¡Tumbadlo aquí, vamos a ver! -dijo otro médico que ya se estaba encargando de él. Mikel y los demás se pararon a escuchar lo que decían los que le atendían. -Es una herida de cuchillo, alguien ha atacado a este hombre. -Esta herida tiene mala pinta, hay que limpiar y dar antibióticos. -¿Óxido? -Puede.

El médico se puso blanco. -¿qué pasa? -preguntó Amaia. -Si le han atacado con un cuchillo oxidado, como parece, seguramente no lo cuente. -¿Por qué? -Porque el óxido causa tétanos. Y no tenemos antitetánica. Si pilla un buen tétanos puede morir por sepsis. -¿sepsis? -El cuerpo ve mucha infección, suelta un montón de químicos al organismo para intentar pararlo y el cuerpo muere a causa del exceso de químicos. Es dificil de curar incluso con antibióticos. -Oh, vaya. Lo siento. -dijo Amaia. -Y será una muerte lenta y dolorosa ¡JODER!

El médico se fue. Después de varios días de dolores horribles, Juan, el gerente, murió de sepsis.

Los días seguían avanzando. Mikel había empezado a moverse un poco, a dar paseos. Los médicos le dijeron que las cicatrices quedarían más feas, pero a él no le importó y zanjó la cuestión con un “¿más feo que esto? Y ya qué hostias importará”. Un día, paseando con Amaia por el hospital de campaña (seguían sin dejarle salir), vinieron el jefe Grijalba y Julio a hablar. -Hola. -Hola chicos. -Cada días vas mejor. -A ver si me dejan pirarme ya de aquí, que estoy hasta los huevos. -Ya, ya, ten paciencia y verás como pronto te piras. -Ya ¿y como así vosotros por aquí? ¿Venís a pedirnos algo? -Para ser tan zopenco eres muy inteligente, jijiji... -dijo Julio. -Suéltalo. -Oh, pero no es a tí. Es a Amaia. -¿Eh? ¿A mí? -Sí. Tenemos un saboteador. -¿Un saboteador? -Aparece por las noches en huertas, almacenes y demás. Se dedica a romper cosas o a estropear la comida. -¿Y por qué no usáis a la policía/ejército para eso? -Lo hemos intentado, si nos ponemos a vigilar no actúa o actúa en otro sitio. No somos suficientes para tenerlo todo vigilado siempre. -¿Y yo qué pinto aquí? -Queremos tu sigilo. Ekhi dice que eres muy ágil y que podrías moverte con sigilo por la noche. -Ya, pero si le pillo ¿qué? Soy una pobre chica desvalida. -¡JAJAJAJAJAJA! ¡Ahora sí que las soltado gorda! -se rió Mikel. -¡CALLA, GILIPOLLAS! -No, a ver. No queremos que le mates. Queremos tener una prueba clara de que ha sido esa persona. -¿Sabéis quién es? -Oh, no, no. -dijo Julio con una sonrisa pícara. -Vale. -Amaia guiñó un ojo.-Oye Julio ¿me llevas a dar un paseo a casa de Ekhi? Hace tiempo que no le veo. -Oh, será un placer querida.

Y se fueron. -¿Qué coño pasa aquí? -Nada, ya te enterarás.

Amaia dejó de visitar a Mikel durante 4 días.

El quinto día apareció Borja con una flecha clavada en la pierna pidiendo ayuda. Detrás de él apareció Amaia con Dani y con el jefe Grijalba. -Curadle la pierna y luego enseñadme la flecha, chicos. -les dijo el jefe Grijalba a los médicos que iban a atenderle.

Grijalba miró la flecha y dijo. -Dani, detén a ese hombre por traición. -¿Qué? ¡Yo no he hecho nada! Dijo Borja. -Amaia disparó esa flecha y por si acaso hizo una pequeña inscripción. Aquí pone “si estaba clavado en alguien, soy el traidor”. -¡Eso no es prueba suficiente! -No, pero yo te he visto antes de dispararte. -dijo Amaia. -Y yo también, señor Borja. -dijo Dani sonriente. -Yo creo que son pruebas suficientes, pero tendrás un juicio, Borja. Mientras tanto, al trullo.

Mikel se reía a carcajadas. Amaia había pasado de ser una niña pija que no valía para nada a ser una ninja. Aprendía muy muy rápido. Se alegraba de tener a alguien tan competente cubriéndole las espaldas. Amaia estaba muy seria. -¿No te alegras? -Creo que es el que mató a Juan. -¿Sí? -Sí ¿te acuerdas de lo que nos dijo Iker? Que enmierdaría todo para que este sistema social no funcionara? Le he estado vigilando mucho. -¿Y has visto algo? -Es el lider de una pequeña camarilla de personas que están confabulando para jodernos a todos y luego quedarse con todo el poder. -¡Lo mataré! -No, Grijalba ya lo sabe. Y debemos confiar en la justicia. Están avanzando un montón en lo de las leyes. -Vale, vale. Por cierto. -Dime. -Enhorabuena, ninja pija. -¿Niña pija? -NINJA pija ¡jajajaja! -GILIPOLLAS. -No te pareces en nada a la niña pija a la que salvé en las escaleras de su piso. -Ya, la vida de mierda nos cambia un poco el caracter. -Pues me caes mejor ahora. -Calla, gilipollas. -Vale, ninja.

Poco después Mikel recibió el alta. Todavía tenía ciertas molestias al andar, pero debían empezar a prepararse. Aprendía medicina, renovaba equipo, se ponía físicamente a tono...

Un día apareció Dani. -Te busca Luis. -¿El ingeniero? -Sí, que tiene algo. -¡Voy, avisa a Amaia! -Ya está allí.

Mikel fue corriendo sin pensar en las heridas. Se dió cuenta cuando ya llevaba diez minutos corriendo. Se alegró de que no le doliera nada. Ya podían partir. Al llegar, se encontró a Iker y Julio junto a Amaia y Luis. -¡Hola! ¿Novedades? -Hola Mikel. Es cosa de tamaño y aceleración. -¿Como? -No lo entiendo bien. Hay cosas que no me cuadran, pero sé que tiene que ver con el tamaño y la aceleración. -Explícate mejor, anda. -Simplificando un poco, que aquí muchos no sabéis de física. Bueno, y aunque supiérais, esto no tiene puto sentido con los conocimientos de física que tenemos. -Suéltalo. -Vale. Cuanto más grande sea el bicho, menos puede acelerar. -¿eh? ¿Y eso que tiene que ver con la electricidad? -Podemos generar corriente, pero no mucha cantidad. Creo que 3.3v y 2A es lo máximo. Si subimos a 5v no llego ni a 1A. -¿En serio? ¿Y qué tiene que ver con la aceleración? -Creo que “el nuevo sistema” considera el flujo de electrones generados como un todo. Si muchos electrones van juntos por un cable, el sistema no deja. -¡Pero que eso no tiene sentido! -Ya, nada lo tiene. Solo intento entenderlo olvidando todo lo que sé. -¿Y eso sirve para todo? -Sí. He hecho pruebas y, cuanto más grande el bicho, menos aceleración. Es así como no permiten las explosiones. Seguramente una bombeta de esas de los niños explotaría. -¿Entonces? -Entonces: un arco dispara, pero una ballesta no. Un tirachinas sí, pero una pistola de aire comprimido no. -JO-DER ¿esto sirve para algo? -preguntó Iker. -Entendemos mejor la nueva física. Y podemos fabricar cosas básicas de bajo voltaje. -dijo Mikel. -¿QUÉ? -preguntaron todos menos Luis. -Podríamos fabricar instrumentos eléctricos básicos de bajo voltaje. Por ejemplo radios. -dijo Luis. -¿Y ordenadores? ¿Y podremos acceder a los datos de internet? -preguntó Iker, planeando todas las consecuencias posibles en su mente. -No, no. Hay que fabricar a mano, no podemos fabricar un ordenador mínimamente potente. Pero el que sepa mucho sobre circuitos conmutados es el puto amo ahora mismo. -dijo Mikel mirando a Luis. -Sí Mikel, yo sé mucho sobre circuitos conmutados. -Me encantaría ayudarte, sé bastante del tema, pero nos vamos. -¿Qué? -preguntaron todos al unísono. -Ya estoy curado. Amaia y yo nos vamos a matar robots. -Te dije que no iba ir todo el rato en una zona sin árboles. -dijo Amaia. -Ya. Lo he estado pensando. Vamos a hacer una cosa. Vamos a ir por los pirineos y de allí iremos bajando, limpiando una zona y subiendo. Mucho menos riesgo. -Pero riesgo. -Siempre hay riesgo, de un tipo u otro. -dijo Mikel señalándose las cicatrices. -Ok, dadme unos días, que creo que os podré apañar unas cositas. -dijo Luis. -¿Cositas? -Un par de radios o linternas que se carguen con energía solar... cositas. -Sería increíble. Entonces iremos donde Ekhi, quiero hablar con él.

Mikel y Amaia se dirigieron a casa de Ekhi, esperando que estuviera allí. No lo encontraron y se fueron a buscarlo. Dos personas iban paseando en bicicleta y, viendo a Mikel ir a pie, les dejaron las bicicletas. -No es necesario. -Tranquilo, no tenemos prisa. Y tú acabas de estar en el hospital. Mejor que uses una bicicleta. -Pero estas son vuestras. -Se nota que estáis poco por aquí. Todo es de todos, intentamos siempre ser generosos con los demás, usar lo que necesitamos y dárselo a otro si lo necesita más. -¿En serio? -Sí, al principio cuesta, pero cuando te acostumbras todo va mejor. -Vaya, pues gracias. Pero de verdad que no lo necesitamos. Acabo de estar corriendo y no me duele nada. -¿Hace cuanto que no andas en bicicleta? -Semanas. -Pues practica, que tienes que ir en bicicleta a matar aliens. -Vale, vale. Pues gracias.

Cogieron las bicicletas, Mikel no notaba molestias pero se notaba flojo. Le dijo a Amaia que tendría que andar unos días para coger fuerzas y siguieron buscando a Ekhi. Lo encontraron paseando por la playa. -Hola, eres dificil de encontrar. -Ah, hola chicos. Me viene bien andar por la arena. La espalda y eso. -Es lógico. -¿Necesitáis algo? -Quería hablar contigo. -Tú dirás. -Ya te he contado como pasó lo de los asesinos. -Sí. -Vale. Necesito ocultarme de ellos. -¿Todo el tiempo? -Todo el posible. -Vale, será un coñazo pero puedo ayudarte ¿qué más? -Quiero más armas que pueda sacar rápido. -¿cuchillos? -O algo así, sí. -Claro, viste lo bien que las usó Amaia y ahora entiendes la utilidad.

Amaia se ruborizó. -Lo hiciste increíblemente bien, Amaia. -Gr-gracias. -Bueno, pues llevaréis kunais. Como los ninjas. -Oh, sí. Amaia es una ninja pija. -Calla... -Ya, ya, gilipollas. -¿Nos vamos a mi casa o tenéis que seguir metiéndoos el uno con el otro? -Vámonos, anda.

Ekhi enganchó unos kunais a la altura del muslo. Tres en cada pierna a Mikel y dos a Amaia. -Mirad, estos cuchillos son la leche. Los podéis usar para mil cosas. Son buenos cuchillos en el uno contra uno. Se lanzan super bien. Les podéis enganchar una cuerda y lanzarlo por encima de una rama gorda... Y sirven para labrar la tierra. -¿Eh? -Nada, una bromita. Es que se fabricaron para eso. Pero luego vieron la utilidad y se convirtieron en armas. -Y se sacan muy rápido. -Practicad en la diana, a ver si podéis sacarlos del pantalón y lanzarlos.

Probaron unas cuantas veces. -Muy lentos y con mala puntería ¡Enhorabuena! -Cabrón. -Mirad, hacedlo así. -Ekhi hizo el gesto correcto. Acertó casi en el centro.

Siguieron probando. Al final decidieron pasarse unos pocos días practicando.

Una vez que controlaban el lanzamiento de kunais, Ekhi les enseñó los atuendos de camuflaje. -Esto es una ropa de camuflaje de los francotiradores del ejército. Tenéis que andar en cuclillas y despacio. Aprovechad siempre que podáis para acercaros a zarzas y demás, ayuda a que sigáis ocultos. -Con esto no podemos avanzar todo el día. -Esto es lo que hay. -Pues no vale. -Pues las capas de invisibilidad se me han agotado. -Menos coñas. -No, a ver. Si queréis ser invisibles, tenéis que moveros muy despacio y en silencio. Lo bueno de estas capas de camuflaje es que las podéis tirar por encima de la tienda de campaña y también estáis ocultos al dormir. -Eso está muy bien. -¿Lo tomáis o lo dejáis? -Lo tomamos. Y ya veremos cuanto lo usamos. -dijo Amaia. -Ok. -dijo Mikel.– a malas los dejamos tirados por ahí. -Otra cosa. Tenéis que aprenderos las señales tácticas militares. -¿Señales tácticas militares? -Lo de las películas, levantar el puño con el codo a noventa grados para pararse, etc. -Ah, para comunicarnos sin hablar. -Mirad, aquí tenéis una tabla. Aprendeos todas las señales, adaptad las que no valgan y pensad en si necesitáis alguna más. -¿Las que no valgan? -Por ejemplo esta, “enemigo con escopeta”.-dijo Ekhi poniendo levantando su puño al cielo mientras estiraba los dedos índice y pulgar- Podéis usarla para “arquero”, pero no sé si es muy útil. -Ah, vale, entendido.

Durante los días siguientes entrenaron con los kunais, añadiendo la lucha cuerpo a cuerpo, hicieron entrenamiento físico y memorizaron los gestos. Ya estaban preparados.

Prepararon las mochilas, la tienda de campaña, la comida... Todo bien empaquetado en las bicicletas. -Parecemos profesionales. -dijo Amaia. -Lo somos. Este es ahora nuestro trabajo. -Fundir robots y matar asesinos. No es el peor trabajo del mundo. -No lo es.

Se despidieron de todo el mundo. Grijalba les dijo que se había decidido desterrar a Borja, porque no tenían cárceles en condiciones dentro del asentamiento. Dieron el OK, aunque suponían que volvería. Julio les informó de que se había decidido empezar a preparar un asentamiento en la rivera navarra e ir mudándose poco a poco. De hecho, algunas personas decidieron que se quedaban en Donosti, por lo que se iba a montar un sistema de comercio para que a nadie le faltara de nada. Todo sin dinero, basado en altruísmo. Luis les informó de que había adaptado cacharros existentes para que se cargaran con energía solar y les dió seis linternas, dos para cada bicicleta y una personal. También las dos radios que se podían usar con auriculares, así tenían las manos libres mientras hablaban.

Cogieron sus bicicletas y salieron. Esta vez esperaban no volver en mucho tiempo, años si todo iba bien.

¡Un médico!

Llegó el día de la partida, fueron al Boulevard donostiarra a despedirse. Allí les esperaban Julio, Iker, Unai, el jefe Grijalba, Ekhi... Después de unas pocas palabras de despedida, se preparaban para partir. -Si encontráis supervivientes mandadlos aquí. -dijo Julio. -Sí, claro ¿Ya lo tenéis todo organizado? -Sí, sí. Tenemos de todo, carpinteros, médicos, agricultores... Incluso tenemos algunas personas que se han ido al campo con los animales y vienen cada pocos días. Estoy planteando un sistema de aprendizaje continuo para no depender de nadie, cuando lo tenga claro lo votaremos. -¿Aprendizaje continuo? -dijo Amaia -Sí, que el carpintero enseñe al agricultor, el agricultor al médico, el médico al ganadero, el ganadero al carpintero... Tengo que organizarlo para que todo el mundo sepa mucho de lo suyo y algo de todo lo demás. -¿Eso no es una pérdida de tiempo? -dijo Mikel. -Mira, te pongo un ejemplo. Solo tenemos un ingeniero electrónico, al que conociste. Si le pasa algo ¿qué hacemos? -Ah, claro, claro. -Además, han llegado algunos niños. Tenemos un par de profesoras, pero si llegan más, nos faltará gente. Y cuando sean más mayores, necesitamos algo que sustituya las FP y universidad. Mi idea es que todos sean alumnos y profesores. -ufff... muy complicado, me supera. -Dijo Mikel. -¿No te has encontrado nunca con alguien que decía que su trabajo era super importante y que tú te tocabas los cojones con los cablecitos? -Sí, hay mucho imbecil suelto. -Pues con este sistema también te evitas eso. -Interesante. Ya nos contarás a la vuelta. Gracias por todo. -No, gracias a vosotros. Y mucha suerte acabando con la invasión.

Ekhi se acercó. -Chicos. -¿Vienes a regalarnos el arma definitiva? jejeje... -dijo Amaia. -Ojalá. Pero sí he pensado una cosa ¿Podéis subiros ahí de espaldas a mí?

Mikel y Amaia se subieron a una mesa para que Ekhi no se tuviera que agachar. Ekhi manipuló sus botas, le hizo bajar y les dijo: -Os he puesto uno como este a cada uno. -¿Qué es? -Un arma oculta en la bota. Es un punzón con filo. Si por lo que sea os desarman, podéis aprovechar un momento de despiste y atacar una zona blanda, cuello u ojos básicamente. El filo realmente es por si os atan y podéis llegar a la bota, así os podríais soltar. -No creo que eso sirva contra los robots ¡jajajaja! -se rió Mikel. -No me preocupan los robots, creo que estáis sobradamente preparados para acabar con ellos si no os confiais. Me preocupan los asesinos. No sabéis como van a actuar y toda precaución es poca. -Ya, pero por lo que sabemos casi no hay asesinos. Mikel ha viajado muchísimo y solo se ha encontrado con un grupo. -dijo Amaia con cara triste, recordando como murieron sus vecinos. -Aún así, tened mucho cuidado. En la supervivencia lo desconocido es lo peligroso. Y en este mundo en el que vivimos, casi todo es desconocido. -Ok, muchas gracias.

Cogieron las bicis y salieron de allí. La gente les aplaudía cuando partían, Mikel aceleró. Odiaba aquello. Cinco minutos después ya estaban solos, subiendo por ategorrieta. -Mikel, tranquilo. -Voy tranquilo, hostias. -No, vas a toda leche y no te puedo seguir ¿Paramos en Arzak a comer? Está aquí al lado. -No, seguimos, hay que volver a la rutina. -Era coña, joder. Qué más llevas la fama, hombre. -No lo entiendes. -Sí lo entiendo. Eres de pueblo. Tú te ibas por el pueblo y hablabas con todo dios, pero eran todos conocidos. Hablábais de igual a igual. Eso de no conocer a nadie y que todo el mundo te conozca no te gusta. Y si encima te tratan como a alguien mejor, superior o como quieras llamarlo, te descoloca totalmente. -¿Si tan bien me entiendes por qué cojones me vacilas? -Porque esta es tu nueva vida Mikel. Te tienes que acostumbrar. -No me quiero acostumbrar. -A partir de ahora, si sobrevivimos, tu vida tendrá dos partes. Por un lado irás por el bosque y por los campos en soledad, andando mucho de noche, sobreviviendo y matando. Y por otro lado cuando vuelvas a la ciudad. Donde lo tendrás todo hecho y todo el mundo te halagará, donde no podrás mantener conversaciones de igual a igual excepto conmigo y con unas pocas personas más. -Y encima, las personas con las que puedo hablar normal son gilipollas casi todos. -¡OYE! -No es por tí. Bueno, un poco sí. Pero me refiero sobre todo a Julio, a Iker y a Grijalba. -Un poco sí... Ya estás volviendo a ser el Mikel normal que yo conozco ¡jajaja!

Avanzaron hacia Irún y de allí cogieron la N-121 hacia Pamplona. A medio camino pararon a descansar. Además, a partir de ahí ya no había seguridad de que no hubiera robots. Realmente no sabían donde estaba la vaina, así que debían ir con cuidado.

Al anochecer avanzaron en bici, despacio debido a la falta de visibilidad. Ni rastro de los robots. Llegaron a Pamplona y siguieron hacia la Valdorba. Iban a adentrarse en ese bosque, pasar el día allí y, si había suerte, ver la vaina desde un lugar seguro.

Y llegó la mañana. Allí estaba, cerca de donde se suponía que debía estar Sangüesa, una vaina enorme. Rápidamente, Mikel sacó un mapa que le había dado Grijalba y se puso a planificar. -Si vamos por el sur llegamos antes, si pasamos por el norte, conozco mejor el territorio. Iremos por el norte, esta noche. -¿Seguro? Prefiero ir rápido. -Lo desconocido es peligroso. -Ok, ok. Ya vuelves a ser tú mismo, estás en tu elemento y yo soy una novata. -Ahora tienes la oportunidad de demostrar lo que has aprendido. -No, no, yo te sigo a pies juntillas. No la quiero liar. -Ojalá tengamos suerte y no tengas que improvisar, en serio. -¿A qué te refieres? -A que si todo sale bien, nos acercaremos y reventaremos al bicho ese. Pero nunca sale bien a la primera, siempre tenemos que inventarnos cosas. Así que estate preparada para improvisar. -Ok, ok.

Cazaron, durmieron, comieron... Había que ahorrar fuerzas al máximo. Por suerte, en las bicicletas llevaban suficiente equipaje, incluso habían conseguido llevar una mini tienda de campaña que les permitía dormir tapados. Y así llegó la noche. Cruzaron por el mismo sitio donde habían muerto los cazadores, aunque sus cuerpos ya no estaban; “buitres” pensó Mikel. Pasaron por la foz de lumbier y avanzaron hasta la zona más cercana a la vaina ¡Vaya, que suerte! El bosque estaba muy muy cerca de la vaina, demasiado cerca. Podían disparar desde el interior del bosque al robot gigante solo con que sacara la cabeza a mirar. -Vamos a matar unos pocos, todavía queda noche por delante. -Ok ¿cuantos? -No te alejes mucho de mí, creo que podemos matar 25-30 cada uno. -Vale.

Fue rápido y efectivo, en poco tiempo habían matado a más de 60 robots, así que volvieron rápidamente al bosque y buscaron el lugar más acorde para disparar. Encontraron dos buenísimos, de hecho. Vista perfecta a la puerta de la vaina y grandes rocas al lado por si había que esconderse detrás. -Esto parece hecho a propósito. -dijo Mikel. -Sí, que bien ¿Yo me pongo aquí y tú ahí? -No me has entendido. No me gusta que sea tan fácil, podría ser una trampa. -¿Pero como? -No lo sé, pero sigue sin gustarme. Prepárate para huir, por si acaso. -Ok. -Y vamos a hablar más bajo. -¿Eh? Pero si dijiste que no oyen. -Sí, pero no me gusta esto. -Vale, vale. Aunque creo que te estás poniendo paranóico.

Esperaron al amanecer. El robot gigante sacó la cabeza y Mikel rápidamente disparó su flecha. Justo antes de soltar la cuerda vió como otra flecha acertaba en el ojo. Aún así no le dió tiempo y soltó la suya. También acertó. Se escondió tras la roca y esperó media hora, aunque iba mirando con el espejo pequeño. Estaba claro que los robots ya no seguían vivos. Se levantó y salió del bosque. Nada se movía. -¡Amaia, sal! -¡Voy! -¡Y trae el cortapernos!

Intentaron romper alguna parte de un robot con el cortapernos. No había manera. Incluso lo intentaron entre los dos, apretando un mango cada uno. Al final, debido a la fuerza, terminaron rompiendo el cortapernos ¿No había nada suficientemente duro como para romper un robot de estos o qué carajo? -Bueno, al menos no hemos tenido problemas. -Sí, ahora nos vamos. -¿A donde? -A por la siguiente vaina. Por ahora subiremos hacia pirineos. -¿Conoces algo de la zona? -Yo iría hacia el monte perdido, tirando por al Yesa, Jaca, Sabiñánigo y para arriba. Al pasar el bosque de Ordesa tenemos río y una buena explanada. Ahí montamos un pequeño campamento y empezamos a buscar. -¿No está muy arriba? -Sí, pero conozco la zona. Buscamos siempre territorio conocido. -Ya, ya. Pero estabas paranóico y has fallado. Baja el pistón ¿vale? -mmm... no sé yo...

Relativamente tranquilos por la falta de robots, subieron en bicicleta hacia Ordesa. Al atardecer se acercaron al final del bosque. Mikel ordenó parar. -¡Quieta! -¿Qué? -He visto humo. -¿Donde? -Silencio absoluto. Soltamos las bicis aquí y nos acercamos despacio. -Ok.

Agazapados, se fueron acercando a la salida del bosque. Mikel conocía la zona, cuando aún no tenía hijos había venido varias veces a subir al perdido. De hecho, había dejado de subir porque “esto parece la puta procesión de semana santa, joder”. Un camino relativamente llano que llevaba a la cola de caballo, que debía estar espectacular en pleno deshielo. Llegaron a la linde y vieron dos tiendas de campaña enormes, de las de familia numerosa. Entre ellas, un fuego, sillas y mesa de camping... Y cuatro parejas viviendo tranquilamente. -No parecen hostiles -susurró Amaia. -Espera, hay que confirmarlo. -Ok.

Vieron que tenían una huerta, mucha leña cortada e incluso gallinas. Vivían ahí desde hacía tiempo.

Escucharon conversaciones, eran gente educada y muy asentada. Parecían vivir de forma aburrida. Todo era buena señal, pero Mikel no se fiaba. -Oye, se nos va a hacer de noche. -Dijo Amaia. -¿Quieres salir? Sal y yo te cubro. -Ok, voy.

Amaia salió. -¡Oh, qué sorpresa! ¡Mira cariño, una chica! -Hola, me llamo Amaia. -Hola Amaia ¿necesitas ayuda? Siéntate por favor. -Oh, no. Solo una pregunta. Aunque puede sonar raro. -Dinos, dinos. -¿Vais armados? Si la respuesta es que no ¿puedo asegurarme de que es así? -¿Por quién nos tomas? Somos gente civilizada que vive aquí tan decentemente como puede. Claro que no vamos armados. -Bueno, ahí tienes un hacha y ahí unos cuchillos de cocina. Nada más. -¿Puedo mirar las tiendas? Prometo no meterme dentro, solo mirar desde fuera. -¿Y esta desconfianza? Ni que te hubiéramos hecho algo. -Hay asesinos sueltos por ahí. Roban y asesinan para sobrevivir. -¿¡QUÉ!? -¿Puedo asegurarme por favor? -Oh, en ese caso... Mira, mira.

Amaia metió la cabeza en las tiendas, Mikel observaba agazapado y con el arco preparado. Enseguida, Amaia se dió la vuelta y dijo. -Mikel, puedes salir. -¿Mikel? ¿Hay otro? -Sí, os presento a Mikel. -Hola. -Oh, hola.

Las ocho personas miraron a Mikel con cierto temor. Mikel pensó que era normal, que aparezca un tío con esa cara de bruto, con esa barba, despeinado y con un arco casi dispuesto para disparar... Quitó la flecha y se la guardó. -Perdón por esto, pero todas las precauciones son pocas.

Todos se fueron tranquilizando. Hablaron. Resultaba que allí había dos médicos, una enfermera, el antiguo gerente de un hospital... Todos ellos habían huído de Huesca y luego habían ido montando el campamento lo mejor posible. No habían visto a nadie desde que huyeron. -Deberíais ir a Donosti. -dijo Amaia. -¿Y eso? -Hemos conseguido habilitar una zona segura. Se están organizando allí. Nos fuimos hace unos pocos días y ya eran más de mil. -¿Tantos? Qué alegría me das. -Allí tendríais comida, refugio, alimentación garantizada, cuidados sanitarios... Deberíais ir. -Oh, eso también lo tenemos aquí. Mira.

Una mujer le enseñó a Amaia una gran bolsa llena de medicamentos, kits de sutura, gasas, etc. -Me alegro de que os vaya bien, pero aquí no estáis a salvo. Los asesinos podrían venir. -dijo Amaia. -Donosti está muy lejos. No creo que nos pase nada, hasta ahora hemos estado bien aquí. -Pero no tenéis protección, si vienen los asesinos os matarán. -¿Estáis seguros de que eso es verdad? Llevamos años aquí y ni rastro de ellos. -A mí me pasó igual. Un día aparecieron los asesinos, mataron a mis vecinos y, gracias a Mikel sobreviví. -Cielo cariño, debe haber sido una experiencia traumática. -No estamos hablando de mí, sé cuidarme sola. Deberíais ir, por vuestra seguridad. -Bueno, lo pensaremos ¿vale?

Cenaron con ellos, pero Mikel no quería quedarse allí, con tanta luz y gente. Así que volvieron al bosque a montar la tienda. -Creo que deberíamos quedarnos, Mikel. -No, es arriesgado. Y baja la voz. -No puedes ser tan paranóico, en serio. Te va a dar algo. -Que bajes la voz.

Amaia no se callaba, pero al final llegaron a las bicis. -Acamparemos aquí y mañana seguiremos camino. -Ok, pero Mikel. -Dime. -Tienes que ser más amable con la gente. -No me toques los co¡PUM!

Se escuchó un ruido sordo y Mikel cayó al suelo. Le habían golpeado en la cabeza. Cuando despertó iba atado a una rama gorda, como si fuera un cochinillo. Buscó a Amaia, estaba mareado y con un dolor de cabeza atroz. La vió un poco más atrás, caminando delante de un hombre con un cuchillo ¿Asesinos? Seguramente ¡MIERDA! Se había acabado. No había ninguna opción para él.

Se dió cuenta de que estaba en ropa interior ¿por qué? ¿Para asegurarse de que no escondía armas? También notó que le sangraba la cabeza. Hizo acopio de fuerzas y dijo: -Amaia, improvisa. -¡CALLA! -dijo uno de los asesinos mientras le volvía a golpear la cabeza.

Se volvió a despertar y estaba atado a un árbol en un claro del bosque. A su lado de pie Amaia, vestida y sin atar. -Bueno preciosidad. Te vamos a explicar por qué no te hemos atado todavía. -dijo uno de ellos. -Te va a encantar, sobre todo cuando vomite por el dolor, o se desmaye. -dijo otro mientras sacaba un cuchillo.

¿Cuantos eran? ¿Qué iban a hacer? Miro alrededor. Eran 3, aunque uno se alejaba hacia el bosque. El hombre del cuchillo se acercó y le hizo un pequeño corte en el hombro ¡qué dolor! -Mira bonita, vamos a divertirnos un poco con él y luego te pediremos amablemente que te dejes follar y hacer todo lo que digamos. Si lo haces, luego os mataremos de forma rápida y prácticamente indolora. Si no...

Y volvió al otro hombro. Mikel gritaba de dolor y Amaia de terror. El hombre estuvo un buen rato haciendo cortes por todo el cuerpo a Mikel, los muslos, las tibias... -Voy a hacerle un último corte y luego te reviento a pollazos, ¡JAJAJAJAJA!

El hombre cogió otro cuchillo, pequeño y puntiagudo. Se acercó a Mikel e hizo un corte empezando por la parte alta del pecho hasta la cadera contraria. Muy despacio. Mikel aullaba de dolor, no podía más. Estaba a punto de desmayarse. -Bien ¿te gusta lo que le hacemos a tu amigo? Por ahora las heridas son poco profundas, pero puedo apretar más. -¡Parad, hijos de puta! -gritó Amaia. -¿Vas a hacer todo lo que te digamos? Va, pórtate como una buena niña y quítate la ropa. -¡Amaia, no! -gritó Mikel, pero le dieron una patada en la cara para callarle. -Ok, ok, lo haré. -dijo Amaia.

Amaia se agachó a desatarse la bota, pero tardaba. -¿Tan cachonda estás que no sabes ni desatarte la bota? ¡JAJAJA! -Voy, voy, sí...

El hombre que no había torturado a Mikel se acercó con la mano agarrando un cuchillo de caza que llevaba en el cinturón. Amaia seguía agachada y mirando al suelo. En el momento en el que estaba suficientemente cerca, Amaia cogió el punzón de su bota, se levantó y se lo clavó directamente en el ojo. ¡¡¡¡AAAAAAAAARGH!!!! gritó el hombre y se llevó las manos a la cara. En ese momento, Amaia cogió el cuchillo de caza del cinturón del hombre y, con un agil movimiento, se lo clavó de abajo hacia arriba en el estómago, intentando alcanzar el corazón. Sacó el cuchillo rápidamente, el hombre cayó. Le puso el cuchillo en la mano a Mikel, dijo “¡Corta las cuerdas!” y huyó al bosque.

“¡Buena chica!” pensó Mikel. Ella había salvado su vida y le había dado una oportunidad a Mikel. Mucho más de lo esperable. Sabía que el tercer asesino podía volver en cualquier momento y que debía cortar las cuerdas cuanto antes. Antes de terminar de soltarse, apareció el tercer hombre. -¿PERO QUÉ COÑO? ¿Tu amiga ha hecho esto? Te mato y voy a por ella.

En ese momento el hombre cayó al suelo. Detrás de él estaba Amaia. Le había clavado el otro punzón de su bota entre dos vértebras cervicales.

Amaia fue corriendo a donde estaba Mikel y le ayudó a soltarse. Cogió los dos punzones y se los volvió a poner en las botas, ayudó a Mikel a levantarse y dijo: -Vámonos, debemos ir donde los médicos a curarte. Estás muy mal. -¡No! ¡Al río! -¿Qué? -¡Hay 5 mochilas! ¡Hay otros dos y yo iré dejando rastro de sangre! ¡Al río! -¿Estás loco? ¡No sobrevivirás! -Sí, lo haré. Es la única manera.

Amaia ayudó a Mikel a caminar, Mikel iba malherido y descalzo, todo se le clavaba en los pies. Pero no era momento de quejarse. Había prisa. Por suerte, había un río cercano que subía hasta las tiendas de campaña de los médicos. Mikel se metió e iba soltando sangre. -¡Escóndete en las cercanías, si vienen eres mi única oportunidad! -¡No puedes ir solo por ahí! ¡Te desangrarás! -¡No hay otra opción!

Mikel subió, tenía los pies llenos de cortes. Se cayó al agua, se levantó y siguó. Volvió a caerse. Estaba congelado, aunque no hacía nada de frío. Había perdido mucha sangre y el frío del agua le causaba grave riesgo de hipotérmia.

Por suerte, llegaron a la salida del bosque. Salió del río, Amaia se acercó y lo cogió. Gritó pidiendo ayuda y enseguida aparecieron los médicos. Estos actuaron con absoluta presteza y profesionalidad. -¡Rápido, cogedlo y llevadlo a la tienda! -Tumbadlo aquí, ke pongo un suero ya. Nuria, cósele. -¿sabéis el grupo sanguíneo? Necesita una transfusión y alguien tiene que donar. -Yo soy cero negativo. Juan, sácame sangre. -Ven. Amaia, ayúdame moviendo esta bolsa así. -No tenemos suficiente hilo para coser todo esto. Le haré puntos muy grandes y lo que no pueda lo taparé con gasas. -¿Aguantará? -Tendrá que hacerlo, no tenemos otra. Mikel, bebe suero. Necesitas hidratarte y producir sangre. Y muévete lo menos posible.

Poco después lo tenían cosido y con una vía por la que le metían suero y sangre cero negativo. Le pincharon también un poco de sedación para soportar el dolor. Aún así, a Mikel le dolía horrores. -Lo siento Mikel, no tenemos ni anestésicos ni más sedación. Tendrás que aguantar con analgésicos. -Vale. -dijo Mikel. -Ahora estate quieto y en silencio. Aprovecha la sedación para descansar, que luego será peor. Amaia, cuéntanos qué ha pasado. -Los asesinos nos han pillado y han torturado a Mikel. Nos hemos escapado. Cuidadlo que tengo algo que hacer. -¿Qué? ¡Pero no te vayas!

Y Amaia se fue al bosque.

Pasaban las horas, Amaia no volvía y a Mikel cada vez le dolía más. Llegó la noche. -Mikel, te vamos a dar un analgésico en vena, una pirazolona. Está caducado así que puede que no te haga efecto. Pero no tenemos más. -Vale. -Lo del agua fría ha sido una idea suicida pero ha funcionado. -¿Qué? -El frío es vasoconstrictor, digamos que encoge las venas y disminuye la circulación sanguínea. Ha hecho que pierdas menos sangre. -Ah ¿Y suicida? -Porque la pérdida de sangre y el frío juntos te pueden provocar una hipotérmia y matarte. Estás muy loco. -Sí. -Pero mucho. -Lo sé.

Parecía que el analgésico hacía efecto, le dolía menos. Ojalá tuvieran más sedantes, porque esto era absolutamente insuficiente. Aún así, estaba quieto y sin quejarse. Era lo que le habían ordenado y estaba dispuesto a aguantar lo que hiciera falta.

De madrugada apareció Amaia, llevaba las dos mochilas de supervivencia. -¡Joder, qué susto! -Ya, estamos seguros creo. -¿Qué? -Que ya no quedan asesinos que podrían seguirnos. Mañana por la mañana traeré el resto de equipo. -¿Los has matado? -Sí. -¿Y no hay más? -En ese grupo había cinco y he matado a cinco. A menos que haya otro grupo cerca, no hay más. -Bueno, descansemos. -No. Yo me quedo vigilando. Y mañana por la mañana uno de vosotros me releva. -¿Relevarte? ¿Y qué voy a hacer si viene un asesino? ¿Recetarle un diurético? -Gritar para que yo me encargue. -¿Así estamos? -Sí, hasta que estéis preparados para irnos. -Amaia tiene razón, no podemos quedarnos aquí. No estamos tan seguros como pensábamos. -Sí, es posible. -Ahora dormid lo que podáis, yo me encargo de todo.

Amaia se acercó a Mikel y le susurró. -Lo siento Mikel. Como siempre, tenías razón. -¿qué? -contestó Mikel. -Que debíamos ser más precavidos. Lo siento tanto. -Tranquila, me has salvado a mí y luego nos has salvado a todos. Lo has hecho increíblemente bien. -Gracias, pero es mi culpa que estes así. -Ya hablaremos cuando no me muera de dolor. Ahora vigila para salvarnos la vida. Mañana partimos. -Vale.

A la mañana siguiente, después de haber dormido más bien poco por el miedo, le hicieron el relevo a Amaia. -Ahora acuéstate, anda. Que estarás agotada. -Estoy bien, hablamos y me acuesto. Tú vigila y el resto venid. -Dinos. -Nos vamos. -Sí, sí, no podemos quedarnos aquí. Es peligroso. -¿Tenéis mochilas de montaña? Os voy a decir lo que necesitáis para sobrevivir el camino. No llevaremos carga extra. -Tenemos algo mejor. -No quiero algo mejor. Quiero que os preparéis, que estabilicéis a Mikel y que pensemos en la mejor manera de llevarle al hospital de campaña de Donosti. -Escúchame. Si llevamos a Mikel en una camilla improvisada y arrastrándolo o en brazos, se muere. No llega, es imposible. -No, no lo es. Tiene que ser posible. -¿Me quieres escuchar? Tenemos algo mejor. Dos caballos y un carro. -¿Eh? -Que podríamos llegar en 3-4 días, llevar a Mikel cómodamente, llevar cosas que no son “solo lo mínimo imprescindible”... La única desventaja es que tendríamos que ir por carretera y los aliens... -No hay aliens de aquí a Donosti. -¿Seguro? -Seguro, nos los cargamos Mikel y yo. -¿¡EN SERIO!? -Sí, pero no es momento de hablar de eso. Id empaquetando. Aunque llevemos carro llevaremos lo justo. Las tiendas se quedan aquí. Dormiremos en casas de pueblos. Prepararé la ruta. -Necesitas descansar. -Cuando salgamos descansaré. -Vale, vale. Creo que para esta tarde podemos estar listos. -Salimos en 2 horas. -zanjó Amaia.

Tres horas después seguían sin estar preparados. Amaia estaba desesperada, quería ayudar a Mikel y no podía hacer más que ayudarles y meterles prisa. -Amaia, necesito dos ramas rectas y largas. -¿Como? -Quiero meterlas por debajo del camastro donde está Mikel y usarlo de camilla hasta el carro. -Ok ¿como de largas? -Tres metros. -Voy.

Y se fue corriendo al bosque con el hacha en la mano. No tardó mucho tiempo en encontrar dos ramas suficientemente largas, rectas y gruesas como para servir. Las cortó, les quitó las ramitas sobrantes... Se volvió. -Ya ¿algo más? -No, creo que estamos. Los caballos ya están aquí, tenemos hierba seca por si acaso... Creo que está todo. -Hay campos y pueblos por el camino, si no lo tenemos todo lo cogeremos de algún sitio. -Sí.

Amaia iba por delante vigilando el camino, los demás iban a una distancia prudencial. Dos llevaban la improvisada camilla al hombro, otro llevaba el gotero con suero en alto y los demás se turnaban de vez en cuando. No tardaron demasiado en llegar al camino y encontrar el carro. Mientras unos atacan a los caballos, otros metían a Mikel con cuidado y el resto metía el equipaje. Había que hacer otro viaje, pero ya sería más rápido y además no tenían que ir todos.

Para media tarde estaban saliendo. Era un desastre, estaban tardando demasiado. Mikel no iba a aguantar tanto. -Os he dicho dos horas y hemos tardado casi todo el día. -dijo Amaia. -No podíamos ir más rápido. -Sí, sí podíais. Es que no estáis preparados para sobrevivir con lo mínimo. -Tu marido necesita cuidados y eso nos retrasa. -No es mi marido. Es, es... -Soy un mongolo que un día la ayudó y ahora no puede quitárse a esta niña pija de encima. Tranquila Amaia, que sobreviviré. -dijo Mikel. -Calla, GILIPOLLAS. Y descansa. -Vale, pero descansa tú también. Túmbate y duérmete, que llevas mil horas sin dormir. -¡Mikel! -Calla y hazme caso. Me dijiste que me harías caso. Son médicos y saben salvar vidas. Harán lo imposible por salvarme la vida. Y yo también.

Aquella tarde llegaron hasta Sabiñánigo, entraron en un Hotel que tenías las puertas abiertas y subieron a Mikel a una habitación. Le cambiaron de cama para que no se pasara demasiadas horas en la misma postura, tenían miedo a las úlceras por presión.

Al día siguiente, después de que todo el mundo durmiera bien, desayunaron bien y emprendieron la marcha. Ahora el camino era más llano y podrían avanzar más rápidamente. Los siguientes días fueron muy duros para todos, pero por fin llegaron a Donosti. -¡TRAEMOS A UN HERIDO! -gritaron.

Enseguida apareció gente de todos lados a ayudar. Metieron a Mikel en el hospital de campaña y le curaron las heridas. Estaban mucho mejor preparados, pero ya había pasado demasiado tiempo y decidieron no ponerle más puntos de sutura. Mikel sobreviviría. -Bueno, bueno. Aquí el heroe es inmortal. -le dijo el jefe Grijalba a Mikel. -Ríete que me da igual. Aquí tienen sedación y ya no me duele. Voy a dormir. -¡Jajajaja! Eres increíble, de verdad. Descansa que ya tendremos tiempo de ponernos al día. -Vale. Pero una cosa. -Dime. -Cuando vayáis a por supervivientes, podéis llegar hasta la altura de Sabiñánigo e incluso un poco más allá. -¿Otra vaina? -Otra. -El puto heroe de los cojones. Gracias Mikel. -Sí.

Y se durmió.

Aprovechando recursos

Julio le había pedido la linterna a Mikel y se había ido riéndose. Maldito viejo, siempre dos pasos por delante y sin explicar lo que quería hacer. Mikel decidió ir a por Amaia, estaba muy enfadado. -¡Amaia! -Ah, por fin vienes a bufarme. -¡Pues claro! ¡A ver qué hostias te crees! -Perdona, en serio. -No, mira, confiaba en tí. Me has engañado. -Eh, eh, tranquilo, que no es para tanto. -¿Que no es para tanto? -Yo lo único que he hecho, a petición de Julio, ha sido avergonzarte en público para que entraras agobiado al referendum. -¿Y ya está? -Ni siquiera sabía para qué lo hacía. Según Julio “Mikel cabreado hablará más. Y lo necesitamos”. Iker también me pidió que confiara en Julio. -Joder, os fiais de un viejo loco, eh... -No, a ver. Ese viejo es demasiado inteligente y nos lía a todos. Seguro que Iker sabe más que yo. Vamos.

Ambos fueron a ver a Iker, que se había quedado en la plaza de la constitución. Estaba recogiendo las sillas. Mikel se había empezado a tranquilizar, se había alterado mucho al principio pero ahora empezaba a verlo en perspectiva. -Aupa Iker -dijo Amaia. -Habéis tardado más de lo que pensaba. -respondió Iker. -¿Nos cuentas lo que sabes? -¿El qué? ¿Como os ha usado? jajaja! Bienvenidos al mundo del Doctor Julio. -¿Siempre es así? -Lo de hoy ha sido mucho más de lo habitual, pero siempre buscaba maneras de liar a la gente, de que participaran en debates, etc. -A ver, no te enrolles y cuéntanos lo que te dijo. -cortó Mikel. -Va, vamos a sentarnos y os cuento.

Iker sabía bastante más. Julio sabía que Borja era el mayor peligro de aquel referendum y hacía tiempo que tenía en la cabeza como hacerlo para destrozarle. Según Julio Borja “es nuestro Cicerón. Y no queremos que injurie a Sergio Catilina para salirse con la suya”, así que preparó contramedidas.

Gracias al capitán Grijalba se enteró de la existencia de Mikel y Amaia. Ella le pareció más asequible y un día, como el que no quiere la cosa, se acercó a conocerla. Esperó hasta que saltara la chispa del referendum, que sabía que se iba a dar, y ahí se lanzó a organizarlo todo. Se aseguró de que Mikel conocía a Borja y Dani. Ya se había asegurado antes de que el capitán Grijalba le contara a Dani todo lo necesario sobre Mikel, por lo que ya lo admiraba. También pidió al capitán que pusiera a Dani, “un chico sin malicia, perfecto para este trabajo”, haciendo las encuestas de la entrada.

Una vez dentro de la plaza todo el mundo sabría que Mikel era el heroe. Por supuesto, Mikel debía estar un poco acelerado, una pequeña ayuda a que abriera la boca. Y ya de paso, también estaba encima del tablado, mejor posición que la de Borja, sentado entre el gentío. Solo faltaba que Mikel dijera algo con sentido común para que la gente confiara ciégamente en él. Debían pensar “es un héroe que solo piensa en nuestro bien. Lo que él diga es seguramente lo mejor para todos”. Así que Julio se aseguró de estar al lado de Mikel y de ir, digamos, “ayudándole a entender” lo que estaba pasando en el debate.

Y así fue como Julio había engañado a todo el mundo menos a Iker, a quién encomendó la tarea de explicarles esto a Mikel y Amaia. “Una vez que todo haya salido bien, ojito”. Mikel flipaba. -¿Pero ese puto viejo qué coño? -Es demasiado inteligente, siempre lo ha sido. -dijo Iker. -¿Se piensa que somos borregos y que nos tiene que guiar o qué leches? -Bueno, el tema del comportamiento gregario está muy estudiado. Y Julio es un especialista. -¿Comportamiento qué? -Mira, un ejemplo. Creo que tú eres muy buena gente y que siempre has intentado ayudar al que lo necesita. -¿Y qué? -¿En el cole no te encontraste con situaciones donde a uno le estaban machacando por gordo, por gafotas o por lo que fuera? -Sí, claro. -¿Y no te uniste ni una vez? -Mmm... sí, pero era un crío. -Ya, pero tu cerebro actuó sin pensar. Es un mecanismo, si la mayoría lo hacen no debe estar mal. Es solo un mal ejemplo para que lo entiendas. Pasa con todo en la vida. Muchas veces tomamos decisiones sin pensar porque “es lo que se hace”. Y el inteligente es el que sabe aprovecharse de ello. -Ya, pero este referendum no es válido. -Oh, sí. Lo ha sido. Piensa que Borja ha ido con unas cuantas personas ya convencidas para que apoyaran lo que dijera. Que han usado soflamas para dar fuerza a lo que él decía, etc. Al final, los unos por los otros. -Pues menuda mierda. -Política pura y dura. -Nunca me ha gustado la política. Qué puto asco todo. -Bueno, piensa que has sido partícipe de un resultado que es bueno para casi todos. -¿Para casi todos? -Me preocupan Borja y sus secuaces. Han perdido y no lo pueden permitir. Algo tramarán. -¿Algo? -Sí. Por ejemplo, que haya robos, o agresiones. Y que dentro de un tiempo se convoque otro referendum porque “este sistema no funciona”. -¿En serio? No creo que nadie sea tan hijo de puta. -Es la técnica estándar. -Joder, estáis puto enfermos. En serio.

Mikel y Amaia se fueron a descansar. Mikel le dijo que se iba a Usurbil a practicar con el arco. Amaia le acompañó. Terminaron pasando varios días allí, Mikel no quería volver. Sabía que según volviera todo el mundo le miraría.

Al tercer día, Amaia empezaba a estar cansada de estar allí. -Mikel, vámonos. -No, estoy bien aquí. Además, hacía tiempo que no entrenaba bien y en breve nos vamos a por aliens. -No nos vamos. Viene el invierno. -Pues me voy yo solo. -No te vas, viene el invierno. -Sí me voy. -No, no te vas. Tú mismo dijiste que hay que tener un campamento en condiciones antes de que llegue el invierno. Las hojas de los árboles ya están casi sin hoja, debe ser diciembre. -Pues me quedo aquí preparándome para la primavera. -¿Te tengo que agarrar de la oreja como a los niños pequeños? -Oye niñata, que aquí la que no sabía coger responsabilidades eras tú, eh... -Pues imagínate si te estás comportando como un niñato, que hasta yo te tengo que dar lecciones. Levanta el culo y vámonos, coño. -Bffff...

Cogieron las bicis y se dirigieron a Donosti. Entrando por la Concha se fueron acercando al Boulevard. Se veían algunas pequeñas hogueras encendidas, hacía frío. Según entraban al Boulevard, la gente se volvía y les señalaba. A Amaia no le importaba, pero a Mikel le superaba ese protagonismo. No dejaba de ser un electricista anónimo de pueblo, le conocía la gente a la que él conocía. Y nadie más. Mikel aceleró hasta el campamento grande donde estaría el capi. -¡El heroe! -Calla. -Joder, qué mal te ha sentado esto, chico. Ni que fuera algo malo. -Que te calles. -Déjalo tranquilo. A todos nos ha pasado alguna vez que una situación nos ha superado. Ya se acostumbrará. -dijo Julio, que apareció de la nada. -Ya estamos todos. -Hola Julio. -dijo Amaia.

Después de una breve conversación sin nada nuevo que decir, Julio sacó la linterna y dijo. -¿Sabéis qué? -¿Has descubierto como funciona? -Oh, no no no. Yo no soy físico ni ingeniero. -¿Entonces? -Oh, que ha llegado uno nuevo que sí lo es. Ingeniero electrónico para ser exactos. -¿eh? ¿Y ha descubierto algo? -Llegó ayer, dadle tiempo. Le he dicho que iríamos a verle. Y de camino deberíamos recoger a Ekhi. -¿Ekhi? -Sí, Mikel le conoce. -dijo Julio. -¿Yo? -Sí, te estuvo avasallando a preguntas sobre la katana y el arco. Muy majo. -Ah, ese. No sabía ni su nombre. -Un chico muy interesante. jijiji... -¿Y estás con uno de tus planes? Como intentes manipularme te reviento. -Oh, cierto. Eso también os lo quería decir. Iker y yo hemos elaborado una legislación básica. Digamos que hemos hecho la Ley de las XII Tablas para el nuevo mundo. -¿La qué de qué? -se quejó Mikel. -Oh, nada, nada. Hemos redactado una serie de leyes básicas. Tipo no matarás, o no romperás deliberadamente las herramientas de trabajo. Algo básico con lo que todo el mundo esté de acuerdo. Por supuesto, deberemos votarlo en referendum. -¿Y si alguna ley sale que no? -Ufff... no creo. Nos hemos preocupado mucho de que sean las típicas cosas con las que todo el mundo está de acuerdo. Lo dificil puede ser que acepten los castigos. -¿Castigos? -Sí, trabajos forzados, cárcel o incluso, expulsión. -Expulsión es pena de muerte. -dijo Amaia. -Ya, pues no mates a nadie, que quieres que te diga. -Y otra cosa. -dijo el capitán Grijalba. -Suéltalo. -Ya no somos militares. Hemos hecho una reunión entre nosotros y hemos decidido pasar a ser fuerzas civiles. -¿Eh? -Al final es lo mismo, pero si alguno de nosotros rompe alguna ley, será juzgado como cualquier otro. No habrá tribunales militares ni nada. Seremos más parecidos a policías que a militares. -¿Y eso no deberíamos decidirlo entre todos? -preguntó Mikel. – es lo que se dijo en el referendum anterior. -Oh, no. Es algo absolutamente interno. Simplemente dejamos atrás antiguas estructuras que ya no valen. -Tiene sentido. -dijo Amaia. -¿Sí? Dijimos que todo en asamblea. -Mikel: si por ejemplo tú decidieras que dejas de usar el arco y que te dedicas a la carpintería ¿habría que votarlo? -preguntó Amaia. -Visto así... -Pues ya está. No te pases de demócrata. -zanjó Amaia. -Ok, ok ¿Entonces como funcionaréis? -Oh, parecido a como funcionamos ahora. Ahora soy “jefe” en vez de “capitán” y la jerarquía será menos estricta. Por lo demás como hasta ahora, nos aseguraremos del bienestar de la gente, de que la ley se cumpla y mandaremos patrullas a ver si los robots se mueven y a buscar gente viva. -Ah, ok. -¿Nos vamos? -Vamos.

Amaia, Julio y Mikel fueron andando a buscar a Ekhi. Todo el mundo se apartaba de su camino, mirando a Mikel con admiración. Mikel estaba rojo de la vergüenza. De repente, apareció una adolescente y le dijo “¿Eres el heroe? ¡Gracias por matar aliens!” y le abrazó. Amaia se empezó a reir a carcajadas, pero entonces toda aquella distancia que ponía la gente se perdió. Todo el mundo quería hablar con el heroe, tocar al heroe, agradecérselo todo. Y empezaron a pedirle que siguiera matando, que salvara a la humanidad. Mikel se quería morir.

En estas apareció Dani con otro soldado y empezaron a apartar a la gente. El jefe Grijalba, viendo aquello, se acercó y pidió a la gente que se separara un poco. Por primera vez en su vida, los militares habían salvado a Mikel. La potente voz del jefe Grijalba explicó que, aunque Mikel había matado un montón de robots, era un hombre muy sencillo y que se agobiaba con estas muestras de cariño. Que agradecería que se le tratara como a uno más. Todo el asentamiento rompió en aplausos. Mikel se quería meter bajo tierra o algo ¿Es que todo lo que hiciera o dijera le convertía en más heroe todavía?

Siguieron andando y la gente le respetó bastante. Pero Mikel seguía sintiéndose muy incómodo. Odiaba sentirse distinto, que todos le miraran. Era demasiado, él era un tipo simple, un zopenco. Ni quería ni merecía todos esos halagos y esas mierdas. Encontraron a Ekhi y Julio fue a hablar con él. -Ekhi, vente con nosotros por favor. -dijo Julio. -¿Yo? Es un honor. -Sin honores ni hostias. -espetó Mikel. -Miiiiiiiiikel -le dijo Amaia. -Vaaale, vaaaale. Me callo. -Nos vamos a por el nuevo, el ingeniero electrónico. -dijo Julio. -Ah, vale. -dijo Ekhi.

Emprendieron otra vez el camino y Julio aprovechó para decirle a Ekhi que necesitaban su ayuda. -¿Mi ayuda? ¿Para qué? -Quiero que enseñes lo que sabes a Mikel y a Amaia. -Pero si ellos son los heroes. -No, no, el heroe aquí es Mikel. -Se rió Amaia. -Cabrona. -Le dijo Mikel. -Chicos, haya paz. Además, Ekhi lo ha dicho perfecto. Mikel empezó antes y por eso ha matado más aliens, pero en la segunda vaina Amaia fue igualmente importante ¿verdad? -Sí, es la heroína de aquí. Y ella todavía es joven. Todavía tiene tiempo de matar mucho antes de ser demasiado vieja. -dijo Mikel. -¿Por eso me estás ayudando a entrenar? ¿Para cuando tú ya no puedas? -Hombre, claro. -Imbecil. -¿Pero qué he hecho ahora? -No, nada. -Amaia estaba realmente cabreada.

Julio quiso explicarlo. -Mikel, Amaia no quiere ser tu relevo, quiere que seáis un equipo. Y tú todavía no lo has entendido, zopenco. -¿En serio? -¡PUES CLARO, IMBÉCIL! -gritó Amaia. -Perdona. -Mikel volvió a ponerse rojo. -Grmpgf... Te perdono, zopenco. -A lo que íbamos. Mikel y Amaia han matado mucho alien, pero les falta preparación específica. Y aquí Ekhi puede ayudar mucho. -explicó Julio. -¿Y eso? -Aquí donde le véis, este chico fue instructor de las fuerzas especiales. Además, es un verdadero fanático de las armas antiguas ¿me equivoco? -¿Pero como sabe eso Don Julio? -dijo Ekhi. -Oh, Gipuzkoa era muy pequeño. Y ahora más. jijiji... -¿Y qué puedo enseñar? Creo que se manejan muy bien. -No sé, pero podríais ir a tu casa y verlo ¿no? -¿También sabe eso Don Julio? -Sí, claro, jijiji... -se reía Julio. -¿El qué? -Luego os lo enseño, chicos.

Llegaron a donde les llevaba Julio. Allí había un hombre y otros tres niños. -Hola -dijo Julio. -Ah, hola. -dijo el hombre. -Hola, soy Mikel. Venimos a hablar contigo sobre la linterna. -Oh, no, no. No es él. Es su pareja. -dijo Julio. -¿Qué? Ah, perdona. Pensaba que... -Oh, no pasa nada. Ha ido hacia el club náutico, estaba agobiado. -¿Vosotros habéis sobrevivido bien? -preguntó Amaia asombrada de encontrarse con una familia completa. -Sí, bastante. Nos fuimos a Alkiza, un pueblecito al interior. Y allí no apareció nadie. Vivíamos tranquilamente con otras 5-6 familias. -¿Y por qué habéis venido? -Lo discutimos. Al final decidimos venir a ver qué tal vivís y decidir si nos quedamos o no. -¿Y qué os parece? -A mí me gusta. A Luis no tanto. Veremos. -¿Y por qué no le gusta? -Allí vivimos en casas, con chimenea y tal. Excepto por la falta de luz, se vive como vivíamos antes. Tenemos huerta, animales y no hemos pasado penurias. Aquí vemos que viene mucha gente sin nada y cuesta. -Ya, claro. Bueno, siempre podéis ayudar al más necesitado. Creo que ahora es lo único que importa. -Sí, sí, claro. Veremos qué hacemos.

De camino al club náutico, Amaia le dió un capón a Mikel. -¡ay! -Eso por homófobo. -¿Yo? -¿Dos hombres no pueden casarse y tener hijos o qué? -¡Pero si yo no he dicho nada de eso! -¡Pero se te ha notado! -¿Hay que explicártelo todo? La sorpresa ha sido por equivocarme de persona. Además, los 3 niños se parecían al padre. Así que son propios, no adoptados. -¡Muy bien sherlock! -dijo Julio. -¿Y tú sabes de qué va? Por supuesto que lo sabes, viejo chiflado. -dijo Mikel. -Oh, sí, pero no importa. Ahora son hijos de Luis y Jon. Y los niños son felices. -Estoy de acuerdo. Si los niños son felices, el resto no importa. -dijo Mikel.

Llegaron al club náutico y allí estaba Luis. Mirando al mar. Se acercaron y saludaron. -Hola Luis. Estos son Mikel y Amaia, ya te he hablado de ellos. -Hola. -Y este es Ekhi. -Hola.

Se pusieron a hablar, le enseñaron la linterna y le explicaron que habían probado con un generador eólico entre otras pruebas. -Esto es imposible. -Lo sé. -dijo Mikel -¿Eras electricista verdad? -Sí, ya ves. Nuestros trabajos ahora valen poquito. -Sí, supongo que sí. -¿Qué opinas? Supongo que tú tendrás más idea que yo. -No tengo ni idea. Por las pruebas que he hecho en Alkiza, entiendo que es algo así como un problema de aceleración, pero no me cuadra. -¿De aceleración? -Hice pruebas de echar al fuego distintos materiales. Aceite, alcohol, gasolina... Todo arde, pero no arde como antes. Arde como... Despacio. -¿QUÉ? -Sí, creo que lo que han hecho los aliens es evitar las explosiones. Por eso no funcionan las balas, ni los motores de combustión, ni todas esas cosas. -¿Y la electricidad? ¿Por qué no funciona un generador eólico o uno solar? Ahí no hay explosión. -No lo sé. Por eso digo que no me cuadra. -¿Y no puede ser que hayan capado también la velocidad de los electrones? Se supone que la electricidad son electrones y viajan a toda velocidad por los cables. Igual no permiten esa aceleración. -Mmm... podría ser, pero creo que no. Porque el electrón ya se mueve a esa velocidad dentro del propio átomo. O entre distintos átomos. Si hubieran conseguido eso, nos habríamos deshecho por perder nuestra integridad atómica. -¿Entonces? -No lo sé. Hace tiempo que decidí que había que abrir la mente y aplicar el método científico. -¿Eh? -dijo Mikel. -Básicamente: cuestiónalo todo, cree solo en las pruebas ya confirmadas y sigue el hilo, a ver a donde te lleva la realidad. -Ah, vale. O sea, que vas a hacer pruebas usando de base lo poco que sabes y a ver si sacas conclusiones. -Exacto. -Llevo toda la vida aplicando el “método científico” y sin saberlo. -dijo Mikel. -Eso es porque eres una persona inteligente. -dijo Luis. -No te equivoques, soy un zopenco. -Por lo que he oído de tí desde ayer, eso no es cierto.

Le dejaron la linterna a Luis y se despidieron. Julio dijo de también debía irse, así que Ekhi les guió a su casa. -Supongo que tendréis curiosidad. -dijo Ekhi. -Sí, un poco. -Mirad, yo vivía en Amara Berri. En una casa enorme. Cuando me divorcié decidí que usaría el dinero que gané a raíz del divorcio para los caprichos que nunca había podido darme. -¿Y qué caprichos eran? -Armas antiguas, de todo tipo. Mi casa es una especie de museo. -¿eh? -Arcos, espadas, lanzas... Ya lo veréis. -¿Ganaste dinero al divorciarte? -Sí, bueno, mi ex-marido era un hombre muy rico. -Mira Mikel, otro marica, insúltale o algo. No pierdas la oportunidad. -se rió Amaia. -¡Hijaputa! -gritó Mikel. -Ya he visto que no sois homófobos, ya. -Se rió Ekhi.

Llegaron a la casa. Era inmensa y con varios pasillos que se cruzaban. Allí había miles de armas, unas pocas de fuego, pero la mayoría no. Ekhi les preguntó como sobrevivían en el bosque, como cazaban, como mataban a los aliens, si había algún otro peligro... -¿Asesinos en el bosque? Eso lo cambia todo. -dijo Ekhi. -Solo hemos visto un grupo de 3. Me cargué a dos. -Pero el tercero huyó diciendo que vendría a por nosotros. -dijo Amaia. -Además, los cazadores que me enseñaron a sobrevivir en el bosque decían que había más grupos. -Vale. Entonces voy a hacer un pequeño resumen. -Adelante. -Avanzáis, o bien de noche o bien por dentro del bosque. En zonas frondosas, con zarzas y ramas. Pocas veces zonas abiertas. -Eso es. -Descansáis, o bien en casas abandonadas o bien dentro del bosque. Tampoco son zonas abiertas. -Eso es. -Cazáis con arco y flechas, pero siempre dentro del bosque o en claros que hay dentro del bosque. -No se puede cazar de noche. -Claro, claro. A los aliens los atacáis, o bien con arco y flechas desde una zona segura, o bien de noche. -Eso es. -Y llevas. Arco, flechas, katana, hacha y cuchillo de supervivencia. -Cuchillos. -¿Varios? -Sí, ahora llevo 3. Uno pequeño del ejército suizo, una multiusos de esas. Y luego dos de tipo Rambo. -Vale. El pequeño es un gran acierto, que lo sepas. Seguimos, problemas que tenéis. -¿Problemas? -Sí, cosas con las que no os apañáis. -Ah, yo no he tenido problemas hasta ahora. Amaia sí, no tiene fuerza para usar estos arcos. -Claro, es lógico. -dijo Ekhi- deberías usar uno de poleas. -¿De poleas? -Sí, espera que te traigo uno.

Ekhi le trajo un arco de poleas. A Mikel le gustó mucho también. -No Mikel, usa el que es sin poleas. -Pero este es mejor, tengo mejor puntería y más potencia de tiro. -Ya, pero este no es tan resistente y se tarda más en armar el tiro. Mejor que cada uno lleve un arco de un tipo. -Vale, vale. -Sigamos. Cada uno un hacha. Yo haría lo mismo, uno lleva un hacha más grande y otro más pequeña. No la uséis para combatir a menos que sea imprescindible. -Vale. -Cuchillos. Me parece bien llevar 3 cada uno. Yo llevaría un cuchillo de supervivencia, uno suizo, luego os enseño lo que tengo a ver si es mejor que lo que tenéis, y uno de trinchera. -¿De trinchera? -Sí, un cuchillo muy puntiagudo. Sirve sobre todo para peleas sucias, sin sitio. O para asesinar por la espalda. Yo lo cogería sin puño americano, tipo bayoneta pero más corto. Mirad, algo así. Os puede servir tanto para peleas por sorpresa con asesinos como para fundir robots.

Ekhi les enseñó unos cuchillos y les recomendó uno a cada uno. -Ahora pasemos a las espadas. -Ok. -Las espadas os sirven única y exclusivamente para pelear contra los asesinos. En principio en sitios cerrados y en pelea en grupo. -Aham. -Bien, en principio os recomiendo llevar dos cimitarras cada uno. Pero no sé. -¿No sabes? ¿Y eso? -Porque las cimitarras hay que llevarlas a la cintura, os molestarán al moveros. Además, pelear con dos cimitarras requiere mucho entrenamiento. -¿Algo tipo lo que usaba Drizzt Do'urden? -preguntó Amaia. -¿Quién, qué? -dijo Mikel. -Sí, algo así. Pero con un guardamanos de mayor tamaño. -dijo Ekhi. – Drizzt Do'urden es un personaje de unos libros de fantasía. -Los leía cuando vivía en la borda. Cuando pensaba que no tenía nada mejor que hacer. -Ah, ya me acuerdo ¿eso leías? Ni idea. No soy de leer. -dijo Mikel. -Bueno, a lo que íbamos. Que no me convence.Los podríais llevar a la espalda, en plan peliculero, pero os molestará con la mochila de monte. -¿entonces? -¿La katana era cómoda? -De llevar sí, pero casi nunca la saqué. -Ya, es que es demasiado grande. Una Wakizashi o una ninja-to mejor. Venid, venid.

Ekhi fue a una sección llena de armas japonesas. -Poneos de espaldas. Os voy a coger medidas.

Fue poniendo distintas espadas en la espalda de cada uno y rotando la hoja a ver en qué ángulo iba mejor. Al final se decidió por una hoja corta y recta para Amaia, y otra un poco más larga y más curvada para Mikel. -Creo que así no os molestarán en la espalda. Además, podréis sacar rápida y fácilmente las espadas de su vaina. -¿No llevamos dos? -No, no hay sitio. He pensado una cosa. Dejadme un rato y os hago un boceto de como llevaríais las armas con la mochila. Si os convence os hago las guardas en cuero. -Ok.

Ekhi les hizo un boceto. La espada iba cruzada en la espalda, saliendo el mango por el lado derecho. Al otro lado un carcaj cuadrado y estrecho, con capacidad para pocas flechas pero que se podía llevar con la mochila puesta. Para terminar el cuchillo de trinchera iba cruzado en la parte baja de la espalda, con el mango hacia la mano izquierda. -Así podéis pelear con dos manos. Tipo esgrima española. Sería muy adecuado en el bosque y contra los asesinos. -Me encanta, pero son pocas flechas. -El resto pueden ir en un carcaj normal enganchados a la mochila. O en una bolsa de mano, me dijiste que llevabas una ¿verdad? -Sí, está bien. Tienes razón. -dijo Mikel. -A mí también me gusta, pero yo no sé usar esas cosas. -dijo Amaia. -Esa es la segunda parte. Os voy a enseñar a pelear con espada.

Mikel y Amaia salieron de allí agradecidísimos. Quedaron 3 días después, era el tiempo que necesitaba para hacer las guardas. Les pidió que vinieran con mochilas cargadas para ver qué tal e ir modificando alguna cosa. Así lo hicieron.

Una vez terminados los ajustes de las guardas, empezaron con el entrenamiento. Primero de uso básico de wakizashi y ninja-to. Luego cogieron espadas de madera y pelearon contra Ekhi. Durante varias semanas se pasaron casi todo el día allí, intentando golpear a Ekhi. O al menos que se moviera. Ekhi les esperaba en posición de guardia y ni siquiera consiguieron que echara un pie atrás.

Una vez que tuvieron suficiente nivel, Ekhi les puso protecciones y se pusieron a pelear el uno contra la otra. Se dieron unos buenos golpes, pero aprendían mucho.

Para terminar, Mikel inventó un estilo de lucha que era mezcla entre lucha de katanas y esgrima española. No era un estilo elegante, pero era muy efectivo en distancias cortas y peleas rápidas. Les enseñó todo lo posible.

Un día en el que ya se acercaba la primavera, Mikel dijo que había que prepararse para salir. -Sí, además yo no puedo enseñaros mucho más. -Muchas gracias Ekhi. Estamos mucho mejor preparados que antes. Tanto mejor armados como mejor entrenados. -dijo Amaia. -Oh, no hay de qué. Si llego a saber que esta colección serviría para salvar a la humanidad, hubiera gastado más en espadas ¡jajaja! -Oye Ekhi, quiero que vengas con nosotros. -¿Yo? No podría. -¿Que no? Eres mejor que nosotros en todo. Lo que tienes que aprender de supervivencia te lo enseño en dos días. -dijo Mikel. -No, en serio, no puedo. -Por favor. No es que te necesitemos nosotros. La humanidad te necesita. -dijo Amaia, intentando obligarlo. -No, no, es que NO PUEDO.

Ekhi se dió la vuelta y se quitó la camiseta. Tenía una enorme cicatriz recorriéndole toda la columna vertebral. -¡HOSTIAS! ¿Y ESO? -No me gusta enseñarlo, pero no quiero que os vayáis pensando en que no quiero ayudar. -¿Qué te pasó? -preguntó Amaia. -Un accidente de moto. Casi me quedo parapléjico. Tengo ahí dentro un montón de chapas y tornillos. -¿Y secuelas? -Puedo andar normal, pero ni puedo correr, ni saltar ni hacer giros bruscos. Si hubiérais conseguido que diera un paso atrás en la lucha de espadas me hubiera caído al suelo. -Oh, joder. Lo siento. -dijo Amaia. -Bueno, ya no hay mucho que hacer. Por suerte todavía puedo enseñar a unos novatos. -Claro, así no podrías enseñar a las fuerzas especiales. -No, no podía.

Era la hora de prepararse. Mikel y Amaia se fueron a Usurbil, cogieron sus mochilas, sus bicicletas. Pusieron alforjas en las ruedas de las bicicletas para llevar más carga. En unos pocos días se iban a deshacerse de todas las vainas posibles. No sabían cuando iban a volver. No sabían si iban a volver.

¿Gobierno?

El otoño llegó. Empezaba a hacer frío y en Donosti había cada vez más gente. Según Amaia, ya eran más de 500 personas. Muchas más de las que esperaban. -Iré a hablar con el capi. -¿Te vas a meter en lo de formar gobierno? -Tengo la sensación de que está aprovechando el paso del tiempo para afianzarse en el poder. No estoy seguro porque casi no andamos por aquí, pero me lo huelo. -¿Y si esperamos un poco? Nos fijamos bien y a ver qué pasa. -Estamos en otoño, viene frío. Si queremos salir de aquí y pasar el invierno en condiciones, el tiempo corre en nuestra contra. -Ah, claro. Vamos. -¿Vienes? Bien. -No te voy a dejar solo, que sin mí la lías. -Ñiñiñi.

Cogieron las bicicletas y se acercaron a la zona de tiendas que habían montado los militares. Había dos grandes tiendas, un hospital de campaña y la comandancia. Fueron directos a la comandancia, allí estaba el capi. -Hola capi. -¡Hombre! ¿que tal chicos? -Oye, que lo de la dictadura militar se te da muy bien ¿pero vamos a hacer algo o no? -Sin paños calientes, eh... -Ni puta falta que hace ¿vas a hacer algo? -Estoy muy ocupado organiz... -Ya, que no vas a hacer. -Es que no tengo tiempo, debo... -Mira. Hay dos opciones. O se hace la reunión que dijimos o no. -¿Y si la montas tú? -¿Yo? -preguntó Amaia -Pareces bastante más inteligente que el “heroe”. -Gracias -dijo Mikel, aunque sabía que posiblemente fuera verdad. -Ya, pero yo no estoy preparada para eso. -Pues tú dirás. -Ok, ok. Yo lo organizo, pero buscaré ayuda. -Como veas. -dijo el capi. -Yo te ayudo en lo que pueda. -dijo Mikel. -Ala, que nos vamos.

Fueron por el pueblo, habían conocido a algunas personas y Amaia quería preguntar a un par de ellos. -Hola Don Julio. -Hola maja.

Julio era un señor bastante mayor, barba blanca y caminaba con un bastón. Hombre de hablar pausado y con pinta de saber mucho más de lo que aparentaba. Si se le preguntaba como había sobrevivido, empezaba a contar historias y a divagar. A Amaia le pareció el ideal. -Oye, me han encomendado una cosa y me gustaría tener tu ayuda. -¿Ayuda de un viejo decrépito como yo? -Mikel y yo no estamos contentos con lo que tenemos ahora, esta especie de dictadura militar sin que nadie se queje. Vamos a montar una especie de referendum. -Oh, qué interesante. -¿Sabes algo de política, sociología y esas cosas? -Alguna que otra cosa, jijiji... -¿No me lo vas a contar? -Llegado el momento, querida. Llegado el momento. -Ok ¿tienes alguna idea de como deberíamos hacerlo? -Sí, sí. Déjame un rato para ordenar ideas y te cuento. Mientras ¿por qué no vas a hablar con Iker mientras tanto? Podría ayudarnos. -¿Iker? ¿Quién es? -El chico más alto que hay por aquí. Jugaba al baloncesto, creo. -Vale, sé quién es. Vamos Mikel. -Voy. -dijo Mikel.

Amaia decidió hacer caso a Julio y no hablar con la otra persona en la que ella había pensado. -Hola ¿Iker? -Sí, soy yo. -Soy Amaia y este es Mikel. Julio nos ha dicho que viniéramos a hablar contigo. -¿Ah sí? ¿Y sobre qué? -Queremos montar un referendum. -¡jajaja! Ese maldito profesor, siempre está donde debe estar. -¿Es profesor? -¿No sabéis quién es? Fue decano de la universidad, le echaron por... digamos... “diferencias políticas”. -¿Ah sí? -Sí, tiene un doctorado en sociología, otro en filosofía y otro en ciencias políticas. Una cabeza como pocas. -¿Y por qué me manda donde tí? -Por dos cosas. Una, para reirse de mí. Y dos, para ganar tiempo. -¿Entonces no pintas nada? -Bueno, algo sí. Fui alumno suyo y montamos un referendum ficticio en clase. Dijo que le gustó mucho mi enfoque. -¿Vienes? -Sí, claro. Os sigo.

Y allá que fueron. Pero Julio no estaba donde lo habían dejado. Apareció una mujer. -¿Buscáis a un señor mayor de barba blanca? -Sí. -Ha dicho “si una chica, un chico alto y uno con pinta de ex-soldado preguntan por mí, diles que les esperaré en la puerta del Koldo”. -¿Pinta de ex-soldado? -dijo Mikel. -Un poco sí, aunque también de ex-presidiario. -se rió Amaia. -¡Oye! -Iker ¿tengo razón o no? -preguntó Amaia con malicia. -Bueno... yo... esto... -balbuceó Iker. -Vale, o sea que sí. -zanjó Mikel. -Te ha cambiado la cara en este tiempo Mikel. Antes eras un señor madurito y atractivo. -se burló Amaia. -Vete al zara o algo, niñata. -se enfadó Mikel, aunque en el fondo estaba contento de que Amaia fuera abriéndose cada vez más.

Los tres se acercaron a la biblioteca Koldo Mitxelena, que estaba fuera de la zona habitada. -Kaixo profe. -¡Hombre Iker! ¿Qué te parece lo que plantean estos señores? Son de los tuyos. -¿Qué? -Un golpe de estado, claro. -No planteamos eso. -Un poco sí.Admitidlo. Y en eso Iker es un experto. -¿Eh? -Cuando hicimos aquella representación del referendum, aquí el profe fue retorciendo la historia hasta obligarnos a tomar partido si el resultado del referendum no se aplicaba. -¿Y? -Yo fui bastante radical. -Aaaahhh... -Y -interrumpió Julio- es lo que va a pasar aquí seguramente. Que haremos un referendum en el que saldrá que nanay de dictadura militar, pero los militares no lo aceptarán. -Y por eso está Iker aquí -dijo Mikel. -Exacto. No eres tan bruto como parece, heroe. -¿EH? -Conozco tu historia, aunque me gustaría que me la contaras con calma. Pero pasad, pasad, ya lo tengo todo preparado.

En la entrada del edificio había una gran mesa. En una esquina había colocado unos cuantos libros, debajo un montón de folios. También había unas figuritas de playmobil. -¿Y todo esto? -¿Alguien tiene ganas de leer a filósofos? Os dejo una pequeña selección. Sartre, Lenin, Habermas, Kropotkin... Estaría bien que los leyérais y entendiérais antes del día del referendum. Por cierto ¿cuando es? -Todavía no tenemos fecha, pero nos gustaría que fuera cuanto antes. No da tiempo a leer todo eso. -dijo Amaia. -Yo no me leo eso ni en mil años. -dijo Mikel. -Oh, vaya, me lo temía. Entonces tendréis que confiar en mí, que sí los he leído, jijiji... -Te lo estás pasando como un niño pequeño, profe. -le dijo Iker. -Un poco, sí. -dijo Julio sonriendo. -Bueno, entonces os haré una pequeña explicación de lo que tengo en mente. Para eso usaré los argambois estos. -Playmobil. -Argambois modernos. -seguía diciendo Julio, sin dejar de sonreir. -Primero necesitamos saber para qué nos sirve la gente que sobrevive. -¿eh? -dijo Mikel. -Oye Mikel. Haznos un favor ¿Puedes ir y traernos comida y agua? Creo que estaremos aquí unos pocos días y estaría bien no tener que salir a comer. -Vale, os libráis del zopenco. -dijo Mikel. -Ah, sí, también, jijiji... -se reía Julio. -¡OYE! -dijo Amaia saliendo en defensa de Mikel. -Tranquila, si tiene razón. A mí se me dan mejor otras cosas. -Tranquilo Mikel, eres el más importante de este referendum. Ya te llegará el momento. Ahora vete por favor, trae comida y luego vete a conocer gente por ahí, a ver si conoces a alguien interesante. jijiji...

A Mikel no le caía bien Julio, esa actitud de “esto lo tengo controlado y soy más listo que nadie” podía ser realmente peligrosa. Siempre había alguien más listo que tú. De todas formas, tampoco podía hacer nada. Mikel no era político, no sabía de política. Antes del aterrizaje siempre decía “a mí me da igual la política, lo que me jode es que haya gente muriéndose de hambre y millonarios. Ni una cosa ni otra, joder”. Y ahora, no sabía bien como, era parte fundamental de una organización de un referendum político.

Pasaron 3 días en los que Mikel conoció a prácticamente todos los supervivientes. Tampoco es que tuviera nada mejor que hacer. La conversación solía ser algo así: -Hola, soy Mikel. -Yo XYZ ¿qué tal? -Bien, lo mejor posible. -Sí, tal y cual ¿de qué currabas? -Era electricista. Ahora solo sirvo para sobrevivir, supongo. -Ah, claro, claro. Yo era ABC. Menos mal que sé hacer 12345. -Ya, claro, claro. Adiós.

Con algunos tuvo conversaciones más largas. Le explicaron como perdieron familia, amigos, casa, etc. Todo el mundo estaba con el alma rota. Y Mikel no tenía ganas de contar sus mierdas a nadie, así que callaba y escuchaba. Entre todas las personas con las que mantuvo conversaciones más largas, hubo unas pocas personas que le llamaron la atención.

Un soldado llamado Dani que perdía el culo para ayudar a todo aquel que lo necesitara, llegando incluso a incumplir órdenes para hacerlo. Habló bastante con él en esos días. Resultaba que Dani admiraba profundamente a Mikel por como había acabado con las vainas. A Mikel le daba vergüenza hablar con él, pero Dani no perdía ocasión.

Un señor que se interesó mucho por la katana y el arco que siempre llevaba encima. Parecía saber mucho de armas, pero no soltaba prenda. Por no decir no dijo ni su nombre.

Y un pijo. El pijo se llamaba Borja, como no, y Mikel le conocía. Había trabajado en su casa, poniendo toda la instalación en trifásico porque “el jefe de mantenimiento de mi empresa me ha dicho que es necesario, así que en casa también”. A Mikel le habían llamado como apoyo de la empresa certificada para trabajar en trifásico, pero aún así le había tocado lidiar con el pijo. Y solo tenía ganas de partirle la boca. No entendía como semejante engendro de persona había logrado sobrevivir. Bueno, sí. Tenía una megacasa con un terreno enorme en las afueras de Donosti, todo rodeado de muros. Había sobrevivido porque su jardinero se había quedado y había cambiado todo el jardín por una huerta. También había cazado para él. Clasista hasta para sobrevivir, el hijo de puta.

Al cuarto día, Amaia e Iker fueron a buscar a Mikel y se lo llevaron a la biblioteca. Allí les esperaba Julio con su eterna sonrisa pícara. -Bienvenido Mikel. -Aupa. -Te voy a contar por encima lo que vamos a hacer ¿has conocido a alguien interesante? -Poca cosa, la verdad. Pero todo el mundo está muy jodido. -Sí, supongo que un apocalipsis como este es lo que tiene. Jijiji... -¿Te ríes de este desastre? ¿En serio? -Oh, no te enfades, es que ya soy muy viejo y la vida no me importa tanto como a vosotros los jóvenes. Bueno, ven, ven.

Y Julio le explicó el plan. Habían hecho una especie de maqueta con papeles doblados y los muñequitos. Se haría en la plaza de la constitución, en la parte vieja donostiarra. Se permitiría entrar solo por un lado y se pediría identificación a cada persona que quisiera votar. Ya de paso, se aprovecharía para hacer una pequeña encuesta. La encuesta sería: nombre, edad aproximada, sexo, minusvalías y capacidades. Sería bueno saber si había médicos, pastores, carpinteros o cualquier otra profesión que fuera primordial en este momento. Una vez dentro, se harían una serie de preguntas que se debatirían e irían votando en orden. Dependiendo de la respuesta a cada pregunta iba cambiando la siguiente pregunta, para que no hubiera preguntas sin sentido. Era una verdadera currada. -¿Y yo qué pinto en todo esto? -preguntó Mikel. -Oh, realmente nada especial, simplemente estabas por aquí cuando empezamos con la idea y no queríamos que te sintieras desplazado. Te lo contamos antes que a nadie y luego estarás con nosotros sobre el tablado que hay montado allí. -¿Hay un tablado? -Sí, creo que había alguna celebración de algo el día del aterrizaje. -Ah ¿Y no habías dicho que yo era el más importante del referendum? -¿Yo? No sé, a lo mejor. Estoy mayor y chocheo. Tú tranquilo, estate con nosotros y no te cortes de hablar si lo crees necesario. jijiji...

Otra vez esa sensación de que jugaban con él. Le empezaba a coger asco al puto viejo este cabrón.

Los días siguientes fueron frenéticos. Hablar con el capitán, buscar sillas para todos, avisar a todo el mundo del tema... Sorprendentemente, los militares ayudaron bastante a organizar las cosas, sin poner trabas ni alargar los plazos. En poco tiempo llegó el referendum y allí no faltaba nadie. Incluso gente que había llegado uno o dos días antes estaba allí, expectante. Mikel entendía que, como organizadores, ellos debían estar los primeros allí. Pero Julio le dijo que no, que ya irían con calma, que los militares se encargarían de las tareas organizativas.

Llegaron cuando había unas 20 o 30 personas dentro. Hicieron cola para entrar y pasar la encuesta. Casualmente, el soldado Dani estaba en la mesa haciendo las encuestas. Mikel le saludó. -Mikel, tengo que hacerte la encuesta. -Dime. -Nombre. -Mikel Agirregomezkorta. -Edad. -mmm... creo que 36. -¿Estás gagá? ¿No te sabes ni tu edad? jajaja -dijo Amaia detrás de él. La gente se rió y Mikel se avergonzó. -Tenía 33 cuando el aterrizaje, creo que han pasado 3 años ¿no? -dijo Mikel por lo bajini. -Sexo. Pongo varón. Minusvalías. -siguió Dani. -No. -La última ¿qué sabes hacer? -Mmm... era electricista, que ahora no vale para nada. Supongo que solo sé sobrevivir. -¡PUES COMO TODOS LOS QUE ESTAMOS AQUÍ, MONGOLO! -gritó Amaia riéndose. Todo el mundo se reía. Mikel miró con furia a Amaia.

Entonces Dani se levantó de la mesa y gritó. -¡UN RESPETO A ESTE HOMBRE, QUE ES EL QUE HA ACABADO CON MILES DE ALIENS Y HA APAGADO LAS DOS VAINAS QUE NOS PERMITEN VIVIR AQUÍ! ¡ES UN PUTO HEROE Y LE DEBÉIS LA VIDA!

Mikel se puso como un tomate. Agachó la cabeza y pasó la mesa mientras todo el mundo le miraba y le señalaba. Se fue directo al tablado, donde le esperaba el capi. -Vaya, ahora resulta que eres un heroe famoso. -Cállate. Me piro de aquí. -No, no te vayas. Esto es importante. Toma un poco de agua y relájate, enseguida vienen tus amigos y te escondes. -Mis amigos... voy a matar a Amaia ahora mismo.

Iker, Amaia y Julio llegaron juntos bastante más tarde. -¡Te mato! -Perdona Mikel, ha sido sin mala intención. -Y ahora tengo que estar sobre el tablado, donde todo el mundo me está mirando. -Ya, ya, perdona, en serio. Quédate conmigo, prometo compensártelo cuando pueda. -¡Pero mira! ¿Todo el mundo me señala, no voy a volver a andar tranquilo en este puto pueblo! -Va, antes o después se iban a enterar. Vamos a pensar en lo de ahora, que es más importante. Mikel, tranquilízate y, si tienes algo que decir sobre los temas a tratar, no te cortes ¿vale? -dijo Iker. -No pienso abrir la boca. -Si no abres la boca ganarán los militares o la gente como Borja. -dijo Julio. -¿Conoces a Borja? -preguntó Mikel. -Sí, un poco. Un verdadero despojo humano.

El capitán Grijalba se presentó ante todo el mundo y explicó que este referendum era idea de las cuatro personas que estaban sentadas a su derecha. Amaia, Mikel, Iker y Julio. Después dió un pequeño speech sobre la necesidad de la convivencia y del respeto, etc, etc. Por último, explicó que se iba a plantear una pregunta con distintas opciones, se daría un tiempo para debatir y por fin se iba a votar. Dependiendo de la respuesta, se haría una segunda pregunta relacionada con la misma fórmula de debate y votación. Y así hasta el final. Cuando terminara el referendum se repetirían los resultados en voz alta. Por último, tanto el texto de las posibles preguntas y las votaciones resultantes quedarían a disposición de quién las quisiera leer.

Y con esto empezaron las preguntas. Que si querían que fueran los militares los que mandamases... Un montón de discusiones por cada pregunta. Al rato llegó una pregunta que formó una gran conmoción “¿Quieres que no haya gobierno aparte de unas leyes básicas y todo lo importante se decida en asamblea?”. Y ahí se montó la marimorena. Gritos, insultos... Aquello no se iba a terminar. Iker se levantó y pidió calma con las manos. -Señores, señores. Así no vamos a ninguna parte. Si no podemos debatir con tranquilidad no llegaremos a ninguna conclusión. -¡Eso es comunismo! -gritó alguien al fondo. -Realmente es más parecido al anarquismo, jijiji... -les dijo Julio a Mikel y Amaia. Se lo estaba pasando teta. -¡Yo no quiero que un señor me mande porque sí! ¡mejor en asamblea! -¡Sí, como ahora, que lo estamos discutiendo todo de puta madre! -gritó otro.

La conversación degeneró por completo. Mikel callaba. Amaia callaba. Julio callaba. Iker se desesperaba. Poco a poco, la mayoría fue apoyando el “no”. Borja llevaba la voz cantante con su chulería. A Mikel se le hincharon las pelotas. -A ver, dime una cosa ¿por qué dices que un “sistema de clases” como tú dices es mejor? -le preguntó Mikel a Borja. -Porque con ese sistema de clases la humanidad llegó a donde llegó. El comunismo es un desastre para la economía, nos moriremos de hambre.

Mikel recordó una cosa. Sacó la carterita con el billete de 500€ del bolsillo. -Mira, esto son 500€ ¿sabes cuanto vale esto ahora? -¡jajaja! ¡Pues 500€, claro! -No vale nada. Te los regalo. -¡Vale! Con esto puedo pagar a gente para que me haga las cosas. -Oye Gustavo -así se llamaba el jardinero de Borja, Mikel le conocía de cuando trabajó en su casa y sabía que era buena gente. -Dime Mikel. -Te hago una pregunta. Borja te paga 500€ por irte con él a su casa como hasta ahora. Yo no te doy nada pero te ofrezco vivir aquí, haciendo lo posible por ayudar y recibiendo la ayuda de todos ¿Qué eliges? -Yo me quedo aquí, Mikel. -¿Por qué? -preguntó Julio. -Porque ahora ese precioso billete de 500€ solo podría cambiarlo por bienes y servicios aquí, con el resto de gente. Y si me estás dando la opción de conseguir esos bienes y servicios que necesito sin pagarlos. -Es decir, que el dinero no tiene ningún valor ahora. Solo nos tenemos a nosotros y a nuestros semejantes. -zanjó Julio. -Lo que sea. Si no puede haber lujos y debemos trabajar para garantizarnos lo básico, lo mejor es que lo básico sea para todos. -dijo Julio. -Yo propongo una cosa. Le pediremos a cada uno que viva aquí todo lo que pueda dar por los demás. Y entre todos haremos lo posible para que cada uno de los que está aquí tenga todo lo que necesita. -dijo Julio. -Digámoslo así: De cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades. -añadió Iker. -Me gusta como lo dices, aunque igual deberías dejarte perilla Iker -se rió Julio. -jajaja!

Mikel no había entendido nada, pero todo el mundo estuvo de acuerdo. Vida en colaboración.

Las preguntas y respuestas siguieron. Gracias al billete de 500€ y a que todo el mundo sabía que Mikel era el heroe mata-aliens, cuando cualquier discusión se alargaba alguien siempre decía “¿Y qué opina Mikel de esto? Yo lo que diga Mikel”.

Mikel odiaba esto, pero sentía que debía ayudar. Si no estaba seguro les preguntaba a Amaia, a Iker y a Julio, que le guiaban.

Al final de la tarde, el referendum terminó y todo el mundo se fue a su casa. Mikel estaba agotado pero se acercó a Julio, que iba sonriente, y le preguntó. -¿Te has aprovechado de mí? -¿Se ha notado? -Eres un cabrón. -No, no lo soy. Ven conmigo y te lo explico.

Mikel y Julio se alejaron del gentío, se acercaron al paseo nuevo y se sentaron mirando al mar. -A ver, explícame. -¿Tú querías que un hijo de puta clasista como Borja Mari se hiciera con todo el poder y que todo el mundo le obedeciera? -No, claro que no. -Pues hoy había tres opciones. Seguir con la dictadura militar, pasar a un sistema tipo monárquico donde Borja y alguno de sus secuaces iban a mandar, o bien lo que ha pasado. Yo solo me he asegurado de que pasara lo que tenía que pasar. Y te necesitaba. -Habérmelo contado. -No podía, tenía que ser de verdad. Tú te definiste muy bien, eres un zopenco. Eres buena persona, ayudas sin malicia, haces lo necesario. Pero no sabes mentir, no sabes engañar. Y ellos sí, amigo mío. Ellos saben hacerlo. -Y tú también. -Sí, pero yo no tengo la labia necesaria para enfrentarme a gente que ha estudiado para eso toda la vida. Gente como Borja. -¿Y yo sí? -Tú tienes algo mejor. Tienes el respeto y la admiración de todas las personas vivas que te conocen. -Y por eso Amaia se ha burlado de mí al entrar. -Claro. -Y por eso te has empeñado en que yo estuviera ahí arriba, nervioso. Para que se me hincharan las pelotas y me pusiera a hablar. -Exacto. -¿Y como sabías que iba a decir algo convincente? -Porque había hablado con Amaia. Esa chica te conoce mucho, más de lo que crees. Me dijo lo del billete de 500€ y otros datos interesantes. Esperaba algo así y te he ayudado en cuanto he podido. -¿Lo de la perilla? -La frase que ha dicho Iker es de Lenin, el que fundó la URSS. -Ah, sí. Sé quién era ¿entonces ahora vivimos en una comuna anarquista? -Más o menos. Estamos entre una mezcla de comuna anarquista y una organización del neolítico. Ahora nos toca a Iker y a mí hacer mucho trabajo de concienciación, de hacer entender a la gente como deben funcionar las cosas. -O sea, que vas a mandar. -Oh, no, no. Ni la más mínima intención. Yo lo único que recomendaré es que los médicos se dediquen a la medicina y no al pastoreo. Y que los naturópatas, que tenemos 2, enseñen a los médicos sobre hierbas medicinales. -¿Hierbas medicinales¿ -No tenemos antibióticos, muchacho. Y en breve ni otras cosas porque caducarán. Estamos tirando de reservas del hospital Donosti, pero hay muchas cosas ya caducadas. -¿entonces? -Habrá que ser imaginativos y aceptar que el el ajo desinfecta o que el café es bueno para el asma. Tenemos que sacarle chispas al conocimiento para vivir bien. -¿Vivir bien, en serio? -Sí muchacho, podemos hacerlo. Ahora pasamos de sobrevivir a vivir. Y ahí vuelves a entrar tú. -¿Qué? -Tienes una linterna que funciona ¿verdad?

¿Gobierno?

El otoño llegó. Empezaba a hacer frío y en Donosti había cada vez más gente. Según Amaia, ya eran más de 500 personas. Muchas más de las que esperaban. -Iré a hablar con el capi. -¿Te vas a meter en lo de formar gobierno? -Tengo la sensación de que está aprovechando el paso del tiempo para afianzarse en el poder. No estoy seguro porque casi no andamos por aquí, pero me lo huelo. -¿Y si esperamos un poco? Nos fijamos bien y a ver qué pasa. -Estamos en otoño, viene frío. Si queremos salir de aquí y pasar el invierno en condiciones, el tiempo corre en nuestra contra. -Ah, claro. Vamos. -¿Vienes? Bien. -No te voy a dejar solo, que sin mí la lías. -Ñiñiñi.

Cogieron las bicicletas y se acercaron a la zona de tiendas que habían montado los militares. Había dos grandes tiendas, un hospital de campaña y la comandancia. Fueron directos a la comandancia, allí estaba el capi. -Hola capi. -¡Hombre! ¿que tal chicos? -Oye, que lo de la dictadura militar se te da muy bien ¿pero vamos a hacer algo o no? -Sin paños calientes, eh... -Ni puta falta que hace ¿vas a hacer algo? -Estoy muy ocupado organiz... -Ya, que no vas a hacer. -Es que no tengo tiempo, debo... -Mira. Hay dos opciones. O se hace la reunión que dijimos o no. -¿Y si la montas tú? -¿Yo? -preguntó Amaia -Pareces bastante más inteligente que el “heroe”. -Gracias -dijo Mikel, aunque sabía que posiblemente fuera verdad. -Ya, pero yo no estoy preparada para eso. -Pues tú dirás. -Ok, ok. Yo lo organizo, pero buscaré ayuda. -Como veas. -dijo el capi. -Yo te ayudo en lo que pueda. -dijo Mikel. -Ala, que nos vamos.

Fueron por el pueblo, habían conocido a algunas personas y Amaia quería preguntar a un par de ellos. -Hola Don Julio. -Hola maja.

Julio era un señor bastante mayor, barba blanca y caminaba con un bastón. Hombre de hablar pausado y con pinta de saber mucho más de lo que aparentaba. Si se le preguntaba como había sobrevivido, empezaba a contar historias y a divagar. A Amaia le pareció el ideal. -Oye, me han encomendado una cosa y me gustaría tener tu ayuda. -¿Ayuda de un viejo decrépito como yo? -Mikel y yo no estamos contentos con lo que tenemos ahora, esta especie de dictadura militar sin que nadie se queje. Vamos a montar una especie de referendum. -Oh, qué interesante. -¿Sabes algo de política, sociología y esas cosas? -Alguna que otra cosa, jijiji... -¿No me lo vas a contar? -Llegado el momento, querida. Llegado el momento. -Ok ¿tienes alguna idea de como deberíamos hacerlo? -Sí, sí. Déjame un rato para ordenar ideas y te cuento. Mientras ¿por qué no vas a hablar con Iker mientras tanto? Podría ayudarnos. -¿Iker? ¿Quién es? -El chico más alto que hay por aquí. Jugaba al baloncesto, creo. -Vale, sé quién es. Vamos Mikel. -Voy. -dijo Mikel.

Amaia decidió hacer caso a Julio y no hablar con la otra persona en la que ella había pensado. -Hola ¿Iker? -Sí, soy yo. -Soy Amaia y este es Mikel. Julio nos ha dicho que viniéramos a hablar contigo. -¿Ah sí? ¿Y sobre qué? -Queremos montar un referendum. -¡jajaja! Ese maldito profesor, siempre está donde debe estar. -¿Es profesor? -¿No sabéis quién es? Fue decano de la universidad, le echaron por... digamos... “diferencias políticas”. -¿Ah sí? -Sí, tiene un doctorado en sociología, otro en filosofía y otro en ciencias políticas. Una cabeza como pocas. -¿Y por qué me manda donde tí? -Por dos cosas. Una, para reirse de mí. Y dos, para ganar tiempo. -¿Entonces no pintas nada? -Bueno, algo sí. Fui alumno suyo y montamos un referendum ficticio en clase. Dijo que le gustó mucho mi enfoque. -¿Vienes? -Sí, claro. Os sigo.

Y allá que fueron. Pero Julio no estaba donde lo habían dejado. Apareció una mujer. -¿Buscáis a un señor mayor de barba blanca? -Sí. -Ha dicho “si una chica, un chico alto y uno con pinta de ex-soldado preguntan por mí, diles que les esperaré en la puerta del Koldo”. -¿Pinta de ex-soldado? -dijo Mikel. -Un poco sí, aunque también de ex-presidiario. -se rió Amaia. -¡Oye! -Iker ¿tengo razón o no? -preguntó Amaia con malicia. -Bueno... yo... esto... -balbuceó Iker. -Vale, o sea que sí. -zanjó Mikel. -Te ha cambiado la cara en este tiempo Mikel. Antes eras un señor madurito y atractivo. -se burló Amaia. -Vete al zara o algo, niñata. -se enfadó Mikel, aunque en el fondo estaba contento de que Amaia fuera abriéndose cada vez más.

Los tres se acercaron a la biblioteca Koldo Mitxelena, que estaba fuera de la zona habitada. -Kaixo profe. -¡Hombre Iker! ¿Qué te parece lo que plantean estos señores? Son de los tuyos. -¿Qué? -Un golpe de estado, claro. -No planteamos eso. -Un poco sí.Admitidlo. Y en eso Iker es un experto. -¿Eh? -Cuando hicimos aquella representación del referendum, aquí el profe fue retorciendo la historia hasta obligarnos a tomar partido si el resultado del referendum no se aplicaba. -¿Y? -Yo fui bastante radical. -Aaaahhh... -Y -interrumpió Julio- es lo que va a pasar aquí seguramente. Que haremos un referendum en el que saldrá que nanay de dictadura militar, pero los militares no lo aceptarán. -Y por eso está Iker aquí -dijo Mikel. -Exacto. No eres tan bruto como parece, heroe. -¿EH? -Conozco tu historia, aunque me gustaría que me la contaras con calma. Pero pasad, pasad, ya lo tengo todo preparado.

En la entrada del edificio había una gran mesa. En una esquina había colocado unos cuantos libros, debajo un montón de folios. También había unas figuritas de playmobil. -¿Y todo esto? -¿Alguien tiene ganas de leer a filósofos? Os dejo una pequeña selección. Sartre, Lenin, Habermas, Kropotkin... Estaría bien que los leyérais y entendiérais antes del día del referendum. Por cierto ¿cuando es? -Todavía no tenemos fecha, pero nos gustaría que fuera cuanto antes. No da tiempo a leer todo eso. -dijo Amaia. -Yo no me leo eso ni en mil años. -dijo Mikel. -Oh, vaya, me lo temía. Entonces tendréis que confiar en mí, que sí los he leído, jijiji... -Te lo estás pasando como un niño pequeño, profe. -le dijo Iker. -Un poco, sí. -dijo Julio sonriendo. -Bueno, entonces os haré una pequeña explicación de lo que tengo en mente. Para eso usaré los argambois estos. -Playmobil. -Argambois modernos. -seguía diciendo Julio, sin dejar de sonreir. -Primero necesitamos saber para qué nos sirve la gente que sobrevive. -¿eh? -dijo Mikel. -Oye Mikel. Haznos un favor ¿Puedes ir y traernos comida y agua? Creo que estaremos aquí unos pocos días y estaría bien no tener que salir a comer. -Vale, os libráis del zopenco. -dijo Mikel. -Ah, sí, también, jijiji... -se reía Julio. -¡OYE! -dijo Amaia saliendo en defensa de Mikel. -Tranquila, si tiene razón. A mí se me dan mejor otras cosas. -Tranquilo Mikel, eres el más importante de este referendum. Ya te llegará el momento. Ahora vete por favor, trae comida y luego vete a conocer gente por ahí, a ver si conoces a alguien interesante. jijiji...

A Mikel no le caía bien Julio, esa actitud de “esto lo tengo controlado y soy más listo que nadie” podía ser realmente peligrosa. Siempre había alguien más listo que tú. De todas formas, tampoco podía hacer nada. Mikel no era político, no sabía de política. Antes del aterrizaje siempre decía “a mí me da igual la política, lo que me jode es que haya gente muriéndose de hambre y millonarios. Ni una cosa ni otra, joder”. Y ahora, no sabía bien como, era parte fundamental de una organización de un referendum político.

Pasaron 3 días en los que Mikel conoció a prácticamente todos los supervivientes. Tampoco es que tuviera nada mejor que hacer. La conversación solía ser algo así: -Hola, soy Mikel. -Yo XYZ ¿qué tal? -Bien, lo mejor posible. -Sí, tal y cual ¿de qué currabas? -Era electricista. Ahora solo sirvo para sobrevivir, supongo. -Ah, claro, claro. Yo era ABC. Menos mal que sé hacer 12345. -Ya, claro, claro. Adiós.

Con algunos tuvo conversaciones más largas. Le explicaron como perdieron familia, amigos, casa, etc. Todo el mundo estaba con el alma rota. Y Mikel no tenía ganas de contar sus mierdas a nadie, así que callaba y escuchaba. Entre todas las personas con las que mantuvo conversaciones más largas, hubo unas pocas personas que le llamaron la atención.

Un soldado llamado Dani que perdía el culo para ayudar a todo aquel que lo necesitara, llegando incluso a incumplir órdenes para hacerlo. Habló bastante con él en esos días. Resultaba que Dani admiraba profundamente a Mikel por como había acabado con las vainas. A Mikel le daba vergüenza hablar con él, pero Dani no perdía ocasión.

Un señor que se interesó mucho por la katana y el arco que siempre llevaba encima. Parecía saber mucho de armas, pero no soltaba prenda. Por no decir no dijo ni su nombre.

Y un pijo. El pijo se llamaba Borja, como no, y Mikel le conocía. Había trabajado en su casa, poniendo toda la instalación en trifásico porque “el jefe de mantenimiento de mi empresa me ha dicho que es necesario, así que en casa también”. A Mikel le habían llamado como apoyo de la empresa certificada para trabajar en trifásico, pero aún así le había tocado lidiar con el pijo. Y solo tenía ganas de partirle la boca. No entendía como semejante engendro de persona había logrado sobrevivir. Bueno, sí. Tenía una megacasa con un terreno enorme en las afueras de Donosti, todo rodeado de muros. Había sobrevivido porque su jardinero se había quedado y había cambiado todo el jardín por una huerta. También había cazado para él. Clasista hasta para sobrevivir, el hijo de puta.

Al cuarto día, Amaia e Iker fueron a buscar a Mikel y se lo llevaron a la biblioteca. Allí les esperaba Julio con su eterna sonrisa pícara. -Bienvenido Mikel. -Aupa. -Te voy a contar por encima lo que vamos a hacer ¿has conocido a alguien interesante? -Poca cosa, la verdad. Pero todo el mundo está muy jodido. -Sí, supongo que un apocalipsis como este es lo que tiene. Jijiji... -¿Te ríes de este desastre? ¿En serio? -Oh, no te enfades, es que ya soy muy viejo y la vida no me importa tanto como a vosotros los jóvenes. Bueno, ven, ven.

Y Julio le explicó el plan. Habían hecho una especie de maqueta con papeles doblados y los muñequitos. Se haría en la plaza de la constitución, en la parte vieja donostiarra. Se permitiría entrar solo por un lado y se pediría identificación a cada persona que quisiera votar. Ya de paso, se aprovecharía para hacer una pequeña encuesta. La encuesta sería: nombre, edad aproximada, sexo, minusvalías y capacidades. Sería bueno saber si había médicos, pastores, carpinteros o cualquier otra profesión que fuera primordial en este momento. Una vez dentro, se harían una serie de preguntas que se debatirían e irían votando en orden. Dependiendo de la respuesta a cada pregunta iba cambiando la siguiente pregunta, para que no hubiera preguntas sin sentido. Era una verdadera currada. -¿Y yo qué pinto en todo esto? -preguntó Mikel. -Oh, realmente nada especial, simplemente estabas por aquí cuando empezamos con la idea y no queríamos que te sintieras desplazado. Te lo contamos antes que a nadie y luego estarás con nosotros sobre el tablado que hay montado allí. -¿Hay un tablado? -Sí, creo que había alguna celebración de algo el día del aterrizaje. -Ah ¿Y no habías dicho que yo era el más importante del referendum? -¿Yo? No sé, a lo mejor. Estoy mayor y chocheo. Tú tranquilo, estate con nosotros y no te cortes de hablar si lo crees necesario. jijiji...

Otra vez esa sensación de que jugaban con él. Le empezaba a coger asco al puto viejo este cabrón.

Los días siguientes fueron frenéticos. Hablar con el capitán, buscar sillas para todos, avisar a todo el mundo del tema... Sorprendentemente, los militares ayudaron bastante a organizar las cosas, sin poner trabas ni alargar los plazos. En poco tiempo llegó el referendum y allí no faltaba nadie. Incluso gente que había llegado uno o dos días antes estaba allí, expectante. Mikel entendía que, como organizadores, ellos debían estar los primeros allí. Pero Julio le dijo que no, que ya irían con calma, que los militares se encargarían de las tareas organizativas.

Llegaron cuando había unas 20 o 30 personas dentro. Hicieron cola para entrar y pasar la encuesta. Casualmente, el soldado Dani estaba en la mesa haciendo las encuestas. Mikel le saludó. -Mikel, tengo que hacerte la encuesta. -Dime. -Nombre. -Mikel Agirregomezkorta. -Edad. -mmm... creo que 36. -¿Estás gagá? ¿No te sabes ni tu edad? jajaja -dijo Amaia detrás de él. La gente se rió y Mikel se avergonzó. -Tenía 33 cuando el aterrizaje, creo que han pasado 3 años ¿no? -dijo Mikel por lo bajini. -Sexo. Pongo varón. Minusvalías. -siguió Dani. -No. -La última ¿qué sabes hacer? -Mmm... era electricista, que ahora no vale para nada. Supongo que solo sé sobrevivir. -¡PUES COMO TODOS LOS QUE ESTAMOS AQUÍ, MONGOLO! -gritó Amaia riéndose. Todo el mundo se reía. Mikel miró con furia a Amaia.

Entonces Dani se levantó de la mesa y gritó. -¡UN RESPETO A ESTE HOMBRE, QUE ES EL QUE HA ACABADO CON MILES DE ALIENS Y HA APAGADO LAS DOS VAINAS QUE NOS PERMITEN VIVIR AQUÍ! ¡ES UN PUTO HEROE Y LE DEBÉIS LA VIDA!

Mikel se puso como un tomate. Agachó la cabeza y pasó la mesa mientras todo el mundo le miraba y le señalaba. Se fue directo al tablado, donde le esperaba el capi. -Vaya, ahora resulta que eres un heroe famoso. -Cállate. Me piro de aquí. -No, no te vayas. Esto es importante. Toma un poco de agua y relájate, enseguida vienen tus amigos y te escondes. -Mis amigos... voy a matar a Amaia ahora mismo.

Iker, Amaia y Julio llegaron juntos bastante más tarde. -¡Te mato! -Perdona Mikel, ha sido sin mala intención. -Y ahora tengo que estar sobre el tablado, donde todo el mundo me está mirando. -Ya, ya, perdona, en serio. Quédate conmigo, prometo compensártelo cuando pueda. -¡Pero mira! ¿Todo el mundo me señala, no voy a volver a andar tranquilo en este puto pueblo! -Va, antes o después se iban a enterar. Vamos a pensar en lo de ahora, que es más importante. Mikel, tranquilízate y, si tienes algo que decir sobre los temas a tratar, no te cortes ¿vale? -dijo Iker. -No pienso abrir la boca. -Si no abres la boca ganarán los militares o la gente como Borja. -dijo Julio. -¿Conoces a Borja? -preguntó Mikel. -Sí, un poco. Un verdadero despojo humano.

El capitán Grijalba se presentó ante todo el mundo y explicó que este referendum era idea de las cuatro personas que estaban sentadas a su derecha. Amaia, Mikel, Iker y Julio. Después dió un pequeño speech sobre la necesidad de la convivencia y del respeto, etc, etc. Por último, explicó que se iba a plantear una pregunta con distintas opciones, se daría un tiempo para debatir y por fin se iba a votar. Dependiendo de la respuesta, se haría una segunda pregunta relacionada con la misma fórmula de debate y votación. Y así hasta el final. Cuando terminara el referendum se repetirían los resultados en voz alta. Por último, tanto el texto de las posibles preguntas y las votaciones resultantes quedarían a disposición de quién las quisiera leer.

Y con esto empezaron las preguntas. Que si querían que fueran los militares los que mandamases... Un montón de discusiones por cada pregunta. Al rato llegó una pregunta que formó una gran conmoción “¿Quieres que no haya gobierno aparte de unas leyes básicas y todo lo importante se decida en asamblea?”. Y ahí se montó la marimorena. Gritos, insultos... Aquello no se iba a terminar. Iker se levantó y pidió calma con las manos. -Señores, señores. Así no vamos a ninguna parte. Si no podemos debatir con tranquilidad no llegaremos a ninguna conclusión. -¡Eso es comunismo! -gritó alguien al fondo. -Realmente es más parecido al anarquismo, jijiji... -les dijo Julio a Mikel y Amaia. Se lo estaba pasando teta. -¡Yo no quiero que un señor me mande porque sí! ¡mejor en asamblea! -¡Sí, como ahora, que lo estamos discutiendo todo de puta madre! -gritó otro.

La conversación degeneró por completo. Mikel callaba. Amaia callaba. Julio callaba. Iker se desesperaba. Poco a poco, la mayoría fue apoyando el “no”. Borja llevaba la voz cantante con su chulería. A Mikel se le hincharon las pelotas. -A ver, dime una cosa ¿por qué dices que un “sistema de clases” como tú dices es mejor? -le preguntó Mikel a Borja. -Porque con ese sistema de clases la humanidad llegó a donde llegó. El comunismo es un desastre para la economía, nos moriremos de hambre.

Mikel recordó una cosa. Sacó la carterita con el billete de 500€ del bolsillo. -Mira, esto son 500€ ¿sabes cuanto vale esto ahora? -¡jajaja! ¡Pues 500€, claro! -No vale nada. Te los regalo. -¡Vale! Con esto puedo pagar a gente para que me haga las cosas. -Oye Gustavo -así se llamaba el jardinero de Borja, Mikel le conocía de cuando trabajó en su casa y sabía que era buena gente. -Dime Mikel. -Te hago una pregunta. Borja te paga 500€ por irte con él a su casa como hasta ahora. Yo no te doy nada pero te ofrezco vivir aquí, haciendo lo posible por ayudar y recibiendo la ayuda de todos ¿Qué eliges? -Yo me quedo aquí, Mikel. -¿Por qué? -preguntó Julio. -Porque ahora ese precioso billete de 500€ solo podría cambiarlo por bienes y servicios aquí, con el resto de gente. Y si me estás dando la opción de conseguir esos bienes y servicios que necesito sin pagarlos. -Es decir, que el dinero no tiene ningún valor ahora. Solo nos tenemos a nosotros y a nuestros semejantes. -zanjó Julio. -Lo que sea. Si no puede haber lujos y debemos trabajar para garantizarnos lo básico, lo mejor es que lo básico sea para todos. -dijo Julio. -Yo propongo una cosa. Le pediremos a cada uno que viva aquí todo lo que pueda dar por los demás. Y entre todos haremos lo posible para que cada uno de los que está aquí tenga todo lo que necesita. -dijo Julio. -Digámoslo así: De cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades. -añadió Iker. -Me gusta como lo dices, aunque igual deberías dejarte perilla Iker -se rió Julio. -jajaja!

Mikel no había entendido nada, pero todo el mundo estuvo de acuerdo. Vida en colaboración.

Las preguntas y respuestas siguieron. Gracias al billete de 500€ y a que todo el mundo sabía que Mikel era el heroe mata-aliens, cuando cualquier discusión se alargaba alguien siempre decía “¿Y qué opina Mikel de esto? Yo lo que diga Mikel”.

Mikel odiaba esto, pero sentía que debía ayudar. Si no estaba seguro les preguntaba a Amaia, a Iker y a Julio, que le guiaban.

Al final de la tarde, el referendum terminó y todo el mundo se fue a su casa. Mikel estaba agotado pero se acercó a Julio, que iba sonriente, y le preguntó. -¿Te has aprovechado de mí? -¿Se ha notado? -Eres un cabrón. -No, no lo soy. Ven conmigo y te lo explico.

Mikel y Julio se alejaron del gentío, se acercaron al paseo nuevo y se sentaron mirando al mar. -A ver, explícame. -¿Tú querías que un hijo de puta clasista como Borja Mari se hiciera con todo el poder y que todo el mundo le obedeciera? -No, claro que no. -Pues hoy había tres opciones. Seguir con la dictadura militar, pasar a un sistema tipo monárquico donde Borja y alguno de sus secuaces iban a mandar, o bien lo que ha pasado. Yo solo me he asegurado de que pasara lo que tenía que pasar. Y te necesitaba. -Habérmelo contado. -No podía, tenía que ser de verdad. Tú te definiste muy bien, eres un zopenco. Eres buena persona, ayudas sin malicia, haces lo necesario. Pero no sabes mentir, no sabes engañar. Y ellos sí, amigo mío. Ellos saben hacerlo. -Y tú también. -Sí, pero yo no tengo la labia necesaria para enfrentarme a gente que ha estudiado para eso toda la vida. Gente como Borja. -¿Y yo sí? -Tú tienes algo mejor. Tienes el respeto y la admiración de todas las personas vivas que te conocen. -Y por eso Amaia se ha burlado de mí al entrar. -Claro. -Y por eso te has empeñado en que yo estuviera ahí arriba, nervioso. Para que se me hincharan las pelotas y me pusiera a hablar. -Exacto. -¿Y como sabías que iba a decir algo convincente? -Porque había hablado con Amaia. Esa chica te conoce mucho, más de lo que crees. Me dijo lo del billete de 500€ y otros datos interesantes. Esperaba algo así y te he ayudado en cuanto he podido. -¿Lo de la perilla? -La frase que ha dicho Iker es de Lenin, el que fundó la URSS. -Ah, sí. Sé quién era ¿entonces ahora vivimos en una comuna anarquista? -Más o menos. Estamos entre una mezcla de comuna anarquista y una organización del neolítico. Ahora nos toca a Iker y a mí hacer mucho trabajo de concienciación, de hacer entender a la gente como deben funcionar las cosas. -O sea, que vas a mandar. -Oh, no, no. Ni la más mínima intención. Yo lo único que recomendaré es que los médicos se dediquen a la medicina y no al pastoreo. Y que los naturópatas, que tenemos 2, enseñen a los médicos sobre hierbas medicinales. -¿Hierbas medicinales¿ -No tenemos antibióticos, muchacho. Y en breve ni otras cosas porque caducarán. Estamos tirando de reservas del hospital Donosti, pero hay muchas cosas ya caducadas. -¿entonces? -Habrá que ser imaginativos y aceptar que el el ajo desinfecta o que el café es bueno para el asma. Tenemos que sacarle chispas al conocimiento para vivir bien. -¿Vivir bien, en serio? -Sí muchacho, podemos hacerlo. Ahora pasamos de sobrevivir a vivir. Y ahí vuelves a entrar tú. -¿Qué? -Tienes una linterna que funciona ¿verdad?

Una larga parada.

Mikel y Amaia se estaban preparando para volver. Llevaban mucha carga y no tenían bicicletas, así que iban a tardar. -Iremos por la autopista. -¿No vamos por el bosque? -Aunque parezca mentira, es más seguro ir por la autopista. Según los cazadores de los que te hablé, estamos en zona de asesinos, así que debemos alejarnos de los bosques. -Ok, pero ¿andando? -No hay otra. -Sí hay otra. -¿Eh? -Cerca de aquí hay una gran superficie de deporte. -¿En serio? ¿Y como lo sabes? -Porque mis tíos tenían casa aquí cerca y veníamos cuando era niña. -¿Sabes llegar? -Sí, claro ¿vamos? -Mejor mañana, descansemos. -Vale, vale. Pero llevamos más de 12 horas sin hacer nada. -Y sin dormir. -Cierto.

Aquella noche durmieron en cama, en la casa a la que se habían encaramado unos días antes. Se levantaron al amanecer, bien descansados. Cargaron bultos y salieron en busca de la tienda. En menos de media hora lo habían encontrado. Entraron por la puerta lateral que había, perfectamente abierta. Amaia aprovechó para cambiarse de ropa. -Tú también. -¿yo? -Sí. Una cosa es no lavarse o cambiarse de ropa porque no puedes. Y otra muy distinta es tener aquí mucha y buena ropa, perfectamente limpia y no aprovechar. -¿Me estás llamando guarro? -Sí. Eres un guarro. -A lo mejor un poco sí. -Un poco no. GUARRO. -Vale, vale.

Mikel también se cambió entero. Se quedó las botas que tenía porque los de la tienda no le ajustaban tan bien, pero lo demás se cambió entero. -El saco también. -No. -¿Qué? -El saco me lo dió Nacho. Es un saco buenísimo con el que duermo de puta madre por mucho frío que haga. No me pillo otro de aquí ni de coña. -Está guarrísimo. -En Donosti lo lavo, pero no me lo cambio. -mmm... vale.

Eligieron dos bicicletas de carretera, les instalaron las parrillas, la carga y se pusieron en marcha. -¿Cuanto crees que tardaremos? -preguntó Amaia. -Vamos a 20km/h, así que calculo que 4 horas. -¿EH? ¿Como sabes la velocidad? -Me lo dice el aparatito este que viene instalado en la bici. -¡PARA! -¿qué? -Eso es eléctrico y funciona ¡PARA! -¡HOS-TIAS!

Se pararon. Miraron el aparato. -¿? Está apagado -dijo Amaia. -Espera, que esto no va con baterías. Esto se alimenta con una dinamo. Menudo cuentakilómetros más raro. -¿Eh? -¿Te acuerdas las bicis viejas? Tenían cacharro que iba a la rueda para encender la luz de la bici. -Sí. Y cuanto más rápido ibas más luz daban. -Eso que iba a la rueda se llama dinamo. Girando consigue generar electricidad. Hoy en día todos funcionan con batería, por lo que sea este tiene dinamo. Pensaba que ya no se fabricaban así. -Pero si no hay electricidad de ningún tipo. -Ya, pues esta dinamo funciona. Volvemos. -¿Qué? -Que volvemos a la tienda de deportes a mirar otra dinamo.

Volvieron. No encontraron otra bicicleta con dinamo. -Vamos a la sección de linternas. -dijo Mikel. -A ver, céntrate ¿no querías una dinamo? -Hay linternas led que se cargan con una dinamo. -Ah ¿las que giras la palanquita? -Eso es.

Encontraron unas pequeñas linternas con dinamo. Las cargaron un poco y, efectivamente, alumbraban. -JO-DER. Hay electricidad. -¿seguro? -Por ahora vemos que podemos producir pequeñas cantidades de electricidad. Habría que buscar un generador diesel, un generador solar, etc. Para ver qué funciona y qué no. -Aquí, en el techo, hay placas solares ¿sabrías probarlas? -Mira, mis conocimientos de electricista van a servir para algo.

Subieron al tejado, miraron por donde iba el cableado, encontraron el transformador de continua a alterna y siguieron el cableado hasta una zona cómoda de trabajar. Mikel cortó el cable. -Busca algo que se enchufe. -¿Como qué? -No sé, una colchoneta eléctrica, un patinete eléctrico... Lo que sea, pero que se enchufe y lo puedas traer. -¿Un hinchador eléctrico? -Pequeño y enchufable, me vale.

Mientras Mikel pelaba los cables, Amaia buscaba algo enchufable. -Y ahora lo enchufamos... -Nada. No funciona. -Espera, lee las instrucciones. -Ah, vale. Sí. Que hay que dejarlo cargar un rato y desenchufar para que funcione. -Lo dejo cargando y vamos a buscar otra cosa. -Ok.

Se fueron por la tienda. -Mira, una luz de camping. A ver si funciona enchufado. -Sí, dice que es para enchufar. -Vamos.

Lo enchufaron... y nada. Por si acaso probaron el hinchador, nada. -¿entonces? -La tecnología solar sigue sin funcionar. -¿Y la dinamo sí? -Sí. -¿Esto tiene sentido? -No. Pero es que antes tampoco lo tenía. No puedes evitar que la electricidad funcione. Es como evitar que exista la gravedad. Simplemente no se puede. -¿Entonces? -No sé. Pero nos cogemos unas linternas de las que se cargan con una dinamo y nos vamos. -Vamos a Donosti y les decimos a los que queden vivos lo que hemos descubierto. Hay que empezar a hacer pruebas de como conseguir electricidad y para eso necesitamos gente dedicada a ello. -Buena idea. Oye, una cosa. -Dime. -Vamos a callarnos esto por ahora. -¿Y eso? ¿No es mejor decírselo ya? -Creo que si les decimos esto, todo el mundo querrá electricidad. -Claro. -Pero primero necesitan organizarse para sobrevivir. -¿A qué te refieres? -Los militares saldrán de los cuarteles, a lo mejor viene más gente viva. Necesitarán comida, cobijo, agua... Esas cosas. Y si son mucha gente, tendrán que estar organizados. -Ah, vale. Primero organización y luego investigación. Me parece correcto. -Vamos.

Y se fueron. El viaje fue fácil y cómodo. En 5 horas ya estaban entrando en Donosti. Y eso que habían parado varias veces a fundir robots parados que se encontraron. “Por si acaso” decía Mikel, a lo que Amaia respondía “pues nos hemos dejado cientos al lado de las vainas”.

Fueron directamente al cuartel de Loiola. Amaia apretó el mango del cuchillo instintivamente. -¡EH! ¿Hay alguien? -¡Capitán, es el electricista! -¡Que pase! -grito el capi. -¡CAPI, SAL TÚ, QUE ESTO ESTÁ LIMPIO. -¿seguro? -¡ES MEDIODÍA Y ESTAMOS AQUÍ TRANQUILAMENTE ¿NO LO HABÉIS NOTADO? -¡YA, YA, NO SOMOS TONTOS. PERO HAY QUE ASEGURAR EL ÁREA ANTES DE AVANZAR! -¡QUE SALGAS, HOSTIAS!

El capitán grijalba, acompañado de 3 hombres armados con arcos y flechas, salió del cuartel. -uff... años sin salir de ese agujero más que de noche y poquito. Se hace raro. -Hola capi. -Capitán Grijalba. -Vale, capi. -¿Habéis ganado? -No. Hemos matado a otro robot gigante. Eso es todo. -¿Te parece poco? -Hay miles por el mundo, es poquísimo. -Sois dos personas. -Tendremos que ser más. -Ahora tenemos una zona segura, podemos empezar a prepararnos. -¿Has controlado a esa gentuza? -Vuelven a ser soldados. -Me alegro. Amaia, puedes soltar el cuchillo. -Ni de coña -dijo Amaia. -Voy a dar orden a las tropas de ir al Boulevard de Donosti, es donde empezaremos el asentamiento. -Vamos para allá, os esperamos.

Mikel y Amaia fueron tranquilamente al Boulevard. De día, todo desierto. Un montón de coches y autobuses parados en medio de la calle. Restos de pequeños accidentes. Era desolador. Mikel vió una vieja Vespa azul. -Mira. -Sí, muy mona. -No, tonta. Es un motor gasolina sin motor de arranque. -¿Qué? -Que eso se arrancaba a patada. No necesita electricidad, solo gasolina. Voy a puentear la llave de contacto y a ver si tiene gasolina como para arrancar, que ha pasado mucho tiempo. -Vale, pero no hará falta puentear nada. -¿Eh? -Tiene las llaves puestas. -Mejor.

Lo probaron varias veces, nada. No intentaba explotar. Sin embargo las dinamos seguían funcionando. Siguieron el camino.

Cuando llegaron al Boulevard, se sentaron en un banco. -¿Y ahora qué? -preguntó Amaia. -Ahora a descansar y a prepararnos. -¿Cuando nos vamos? -Quiero saber qué pretende esta gente. Mucho me temo que querrán mandar y que nos exigirán obediencia. -Ni de coña. -Ten la bicicleta preparada. A la más mínima señal nos piramos a por la siguiente vaina y que les den. -O sea, que a lo mejor nos vamos hoy para no volver más. -A lo mejor. No me fío de ellos. -Yo menos. -Normal. Pero veamos por donde respiran.

Un rato después llegó una columna de militares cargados hasta las orejas, delante de todos, el capitán Grijalba. -¡Aaaaaaaaalto! ¡Descarguen todo muchachos! -Hola. -dijo Mikel. -¡El segundo y tercer escuadrón, vuelvan a por más equipamiento! ¡El resto que empiece a montar! ¡Teniente Perez, lo dejo en sus manos!

Mikel y Amaia esperaron a que el capi terminara con su escenificación. -¿Ya? -dijo Amaia -Sí, ya estoy con vosotros. Tenía que organizar a mis hombres. -Pareces otro, macho. -dijo Mikel. -Un respeto, soy el capitán. -Ya. Hasta hace unos días no lo eras. -Tengo que ser importante para que mis hombres me obedezcan, respétame. -susurró el capi -No me gustaba el mundo militar. Y ahora que os he visto en horas bajas, menos. -Ya, pero ahora mismo es lo que tienes. Me dijiste que no tampoco querías cargar con la rubita y aquí la tienes. -Rubita tu puta madre. -respondió Amaia. -Tranquilidad. Dime capi ¿cual es el plan? -cortó Mikel. -Bien. Primero montamos un asentamiento aquí. Luego cogemos unas bicis y nos recorremos los alrededores en círculos. Necesito que me muestres en el mapa donde has visto aliens... -robots. -loquesea. Donde los has visto. -En todos lados. -Los que sabes que no pertenecen ni a Vitoria ni a Cambó. -Ah. Solo en el norte de Pamplona y pasando a la Valdorba, cerca de allí. No te hace falta mapa. -¿No puedes ser más específico? Con el de Pamplona al menos, que está más cerca. -Te lo puedo explicar. Hay un pequeño claro con rocas. Luego bajas por una zona frondosa y apareces en la linde del bosque. Enfrente hay un polígono industrial y se ve Pamplona al fondo. -No me vale. -Pues es lo que hay. No viajo con mapa. -Tendrá que valer. Iremos rodeando el bosque hacia Pamplona y haremos marcas en el mapa. -Entrad desde Irún y bajad SIEMPRE por el bosque. No sabemos como se mueven. Nosotros solo nos movemos por carretera en zonas que sabemos que no tienen robots. -Vale, vale. -Y otra cosa. -Dime. -¿Cual es vuestro plan aquí? -Ya te lo he dicho, asentamiento y acoger gente. -Ya. Digo luego. -¿Luego? -Sí, esto no va a ser un asentamiento temporal. Se va a convertir, si es que queda alguien vivo, en una ciudad. -Ah, “ese” luego. -Sí. -Entiendo que te refieres a forma de gobierno y tal. -También. -En principio mando yo. -Ok. Mikel, nos piramos. -cortó Amaia. -Voy. -respondió Mikel. -Esperad ¿qué? -No vamos a quedarnos viviendo aquí bajo una preciosa dictadura militar porque tú lo digas. -¿Y entonces qué proponéis? -No proponemos nada. Decimos que si mandáis vosotros, nos vamos. -No sobreviviréis. -A mí se me está dando bastante bien sobrevivir. Y resulta que Amaia es jodidamente rápida aprendiendo. Así que tenemos alguna que otra oportunidad de sobrevivir. En cambio vosotros, si vienen más robots, estáis muertos aquí en medio. -¿Si vuelven? ¿A qué te refieres con eso? -A que no tenemos ni idea de como se mueven. A que puede venir otra vaina, o desviar robots de zonas más alejadas y que un día aparezcan aquí cientos de robots disparando. Y no tenéis gente para vigilar. Esos hijos de puta se mueven rápido y os cogerían por sorpresa. -Vale, pero no estaríamos teniendo esta conversación si no tuviérais ningún plan. Decidme qué opináis. -No. Nosotros no somos políticos ni nada de eso. Lo que hemos hablado entre nosotros es que si mandáis vosotros nos piramos. -dijo Amaia. -¿Entonces? -Mira, así en frío. Te propongo una cosa. -dijo Mikel. -A ver, suéltalo. -Recuperad gente viva y cuando la haya, hacemos una reunión entre todos y proponemos cosas. -¿Democracia? -¿Te da miedo la democracia? Joder con el militar. -No quiero decir eso. Quiero decir que, en estados de excepcionalidad, se puede implantar un estado de sitio y una ley marcial. Es un artículo que aparece en cualquier constitución de cualquier país. -Ya. Pues hazlo, adelante. Pero nosotros nos vamos. -dijo Mikel. -Además, hablas de constitución, país y esas cosas como si todavía existieran. -dijo Amaia. -¿Qué? -dijo el capi. -Que la ley, el concepto de país, el gobierno, todas esas cosas han desaparecido. Llevamos años viviendo sin más regla que la supervivencia. Hay que rehacer todo. -zanjó Amaia.

Quedaron para hablar cuando hubiera gente. A ver como lo organizaban.

Mientras tanto, Mikel y Amaia se fueron a Usurbil a buscar herramientas para entrenar. En otra zona comercial encontraron dianas, arcos de competición, flechas... Perfecto para aprender. Mikel le hizo un protector de cuero a Amaia y le enseñó como se hacía. Amaia practicaba y practicaba, pero le faltaba fuerza y le temblaba el pulso al tensar el arco. Era dificil para ella tener puntería. Aún así no cejó en su empeño.

Cada dos días se iban de caza. Mikel enseñaba a Amaia por donde acercarse, como conseguir que la presa se moviera hacia donde quería... Esas cosas que él había aprendido de los cazadores. También recogían frutos en el bosque. Ya que estaban cerca, se fueron al ekogune, a ver si en las huertas de allí había algo que se pudiera aprovechar.

Cada semana se acercaban a la ciudad. Cada vez que iban había algunas personas más. Casi todos habían perdido familiares y tenían historias truculentas para contar. Un día, Amaia iba caminando por la ciudad y se le encendió una bombilla. Fue corriendo a buscar a Mikel. -¡Mikel! -Dime. -¿Los molinos de viento son dinamos? -Sí, básicamente son dinamos. -¿Y si buscamos un molino de viento a ver si da electricidad? -Mmm... están lejos y son muy grandes, complicado. Pero se puede intentar algo. -¿Quieres un molino de viento pequeño? -Sí.

En esas, apareció un señor. -¿Buscáis un molino de viento pequeño? -Algo así, sí. -Id al museo de la ciencia, allí tienen uno. -¡VAMOS! -¿puedo saber para qué queréis eso? -preguntó el señor. -Si funciona, pronto lo sabrás. -Vale, vale.

Y se fueron corriendo a por las bicis. Subieron por Aiete y en poquísimo tiempo estaban en el museo de la ciencia. Allí estaba, en la entrada. Y de repente... ¡MIERDA! No habían cogido nada para enchufar. -Volvemos y cogemos algo. -Ni de coña, voy a romper la puerta y enchufamos un ordenador de la entrada o algo. -¿seguro? -Solo necesito que haya electricidad.

Mikel rompió una tapa del pequeño molino, sacó dos cables, los peló y enchufó el ordenador. Nada. -¡PERO QUÉ COJONES! -¡Pero si las dinamos funcionaban! -Y siguen haciéndolo, mira la bici. -No tiene ni puto sentido. -Nada lo tiene.

Volvieron y siguieron entrenando, cazando... Amaia era buena alumna, pero le seguía faltando fuerza para disparar el arco.

¿Y ahora qué?

Hacía ya unas horas que no oía a Amaia cuando anocheció. Mikel se levantó y corrió hacia Amaia. Se la encontró tiritando, con los ojos en blanco. Había vomitado y ni siquiera había tenido fuerzas para limpiarse la boca. -Amaia. silencio. -AMAIA nada

Le tocó el hombro, no respondía a estímulos. Estaba totalmente ida. Se la cargó encima como si fuera un saco de patatas y se la llevó al campamento. Durante la espera de la tarde anterior habían tenido tiempo de montar una tienda y una colchoneta hinchable, así que le quitó los restos de vómito, le quitó la ropa sucia y la acostó. Preparó algo de comer y le dejó comida y bebida a su lado. Él se acostó en una esterilla a su lado, sabía perfectamente por lo que estaba pasando y decidió esperar lo que hiciera falta.

A la mañana siguiente se la encontró sentada. Había comido y bebido, pero seguía sin decir nada. -Amaia ¿puedes hablar? silencio. -¿Por qué no te acuestas? Coge fuerzas. nada

Amaia se pasó los próximos 3 días casi como un vegetal. Solo salía de la tienda para hacer sus necesidades, luego volvía y se sentaba o acostaba. Mikel le dejaba comida y agua cada vez que veía que había comido o bebido. Tiempo, necesitaba tiempo.

Al cuarto día rompió a llorar. Se pasó horas llorando y gimiendo, gritando el nombre de su padre. Acunándose. Mikel la abrazó y se quedó a su lado. No sabía qué hacer, es lo que su familia había hecho con él cuando todavía le afectaban estas cosas. Cuando tenía familia.

Por fin pudo hablar. -Te entiendo Amaia. -¡NO LO ENTIENDES! -Sí, te entiendo, pero debes rehacerte. Debes rehacerte. -¡NO PUEDO, JODER, NO PUEDO! -Podrás. Será horrible y habrá días en los que pensarás que nada vale la pena. Pero a la larga podrás. Igual que yo puedo. No eres menos que yo. -¡CÁLLATE, TÚ ERES UN PUTO ROBOT SIN SENTIMIENTOS! ¡CÁLLATE!

Así seguían las conversaciones. Mikel se lo aguantaba todo, aunque Amaia cada vez gritaba e insultaba menos. Poco a poco iba calmándose.

El sexto día, Amaia se levantó más tranquila. -¿Mejor? -No. -¿No me vas a insultar? -No. -Bien. -No. -¿Te puedo dejar sola un rato? Necesito cazar. -Sí. -Vale, esta es otra fase. Vas avanzando. -Sí. -Me voy a cazar y luego iré a descubrir como funcionan los robots ¿de acuerdo? -No. -¿No? -No. -¿Que no iré a cazar o que no iré a descubrir como funcionan los robots? -Robots. -¿No quieres que vaya? -Iremos los dos. -Vale.

Mikel cazó un cervatillo, lo cocinó y ambos comieron. Luego fueron a la vaina en silencio. Mikel quería alejarse lo más posible del cadaver de su padre. -No, por ahí -dijo Amaia. -Mejor por aquí, no quiero que le veas. -Da igual. -Como quieras.

Amaia no miró a su padre, solo miraba a los robots con odio. Mikel llegó al primer robot pequeño, buscó hendiduras por las que meter un cuchillo o algo. Nada, todo parecía ser una única pieza. No era posible, se movían. Decidió tirar de hacha, lo iba a despedazar si hacía falta. Golpeó en la cadera, nada, el cuello, nada, pecho, nada. Ni un rasguño. Se puso a golpear cada vez más fuerte hasta que vió que el hacha estaba absolutamente mellada. Fue corriendo al campamento a por otro hacha y de vuelta fue a por el robot gigante.

Misma operación. Buscar hendiduras, ni una. Golpear con el hacha, nada. Esta vez decidió golpear todo el tiempo en el equivalente a uno de los hombros, parecía la parte más fragil. Terminó rompiendo el mango del hacha. Le dolían las manos y se había hecho daño en el hombro de golpear tan fuerte. Pero ni siquiera había conseguido arañar la superficie. -¡ME CAGO EN DIOS! -Vamos dentro. -¿Qué? -Vamos ahí dentro -dijo Amaia señalando la vaina. -¿Seguro? -Sí. -Vamos.

Entraron por la enorme puerta. Dentro estaba iluminado con la misma luz rojiza, era enorme. Miraron hacia arriba y solo vieron una especie de cápsulas donde supuestamente se almacenaban los robots de tamaño normal. No parecía haber un sitio para el robot gigante. Avanzaron y encontraron una pared con tres agujeros circulares en vertical y otros tres paralelos a los primeros. A Mikel se le ocurrió una idea. Cogió una cuerda fina que llevaba encima, tomó la medida del perímetro del agujero y salió. Buscó el equivalente a las muñecas del robot gigante, las rodeó con la cuerda y, efectivamente coincidían. Volvió dentro. -Los robots normales van en esas cápsulas. -Sí. -El robot gigante se enchufa aquí. -¿Sí? -No hay otro sitio. -Y aquí no hay nada más. -No ven como nosotros, no necesitan pantallas para manejar nada. -¿Entonces? -Supongo que se enchufa aquí y da órdenes. -Ah. -Como el robot ese de la guerra de las galaxias. -R2D2. -Ese.

Cuanto más hablaban de robots, mejor se comunicaba Amaia. Mikel decidió que le buscaría quehaceres, le mantendría el cerebro ocupado en otras cosas hasta que se fuera asentando. Pero primero tenían que salir de allí. -Nos vamos. -¿Sí? -A Cambó, a por otra vaina. -Ok. -Venga. -Espera. -¿Qué? -Entierra a mi padre. -Tienes razón, lo enterraremos. -No, yo no. Tú. Yo no puedo. -Yo lo entierro y tú preparas bolsas de comida para el viaje ¿ok? -Ok.

Mikel cogió la pala plegable. No recordaba haberla utilizado, pero los cazadores le habían insistido mucho en llevar siempre una. Por una vez le venía bien. Terminó su cometido y fue a hablar con Amaia. -¿Quieres una cruz? -¿Qué? -Que si crees en dios. O si tu padre creía en dios. -Ah, no. -¿Quieres despedirte? -Sí. -Te espero aquí.

Quince minutos después Amaia ya había vuelto. Se notaba que acababa de llorar otra vez. Eso era bueno. -Vámonos. -Sí, al centro comercial. -¿Qué? -Nos vamos a la tienda de deportes a por unas bicicletas. Así volveremos más rápido. -Ah, vale.

Fueron andando a buen ritmo, por toda la llanura. Sin ocultarse en los árboles. Todo estaba vacío, tranquilo. Daba impresión moverse de día por esos sitios. El instinto les pedía protegerse en la arboleda. Aún así, siguieron caminando a buen ritmo. De esta forma, los 30km se convirtieron en 20km y en solo 4 horas de camino. Perfecto. Comieron allí, eligieron dos buenas bicicletas de carretera, Mikel le puso parrilla para transportar carga a la que iba a llevar él, colocaron en ella la bolsa de mano con los dos arcos extras y las flechas extra que había conseguido en Pamplona. Ya estaba, podían salir. -Es media tarde, pero si vamos a buen ritmo podemos llegar a Donosti antes del anochecer ¿Te ves capaz Amaia? -Sí. -Pues vamos, a darle caña.

Siguieron la N-1 hacia Alsasua esquivando todos los coches que se habían quedado en el camino, subieron Etxegárate y de ahí la bajada a buena velocidad. La subida de después de Idiazabal se les hizo dura porque se les habían enfriado las piernas, pero pudieron coger velocidad otra vez enseguida. En Andoain Mikel se dirigió hacia Urnieta. -¿Qué haces? -Voy hacia Loiola, quiero ver si los militares siguen vivos. -No. -¿Qué? -Querían matarme. -Los necesitamos. -Que te jodan. -Tienes razón. Nos paramos en Martutene, subimos a Ametzagaina y bajo yo solo. -Ok.

Amaia tenía una cara que era mezcla de odio y pena. Sabía que ahora mismo era capaz de cualquier cosa, así que mejor no acercarla a esa banda de hijos de puta. Desde Ametzagaina vió que había algunos robots alejándose del cuartel, ahora que se hacía de noche. Parecía que era el límite desde Cambó. Necesitaba un mapa para saber cuanto se alejaban, a lo mejor era una distancia estándar. Así sabría por donde podía andar con tranquilidad y por donde no. En cuanto se hizo de noche bajó y gritó. -¿Alguien vivo? -¡JEFE, EL DEL OTRO DÍA! -¡COÑO CAPI, MENUDO AGUANTE TIENES! -gritó Mikel. -¡ABRIDLE LA PUERTA! -grito el capitán.

Mikel entró. Llevaba un cuchillo de caza enganchado bajo la camiseta por si acaso. No se fiaba de esta gente. -¿Pero qué coño Mikel? ¿Vivo y solo? -Aupa capi. -Llámame Sergio, anda. Que aquí ya ni somos militares ni nada. -Aupa Sergio, veo que tú también estás vivo y sin grandes heridas. Sergio se tapó la venda del brazo con la manga. -Sí, bueno. Supongo que te lo contaron ¿no? -Sí ¿como sobreviviste? -Dos novatos contra mí. No tenían nada que hacer. -¿Te los cepillaste? -Oh, no, no. Solo los reduje. Ya están casi curados. Y, por cierto, “gracias” a esa situación he conseguido que me respeten más. Antes ordenaba por rango, después del aterrizaje fui perdiendo poder poco a poco, pero tras la pelea de cuchillos todos me respetan más. -Oh, el macho alfa. -Oye, dime una cosa. -¿Qué? -¿Siguen vivos? -Salieron vivos de aquí. Pero Joxean murió en Vitoria. -Oh, vaya ¿cuando? -Hace una semana o poco más. -¿Y como pasó? -Al cargarnos la vaina de Vitoria. -¿¿¡¡QUE OS HABÉIS CARGADO LA VAINA DE VITORIA!!?? -Sí. Y ahora vamos a por la de Cambó. -¡¿PERO COMO?! -Si me invitas a comer te lo cuento.

Y Mikel le contó los pormenores de lo ocurrido. -Entonces se les puede vencer. -Sí, se puede. -Pero es complicado. -Mucho. -Bueno, pero me das herramientas. -¿Herramientas para? -Mira a mis hombres. Eran soldados, tenían metido en la cabeza que iban a la guerra, con sus armas, etc. Y de repente no tienen armas y solo pueden esconderse como ratas, han dejado de ser militares y eso ha sacado sus peores instintos. Ahora podré motivarlos y volverán a ser soldados. Solo necesito tiempo. -Parece algo muy bueno Sergio. -No me llames Sergio, llámame capitán Grijalba. Me toca volver a ser militar. -Si quieres te llamo capi, pero no te llamo capitán Grijalba ni de coña. -No ayudas nada. -No, solo mato a miles de robots y me cepillo al jefe de la vaina mientras vosotros os escondéis. -Ya, ya, eres el puto heroe de este cuento. -Te tengo dicho que no me llames heroe. Si lo haces otra vez te meto una hostia que te arranco los dientes. -¡JAJAJAJAJAJAJAJA! No podrías, pero me gusta tu estilo. -Bueno ¿cual es tu plan? -¿Te acuerdas del “comité de expertos”? -Sí. -Antes de fallecer en extrañas circunstancias, elaboraron un plan muy ambicioso de actuación. Montar un campo de refugiados en el boulevard de Donosti, donde y como conseguir comida y bebida, como buscar supervivientes... Todo al detalle. Solo le faltaba una cosa. -¿Cual? -El librarnos de los robots cercanos. -Ah, claro ¡JAJAJAJAJAJAJAJA! -Vale ¿necesitas ayuda para Cambó? -No... Espera, sí. -¿En serio? -Sí, quiero a unas pocas personas que vengan conmigo. Que estén más o menos en forma para que no se queden atrás. Ah, y que sepan de carpintería o algo así. -¿Eh? -Necesito una barrera. -¿Como la que has usado en Vitoria? -Sí. -Creo que podría darte algo desmontable. -¿Y lo llevo yo? -¿Algún problema? -No, lo prefiero. Cuantos menos seamos más rápido iremos. -Ok, dame unos días. Enviaré a unos hombres a que monten algo en la tienda de bricolaje de ahí arriba y luego te lo llevas. -¿Como me vas a avisar? No pienso decirte donde nos vamos a esconder. -Qué poca confianza. -Ya, qué cosas ¿verdad? -Vale, vale. Lo entiendo. Entonces, la noche en la que todo esté listo subiré a la puerta de la tienda de bricolaje de ahí arriba. Vete mirando y si me ves a mí, es que ya está. -Ok. Me piro. -¿Necesitas algo? -No, tengo ideas de donde conseguir lo que quiero. -Vale. Nos vemos en unos días.

Mikel no se fiaba de lo que iban a hacer, pero tampoco tenía muchas opciones. Lo primero Mikel y Amaia que hicieron fue ir a la tienda de deporte a ponerle otra parrilla a la bicicleta de Amaia. A ver si se podían apañar para llevarlo todo entre los dos. Luego se acercaron a la estación de bomberos que había al lado, a ver si encontraban algo de interés. Mikel se hizo con un hacha mejor y con unos cortapernos enormes de los que se usaban para sacar a la gente encerrada en los coches. Si conseguía acoplarlos a la bicicleta, esperaba poder descuartizar un robot para verlo por dentro. Y si no podía llevar el cortapernos consigo en ese momento, ya iría más adelante. Para terminar, volvieron a la tienda de deporte y cogieron una tienda, la montarían en un pequeño bosque, al lado del polígono 27.

Pasaron 3 días hasta que el capitán Grijalba se personó en la puerta de la tienda de bricolaje. Mikel se acercó. -Hola ¿ya está? -Sí, mira. -¿Y esto? Es pequeño. -Esa era la idea. Es pequeño y ligero. Se abre así y se enganchan estas piezas. Y tienes una media luna perfecta con un metro de altura. -Jo-der. Muy bien ¿y esas cinchas? -Por si te lo quieres poner en la espalda, o en el manillar de la bicicleta, o algo. -¿Como sabes lo de la bicicleta? -Porque eres bueno sobreviviendo, pero no se te da bien el sigilo. -¿Eh? -Te vieron salir con dos bicicletas del centro comercial.

La conversación avanzaba, pero no había nada de provecho en ella, así que Mikel cortó. -Oye, que nos vamos. Gracias. -De nada. Una cosa. -Dime. -¿Donde está la tienda de los arcos y las flechas? Me vendría bien para entrenar a los chicos. -Por ahora os hacéis unas con la madera de ahí dentro. Cuando sepáis disparar, hablamos. -Eh, no seas así. -Sois más de 100 personas. No me pienso quedar sin arcos ni flechas. -Vale, vale. Ya haremos algo. -Podéis ir a la tienda de deportes, supongo que tendrán arcos deportivos, dianas y esas cosas. Para aprender os vale. -No es mala idea, gracias.

Y mikel se fue corriendo. -Mira Amaia, con esto me puedo esconder. -No está mal. Muy portatil y ligero, mejor que el de Vitoria. -Sí. Ahora a ver como hacemos para acoplar todo esto a las bicicletas. -Vamos allá.

Media hora después ya tenían todo montado. A partir de ahora tenían dos opciones: o evitaban los caminos, lo que implicaba no ir en bicicleta, o iban de noche. Irían de noche.

Estaba amaneciendo y todavía no habían llegado, así que subieron hacia pirineos, buscando un bosque desesperadamente ¡MIERDA, TERRITORIO DESCONOCIDO! ¡No habían pensado suficientemente las cosas, joder!

Vieron un pueblecito. -¡Sígueme! ¡Nos ocultaremos en un piso! -¡VALE!

Entraron a toda prisa y en cuanto vieron una casa con un balcón suficientemente bajo, pararon. Mikel agarró a Amaia y la subió rápidamente al balcón. Le lanzó las mochilas principales. Entonces Amaia intentó ayudar a Mikel a subir, no llegaba. -Ata la cuerda y lánzamela. -¡Voy!

Se empezaron a escuchar los pasos de los robots ¡YA VENÍAN! -¡Date prisa, joder! -¡YA ESTÁ!

Mikel subió. Desde el balcón vieron a los robots. Se agacharon, los robots se quedaron al lado de las bicicletas y las pisaron ¡MIERDA, JODER! Mikel y Amaia estaban tumbados, pero las cabezas de los robots estaban casi a su altura, era demasiado peligroso. -¡Amaia, hay que romper el cristal y entrar en la casa! -dijo Mikel. -¿Como? -susurró Amaia -¡Coge el hacha y dale! -¡Pero habla bajo! -¡No oyen! ¡TÚ DALE HOSTIAS! -gritó Mikel.

Amaia cogió el hacha y rompió el cristal. Hizo un agujero mayor con el mango, puso la mochila sobre el cristal y pasó dentro. Mikel le siguió. Salvados. -Bien, aquí estamos a salvo. -¿Seguro? -No, seguro no. Si los oímos moverse tengo que coger la mochila, a ver si consigo darle a la bombilla con la katana antes de que me mate. -¿Y el arco? -Abajo, en la bici. Espero que no lo hayan roto los robots. -¡NO ME JODAS! -Ya no podemos hacer nada, estemos atentos.

Amaia cogió el espejito de Mikel y se puso a vigilar a los aliens. Allí estaban absolutamente quietos. Dos horas despues, Mikel le hizo el relevo. Así estuvieron hasta que iba a anochecer. Cuando los robots se alejaron a hibernar, Mikel y Amaia salieron de la casa y miraron las bicicletas. Ambas rotas, pero el equipaje estaba intacto. -Tardaremos más en volver, pero podremos seguir con lo nuestro. -No es poco.

Siguieron a los robots en la lejanía y, cuando se pararon 5 robots en círculo ya se veía la vaina a lo lejos. -Amaia. -Dime. -Vamos a hacerlo rápido. Cada uno a un grupo de 5. Te metes debajo, les clavas el cuchillo en la luz frontal a los 5 y a por el siguiente grupo. Hoy nos tenemos que cepillar cuantos más mejor. -Ok.

Y así lo hicieron. Aquella noche fundieron cientos de robots. Antes del amanecer ya habían vuelto a la casa y habían subido la carga. La noche siguiente había nuevos robots, igual que en Vitoria. Ejecutaron la misma operación, iban a toda velocidad, intentando no entrar en círculos que ya habían sido fundidos. En 4 noches ya habían terminado con todos los que había fuera de la zona roja. -Yo me quedo con la barrera y tú te vuelves. -No, me quedo. -¿Recuerdas lo que pasó la última vez, no me jodas. -¡CÁLLATE GILIPOLLAS! -Vete ya. Esta noche me reuno contigo. Si no estoy, te piras y te buscas un sitio donde vivir cerca de Vitoria. Si algún día aprendes a usar el arco y las flechas, ya sabes lo que puedes intentar. -Cuando vuelvas me tienes que enseñar a disparar. -Si vuelvo te enseño. -CUANDO VUELVAS. GILIPOLLAS. -Ok, cuando vuelva.

No podía fallar, no se lo podía permitir. Ahora Amaia dependía de él. No era su familia pero era lo único que tenía.

Al amanecer, el robot gigante sacó la cabeza, miró alrededor y se puso a acercarse a Mikel. Esta vez Mikel estaba más preparado, sabía más o menos como iba a ser. Tensó el arco y, en cuanto asomó la luz, disparó. Esta vez no falló y oyó como todos los robots de la zona roja caían al suelo. De fondo se oyó un grito muy lejano “¡SIIII!” ¿pero qué coño? ¿Amaia estaba mirando con los prismáticos? Chica lista.

Al anochecer, Mikel se levantó, recogió la barrera y fue corriendo a por Amaia. -¿Lo has visto? -Sí, sí, síiiiiiiii... -dijo con los ojos a punto de saltar de las órbitas. -¿Se te ha ocurrido seguir mirando? -¿Quieres decir cuanto tardan en morir del todo? Sí. -¿cuanto? -La luz de los robots termina de apagarse en menos de media hora. Así a ojo. -La próxima vez intentaré moverme unas pocas horas después. -¿Próxima? -Yo sigo. Ahora me voy a por la vaina de Navarra. -Yo voy contigo. -¿Seguro? Según Serg... perdón. Según el capi, van a montar un pequeño pueblo en Donosti. Buscarán supervivientes y podrás empezar algo parecido a una vida normal. -No quiero una vida normal, quiero matar robots hasta que ellos me maten a mí. -Me recuerdas a alguien. -Me han quitado toda mi vida, no se lo pienso perdonar. -Cada vez me caes mejor ¿lo sabías? -¡CÁLLATE! GILIPO... -LLAS.

Una pequeña sonrisa asomó en los labios de Amaia. Todavía estaba jodidísima, pero había empezado a tener una razón para superarlo.

Ganar o perder

Subieron a un pequeño alto que les permitía ver con claridad la vaina y sus alrededores. Ahí estaban los robots que había matado Mikel en estos últimos días. Mikel hizo el primer turno. Mientras tanto Joxean y Amaia descansaron. Estaban agotados, no estaban acostumbrados a una vida tan dura. No pasaba nada, era cuestión de tiempo. Incluso Joxean estaba mejorando claramente en el físico. Aguantaba más tiempo andando, a mejor ritmo y llevaba mayores pesos. El segundo turno lo hizo Joxean, el tercero Amaia. No hubo movimientos, los robots seguían en el suelo sin que nadie los recogiera. Mikel aprovechaba sus turnos para conseguir comida, madera, agua... Lo necesario para sobrevivir. Joxean y Amaia estaban parados, Joxean cocinaba algo pero Amaia ni eso.

Al tercer día Mikel habló con Joxean. -Tiene que aprender. -¿Qué? -Que Amaia tiene que aprender a valerse por sí misma. -Ha aprendido mucho. -No. Ha aprendido a no ser gilipollas completa. Pero no ha recogido comida, no cocina, no hace nada en su tiempo libre. -Dale tiempo. -Mañana podemos estar muertos. Tú, yo o los dos ¿Y entonces como va a sobrevivir? -No lo había pensado. -Ya. -Yo le enseño, tranquilo. -Y plantearos hacer algo de deporte en los ratos libres, que si nos toca volver a hacer caminatas debemos ir más rápido. -Planteaos -¿Qué? -Que se dice planteaos -¡Qué más da! ¡Que no hagáis el vago y aprendáis a sobrevivir solos, hostias! -Vale, vale ¿Me enseñas? -¿A hacer deporte? -No, a sobrevivir. Creo que es mejor que tú me enseñes a mí lo que necesite saber y yo le enseño a Amaia. -Sí, si le enseño yo, le acabo partiendo la cabeza. -Seguramente ¡jajaja! -¡jajaja!

Para sorpresa de todos, Amaia aceptó de buen grado empezar a aprender a cocinar, a buscar frutos, setas y demás... Además, Amaia propuso enseñar a hacer pilates a Joxean “es un ejercicio que puedes hacer casi sin moverte y te ayuda a estar en forma a cualquier edad” dijo. Incluso Mikel accedió a aprender algo de Pilates, aunque a regañadientes. Por mucho pilates que hicieran, Mikel se aseguró de que tanto Joxean como Amaia daban largas caminatas a buen ritmo casi a diario. Poder recorrer largas distancias en poco tiempo era primordial.

Habían pasado 10 días y no había movimiento. Joxean y Amaia habían aprendido muchísimo. Ahora Mikel tenía más tiempo libre y entre todos conseguían comida más que suficiente para sobrevivir. Pero los cuerpos de los robots seguían ahí, en el suelo. Esto no tenía sentido, cuando no miraban desaparecían. Joxean intentó convencer a Mikel de que ya estaba bien, que debían empezar a hacer otra cosa, pero Mikel se mantuvo firme. Por su parte, Amaia le dijo que se fuera a tomar viento, que ella se iba a Vitoria a por una tienda de campaña o algo para vivir. Mikel se enfadó, pero Amaia se fue. Joxean, preocupado por si su niña no volvía, la siguió. Al principio Mikel se enfadó, pero realmente estaba mejor solo. Lo que pasaba es que ahora ya no podría vigilar qué pasaba con los cuerpos. Decidió ir mirando a lo largo del día y esperando que lo que fuera que recogía a los robots no se moviera de noche. A lo mejor era el bicho ese enorme de 6 brazos lo que regocía robots, pero no lo veía salir.

Dos días después, a media mañana, Mikel estaba cogiendo frutos en un árbol y notó algo en la lejanía, hacia la vaina. Desde ahí no veía bien, así que bajó rápidamente del árbol y buscó una zona con más visibilidad. Se subió a un pequeño risco y lo vió. El bicho enorme de seis brazos acarreando robots, uno en cada brazo. Los llevaba como si no pesaran nada. Mikel ya sabía que pesaban varios cientos de kilos cada uno ¡Y el robot gigante levantaba seis como si nada! Por desgracia, estaba lejos, no le daba tiempo a acercarse a disparar un flechazo al bicho gigante ¿bastaría con fundirle la luz como a los demás? Solo había una manera de comprobarlo.

Quiso saber cuanto tardaba en repararlos, así que pasó la tarde observando. No salió un solo robot de la vaina. Por la noche durmió, pero se acercó al puesto de vigilancia justo antes de que amaneciera. Mientras desayunaba vió como salían cinco robots relucientes. “Es decir, que tarda casi 24 horas en reparar cinco de los seis. Interesante. Mato más en una noche de los que él puede reparar. Esta misma noche me cepillo a los 5”. Y así lo hizo.

Cinco días después de partir, Joxean y Amaia estaban de vuelta. -Mucho habéis tardado en hacer 30km de ida y otro tanto de vuelta. -Es que... verás -dijo Joxean. -Vamos a empezar a vivir mínimamente bien -le cortó Amaia. -¿Qué coño habéis traído? -Mira y todavía nos quedan varios viajes.

Resulta que habían cargado una barbaridad. Cogieron parte de la carga, avanzaron hasta una zona intermedia, dejaron la carga, volvieron. Cogieron otra parte de la carga y avanzaron hasta la misma zona intermedia a soltar la carga. Y así hasta llevar toda la carga que querían. Luego hicieron lo mismo en una segunda etapa, una tercera... Y así hasta llegar. -¿Pero qué...? -Dos tiendas cómodas, colchonetas hinchables, sacos extra, un toldo para tener sombra, mesa, sillas, equipo de cocina de camping... ¡Hasta una hamaca! -¿Estamos locos o qué cojones? -Ahora móntate tu mochila de supervivencia. Cuando decidas salir, cogemos las mochilas y lo dejamos todo aquí tirado. -¡Pero no hace falta! -Llevamos aquí 15 días y lo que nos queda. Mejor estar cómodos. -Amaia... -¿Qué? No hemos hecho nada que te entorpezca. Si no quieres usar las comodidades que te traemos y quieres dormir subido a un árbol mientras llueve, tú mismo. -Iros al carajo un rato, anda. -Idos -dijo Joxean. -No me toques los cojones Joxean. -Perdón, no puedo evitarlo. Soy profesor de lengua ¿te acuerdas? -Ahora te corrijo yo. ERAS profesor de lengua. -Cierto, tienes toda la razón. -Bueno, muy bien. Ahora tenemos juguetes y viviremos como reyes ¿habéis traído hinchador? -¡MIERDA! -¡jajajajajajaja! Sois supervivientes natos. Ala, id corriendo y traed uno. Y que sea manual, no eléctrico, que os recuerdo que los eléctricos no funcionan. De hecho, voy con vosotros. -¿En serio? -Sí y así os cuento lo que ha pasado estos días. Además, tengo un plan en la cabeza y necesito herramientas de carpintería ¿hay alguna tienda de bricolaje o algo por allí?

Mientras iban de vuelta les contó que, cada día desde aquel que vió como el robot gigante se llevaba a los otros 6, a la mañana siguiente salían 5. Que no entendía por qué cuando estuvieron vigilando no lo hicieron. -¿Ellos también nos vigilan? -Es una posibilidad. -¿Entonces podrían tendernos una emboscada? -Tendría sentido. Empieza ser mucha casualidad que tantos robots aparezcan por las zonas por las que pasa gente. O al menos eso me parece. -¿Cuantos robots calculas por vaina? -Unos 2000. Y la vaina más cercana está por Huesca. -Entonces... -Sí, en cuanto la caguemos morimos. -¿Siempre tienes que ser así de alegre? -cortó Amaia -Mi falta de alegría me ha permitido sobrevivir.

No había ningún robot en la zona comercial. Entraron a la tienda de deporte y cogieron un hinchador. Mikel cogió también barritas energéticas. Siempre las cogía. Poco peso, poco volumen, mucho alimento. Luego fueron a la tienda de bricolaje y a coger hachas y distintas herramientas de carpintería. -¿Qué quieres hacer Mikel? -Una barrera. -¿Qué? -Una chapa en forma de medio círculo. Acercarme de noche dentro de ella y, si hay suerte, encontrarme de frente con el robot gigante. -¿Estás loco? -Supongo que sí. -Pero vas a morir. Está todo lleno de robots despiertos ¿no te acuerdas de la zona roja? -¿Se te ocurre otro método de matar a ese bicho? -ehmm... No, pero... -Creo que si el bicho gigante muere, el resto mueren con él. -¿Y si no es así? -Da igual. Que sepamos hay cientos de vainas en el mundo. Puede que miles. No tengo tiempo para esperar más. -Puede que otras personas también estén acabando con las vainas. -Eso espero. No podría recorrerme el mundo a pie para ir acabando con las vainas una a una. Aún así, tenemos que cargarnos esta y la de Cambó como mínimo. Si lo conseguimos creo que Donosti y sus alrededores serán zona segura para vivir. -Ok, entonces prepararemos 2 barreras. -¿Para qué? -No sé, será que no me lo quiero perder. -Yo no me meto en ese ataud -dijo Amaia. -Oye ¿y si en vez de hacer eso a mano te coges un par de chapas de madera de aquí y las tensas con una cuerda? Como si fuera un arco -Dijo Joxean -¿Eh? -Sí, aquí hay un montón de distintos materiales. Algunos muy flexibles. -¿Y llevarlos hasta allí? -Sigue siendo menos trabajo que cortar un árbol y luego hacerlo tú. Y más rápido. -No es mala idea. Vamos. -Sí, vamos a prepararnos para el suicidio.

Y así lo hicieron. Cogieron dos grandes planchas de madera flexible, las cortaron al tamaño que les interesaba, les hicieron agujeros para pasar las cuerdas, las probaron y comprobaron que servían, así que las llevaron. Mikel agarrando las planchas por delante y Amaia por detrás, con Joxean llevando el hinchador en una mochila.

Tardaron día y medio en hacer el viaje, pero al llegar ya estaban preparados. Descansaron, cenaron y, por la noche, se acercaron a la puerta de la vaina. -No entiendo para qué venís. -Dijo Mikel. -Que yo no voy. -Dijo Amaia. -Vamos de apoyo. -Dijo Joxean. -Que no voy. -Dijo Amaia. -No vengáis ninguno, si me matan os vais y a seguir viviendo. Estáis más o menos preparados. -Que sí vamos, voy a ver caer a ese bicho gigante en primera fila. -¡Que no! -No puedes impedírmelo y Amaia no querrá quedarse sola, así que vendrá conmigo. -Ok, pero os quedáis dentro de la chapa y no salís ni aunque yo me muera. A la noche siguiente os piráis y no volvéis nunca más. -Vale, vale.

Al final Mikel se había dado por vencido. Si Joxean quería jugarse la vida para nada, no podía impedírselo. Amaia admitió que no se atrevía a quedarse sola y acompañó a su padre. Por su parte, no podía esperar más. No se le ocurría otra forma de acabar con la vaina.

De madrugada se acercaron a la vaina, colocaron ambas planchas y se pertrecharon. Mikel casi de camino entre la puerta de la vaina y los robots fundidos, con su arco y flechas. Joxean y Amaia más atrás, también cerca de los robots fundidos.

En cuanto despuntó el alba el robot gigante asomó la cabeza, miró a todos lados y salió despacio. En ese momento, todos los robots de la zona iluminada en rojo se despertaron también. Esperaba que los robots se quedaran dentro de la zona roja como hasta ese día. No se habían movido en todos estos días, solo se despertaban y miraban alrededor. Por ahora no les disparaban, eso significaba que no les habían visto. Todo bien, realmente acojonante pero bien.

Cuando el robot gigante estaba a menos de diez metros de Mikel, esté tensó el arco y esperó apuntando hacia arriba. La idea era esperar a que el robot gigante mostrara su cara por encima de la barrera y dispararle al ojo. Así ningún robot veía su cuerpo y, se suponía, que no le disparaban. Si le veían, la madera no servía. Si no le veían, esperaba que sí. Si fallaba el tiro, todo dependía de si el robot gigante también disparaba o no.

Los segundos pasaban, a Mikel se le estaba haciendo eterno, la tensión del arco le parecía insoportable en ese momento. Respiró hondo y vió la cabeza del robot gigante. El robot le miró, Mikel disparó y... falló. El robot gigante se quedó mirándolo, sin moverse, sin dispararle. Mikel cogió otra flecha rápidamente e hizo un segundo disparo. Esta vez acertó. El robot gigante cayó al suelo y, con él todos los robots de alrededor. Mikel escuchó el grito de Joxean. -¡SSSSSSSIIIIIIIIIIIIIII! -¡JOXEAN, ABAJO, AGÁCHATE!

Un zumbido agudo, dos segundos y Joxean al suelo, muerto. Gritos de terror de Amaia. Escuchó como los robots se iban apagando poco a poco. La desconexión completa de los robots no era inmediata, por eso había muerto Joxean. Y Amaia estaba a su lado. Había acabado con una vaina completa, debía sentirse feliz, pero no podía. Solo quería coger a Amaia y sacarla de allí, aunque no se atrevía a moverse por si todavía disparaban. Había que esperar a la noche.

Carga no deseada

Mikel estaba eufórico ¡Ya no salían más robots de la vaina y solo quedaban los de dentro de la luz roja! Además, todas las mañanas salía el mega-robot ese a mirar. Tenía que acabar con él, pero con cuidado. Mientras volvía, corriendo por la euforia, también pensaba en la zona de la luz roja ¿podría entrar? ¿se podría poner debajo? ¿para qué coño servía? Por lo poco que sabía, los putos aliens no hacían nada porque sí, todo tenía una razón. Debía descubrirla antes de entrar en la zona roja.

Se dió cuenta de que llevaba más de 20km al trote por caminos escarpados y entre árboles. Se paró, se sentó, bebió agua y pensó en mirar las zonas abiertas, a ver sí veía algún robot. No estaba lejos de San Miguel de Aralar, donde había estado hacía unos pocos días. Se acercó andando, para poder mirar a muchos km de distancia. Se acercó al borde del bosque con cuidado, nadie. Aunque se movía despacio, su mente iba a mil por hora. Pensaba planes, opciones, recordaba cosas que había aprendido en todo este tiempo, en lo que le habían enseñado. De repente, se acordó de una conversación con los cazadores. Le hablaron de “los asesinos”. Se suponía que era gente que vivía de matar a otras personas para quedarse con sus pertenencias, iban siempre en grupo y eran peligrosísimos. Se extrañó de no haberse encontrado con ningún grupo de esos “a lo mejor es que ya no quedan asesinos o son muy pocos, tampoco puedo preocuparme por todo” decidió.

Salió del bosque con mil ojos, era media mañana. Respiró hondo y miró alrededor. Ni un alma, ni un robot, ni un alien. NADA. Toda la zona estaba libre de robots. Suponía que era cuestión de tiempo que los robots volvieran a salir. Tenía la sensación de que, durante el día (mientras Mikel dormía) desaparecía algún cuerpo de robot. Suponía que los metían en la vaina para reparar ¿pero como? Si los robots no tenían brazos. Como dormía de día, no podía saberlo. Tendría que volver y vigilar de día también. Esto iba a ser lento, joder.

Comió algo, había decidido seguir trotando hasta Leiza. Ahora tocaban unos km de bajada, había decidido bajar por la carretera, se la iba a jugar. Y luego, de Lekunberri a Leiza había un camino muy llano, del antiguo tren minero que habían rehabilitado para que la gente paseara por allí. Era el camino ideal para ir rápido. De Leiza en adelante le iba a costar más porque el camino se empinaba mucho. Pero podría llegar a media mañana del día siguiente. Para media tarde ya estaba en Leiza, hizo un segundo descanso y entró en una tienda de ultramarinos a ver si conseguía algo de comida. No le quedaba nada para comer. Encontró unas barritas energéticas que caducaban 5 años después; menudas mierdas tendrá esto, pensó y se lo comió. Cogió unas pocas barritas más para la cena y el desayuno. Tenía ganas de ir al baño, vió papel higiénico y lo cogió. Buscó la entrada a la zona de trabajadores y entró pensando “cagar en un vater, hoy en día el mayor lujo que puedo esperar”. Al salir, no funcionaba la cisterna, pero le dió igual. Fue a la oficina a curiosear, estaba cansado y quería dejar de correr un rato. Incluso estaba pensando en dormir por allí en alguna casa, en una cama de verdad. En una mesa de la oficina encontró un cajón cerrado, le dió una buena patada y arrancó el cajón. Había un buen fajo de billetes. “Jo-der, aquí hay como 10000€ o más. Y ahora no valen ni para limpiarse el culo, ahora son solo papeles”. Aún así, cogió un pequeño estuche de plástico, metió un billete de 500€ dentro y se lo guardó como recuerdo. Era lo único sin valor que llevaba, pero aún así quería llevarlo.

Salió a buscar una casa, todas las puertas estaban cerradas, así que se encaramó a un balcón como buenamente pudo. Rompió el cristal de una patada y abrió. Entró, todo tranquilo y en silencio. Fue a la habitación y se echó en la cama de matrimonio. Se durmió inmediatamente. Durmió 10 horas seguidas, no recordaba estar tan cansado pero el descanso le hizo revivir. Desayunó las barritas, estaba lleno de energía. -Ya estoy preparado para correr otra vez. Pero cuando amanezca, que no veo un cagao.

En cuanto hubo suficiente luz, salió por las escaleras hasta la calle, dejando la puerta abierta. Si pasaba otra vez por allí, tendría un sitio en el que dormir. Y otra vez a trotar.

A mediodía, Amaia y su padre, Joxean iban tranquilamente a casa de los vecinos. Atravesaban el bosque charlando. Amaia se quejaba de que otra vez iban a mantener las mismas conversaciones insulsas, su padre le pedía tranquilidad. Le recordaba que ahora las conversaciones giraban casi siempre en torno a Mikel, de qué estaría haciendo. Amaia decía que Mikel era un sobrado y un imbecil, que esperaba que no volviera.

Salieron del bosque, los vecinos no estaban allí para recibirles, qué raro... De repente, 3 hombres salieron de la casa, armados con cuchillos de carnicero ensangrentados. -Vaya, vaya... Hemos encontrado el paraíso muchachos. -Me pido primero. -No, a la última te la follaste tú el primero. -Chicos, chicos, calma. Hay agujeros para todos. Además, nos la acabaremos follando incluso después de muerta, como siempre.

Amaia y Joxean estaban petrificados. Por lo que parecía, 3 hombres habían entrado en casa de sus vecinos y los habían asesinado. Ahora querían violar y asesinar a Amaia.

De la nada surgió una flecha y le acertó en el cuello al más fuerte de los 3 hombres. -¡QUÉ COÑO HA SIDO ESO! -gritaron los otros dos.

-¡Joxean, Amaia! ¡Corred a vuestra casa, corred por vuestras vidas! -la voz de Mikel resonó en todo el claro.

Inmediatamente voló otra flecha. Esta vez le acertó en el ojo a otro de los hombres. El tercero huyó rápidamente gritando -¡YA SABEMOS DONDE VIVÍS, VOLVERÉ CON EL RESTO DEL GRUPO Y OS DESOLLAREMOS VIVOS!-

Joxean y Amaia corrían hacia su casa, pocos segundos después Mikel aparecía a su lado: -¡COGED VUESTRAS MOCHILAS DE SUPERVIVENCIA Y VENID CONMIGO YA! -¡vale! -dijo Joxean -¡No tengo mochila! -dijo Amaia. -¡OS DIJE QUE TUVIÉRAIS UNA MOCHILA PREPARADA MECAGOENDIOS! ¡Coge algo de ropa cómoda, botas de monte, impermeable, saco de dormir y algo de comida no perecedera!

Mikel se quedó en el bosque, observando todo mientras Joxean y Amaia entraban en la casa. Pasaron 5 minutos, 10, se alargaban mucho. Mikel quería entrar pero no se atrevía, podía haber asesinos dentro de la casa, o aparecer en la puerta mientras estaban dentro. No podía arriesgar su vida por ellos, no podía. Mucho más tarde de lo deseable, salieron ambos de la casa. Amaia llevaba dos bolsas de mano enormes. “No me jodas” pensó. -¡CONMIGO, YA! ¡A TODA HOSTIA Y EN SILENCIO!

Se metieron en el bosque y se alejaron en dirección contraria a la que había huído el asesino. “joderjoderjoder, justo ayer que decidí no preocuparme por esta gente y aparecen, ¡todo son problemas, joder!” pensó Mikel mientras les guiaba.

Cuando ya llevaban unos cuantos kilómetros caminados (con tanta bolsa Amaia no podía correr) y se empezaban a quedar atrás, Mikel se paró tras un pequeño montículo semicircular que les ocultaba bastante. -Vale, aquí paramos. -Uff... menos mal, no podía andar más -dijo Amaia. -Amaia, abre las dos bolsas de mano. Ahí llevas demasiadas cosas. -¿Qué? ¡NO! Llevo lo imprescindible. -Mira maja, no voy a empezar otra vez. Te he salvado la vida dos veces. O me haces caso o me piro y que os jodan. -Pues nos volvemos a casa -dijo Amaia -No podéis, saben donde vivís. Irán y os asesinarán. Y posiblemente os torturarán porque he matado a dos de los suyos. -Amaia, maitia, Mikel tiene razón. Ya no tenemos casa.

Amaia rompió a llorar, Joxean intentó consolarla mientras Mikel vigilaba todas las esquinas. El ruido podía delatarlos. Por suerte, Amaia se tranquilizó pronto. Se le estaba cambiando la cara, estaba entendiendo que ahora su vida había cambiado completamente. -¿Qué vamos a hacer Mikel? -Dijo Joxean -¿Vamos? No, no. Yo voy a buscar otro sitio en el que dejaros. -No, vamos contigo -dijo Amaia. -No podéis, me entorpecéis la marcha. No podéis soportar mi día a día. -No te estoy preguntando, he dicho que vamos contigo -replicó Amaia. -Mira niñata, no te pongas chulita que te vuelvo a cruzar la cara. -Me puedes cruzar la cara todas las veces que quieras, que vamos contigo. -También puedo acelerar el paso y dejaros perdidos en el bosque. -Tú no harías eso. -¿No? ¿Y tienes brújula? Sin brújula y sin conocer la zona no saldrás viva de aquí. -Ya, pero eres buena persona, no nos abandonarías. -Te equivocas. Yo me dedico a sobrevivir y hago todo lo necesario para ello. Y cuando tengo un rato libre, mato robots. -¿robots? -preguntó Joxean -Los aliens son robots. -Oh... -Repito, no puedo hacer de niñera. Y menos de una niñata. -Mikel, por favor, sabes tan bien como nosotros que si nos dejas en cualquier sitio estamos muertos. No tenemos capacidad de sobrevivir en entornos más hostiles que nuestra antigua casa -rogó Joxean. -Ya, pero no puedo cargar con vosotros. No puedo.

Mikel se puso a pensar qué hacer. Necesitaba dejarlos con más personas, alguien que les cuidara. Pensó en el viejo casero, en los militares, en ... ¡LOS MILITARES! Según había visto, los robots solo entraban en las casas si la puerta estaba abierta. Sería lógico pensar que el cuartel militar de Loiola, que era una pequeña fortificación, fuera un lugar seguro e incluso que hubiera gente viviendo allí. -Nos vamos a Donosti. -¿Qué? -Vamos a ver si hay alguien vivo en el cuartel de Loiola. -¿Y si no hay? -A lo mejor os quedáis allí a vivir. Veremos. -¿Y si vienen los aliens? -No trepan muros. -Pero dijiste que cuando mataron a tu familia, bajaron por una pared de roca. -Sé lo que dije, pero no he visto que ninguno subiera por ninguna pared de edificio ni nada parecido. Y he visto mucho ya. Creo que empiezo a entender como funcionan. -Ok, ok, vámonos a Loiola. -Primero las bolsas. -Vale -Dijo Amaia, que iba entendiendo de qué iba la cosa.

Sacó un montón de ropa, vestidos, zapatillas de estar en casa, libros... ¿en serio, libros? Había también bastante comida, eso le venía bien porque él no llevaba casi nada. Dejó un buen montón de cosas innecesarias. Le faltaba prácticamente todo lo necesario. -Con esto no sobrevives. -Joder, no sabía a lo que veníamos. -Os dije el otro día lo que hacía falta en la mochila de superviviencia. Y no tienes ni mochila, joder. -Vale, vale. Ya no podemos hacer nada. -Dijo Amaia. -Joxean, enséñame tu mochila. La veo muy llena. -No, da igual, voy bien. -La mochila. -Es que... -LA MOCHILA.

Efectivamente, había más mierdas de Amaia en la mochila de Joxean. Y no había saco de dormir. -¿Y el saco de dormir? -No tenía. -Sí tenías, me lo enseñaste. -Ya, sí, bueno... -Le he dicho que lo quite para meter más cosas mías -Interrumpió Amaia. -Pues os lo vais a pasar de puta madre durmiendo al raso, majos. -¿Pero cuanto tardamos en llegar a Loiola? -¿A vuestro ritmo? No sé si llegaremos mañana o pasado. -Jó...

Cogió un par de abrigos gordos de vestir de buena marca, los enrolló y los anudó con una cuerda. Ya tenían algo parecido a un saco. Dejó una de las bolsas de mano e intentó hacer un apaño para que se pudiera poner la otra bolsa como una mochila. No era muy cómodo pero era mejor que nada. Amaia no se quejaba, se le estaban pasando rápidamente las tonterías. Eso tranquilizaba un poco a Mikel, que sabía que si no encontraba a nadie en el cuartel no sería capaz de abandonarlos.

Fueron andando lentamente. Joxean ofrecía ayuda a Amaia cada poco tiempo, pero era el mismo Joxean el que iba más despacio de los tres y Mikel no le dejaba cargar con más peso. Enseguida Amaia le dió la razón a Mikel y Joxean no volvió a decir nada al respecto. Al anochecer, Amaia fue la que ofreció ayuda a Joxean y le llevó su mochila. Mikel se alegró, le dió la razón a Amaia y le cogió la bolsa para que los 3 pudieran ir más rápido. -No tengo casi comida chicos, tendremos que sobrevivir con lo que lleváis vosotros -Dijo Mikel. -Sin problema, por suerte ahí no te hice caso y metí algo más de comida de la que me dijiste. -No me voy a alegrar de que no me hagas caso. Aunque en este caso sea una ventaja.

Aquella noche, Joxean y Amaia no durmieron prácticamente nada. No sabían dormir en ramas, Joxean casi no fue capaz de subir... Un desastre.

A la mañana siguiente siguieron como lo habían dejado la noche anterior. Amaia llevaba lo de Joxean y Mikel lo de Amaia. Así Joxean iba más ligero y podían avanzar más rápido. Antes del anochecer estaban en el parque de Ametzagaina. Y de allí al cuertel no quedaba nada. -En cuanto oscurezca bajamos a mirar -dijo Mikel.

Cuando estaba oscureciendo vió como se encendían pequeñas hogueras dentro del cuartel ¡HABÍA GENTE! ¡No se lo podía creer, bastantes hogueras! Bajaron, llegaron a la puerta y llamó. -¡EH, HAY ALGUIEN! -¡JEFE, GENTE VIVA! -gritó una voz puertas adentro. -¿CUANTOS SON? -¡TRES! -¿ARMADOS? -¡UNO! -¡QUE SUELTEN LAS ARMAS Y QUE ENTREN!

Mikel reconoció la voz. Era el capitán de la compañía que conoció cuando empezó todo esto. -¡CAPI, SOY MIKEL, EL ELECTRICISTA DE MIERDA! ¡SIGO VIVO! -¿QUÉ? ¡DEJADLES PASAR! -¡PERO JEFE! -¡QUE LES DEJÉIS PASAR, HOSTIAS!

Los 3 vieron como la enorme puerta metálica se abría. Entraron despacio. -¡PERO QUÉ COJONES! ¿COMO COÑO ESTÁS VIVO? -¿Y tú? ¿Llevas dos años aquí encerrado? -O más. Pero venid, venid. Vamos dentro y hablamos.

Entre presentaciones y ponerse al día de lo que había vivido cada uno en este tiempo, pasó una hora. Luego pasaron a temas importantes. -¿Entonces? ¿Hay un robot gigante dentro de la vaina? -Uno que yo haya visto, podría haber más. U otras cosas. -Todo alegrías. Pero dices que se les puede matar. -Sí, lo mejor es matarlos de noche. Se alimentan de la luz del sol. De noche hibernan. -¿Cuantos has matado? -Más de mil. -¿MÁS DE MIL? ¿Y LO DICES TAN TRANQUILO? -Sí, porque en la tele se vió que cayeron decenas de vainas y se cree que hay miles de vainas. Las más de mil que yo he matado pertenecen todas a la misma vaina, que yo sepa. -HOS-TIAS. -Sí. -¿Y qué podemos hacer? -Tú tenías el equipo de expertos aquí ¿no habéis sacado nada en claro? -No nos atrevemos a movernos y no tenemos información. Cuando los robots empezaron a moverse y las tropas que mandábamos en bici dejaron de volver, nos encerramos y hasta ahora. Solo sabíamos que de noche se iban y por la mañana aparecían unas decenas en la puerta. Sí hemos notado que últimamente aparecen menos. -¿Siguen apareciendo? -Sí, hay otra vaina por la zona de Cambo-les-Bains. Supongo que vienen de ahí. -¿En Francia? -Un diez en geografía, chico. -Gilipollas. -Y aún así sigo vivo. -Yo también y no me he escondido como una rata. -Ya está aquí el heroe. -Repito. Gilipollas.

Un buen rato de insultos y de información después, Mikel no quiso alargarlo más. Le pidió directamente lo que quería. -Quiero que Joxean y Amaia se queden aquí. -¿Aquí? No hay sitio. -He mirado cuando he llegado, no quedáis muchos. -Un par de cientos, pero aún así nos falta comida. -Plantad en los jardines, coged animales y metedlos al cuartel. -¿Así sin más? ¿Abrimos las puertas y que entren? -Abrís las puertas de noche y los buscáis, he visto unas cuantas vacas, ovejas, gatos, gallinas... Están sueltas por los alrededores. -¿Y los robots no los matan? -No, solo atacan a humanos. Incluso pasan por al lado y los animales no se asustan. -Aún así, no puedo ayudarte. -Joxean es bueno con los animales y la huerta, os puede enseñar. Jodidos militares, que no sabéis hacer nada si no es con un arma. -No sé si a esa panda de cobardes puedo llamarles militares, la verdad. -¿Para tanto? -Mira, no es por chulearme, pero soy militar desde hace muchos años. He participado en varias guerras y en innumerables batallas. Y con estos no me iba yo ni a tomar Perejil. -¿Tan mal? -Llorando, vomitando... Y eso que no nos han atacado. Los robots se quedaban a las puertas del cuartel, sin hacer nada. Más de uno ha muerto por intentar huir en pleno ataque de pánico. -¿Y no les has puesto en su sitio? Joder, las películas de militares hablan de otras cosas. -Ya, mira, ven.

El capitán Sergio Grijalba (así se llamaba) llevó a Mikel ante una tumba. -Aquí tienes al teniente Cañizares. Intentó hacer la del sargento de hierro. -¿Y se lo cepillaron? -Con las mismas. -Los militares sois la puta polla, en serio. -No estoy orgulloso, no. -¿Y no ha habido castigo? -No tengo poder para eso, me pasaría lo mismo. -Ya. O sea que no vas a hacer nada. -¿quién ha dicho eso? -¿eh? -Las 3 personas que sé que participaron en esto despertaron atados y amordazados al otro lado del puente de acceso. Los robots se los cepillaron. -Quién habrá sido, menudo misterio. -Imposible de saber. -Ya. Y así no hay más motines. -Es lo único que puedo asegurar. Lo demás, cada uno hace lo que quiere. -Pues yo sigo necesitando que os los quedéis. -Mira, vamos a hacer una cosa. Me los quedo 3 días y tú te vas. Luego vuelves y decidimos. -¿Y si no vuelvo? -Eres un heroe, los heroes vuelven. -No soy ningún heroe. -Para no serlo, actúas todo el rato como uno. -¿Te rajo el cuello? No serías el primer humano al que mato. -Por mucho que hayas combatido fuera, te aseguro que te gano en una pelea a cuchillo, muchacho. Además, los pocos humanos que has matado eran asesinos. -¿Y? -Si tuvieras mi historial militar habrías tenido que matar gente, digamos... “menos culpable”. -¿Hablas de niños o de gente inocente? -Igual que antes, imposible de saber. -Menuda joyita que eres. -Bueno ¿hay trato? -Ok, ok. No tengo otra opción. Aprovecharé para abastecerme. -¿Como? -Quiero ir a un caserio de un señor que me ayudó una vez, a ver si sigue vivo. Y luego a las afueras de Pamplona, hay un almacén de armas. Me estoy quedando sin flechas. -¿En 3 días? Ni loco. -En 3 días, ni uno más. -Si tardas 4 los saco fuera. -Ok, pero de noche. Les dejaré indicaciones para que me esperen en Ametzagaina. -¿En serio no se meten en bosques? -Si se metieran en bosques hubiérais sobrevivido solo vosotros. -Jo-der.

Mikel les explicó sus planes a Joxean y Amaia. -Ya os he dicho lo que haré. Ahora atendedme bien. -Dinos qué tenemos que hacer. -Varias cosas. Uno, no os fiéis de esta gente. Esto es territorio sin ley. He conseguido una habitación con llave para vosotros. Creo que si no violarán a Amaia. -Qué puta manía con violarme, joder. -¿Has visto mujeres por aquí? -dijo Mikel. -Eh... No. -Pues antes había mujeres militares. Y no queda ni una. Así que ojito. -Vale, vale. -dijo Amaia realmente acojonada. -Dos, me tenéis una mochila de emergencia preparada. Si no me da tiempo a llegar en 3 días, esa noche os soltarán en el bosque. Os quedáis en el bosque, en la parte alta, cerca de la tirolina hasta que yo aparezca. Si estáis allí, silencio. Absoluto silencio. Y llenadla de comida ya. En cuanto salga por la puerta no sé lo que pasará. -¿Y tres? -Salid siempre juntos, llevad un cuchillo o algo, que el capitán Grijalba esté siempre a la vista, si véis un saco de dormir, unas botas militares o algo que merezca la pena robar, ni os lo penséis. -Vale, ya entendemos por donde vas. -Y cuidado ¿vale? -Vale, vale. Sobreviviremos estos tres días. -Ok.

Durmieron, Mikel madrugó, se abasteció, se preparó y se fue. Volvía en 3 días y sabía con absoluta seguridad que se los llevaba de allí. Tenía 3 días para pensar en como carajos iba a hacer para sobrevivir con esas dos lacras andantes. Teniendo en cuenta el tono de la conversación, tanto Joxean como Amaia sabían que se iban con él en 3 días. Si seguían vivos.

Corría como pocas veces en su vida. Primera parada, el caserio. Llegó a mediodía. Allí estaba el viejo, con sus animales, tan tranquilo. -¡Dichosos los ojos! -¿Tú no te mueres nunca o qué? -¡Jajaja! Pues anda que tú...

El casero le invitó a comer. Dijo que por allí no habían pasado los robots, que les había visto a lo lejos y que esperaba que subieran y le mataran, pero que nada. La última persona que había pasado por allí era Mikel. -¿Y tú has venido a saludar? -Necesito que te quedes con dos personas. -NO. -Saben de huerta y animales. -QUE NO. -No puedo cargar con ellos. -No pienso cuidar de tu familia. -Mi familia ha muerto. -Oh, perdón. -Ya, sí, vale. Estos son dos antiguos vecinos. Necesitan un sitio donde vivir. -Ya, pero que no. -Pero... -Que no.

Al final Mikel se dió por vencido. No había nada que hacer. Se despidió del casero, que le regaló comida y se fue corriendo otra vez. Durmió por el camino y la mañana siguiente llegaba al almacén. No tenía tiempo de esperar, debía volver cuanto antes. Entro despacio, acojonado. Ni un alma. Cogió otra bolsa, la llenó de flechas y cogió un par de arcos por si acaso. Tocaba volver. Al salir vió como 3 robots se acercaban rápidamente ¡DEBÍA LLEGAR AL BOSQUE! Se puso a correr con toda su alma, sin soltar la bolsa. Por suerte el bosque estaba bastante cerca y entró a tiempo. Siguió corriendo, pero se le enganchó la bolsa en una rama y se le escurrió. Los robots se acercaban y debía alejarse. Ambos robots se quedaron pegados al bosque, si se acercaba a por la bolsa, estaba muerto.

Por suerte, llevaba el arco a la espada. Cogió una flecha, intentó apuntar pero no tenía línea de visión. Se fue moviendo despacio, pero los robots también se movían y nunca conseguía una línea de tiro clara. 3 horas después decidió que se la estaba jugando acercándose cada vez más a los robots, intentando tener línea de tiro. Lo dejó estar. Se adentró en el bosque a esperar a la noche. La vuelta iba a ser épica.

Al anochecer se acercó y vió como los robots se alejaban. Cogió la bolsa y salió corriendo en dirección contraria. Escuchó un zumbido, se la había jugado demasiado y podía estar muerto. Siguió corriendo, no vió nada, o no le habían disparado o no le habían acertado. Daba igual. Tocaba correr. Corrió siguiendo la linde del bosque, iba a correr de noche por la autopista. Tenía 24 horas y más de 80km por delante. Todo lo que adelantara por la noche era ventaja. Además, si llegaba a Lekunberri era un territorio más que conocido, había pasado por allí hacía muy pocos días. A partir de ahí podría descansar un poco y continuar por el bosque.

Al amanecer había llegado a Leiza, pero estaba reventado. Se metió en la casa del otro día a tumbarse. Esperaba no encontrarse con robots, se había cepillado a los de Vitoria, que eran los que se acercaban a esa zona. Durmió con los pies en alto para recuperar mejor, a mediodía se levantó, comió y siguió camino. Eso sí, ahora ya iba campo a través.

Era noche cerrada cuando llegó a Ametzagaina. Había llegado tarde pero había luna llena. Si no se metía en el bosque tenía buena visión. Se acercó desde arriba, desde el camino del centro comercial. Una vez al lado, bajó y les buscó. Les encontró allí, donde habían quedado. -No os han dado margen, eh... -¡Mikel! -Perdón, he llegado tarde. -Bueno, no importa. -Sí, bueno, quería hablar con los militares. -Igual no es buena idea. -¿Y eso? ¿Ha habido problemas? -Creo que se han cepillado al capitán comosellame. -¿QUÉ? -A las pocas horas de irte tú, empezaron a aporrear la puerta y a decir barbaridades. Nos quedamos encerrados hasta la noche. -¿En serio? -Sí. Ahí llegó el capitán, abrió la puerta, nos dió comida y nos guió fuera. Cuando estábamos a punto de salir, se encontró con 2 hombres. Le dejamos en plena lucha de navajas. Desde entonces estamos aquí escondidos. -JO-DER. No queda casi nadie y los que quedan se comportan como bestias. -¿Y ahora qué hacemos? ¿El casero nos acepta? -No, no quiere saber nada de nadie. Que nos invita a comer si queremos. -¿Entonces? -No sé, no hay nadie más vivo que yo sepa. -Mikel, vamos a hacer una cosa. -Dime Amaia. -Vamos contigo unos días. Y luego, si ves que te molestamos tantísimo, nos quedamos a vivir por algún sitio cercano a Vitoria. Dices que allí ya no hay robots ¿no? -No, pero los habrá. -No los habrá porque acabarás con ellos, estoy segura.

“Coño, la actitud de Amaia ha dado un giro de 180º” pensó para sí. -Creo que es la mejor solución -añadió Joxean. -¿Habéis estado hablando de esto? -¿Y qué querías que hiciéramos? Nos hemos pasado un montón de horas ahí quietos, sin nada que hacer. Hemos elucubrado. -Vale, pero no estáis preparados. -También hemos pensado en eso. -¿Ah sí? Iluminadme. -Vamos a ir al centro comercial, ahí hay una tienda de ropa deportiva. Podemos coger lo necesario. -¿Y como entramos? -¿Como has entrado hasta ahora en los sitios? -Vale, que queréis que rompa la cerradura o algo. -¿No puedes? -Supongo que sí, pero no he mirado. Una vez entré desde el techo. Y esta vez no es una opción. -Vamos.

Subieron al camino y de ahí al centro comercial. Mikel fue directamente a la parte de atrás, a ver si podía romper la puerta o algo, pero no hizo falta. Ya había una puerta rota. Alguien había pasado por allí. Se metieron dentro, pero no se veía nada. Fueron a tientas hasta que consiguieron acceder a la zona de clientes, donde los tragaluces permitían suficiente luz como para no tropezarse con todo. Aún así, no podían elegir qué llevarse, así que esperaron al amanecer. -En cuanto haya suficiente luz, vamos directos. No quiero pérdidas de tiempo. -Vale.

Entraron rápidamente, Mikel fue directo a por unas mochilas de montaña. Se acordó de Nacho e intento recordar lo poco que le había enseñado. Eligió dos mochilas que parecían resistentes y que se les ajustaban bien a la espalda. Luego fueron a por ropa. -Tenéis que cambiaros enteros, incluso de ropa interior si hace falta. TODO DEBE SER RESISTENTE. -No me pienso despelotar delante de tí, majo. -Ni puta falta que hace. Me alejaré, pero debes cambiarte a toda velocidad. Debemos irnos cuantos antes. Elige ropa cómoda y resistente, ni encajes, ni tangas ni mierdas. Esto tiene que aguantar. -Es una tienda de deporte, no hay encajes ni tanguitas. -Sabes lo que quiero decir. -Vale, vale.

Eligieron ropa interior, pantalones, camisetas... Mikel se alejó a vigilar la entrada mientras Joxean y Amaia se cambiaban enteros. -Bien, ya os habéis cambiado. Sobre todo que no os roce nada. -Todo bien. -Ahora lo siguiente, ropa de abrigo, de lluvia y botas.

Misma operación, eligieron ropa de buena calidad y resistente, con refuerzos en las zonas que interesaban. Alguna camiseta de más para verano/invierno... Y las botas. Entre las que eligió Mikel como aptas, se probaron y eligieron las que mejor se adaptaban a sus pies. Por ahora todo bien. -Ahora material. Saco, esterilla, material de supervivencia...

Para terminar, cogieron barritas energéticas. Aprovecharon y pasaron por el supermercado a ver si encontraban comida que no estuviera estropeada. Olía a mil demonios. Consiguieron bastante comida, entre otras cosas arroz y pasta. Eso siempre estaba bien. Lo malo es que se habían pasado de peso. -Tenemos que quitar cosas. -¡Pero si llevámos lo mínimo! -Ya, pero tenemos que quitarnos cosas. -¿A donde vamos? -A la vaina de Vitoria, pero ese no es el tema. Tenemos que quitarnos cosas. -Vale. Te propongo algo. -Dime. -Avanzamos lo máximo posible hasta una ubicación conocida. Allí dejamos la carga “extra”. Cuando lleguemos a destino plantamos campamento y Amaia y yo volvemos a por la carga que hemos dejado en la ubicación intermedia. -Tardaremos mucho. -¿Cuanto pretendes estar en Vitoria? -Mucho, supongo. Hasta que consiga matar al robot gigante de dentro. -Bueno, a lo mejor nos interesa tardar un día más en llegar y luego tener más cosas ¿no crees? -Ok, ok. Vamos a hacer eso, pero si tardamos demasiado hacemos la limpieza en pleno camino. -Ok. -Amaia, una cosa. -Dime. -Córtate el pelo. -¿Qué? -Vete a esa peluquería de ahí, coge unas tijeras y te cortas el pelo bien cortito. -¡Vete a la mierda! -Vamos a andar entre zarzas, barro y mierdas. El pelo largo te va a incordiar. -Vale, vale.

Amaia volvió enseguida con el pelo bien corto. No se había andado con chorradas, si hubiera tenido una maquinilla eléctrica la hubiera usado. -¿Así bien o quieres verme la piel? -Perfecto, gracias. -Oh, cielos. Es la primera vez que me agradeces algo. -Es la primera vez que me haces caso en algo. -Sí, he pensado que si me lo dejaba un poco más largo se ibas a quejar. -Seguramente lo hubiera hecho, sí. -¿Ves? -jejeje...

Salieron de allí, se les había hecho muy tarde. Miraron bien antes de adentrarse otra vez en el bosque. El bosque seguía dando sensación de seguridad. Era como si los asesinos no existieran. Solo importaban los robots.

Fueron a buen ritmo, mejor del que Mikel esperaba, siguieron todo el linde entre Gipuzkoa y Navarra de camino a Leiza. Pasaron cerca de la antigua casa de Joxean y Amaia. -¿Queréis ir? -¿Para qué? -A lo mejor tenéis algo importante que coger. O simplemente queréis despediros. -No, no hace falta. Supongo que lo único importante es lo que necesitamos para vivir. Y acercarse ahí siempre es algo arriesgado. -Sí, supongo.

Siguieron de camino a Leiza. A Mikel le parecía un buen sitio para hacer la parada intermedia que planteaban. Al llegar a Leiza, subieron a la casa, durmieron y siguieron viaje. -Este es un buen sitio para dejar la carga extra ¿no? -Bueno, no está mal, pero esto es más o menos un tercio del viaje. -¿Qué? -Lo que oyes. -Bueno, aún así, vamos a dejar las cosas aquí y seguimos.

Tres días después llegaban a destino. Hicieron un pequeño campamento cerca de Araia, en el bosque. -Bueno, voy a inspeccionar el terreno ¿sabéis ir y volver? -Sí, me he fijado mucho y me has enseñado a usar la brújula. Por suerte me recorrí bastante estos montes cuando era joven. -Dijo Joxean. -Has andado mejor de lo que esperaba. -Hemos hecho trampa. -¿Qué? -Sí, Amaia me llevaba un par de cosas de peso, así que he ido más ligero. De todas formas, poco a poco me estoy poniendo en forma. Aunque a mi edad no esté para muchos trotes.

Mikel se fue a inspeccionar la zona, Joxean y Amaia de vuelta a Leiza. Cuatro días después volvieron a verse. -Hola ¿habéis llegado bien? -Sin ningún contratiempo ¿Y tú? -Han aparecido unos pocos robots más, pero ya me he encargado. Quiero vuestra ayuda. -Te íbamos a decir, aquí cerca hay otro centro comercial ¿Y si vamos allí y pillamos alguna tienda de campaña, o un toldo, o esterillas hinchables? Si vamos a pasar tiempo aquí, nos conviene tener comodidad. -Nada imprescindible. -Esa es otra ventaja. Si montamos un campamento paralelo, podemos tener la mochila totalmente preparada para irnos. -Ok, no es mala idea, pero os encargáis solitos ¿vale? Y después de ayudarme a mí. -Vale, vale ¿qué ayuda necesitas? -Desaparecen cuerpos de robots, necesito saber como lo hacen. -¿Y qué quieres? -Turnos de vigilancia, 8 horas cada uno hasta que veamos qué o quién se lleva los robots. -Ok.

Y así lo hicieron.